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Capítulo 5: Un perdón muy atrasado

Pese a haber pasado gran parte de la madrugada con los ojos abiertos y la consciencia funcionando a mil pensamientos por minuto, al despertarse de nuevo después de su siesta de cuatro horas Allison no se sentía demasiado agotada. De hecho, era como si un peso horrendo hubiera sido quitado de sus hombros, y como si su pecho ya no estuviera comprimido por una fuerza invisible, desde el primer respiro del día.

Aún le faltaban kilómetros a los que recorrer hasta aceptarse por lo que era. Pero estaba tomando los primeros pasos hacia esa meta. Y moverse luego de años atascada en el mismo lugar, en el mismo charco de auto desprecio y vergüenza, se sentía fantástico.

Todavía estaba cubierta con su lodo de negatividad, era cierto. Todavía se sentía sucia y repugnante, por dentro y por fuera. Pero Hannah estaba en lo correcto al afirmar que algún día ese no sería el caso. Porque sabía que, en el futuro, sí se sentiría limpia y perfecta de la manera en la que era. La aceptación era un proceso... y ella lo estaba empezando. Tenía que tenerse paciencia.

Tenía que recordarse que debía tenerse paciencia.

—Un día a la vez... —murmuró, mientras se miraba al espejo del baño.

Se vistió con su camiseta verde y blanca del campamento, sus shorts, y el brazalete magenta de su equipo. Ató el cabello en una cola de caballo y se puso sus aretes plateados en la oreja. Respiró hondo y se apoyó en las esquinas del lavabo.

Todo saldría bien. Su única obligación ahora era repetirse ese mantra; todo saldría bien.

Con un exhalo determinado, se estiró la espalda. Movió la cabeza, como si estuviera concordando con dicha noción. Abrió la puerta del baño y salió al dormitorio.

Decidió en ese entonces tomar una decisión precipitada.

—Fran, Iris... —Se dirigió a sus amigas, quienes estaban terminando de ponerse las zapatillas—. ¿Puedo hablar con ustedes un poco? ¿En algún lugar privado? Tengo algo que contarles.

Hannah, quien estaba haciendo su cama, dejó de doblar su frazada al oír esto y se acercó a su hermana.

—¿Quieres que te acompañe, o estarás bien sola?

—Estaré bien —ella juró, con una sonrisa nerviosa—. Te encontraré en el comedor más tarde.

—De acuerdo —La estratega asintió, le dio unas palmaditas en la espalda, y volvió a hacer lo suyo.

Mientras su gemela se marchaba con las dos chicas, Hannah pensó en lo que le diría a Taylor si ella se le acercara durante el desayuno. Fue mientras acomodaba sus almohadas en la cama cuando decidió deshacerse de su ansiedad al apurar dicha conversación e ir a tenerla en aquel preciso momento.

Ya que su lema era "no dejes para hacer después lo que puedes hacer ahora", ella decidió abandonar su cabaña de inmediato, con pasos rápidos y firmes, y moverse al sector del equipo naranja a confrontar a su adversaria.

Allison pensaba que Hannah tenía el coraje de un gladiador, pero en verdad, ella solo tenía un tipo de ansiedad opuesta a la suya.

La angustia de la bajista era tal que no podía tolerar el quedarse quieta, marinando en sus contemplaciones enrevesadas. Tenía que actuar. Tenía que tomar las riendas de la situación y decidir el final de sus problemas ella misma.

Allison se congelaba por su aflicción. Hannah corría por su culpa.

Y por eso mismo, acabó golpeando la puerta de la cabaña de Taylor, sin la menor idea de qué le iba a decir, o cómo iba a decirlo.

No pensó, solo actuó.

—¿Parker? —una de las colegas de su adversaria preguntó, alzando una ceja—. ¿Qué haces aquí?

—¿Puedo hablar con Merrick?

La chica no tuvo tiempo de darle una respuesta. Taylor corrió a la puerta al oír su voz.

—Sí, sí podemos hablar... Y hola.

—Hola —Hannah dio un paso atrás, mientras ella salía de su dormitorio.

—¿Vamos a los pajares? —la estratega del equipo naranja preguntó, y al hablar parecía tener un apretado nudo en la garganta, porque su voz dejó su boca con un tono demasiado fino y agudo para resultar normal—. No queda muy lejos de aquí y casi nunca hay nadie por allá.

—Dale —La otra chica se encogió de hombros.

Caminaron en silencio hacia un pequeño prado de hierba que había en aquella área del bosque, y donde vivían los caballos usados en las clases de equitación.

Se sentaron en el heno mientras el instructor alimentaba a los animales. Él las vio, pero al conocer su famosa enemistad, decidió ni saludarlas. Nadie quería ser parte de su conflicto.

—Allison me dijo que me querías pedir disculpas —Hannah fue derecho al punto—. Por lo del kayak.

—No es solo por el kayak —Taylor jugó con un poco de la alfalfa que la rodeaba, y mantuvo su mirada baja.

—Hm —La de cabello azul cruzó los brazos—. Pues entonces... Hazlo. Pídeme disculpas por besarte con mi novio. O bueno, ex novio.

La atleta respiró hondo. Pero no parecía estar haciéndolo para no perder la paciencia, al contrario de todas las otras veces que Hannah la había visto inhalar tan profundamente. Más bien, se veía triste. Y frustrada.

—No sé cuántas veces tendré que decírtelo, pero yo no sabía que tú y Mateo estaban juntos. Él siempre fue más amigo de Gina que mío. Nunca me contó cosas así.

—¿Y entonces por qué lo besaste?

—¿Sinceramente? Porque quería saber si yo era gay o no —Taylor soltó una risa corta, desanimada—. Estaba ebria, él estaba ahí. Me dijo que estaba soltero. Que estaba interesado en mí. Y bueno... lo besé. No porque me gustaba, ni porque lo deseaba... Más bien porque quería confirmar algo que en el fondo yo ya sabía... O sea, él puede ser un hijo de perra a veces, pero que es guapo, es guapo. No hay como negarlo. Y pensé que, si ni el chico más atractivo del campamento me podía despertar una pizca de interés, entonces... no me debían gustar los chicos en lo absoluto.

—¿Y por qué no solo confiar en tu instinto? ¿Por qué tuviste que besar a alguien para confirmar tus sentimientos?

—Parker...

—No te estoy juzgando, de verdad solo estoy curiosa —la bajista afirmó y para el asombro de la atleta, parecía estar diciendo la verdad.

—¿Sinceramente? Creo que es por un tema de validación social, más que nada. O sea, la heteronormatividad está por todos lados. Y es fácil caer en ella... —Taylor dio de hombros—. Quise tratar, hasta el final, de convencerme que tal vez yo solo era bastante selectiva con la gente que me gustaba. Pero besé a chicos flacos, gordos, feos, guapos, y... nada. Mateo fue la última prueba que necesité para aceptar el hecho de que ellos no me atraían en lo absoluto. Y como te lo dije, ya sabía que ese era el caso, pero... el temor de ser quien era no me dejó procesar esa verdad con rapidez.

—Hm... Creo que ahora lo entiendo —Hannah comentó, con menos hostilidad en su tono—. O sea, no del todo, porque nunca estuve en una situación así, pero... al menos algo sí entiendo.

—Eso es mejor que nada —Taylor asintió y ambas pasaron un instante calladas, mirando a los caballos—. Allison me contó que salió del clóset recientemente. Y que sabes la verdad sobre ella. ¿Es por eso que me hiciste esa pregunta? ¿O?...

—En verdad no. Pero sí me ayudó a comprender mejor su posición. Así que gracias.

—¿Un placer?

Hannah sonrió y recogió sus piernas hacia su pecho, cambiando su postura sobre el heno. Pasó un minuto callada y su acompañante también, hasta que ella tuvo el valor de decir:

—Estoy preocupada con mi hermana­.

—Y ¿por qué?

—Bueno... Ally ha estado diferente en los últimos meses. Se ve triste, y decaída... Los demás no lo notan, pero yo sí lo hago. Y creo que eso tiene que ver con su sexualidad. Sé que vinimos aquí a ser sentimentales entre nosotras, y todo lo demás, pero... ¿tienes algún consejo útil sobre cómo puedo ayudarla a ella?

—Creo que ya lo estás haciendo —Taylor la calmó—. Solo el hecho de que estés ahí, cuidando su espalda, apoyándola en lo que puedes, ya es suficiente. Y te lo digo por experiencia propia, porque cuando yo salí del clóset la reacción de mi familia fue... compleja, para decir lo mínimo. Y la única persona que me apoyó al cien por ciento en ese entonces fue Gina —se explicó, ampliando la percepción de Hannah respecto a su amistad—. Es por eso también que yo intento tolerar a Mateo. Porque sé que él la hace feliz, aunque nosotros no nos llevemos tan bien. Y dado que ella siempre me ayudó en todo, para mí que ese sea el caso es lo crucial.

—Válido... —la bajista contestó, con una expresión meditabunda—. Y ¿sabes qué? —Frunció el ceño—. Yo también lo siento. Sé que he estado actuando de manera infantil por años contigo y con ella... Porque sí, lo de Mateo me dolió, no voy a mentir. Me dolió mucho. Pero eso ya fue. Nuestra enemistad es ridícula y no tiene por qué continuar.

—¿Hablas en serio? —Taylor se sorprendió—. ¿Quieres que paremos de pelear?

—Sí —Hannah dijo—. Hasta porque, este es nuestro último año aquí... ¿En serio lo vamos a terminar en una mala nota? Podemos competir y todo, pero... ¿Es necesario amenazarnos día tras día, al punto en que lo hacemos?

—No —la atleta le concedió la razón—. Sí es un poco ridículo que sigamos siendo así...

Tan hiperactiva como siempre, la líder del equipo magenta se volvió a acomodar en el heno. De esta vez, se giró hacia Taylor y le estiró la palma.

—¿Tregua?

La morena, mordiendo su labio inferior y sacudiendo la cabeza, respondió:

—Dale... Tregua.

Antes de sacudirle la mano.

—Pero ahora que lo pienso...

—¿Qué?

—Podríamos hacer una última tontera antes de declarar la paz.

Taylor alzó una ceja ante la inusitada propuesta de Hannah.

—¿Qué tienes en mente?

Por la manera en la que la bajista sonrió, nada de bueno.

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