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Capítulo 4: Una conversación muy necesaria

Al regresar a su cabaña, Allison lo hizo con una sonrisa inusitada en el rostro. Le resultaba raro decirlo, pero Taylor ebria le caía mejor que Taylor sobria. La muchacha se volvía más cómica y abierta después de bajarse unos cuantos tragos. Si tan solo pudiera ser así de simpática estando normal, podrían incluso volverse amigas. Porque de verdad tenían muchas cosas en común.

Y ahora que había oído ambos lados de su historia con Hannah, ella se daba cuenta de que las dos se estaban odiando por nada. La culpa de su enemistad era de Mateo, no de ellas. Y así que llegó a su dormitorio, tuvo que despertar a su hermana para hacérselo saber.

—¿Ally? —La estratega se alzó en su cama, apoyando su codo en el colchón para sostener el peso de su cuerpo—. ¿Qué pasó?

—Ven afuera un minuto, porfa. Tengo que hablar contigo.

—¿Ahora?

—Sí, ahora.

Aquellos murmullos cumplieron su función. Hannah se levantó, se vistió un suéter de lana que estaba lanzado al pie de su cama, y siguió a Allison a las mismas escaleras donde ella había sentado a Taylor. Las dos se acomodaron en sus peldaños fríos mientras Hannah bostezaba.

—¿Qué horas son?

—Como las tres.

—¿Tan tarde? —La bajista cruzó los brazos cuando una brisa fría chocó en su contra y entrecerró los ojos, hinchados por el sueño—. ¿Qué haces despierta?

—Es una larga historia.

—Pues resúmela.

Allison suspiró.

—Tuve una pesadilla y vine afuera a calmarme. Mientras hacía eso, Taylor apareció.

—¿Taylor? —Hannah se preocupó de inmediato—. ¿Te hizo algo?

—No, no... Estaba un poco bebida. Se tropezó con su propio pie y se cayó en uno de los huecos que las chicas estaban cavando para plantar árboles mañana, y yo la tuve que ir a rescatar.

—Deberías haberla dejado ahí como castigo.

—Sabes que no podía hacer eso —Allison respondió, mientras su hermana sonreía.

—Claro que no, eres demasiado buena y noble.

—Estaba con la rodilla herida. Así que tuve que ayudarla —La porrista se encogió de hombros—. La cosa es que nos pusimos a hablar mientras le limpiaba el raspón. Y ella me clarificó la situación con Mateo.

La expresión de Hannah se volvió más sombría, pero por estar cansada, su explosividad fue reprimida.

—¿Y?... ¿Qué te dijo ahora?

—Ella no sabía que tú y él estaban teniendo algo.

—Es una mentira. Él y ella eran amigos, claro que lo sabía.

—Han, Taylor estaba súper ebria mientras charlaba conmigo. No creo que estaba mintiendo. Además, afirmó que solo lo besó por "curiosidad" y que no quería nada serio con él. Sumando eso al hecho de que ella es gay, creo que solo quería ver si realmente no sentía nada por los chicos... No te quería robar el novio, quería ver si toleraría tener uno.

Hannah frunció el ceño e hizo una mueca confundida.

—¿Taylor es gay?

—Al parecer salió del clóset el año pasado. Mientras la llevaba de vuelta a su cabaña me dijo que no había problema si te lo contara. Pero porfa no le menciones nada a nadie más, porque no sé si la gente del campamento se enteró de ello o no.

—Tranquila, me quedaré callada —la bajista prometió—. Aunque no te voy a mentir, no me lo esperaba.

—¿Sinceramente? Yo tampoco... Pero, como te dije, tuvimos una charla larga sobre todo eso, y creo que ustedes dos no necesitan odiarse tanto como lo hacen. Estoy segura de que ella besó a Mateo apenas por curiosidad, no porque realmente se sentía atraída por él. Y el muy imbécil, siendo como es, también le mintió diciendo que era soltero. Él causó el malentendido.

—Ya, pero lo único que no cuadra en lo que dices es que los dos siguen siendo amigos. ¿Por qué? Si sabe que él es infiel.

—Bueno... Gina está saliendo con él. Y porque ella es su mejor amiga, asumo que Taylor lo tiene que tolerar.

—No sé si ese es el caso, Ally.

—Pues pregúntale —la porrista insistió—. Ella se quiere disculpar contigo mañana, por haberte volteado el kayak. Aprovecha y habla con ella sobre lo que pasó entre ustedes dos.

Hannah se quedó callada por un instante, pensando en lo que su hermana le decía.

—¿Por qué estás siendo tan buen onda con Taylor? Ella también te caía mal. ¿Qué cambió?

Allison respiró hondo y corrió una mano por su cabello.

—Su actitud —respondió, un poco asombrada—. No sé cómo explicártelo, pero las dos veces que hemos hablado a solas desde que llegamos aquí en el campamento han tenido una energía distinta a la de todos nuestros encuentros anteriores... No sé si las dos estamos madurando, o qué más será, pero... Taylor se está comportando de manera diferente. O sea, me repito; se quiere disculpar contigo por algo malo que te hizo. Eso hace apenas un año sería imposible.

—Hm... —Hannah desvió la mirada y se comió la uña del dedo del medio—. Tienes razón.

—Dale una oportunidad de disculparse, vamos. Puede ser la única vez que la verás asumir su culpa sobre algo.

La estratega se quedó callada por un minuto. Pero eventualmente comenzó a asentir y dijo:

—Ya... Le daré una oportunidad. Y solo porque tú me lo pides —Al oírla Allison sonrió, aliviada. Luego, rodeó el brazo de su hermana con el suyo y apoyó su cabeza en su hombro—. Pero, aprovechando que estamos aquí...

—¿Hm?

—¿Podemos retomar nuestra conversación en el árbol? ¿Esa que no acabamos?

—Depende. ¿Qué quieres saber?

—Nunca me contaste cómo te diste cuenta de que te gustan las chicas. O sea, sí sé que la atracción es natural, que naces así, y todo eso... pero... ¿Hubo algún momento en específico que te hizo darte cuenta de que eres gay?

La porrista sacudió la cabeza.

—Si te cuento me vas a molestar por el resto de mi vida.

—Yaaa... ¡Ahora sí que quiero saberlo!

—Bueno... —ella se resignó a su destino y soltó un exhalo largo—. Yo solía tener un crush enorme en la señora Carpenter.

Hannah alzó las cejas y pensó en la respuesta por un segundo.

—¿Eso fue?

—Sí. Creo.

—Huh.

—Puedes ponerte a reír...

—¿Ponerme a reír? No, no... Yo no te culpo. Ella es muy guapa. Hasta yo ya he llegado a dudar de mi sexualidad cuando la veo —A su lado, Allison fue la que se terminó riendo—. Pero ¿de verdad eso fue todo? ¿No tuviste ningún romance secreto, ni nada?

—Han, yo aún ni tengo el coraje necesario para llamarme por mi etiqueta real todavía...

—¿Cuál? ¿Lesbiana?

—Hm —ella concordó—. Todavía no logro llamarme así en voz alta. No sé por qué... Pero la palabra me avergüenza, por alguna estúpida razón.

—Pero no tiene nada de malo que lo seas.

—Lo sé... Pero ya la oí ser usada como una ofensa tantas veces, que mi cerebro medio que la envenenó... Y decirla me cuesta. Demasiado.

—Pero... ¿quieres hacerlo?

—Sí. Algún día.

—Entonces practiquemos ahora.

—¿Huh? —Allison levantó su cabeza, asustada, y Hannah la miró con una expresión determinada, aunque amable.

—No hay nadie por aquí, solo yo. Dime que eres lesbiana en voz alta. Vamos.

—Yo... no p-puedo.

—Puedes —La estratega le dio unas palmaditas en la rodilla, para motivarla—. No tienes que sentir vergüenza de ser quien eres. Ni tienes que dejar que los demás definan tus etiquetas, o qué significan para ti. A mí ya me han dicho lesbiana miles de veces, solo porque me visto como me visto, y han intentado usar esa palabra para herirme. Pero nunca lo ha hecho, ¿y sabes por qué? Las intenciones detrás de su uso pueden ser malas, pero la palabra, como tal, no lo es.

—Pero ahí está la cosa. Tú eres hetero. A ti no te afecta tanto porque sabes que esa no es la verdad sobre ti. 

—Allison... Te entiendo, pero creo que estás equivocada. Si yo te acusara de ser una ladrona por robar algo mío, a ti te dolería. Aunque supieras que eres inocente, aunque nunca hayas tocado nada mío, la implicación de que yo no confío en ti, que estoy irritada contigo, sigue doliendo. Es lo mismo que a mi me pasa... Yo no soy gay, pero la gente me ha acusado de serlo toda mi vida, y han tratado de usar ese término como arma para hostigarme por años. Por un rato me dolió, y también llegué a sentir vergüenza. Pero me acabé dando cuenta de que, aunque yo fuera lesbiana, no soy yo la que tiene que estar avergonzada de nada, sino la gente que cree que serlo está mal, y que intenta usar esa etiqueta como ofensa. Porque no lo es.

—Hannah...

—Redefine esa palabra en tu mente. Utilízala con otra intención. No tienes por qué tener miedo, o asco, de llamarte así. No tienes por qué darle valor a lo que los demás piensan o no piensan sobre ti. El valor de las palabras que elegimos usar para identificarnos a nosotros mismos es nuestro para determinar. Nadie más puede hacerlo.

La porrista abrió la boca para discordar, pero no pudo. Porque sabía que, como de costumbre, su hermana tenía razón. Aquella etiqueta era perfectamente normal, así como su atracción y su deseo. Y no había nada de malo en ninguna de las dos cosas.

Las personas que creían lo contrario eran las que estaban equivocadas, y eran también a las que no debía escuchar.

Pero, aun así... decirla todavía le resultaba difícil.

Era una situación complicada.

—Lo intentaré —De todas formas prometió—. Intentaré hacer lo que dices... y usarla con otra intención.

—Entonces dale, hazlo.

—¿De verdad tiene que ser ahora?

—Si no lo haces ahora, no querrás después. Y vas a pasar años dándole vueltas al asunto, sin llegar a ningún lado. Te conozco.

—Esa es una manera sutil de llamarme cobarde.

—No eres cobarde. Solo tienes miedo. 

—Hannah, acabas de decir lo mismo...

—Si fueras cobarde, no estarías siendo vulnerable conmigo ahora. No me dirías que esa palabra te molesta. No me dirías que no te sienta bien llamarte así. Pero lo estás haciendo. Y eso requiere valentía... Así que tú le tienes miedo específicamente a esa etiqueta, pero no eres una persona miedosa. A eso me refiero.

Allison miró a los pinos a su alrededor, angustiada. Nuevamente, su gemela la había leído como a un libro.

—Detesto esto... —Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ella se esforzó en no llorar—. Detesto sentirme tan avergonzada por algo que no puedo cambiar. Detesto sentirme asqueada por mis propias emociones. Detesto... no poder ser yo misma, sin sentir que estoy cometiendo algún crimen.

Hannah, preocupada, la abrazó con tanta fuerza que casi la tacleó. Besó su frente, frotó su espalda, y le dijo, en voz baja:

—Te has estado reprimiendo demasiado, por demasiado tiempo. Lo sé. Y entiendo por qué ese era el caso.. Pero las cosas ya no tienen por qué ser así. No tienes que ocultarte de nadie. No tienes que darle explicaciones a nadie. Tu único deber es aprender a amarte a ti misma.

—No es tan fácil... —Allison casi sollozó, pero de nuevo de contuvo.

—Sé que no lo es. Créeme... me costó volverme quien soy ahora. Tú siempre dices que soy rebelde, que soy demasiado segura de mí misma, y eso es cierto, pero tuve que trabajar en ello. No me volví así de la noche a la mañana. Y esa situación con Mateo me rompió, por mucho tiempo. Aun así... aprendí a ser quien soy, sin temores. Y tú también puedes ser quien eres, si te esfuerzas para lograrlo. Sólo tienes que salir de tu caparazón, Ally... Es hacerlo, o vivir toda tu vida en la oscuridad.

—Pero mamá y papá...

—Tú eres tu propia persona. Tienes que vivir tu vida por ti, y por nadie más. Los amo, y sé que tú también. Pero que se joda lo que ellos piensen —Hannah se apartó, para mirarla a los ojos—. Sé que es peligroso para ti contarles la verdad ahora. Pero ya la compartiste conmigo, y lo puedes hacer con nuestras amigas. No necesitas hacer un anuncio para que todo el mundo lo sepa. Pero esconderte al nivel en que te has estado escondiendo... eso te hará más daño que bien.

—Lo sé —Allison se limpió las lágrimas que se escaparon de sus ojos con apuro—. Y estás en lo correcto... Sí tengo que decirles a nuestras amigas la verdad. Aunque me aterra la idea de que no me acepten.

—Iris y Maggie literalmente pensaron que yo era gay por un año completo, y solo cuando estuve con Mateo se dieron cuenta de que ese no era el caso. Nunca me dijeron nada sobre eso. ¿Por qué lo harían contigo?

La porrista sacudió la cabeza.

—Estoy siendo irracional. Lo tengo claro.

—Pues entonces cuéntales... A tu tiempo, claro. No tienes que decirle nadie a nadie mientras no te sientas cómoda. Aunque insisto... creo que lo de llamarte por tu etiqueta deberías hacerlo ahora. Porque te conozco y sé que si lo pospones vas a acabar desistiendo y...

—Soy lesbiana —Allison la cortó con un murmullo, cerrando los ojos y bajando el mentón para no tener que ver su reacción—. Y estás en lo cierto de nuevo, lo de contarles a las chicas puede esperar... esto no.

Hannah, con una sonrisa cariñosa —pero también increíblemente afligida por el estado emocional de su hermana— la volvió a atrapar entre sus brazos.

—Algún día llamarte así será más fácil. Pero por ahora, espero que sepas que estoy muy orgullosa de ti.

—¿Por qué? Con suerte logré decirlo...

—Pero lo hiciste —respondió, con cierta severidad—. Y eso es lo que cuenta.

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