Capítulo 3: Las noctívagas
La noche cayó sobre el campamento Artemis. Los miembros del equipo magenta decidieron pasar el resto de sus horas libres hasta el toque de queda alrededor de una fogata que encendieron en las orillas del lago, charlando y cantando mientras uno de ellos tocaba la guitarra. Eventualmente, algunos integrantes de los otros equipos del campamento se integraron, incluyendo algunas chicas del naranja.
Hannah decidió irse en ese entonces, porque no le caían bien ninguna de ellas. Allison la siguió, porque estaba cansada y necesitaba dormir con urgencia. Las dos aprovecharon la privacidad proveída por su caminata para contarse sobre su día.
—Al final sí terminé llamando a Keith —la estratega comentó, mientras ellas terminaban de atravesar el sector del equipo verde—. Hablamos por unos minutos, antes de que me fuera a jugar baloncesto. Él logró calmarme respecto a lo sucedido con Taylor.
—Hablando de ella...
—¿Te hizo algo? —Hannah preguntó con apuro, entre preocupada y molesta.
—¡No, no!... Pero sí conversamos un poco.
—¿Sobre qué?
—Ehm... Fue raro. Ella se acercó a mí durante el final de mi clase, y me dijo que se quiere disculpar contigo por darte vuelta el kayak. Según ella, no quiso tirarte al agua. Fue un accidente.
—¡Já!... ¿De verdad quiere que me crea que todos los golpes que me dio fueron accidentales?
—Taylor reconoció que te estaba golpeando a propósito, pero dijo que la parte de voltear a tu kayak fue un accidente. No quería hacerlo.
—¿Y espera que yo la perdone?
—Ella tal vez no... —Allison paró de caminar para recuperar su aliento y confrontar a su hermana—. Pero yo sí.
—¿Qué?
—Esta enemistad que ustedes tienen es estúpida y creo que ya se tiene que acabar. No tiene por qué caerte bien, pero ¿odiarla tanto realmente es necesario?
—¡Claro que lo es!
—¿Siquiera te acuerdas de cómo todo esto empezó? Porque yo no.
—¡Pero obvio que me acuerdo de cómo empezó! ¡Hablas como si yo pudiera olvidarlo! —Hannah exclamó, y de verdad se veía irritada con algo. Incluso un poco... herida—. Y es imposible que lo haga.
—Han... —La porrista frunció el ceño—. ¿Qué exactamente sucedió entre ustedes dos? Porque siempre me dijiste que su competitividad se debía apenas al campeonato y sus funciones como estrategas, pero... siento que hay más.
—¡Porque lo hay! —Hannah corrió su lengua por el labio inferior y miró alrededor, mientras daba un paso hacia atrás, sintiéndose mareada por todos los recuerdos que emergieron en su pecho. Respiró hondo, intentó no ser agresiva con su propia hermana, y continuó:—. Cuando aún éramos pareja, Mateo se besó con ella en una fiesta, aquí en el campamento. Y yo los vi.
La boca de Allison se desplomó, porque ella efectivamente no tenía idea de que aquello había pasado.
—¿Bromeas?
—No... —La líder sacudió su cabeza—. Esa fue la última metida de pata que yo toleré de su parte. Por eso rompí con él.
—¿Te engañó? ¡Qué hijo de perra!
—Y ella también lo es. Por eso la odio —Hannah cruzó los brazos y volvió a mirar a su hermana—. Y que Taylor no te ilusione. Es una víbora.
—Yo... lo siento. No sabía que esto había pasado.
—Ahora lo sabes. Y también entiendes por qué no la puedo perdonar a ella.
La más rebelde de las gemelas retomó su marcha, caminando con pasos firmes por la ruta que las llevaría a su cabaña. Allison, sintiéndose culpable por haber pensado en defender aquella chica, corrió hacia su hermana y la abrazó de lado, mientras se movían.
Hannah no se alejó al sentir su presencia, pero tampoco le dijo nada. Tragó en seco, pestañeó un par de veces para disfrazar el hecho de que casi había llorado, y llevó su brazo hacia los hombros de su gemela, para sostenerla también.
Cuando llegaron a su residencia, notaron que la misma estaba mayoritariamente vacía. Solo un chico, David, estaba acostado en su cama, viendo su celular en la oscuridad. Decidieron no molestarlo y dejar las luces apagadas.
Por haber sudado más durante el día, Allison dejó que su hermana se duchara primero. Cuando ella regresó y se lanzó a su cama, la porrista se levantó de su propio colchón y se metió al baño, a limpiarse y cambiar su uniforme sucio del campamento por pijamas.
Nuevamente, su ritual de mirarse al espejo y buscar fallas se repitió. No empezó a hacerlo a propósito, pero de alguna manera había caído en aquella trampa de su traicionera mente. Y una vez comenzó... no pudo parar.
Miró a sus brazos y piernas tonificadas, que causaban opiniones divergentes en sus colegas del colegio y del campamento, con una mirada crítica. Algunos la envidiaban por su forma, ya otros decían que su físico arruinaba su estética femenina y delicada. A ella le solían gustar sus músculos definidos. Pero ahora, después de oír tantos murmullos extraños al respecto, ya no sabía cómo se sentía al respecto. Además, tenía una cicatriz notable en su muslo, ocasionada por una caída fea mientras practicaba una de sus rutinas de cheerleading. Uno de sus dedos de la mano era un poco torcido, por un accidente similar. Sin hablar de sus caderas de violín, que ella consideraba horribles por naturaleza. Su nariz, que a su parecer era demasiado grande. La pequeña falla que tenía en una de sus cejas...
Sacudió la cabeza. Se frotó el rostro con las manos. Se convenció que tenía que parar de tratarse tan mal.
En el fondo, Hannah tenía razón. Le estaba dando demasiado peso a la opinión de los demás sobre su cuerpo. Sus músculos y cicatrices eran productos de sus horas y horas de esfuerzo sobrehumano y de pasión por un deporte infravalorado. Ya se había sentido atraída por mujeres con caderas similares a la suya y sabía muy bien que eran preciosas. Su nariz podría ser un poco curva, pero su hermana tenía una parecida, y no la ofendería también al decirle que no era una bonita. Además, la falla en su ceja le daba un toque único a su apariencia. ¿Por qué estaba fijándose tanto en todo esto, si en verdad estas características eran perfectamente lindas y naturales?
Respiró hondo. Apartó la mirada del espejo y atravesó la mampara de la ducha. Abrió el registro, se aseó con el agua tibia típica del campamento, y trató de relajarse.
Pero alguien interrumpió su paz, golpeando la puerta del baño y pidiendo que se apurara. No era la única que tenía que ducharse, al final de cuentas.
Por eso, acortó su tiempo bajo el agua y se vistió, saliendo al dormitorio con el cabello aún sin peinar. Sacó su cepillo de su baúl y lo comenzó a usar ya sentada en su camada. En el lecho de al lado, Hannah ya estaba durmiendo.
Al terminar su faena, Allison la siguió en su sueño.
Aunque su descanso duró poco.
Tuvo una pesadilla que la hizo despertarse con un brinco, ya al borde de un ataque de pánico. En ella, sus padres se enteraban sobre su sexualidad y la rechazaban, echándola de casa sin ni decirle adiós. Hannah se quedaba inusualmente callada mientras ellos le gritaban los más viles y crueles improperios. Esa fue, con toda sinceridad, la parte que más le dolió.
Viendo que sus colegas también dormían y que, por la hora, el toque de queda ya había sido establecido, Allison decidió levantarse y salir afuera, a sentarse en una de las rocas cercanas a la cabaña y respirar el aire frío de la noche. Más bien se cayó sobre una, hiperventilando, y agarró la tela de su camiseta como si estuviera infartando, pero en fin, semánticas.
Permaneció ahí, luchando contra sus pulmones y contra sus ganas de lanzarse en el lago, a ver si podía al fin tener un descanso profundo entre sus olas, por varios minutos. No supo cuántos, solo pudo decir que la batalla contra su ansiedad se sintió eterna.
Y cuando al fin creyó que la estaba ganando, un ruido repentino la sobresaltó, estrujándole el pecho y el corazón de nuevo.
—¡Mierda! —alguien exclamó en la oscuridad, mientras el sonido de hojas moviéndose, ramas rompiéndose, y tierra siendo revolcada empeoraba—. ¡No p-puedo creer que!... ¡E-Esto no p-puede estar pasando ahora m-mismo!...
Por la manera en la que la voz hablaba, arrastrando sus palabras hasta casi sonar infantil, era evidente que su dueña estaba ebria.
Bastante ebria.
En vez de regresar a los interiores de su cabaña e ignorar lo que sucedía, Allison agarró el primer objeto que encontró a su lado para defenderse —que resultó ser una pala— y caminó hacia la fuente de su curiosidad.
Se esperaba cualquier cosa, menos lo que se encontró al otro lado de los arbustos.
Envuelta en tinieblas, caída en un pequeño hoyo que sus compañeras del equipo magenta habían cavado por la tarde, para plantar árboles nuevas mañana, estaba Taylor. Riéndose de su caída vergonzosa mientras intentaba salir del agujero, sin lograrlo.
—¿Qué haces aquí?
—¡La puta m-madre! —la estratega exclamó, asustadísima—. ¡¿Qué h-haces tú aquí?!
—Estoy al lado de mi cabaña.
—¿Q-Qué?... —Taylor hizo una mueca confundida—. N-No puede ser... j-juraba que estaba c-caminando en dirección a m-mi sector...
—Pues te viniste a la dirección equivocada. Tu sector queda hacia allá —Allison señaló a su derecha.
—¿Sí?...
—Sip.
—Mierda.
Taylor pareció estar desanimada por unos segundos, pero eventualmente volvió a carcajear.
—¡Para de reírte tan alto, que hay gente durmiendo!
—Es que... e-esto es r-ridículo... —ella comentó, intentando de nuevo salir del hoyo.
La gemela Parker, teniéndole pena, soltó la pala, la ayudó a escapar del hueco, y luego a levantarse. La acabó arrastrando hacia el poste que iluminaba la entrada de su cabaña y la sentó en las escaleras que conducían a la misma, que eran más cómodas que las rocas.
—Voy adentro a buscarte un poco de agua, porque claramente necesitas hidratarte... —comentó, luchando por tener el ligero temblor en su voz bajo control.
—N-No estoy ebria.
—No fue eso lo que dije, genia. Pero felicitaciones por delatarte sola... —La porrista paró de hablar cuando notó que la chica estaba usando shorts y que con la caída se había ganado un feo raspón en la rodilla—. Joder, estás sangrando.
—¿Huh? ¿Dónde? —Taylor preguntó, desorientada, y Allison apuntó a su herida—. Oh, verdad... n-no me duele tanto —La muy tonta puso su dedo sobre la lesión y la presionó—. Ouch.
—¡Deja de hacer eso! —La otra muchacha agarró su mano y la alejó de la zona afectada—. Iré adentro a recoger el kit de primeros auxilios. Quédate aquí, y compórtate. Ya vuelvo.
Taylor le hizo un saludo militar, a modo de broma, y la vio marcharse con una expresión aburrida, digna de una persona que está tan ebria que ni siquiera logra ubicarse. Cuando Allison volvió —sintiéndose más calma y concentrada en el presente—, la misma se había transformado en una de cansancio y tristeza.
—¿Por q-qué me estás a-ayudando?
—¿Huh?
—Tu h-hermana me odia —la estratega dijo, mientras la porrista se arrodillaba al frente de ella y abría la caja de plástico blanca que cargaba consigo. También había traído una botella de agua potable, a la que usó para limpiar el raspón, y luego pasó a las manos de Taylor—. G-Gracias...
—Te odia con una buena razón para ello —Allison le recordó, sin levantar la mirada de la herida. En parte porque estaba ocupada haciendo la curación; en otra porque no quería sentir pena por aquella chica—. Tú te besaste con su ex novio, mientras ellos seguían juntos.
—Ya le dije m-mil veces que yo n-no sabía eso... —Taylor reclamó, apoyando su cabeza en el balaustre del pasamanos—. Estaba e-en una f-fiesta con Mateo... Había b-bebido unos c-cuantos tragos... y él m-me preguntó s-si podía besarme. Yo n-no sabía que ellos estaban juntos... S-Sólo me e-enteré después. S-Si lo s-supiera... no lo h-hubiera hecho... no lo h-hubiera besado. Además... s-solo lo hice p-por curiosidad... N-No quería nada s-serio con él.
—¿Es esa la verdad? ¿O estás mintiendo ahora mismo para caerme bien?
—¿Para qué m-mentiría? —Taylor volvió a mirarla—. Y-Yo no haría algo así... S-Soy mala, pero no una perra... Bueno, n-no ese t-tipo de perra... No le r-robaría el n-novio a nadie —aseguró, con una seriedad que convenció a Allison de que, en efecto, estaba siendo honesta—. O en m-mi caso, ahora... n-novia.
—¿De qué hablas?
La estratega levantó su brazo al aire, y en su muñeca la porrista vio algo que le llamó la atención. Una pulsera artesanal, con cuentas multicolores, que emulaban un arcoíris.
—S-Soy gay.
—¿Felicitaciones? —la respuesta dejó la boca de Allison antes de que pudiera detenerla.
Taylor pestañeó un par de veces antes de reírse, y hacer que la otra chica también soltara unas carcajadas propias. Intentaron no subir demasiado el volumen de sus voces, eso sí. Sabían que los campistas de la cabaña seguían durmiendo.
—Gracias... supongo —La atleta comentó, y bebió un largo sorbo de agua.
—¿Cuándo?... —Allison murmuró, insegura sobre si debía o no hacerle preguntas al respecto.
Por suerte, Taylor la ayudó:
—¿Cuándo salí del armario?
—Sí.
—Ehm... Hace m-más o menos un año —La estratega se sacó un rizado mechón de cabello del rostro y lo puso detrás de su oreja—. Gina m-me hizo esto para a-apoyarme... Es tierno ¿no?
—Bastante —Allison concordó, terminando de cubrirle la herida en la rodilla—. Y...
—¿Hm?
—¿Tienes?...
—¿Tengo qué?
—¿Novia?
—Ah... —Taylor se volvió a reír—. Quisiera. Pero... no. Además, la última c-chica que m-me gustó era h-hetero, así que... —Se encogió de hombros—. Estoy j-jodida en el amor.
—Lo siento... —Allison organizó el kit y luego de cerrarlo, se levantó del suelo—. Pero si te consuela saberlo, mi vida romántica también es triste, solitaria y aburrida. No eres la única soltera deprimida por aquí.
La atleta sonrió y sacudió la cabeza, mientras ella se iba adentro a dejar la caja con los apósitos en su debido lugar. La porrista no se demoró mucho en volver, aunque ahora se había abrigado con una sudadera, y había metido sus pies en unas sandalias.
—Ahora sí podemos irnos.
—¿Podemos? —Taylor preguntó, confundida.
—No crees que te voy a dejar caminar por el campamento a solas estando ebria, ¿verdad?
—Pero... m-mi cabaña q-queda lejos de aquí.
—¿Y? —La chica sacó algo del bolsillo izquierdo de su sudadera—. Tengo una linterna. Estaremos bien.
—¿H-Hablas en serio?
—No, te estoy llevando al bosque para matarte entre los pinos —Taylor la miró con una mezcla de temor repentino y asombro—. Es broma.
—Ah...
—¿De verdad te creíste eso?
—Eres una Parker... U-Ustedes son capaces d-de todo... —La jugadora de rugby se comenzó a levantar y Allison, notando su dificultad para hacerlo, la ayudó a enderezarse.
Puso uno de los brazos de Taylor sobre sus hombros y sostuvo su torso con una de sus manos, mientras la opuesta prendía la linterna y la apuntaba adelante.
Las dos comenzaron su viaje hacia el sector del equipo naranja con pasos lentos y cuidadosos. No querían ser ruidosas, ni llamar la atención de nadie, así que era mejor si se movían con tranquilidad por las rutas del campamento.
—¿Cómo supiste que eras gay? —Allison preguntó de pronto, con una valentía que llegó a sorprenderla a ella misma—. Onda... ¿Qué te hizo darte cuenta de eso?
—¿Cómo s-supiste tú que eres hetero? —Taylor intentó hacerse la lista, pero con el silencio incómodo de la otra chica, se dio cuenta de que había metido la pata—. Perdón, yo...
—¿Quién te dijo que soy hetero? —la porrista indagó, con un tono más serio.
—¿No lo eres?
Allison tragó en seco.
—No —confesó en voz baja.
La inseguridad y angustia que sentía al respecto fue notable. Taylor, ya habiendo estado en su misma situación antes, la hizo parar de caminar así que llegaron a una de las farolas que alumbraban su camino.
—¿Hannah lo sabe?
—Se lo conté ayer.
—¿Y c-cómo reaccionó?
—Bien, como asumí que lo haría.
—¿Entonces p-por qué suenas t-tan tensa?
Allison respiró hondo y se encogió de hombros.
—Mis padres... —Pateó una roca que estaba cerca de su pie y bajó la mirada—. Son un poco conservadores.
—Hm.
—Y creen que Hannah es gay, y yo no.
—Pero... ¿no que ella t-tenía un novio?... —Taylor frunció el ceño—. Al m-menos yo la vi con un c-chico una vez, cuando s-salí del colegio... Estaban en la p-plaza cerca de la p-pizzería...
—Lo tiene. Y es hetero. Pero ellos asumen, por su manera de vestirse y de comportarse, que es gay... Y una vez mamá me dijo que si ella salía del armario la sacaría a golpes de nuestra casa.
—¿Qué? —La atleta se volvió indignada, y con razón.
—Sí... —Allison soltó una risa triste—. Lo cómico es que ellos no saben que ella es la normal, y yo soy la rarita...
—No eres rara.
—Para ellos, sí.
—Tal vez... pero t-tú te ves muy normal p-para mí —Taylor comentó con inusual amabilidad, y logró algo aún más sorprendente: hacer a una gemela Parker sonreír—. A d-diferencia de tu hermana... quien estoy s-segura, es una p-psicópata...
—¡Hey! —Allison le dio un empujoncito juguetón a la otra chica, quien estando tan ebria como estaba, casi se cayó sentada al suelo. Por suerte, logró agarrarla antes que el desastre ocurriera—. ¡Ten cuidado!
—¡Pero si t-tú me empujaste!
—No lo hice con tanta fuerza así.
—Tus b-bíceps dirían lo contrario, Popeye...
—Pero si Popeye tiene los antebrazos fuertes, no los bíceps.
—Verdad... ¿C-Cómo te a-acuerdas de eso? —Taylor sacudió la cabeza y se rio—. Pero bueno... e-entendiste lo que q-quise decir.
—No te empujaré más, porque eres una hoja de papel y el viento te puede derrumbar; sí, entendí.
La atleta, para molestarla y no dejar su último comentario sin una respuesta, agarró la capucha de la sudadera de Allison mientras ella se giraba para seguir caminando, y se la vistió a la fuerza, cubriendo sus ojos con la tela y sacudiendo su cabello.
—¡Hey!
—Ahora e-estamos a mano.
La porrista se quitó el gorro y se reacomodó los mechones, riéndose de su travesura.
—Ya, Taylor... Dejemos de tonteras y vámonos. Aún nos falta bastante camino que recorrer.
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