Capítulo 2: Ofensiva Nocturna
Luego de calmarse, las dos regresaron a su alojamiento para hablar con sus amigos y entre ellos, reclutar ayuda para la causa de la bajista. Al narrarle su glorioso plan maestro a sus colegas, todos decidieron volverse nuevos agentes del caos. Hannah se volvió bastante entusiasmada por este hecho y se puso a organizar su ataque con una amplia sonrisa.
Las horas se pasaron con rapidez mientras ellos reunían su arsenal de guerra. La madrugada llegó y las luces del campamento se apagaron. Precisamente en ese momento, cubiertos por las tinieblas, un puñado de integrantes del equipo magenta salió de su cabaña, cargando en sus manos su armamento para la ofensiva nocturna: globos llenos de tinta, rollos y más rollos de papel higiénico, plumones permanentes, y una gran botella de aceite de girasol —que uno de los jóvenes, que hacía de voluntario en la cocina, les hizo el inmenso favor de contrabandear durante la tarde—.
Como un equipo militar especializado, cruzaron las construcciones y pinos del campamento con suma cautela, evitando zonas iluminadas por el alumbrado, y también a los pocos monitores que aún rondaban por el terreno.
Todos los campistas vestían sudaderas oscuras por encima de su uniformes verdes y blancos del centro educativo, y tenían los rostros ocultos por bandanas. Estos ninjas escolares se deslizaron por las sombras con apuro, sin hacer el menor ruido. Demostraron tener bastante experiencia en el arte de las bromas pesadas, que bordeaban vandalismo, por la manera ágil en la que se movían.
Eventualmente llegaron a las cabañas del equipo naranja, que estaban ubicadas en la cima de una pequeña y boscosa ladera.
Allí, bajo el mando de Hannah y Allison, desplegaron su ataque a la residencia de Taylor.
Le cubrieron el techo de tejas con papel. Mojaron el piso de las dos puertas de la entrada con aceite, y también las escaleras de acceso a las mismas. Dibujaron cosas ridículas en sus ventanas con los marcadores. Lanzaron confeti y serpentinas sobre los arbustos que decoraban sus alrededores. Crearon un desorden que sería muy difícil y aburrido de limpiar.
Cuando terminaron de destrozar sus cercanías junto a sus soldados, las gemelas chocaron los cinco y ordenaron su retirada. Pero las risas de algunos miembros del grupo de alguna forma lograron despertar a una integrante del equipo naranja.
La chica en sí se levantó con un bostezo y miró hacia la ventana más cercana, queriendo revisar quien estaba afuera, rompiendo el "toque de queda" obligatorio del campamento. Al ver lo rayado que estaba el vidrio, ella corrió hacia la puerta, exasperada, y salió de la cabaña.
Ese fue su error más grave, en retrospectiva. Porque el aceite la hizo resbalar de manera cómica, caerse con un grito sobre su espalda, y despertar también a todas sus otras colegas del equipo con sus alaridos desesperados.
Los vándalos echaron a correr de inmediato, escuchando los reclamos y rugidos de sus enemigos perderse en la distancia mientras avanzaban por los árboles del bosque.
Volvieron a sus alojamientos al otro lado del campamento muriéndose de la risa, y sintiéndose muy orgullosos de su escape triunfal. Incluso compartieron algunas galletas en la oscuridad de su dormitorio —cuyas luces decidieron dejar apagadas, para no levantar sospechas respecto a sus actividades ilícitas—.
Pero esta alegría traviesa murió al día siguiente, cuando su monitora —la señora Carpenter— y el monitor del equipo naranja —el señor Grey— aparecieron en su puerta, a investigar lo ocurrido.
Taylor, para la sorpresa de nadie, estaba acusando a Hannah de ser la culpable del incidente de la madrugada. Y Hannah —siendo Hannah— la estaba ofendiendo a ella por "querer castigarla sin tener pruebas".
Los monitores, que de tontos nada tenían, sí sabían que la estratega del equipo magenta era la responsable de lo ocurrido. Pero efectivamente, Taylor no tenía pruebas sobre el envolvimiento de la muchacha en la broma. Así que no podían reprocharla por nada. Condujeron su investigación, pero no llegaron a ninguna conclusión. Y los miembros del equipo magenta salieron victoriosos en aquella batalla, para su alegría y satisfacción.
Aunque esto no quiere decir que Taylor y compañía se rindieron de vengarse.
—¡Vas a pagar por lo que hiciste, Parker! —la chica gruñó, cuando sus caminos se cruzaron de nuevo durante el desayuno, en la cafetería—. ¡Sé que eres la responsable por lo que pasó ayer!
—¿De verdad me estás amenazando, Merrick? ¿En público? ¿A frente de todo el campamento? —Hannah sonrió, alzando una ceja—. ¿No crees que eso es un poquito arriesgado de tu parte?
—El verdadero riesgo lo corres tú —Taylor le dio un empujón fuerte, visiblemente molesta por lo ocurrido.
—¡PARKER, MERRICK! —la señora Carpenter gritó desde el otro lado de la cafetería. Estaba sentada en una mesa especial, donde ella y los demás monitores comían, pero desde la distancia había percibido el pleito y decidido intervenir antes de que la situación escalara en gravedad—. ¡No me hagan levantarme!
Taylor gruñó de nuevo, como un perro enojado.
—Ya lo oíste. No me vuelvas a empujar, o ella vendrá aquí a revisar la nariz rota que te voy a dar. O tal vez una conmoción; a lo mejor una sacudida de ideas te vendría bien...
—Hannah —Allison la jaló del brazo hacia atrás y se metió entre ambas jóvenes, como ya se había acostumbrado a hacerlo—. No te pases de la línea. No le vas a pegar a nadie.
Gina también se encargó de apartar a Taylor de ahí y de llevarla hacia la mesa de su equipo, donde estaría más segura y podría calmarse. Para el alivio de ambas, su choque no había terminado de una forma extremadamente agresiva.
—¡Esa idiota me está sacando de quicio, Ally!
—Pero sabes que de esta vez medio que tuvo derecho a estar enojada. Su cabaña no fue destrozada sola, al fin y al cabo.
Hannah copió las palabras de su hermana con un tono burlón y le sacó la lengua.
—¿No me dijiste que me eras leal?
—Lo soy, pero también soy sensata. Y estás llevando esta competición entre ambas muy en serio. ¿Para qué amenazaste con pegarle? Eso no fue necesario.
—¡Me empujó!
—Entonces empújala de vuelta, pero nada que ver decir que le vas a pegar.
—¿Quién le va a pegar a quién? —Una nueva voz las sorprendió y, al darse la vuelta, vieron que Iris les estaba hablando.
A su lado, Maggie también las encaraba, con una expresión igual de curiosa y asombrada.
—Nadie. Nadie le va a pegar a nadie —Allison respondió, antes de que su gemela pudiera confesar lo mucho que deseaba sacarle todos los dientes de la boca a Taylor—. Contrólate. Deja de ser loca.
—¡No soy loca!
—¿Entonces para qué estás gritando?
—Ya van a empezar ustedes dos... —Iris giró los ojos, mientras las hermanas continuaban discutiendo, sin llegar a ninguna conclusión.
Las chicas recogieron lo que querían del bufé de la cafetería, armaron sus platos, y se sentaron en una de las mesas de plástico magentas que estaban cerca de la pared oeste del recinto. Por el color no era necesario preguntar a qué equipo le pertenecían.
Allí, la rabia de Hannah se desvaneció un poco. Charló con sus amigas sobre los eventos de la madrugada y también sobre la jornada que tenían por delante.
Al terminar de comer el sonido estridente de una corneta las sobresaltó a todas, señalizando el final de la hora del desayuno. De la cafetería ellas se marcharon a su alojamiento, donde pasaron los siguientes cuarenta minutos haciendo el aseo y ordenando sus cosas.
Hannah, por ser la estratega, también tuvo que ir a visitar las otras cuatro cabañas aledañas a la suya, y revisar que todas estuvieran igual de ordenadas y limpias. Esto era necesario porque a veces, durante el campeonato, los monitores a cargo de los equipos hacían "chequeos sorpresa" a sus dormitorios y les sumaban o restaban puntos a sus equipos de acuerdo a la prolijidad de cada espacio.
Cuando la hora de la limpieza terminó, todos salieron de sus cabañas y se reunieron al frente del estandarte naranjo que señalizaba el sector del equipo en el campamento.
Allí esperaron por la aparición de la señora Carpenter, quien se encargó de llevarlos al "Gran Campo" —un claro en medio del bosque, cubierto de pasto, donde las competiciones de fútbol y rugby se realizaban—. Por allá los demás equipos del campamento también se estaban reuniendo, para la ceremonia de apertura del Campeonato Flecha de Oro.
Desde la cima de una plataforma de madera —donde también se ubicaba el tablero de puntos del torneo— el coordinador del campamento, el señor Orwell, dio un discurso genérico sobre la importancia del trabajo en equipo y de la amistad. Metió algunas alegorías cristianas entre sus dichos, sonó un poco cliché hacia el final, pero dentro de todo, su verborrea no fue demasiado tediosa y repetitiva.
Cuando terminó de hablar, los estrategas de cada equipo fueron invitados a subir a dicha plataforma. Allí, sus monitores le entregaron a cada uno de ellos unos rectángulos metálicos con el nombre del color de su equipo, cuyas letras poseían el tono correspondiente al mismo.
Estos rectángulos fueron dispuestos por los campistas en el tablero —al que se adhirieron gracias al uso de imanes—, hasta que todos los ocho equipos estuvieran empilados ahí. Al lado de los colores, chapas metálicas con el número "0" también existían, marcando su puntaje. Esta cifra sería actualizada todos los días a las seis de la tarde por los monitores, hasta el último día del campeonato.
El sueño de Hannah era mirarla y ver el número 1885 ocupando su lugar, acompañando al nombre de su equipo. Aquel era el puntaje más alto ya alcanzado en la historia del campamento y su meta, por los últimos tres años, había sido sobrepasarlo. No había tenido éxito hasta ahora, pero estaba determinada en lograrlo aquel año. Sin importar el costo.
—Creo que Han tendrá un surto psicótico pronto —Maggie le comentó a Allison, haciéndola atragantarse con una risa sorprendida, a la que intentó no soltar—. Mírala. Parece que está a punto de matar a Taylor ahí mismo.
—¿La culpas? Es una engreída de mierda —Iris respondió, cruzando los brazos—. Y por lo que oí, ya está planeando una manera de vengarse por lo que le hicimos... Así que se nos viene una represalia dura, chicas. Esto es guerra.
—¿De verdad necesitan ser tan dramáticas? —Allison preguntó, divirtiéndose con su seriedad—. Solo le tiramos otra broma y ya.
—No entiendes la importancia de esto, Ally. Nunca lo harás.
Mientras la porrista cuestionaba la sanidad de las muchachas a su alrededor, los estrategas se bajaron del escenario. El coordinador del campamento pidió que los demás campistas los aplaudieran mientras se retiraban. La corneta volvió a sonar y el Campeonato fue declarado iniciado.
Los jóvenes presentes en el campo comenzaron entonces a dispersarse, yendo a realizar las primeras actividades en las que se habían inscrito.
Por ser un evento del campamento de verano, la primera semana del mismo era educativa. Los adolescentes tendrían clases respecto a sus electivos, y apenas en el próximo lunes comenzarían a competir de verdad.
Iris y Maggie se habían metido a clases de pintura, así que se marcharon a hacer eso. Hannah, a un curso de canotaje. Y Allison, de equitación.
La porrista no supo cómo les fue a su hermana y a sus amigas en sus respectivos electivos, pero sí pudo decir que disfrutó mucho el suyo. Lo había querido probar las últimas dos veces que había venido al campamento, pero no había tenido la oportunidad, por falta de cupos.
Al inscribirse temprano aquel último año, pudo al fin cumplir su sueño. Y pasar un tiempo tranquilo con caballos, aprendiendo a conectar con las criaturas, a respetarlas, y a cuidarlas, fue un descanso necesario de todo el estrés que la estaba enfermando. Al terminar aquella primera actividad, lo hizo con una sonrisa dichosa y un aire más tranquilo, más sereno.
Cuando volvió a su cabaña, a recoger su traje de baño para la siguiente clase del día —natación—, notó que lo contrario podía decirse sobre su gemela. Hannah estaba echando humo por las orejas, roja como un tomate, e inusualmente furiosa. Era la única la única persona por ahí; los demás estaban ocupados con sus actividades.
Aprovechando su soledad, ella aprovechó para contarle lo sucedido, detalle por detalle. Al parecer, Taylor había usado su kayak para golpear el de ella por atrás, y de alguna manera causó que el mismo se diera vuelta. Para empeorar la situación, quien la terminó rescatando de morirse ahogada no fue el instructor de canotaje, sino su ex pareja, Mateo.
—¡Justo cuando creía que mi día no se podía poner peor, ese maldito aparece para fingir ser un héroe!
—Al menos hizo algo positivo de esta vez, te rescató. Podrías haber tenido un accidente serio, Han. Y me sorprende que los monitores y el instructor no hayan reprochado a Taylor por hacer algo así de irresponsable.
—¡Qué se jodan todos! —Hannah se sentó en su cama con una actitud derrotada, y sus hombros caídos hicieron a Allison tenerle pena.
La porrista, sin decir nada, llevó su mano a la cabeza de su hermana y le arregló el mojado y desordenado cabello. El pequeño gesto logró tranquilizar un poco a la chica.
—Mi celular tiene mejor conexión aquí en el bosque que el tuyo. ¿Quieres que te lo preste? Así puedes llamar a Keith y charlar con él por unos minutos. Sé que hacerlo te calma.
—Yo solo quiero que tengas cuidado con esa perra. Quédate atenta para que ella no te ahogue en el lago.
Allison se rio, pero Hannah parecía estar hablando en serio.
—Hablas como si yo no fuera capaz de ahogarla también. ¿Se te olvida que soy atleta y tengo músculos? Fuerza bruta, bebé.
Ese chiste fue capaz de romper su caparazón austero, por un segundo, y la bajista sonrió.
—Si quieres te puedo ayudar a esconder su cuerpo cuando la mates.
La de cabellos castaños le dio un golpecito en el brazo, a modo de reproche, antes de alejarse y caminar hacia su propia cama. Al frente de cada una de ellas había un baúl, en donde los campistas podían dejar sus ropas y demás pertenencias. Allison abrió el suyo y recogió lo que buscaba: su traje de baño, shorts y una camiseta blanca. Revisó el contenedor por unos segundos más, antes de soltar un exhalo molesto y cerrarlo.
—Han...
—¿Hm?
—¿Por acaso tienes un gorro de natación? Acabé de notar que me olvidé del mío en casa.
—Sí, tengo uno —La bajista se apuró en recogerlo de su propio baúl, y entregárselo a su hermana.
Allison le agradeció el préstamo y se fue al baño, a vestirse. Cuando volvió, lo hizo usando apenas el traje de baño.
—¿Crees que me veo bien?
—Sí.
—Vaya entusiasmo.
—Vas a conquistar a todas las lesbianas reprimidas de este campamento cuando te aparezcas allá en el lago. ¿Mejor?
—Tampoco exageres. No es para tanto —La porrista soltó una risa incrédula y se ojeó en el espejo de cuerpo completo que había en un rincón.
Se miró de frente y de lado, e hizo una mueca insatisfecha. Volvió al baño y se puso el resto de la ropa, queriendo olvidarse de lo mucho que no le gustaba su figura. Hannah percibió su mirada dura y autocrítica, y la confrontó al respecto así que regresó al dormitorio, ya usando sus shorts y camiseta.
—¿Por qué estás tan obsesionada con lo que los demás van a pensar de ti?
La porrista —quien estaba a punto de amarrar su cabello en un tomate— detuvo sus movimientos por un segundo.
—¿Qué?
—Me oíste, Ally. ¿Esa mirada que te diste en el espejo? La conozco muy bien.
—Hannah...
—Te ves bien. Pero no necesitas ser tan dura contigo misma. Y no hablo solo sobre tu apariencia, sino de todo. No necesitas impresionar a nadie más que a ti.
—Quisiera que no importarme fuera así de fácil —Allison terminó de tomarse el cabello y se sentó en su cama, quedando frente a frente con su hermana, sentada en la otra—. Quisiera, pero no lo es.
—Tú tienes el control sobre eso, nadie más.
—No es tan simple.
—Lo es...
—Para —la porrista le rogó—. Solo... para.
—No puedo, Ally. Estoy preocupada contigo.
—¿Por qué?
—Por lo del diario. Por el hecho de que aún no has hablado conmigo a fondo sobre eso. Por la mirada que te diste recién. Y por el hecho de que te estoy viendo volverte más y más deprimida, año tras año, y al parecer nadie más que yo lo nota.
Un nudo se formó en la base de la garganta de Allison. Ella cruzó los brazos, como si quisiera defenderse de los golpes de aquella conversación, y bajó la mirada.
—No estoy deprimida.
—Hm. Claro. Y yo y Taylor nos llevamos de maravillas.
—Hannah...
La puerta de la cabaña se abrió. Iris apareció, cargando su mochila y un cuadro que había pintado recién. Junto a ella, unos chicos más llegaron. Con su privacidad interrumpida, la bajista suspiró, frustrada, y vio al cuerpo de su hermana relajarse. Realmente quería posponer aquella charla para siempre.
Pero Hannah no la dejaría seguir sufriendo en silencio. Así que comentó:
—Hablemos sobre esto más tarde.
Y se levantó de la cama, para ir a conversar con Iris.
Allison, tragando en seco, no le respondió nada. Se vistió el gorro de natación, agarró una de las toallas del baño, se puso el brazalete magenta de su equipo, y se metió unas sandalias en los pies. Abandonó la cabaña con apuro, sin ni siquiera despedirse de su gemela.
Necesitaba alejarse de ella por ahora, o tendría un ataque de pánico ahí mismo.
Corrió al lago para llegar a tiempo a su nueva actividad; natación. El entrenador ya estaba allá, junto a algunos miembros de los otros equipos, incluyendo a Taylor —quien más allá de observarla con una mirada ligeramente intimidante—, no le dijo nada, ni la provocó de ninguna manera.
La clase partió con un discurso del entrenador, quien les recordó que nadar en aguas abiertas no era lo mismo a nadar en una piscina, y que por eso deberían tener mucho cuidado. Allí no existían líneas para orientarlos, el agua era turbia, la visibilidad era baja, y no podrían tocar el fondo con sus pies caso algo saliera mal.
—Para su seguridad, las pruebas del campeonato solo demandarán que naden hasta aquellas boyas de ahí —El profesor señaló a las balizas amarillas que flotaban en la distancia—. Eso porque ustedes no tienen la misma resistencia que un atleta o nadador profesional, y se cansarían demasiado si intentaran ir más allá de ese punto. Además, hay unas rocas muy afiladas más adelante... Así que, por favor, ni intenten pasar de esa marca. Solo estarán poniendo sus vidas en riesgo y causándole problemas a nuestro guardavidas, Adrián —Apuntó en seguida al socorrista que trabajaba en el campamento—. También les exijo que, como medida de seguridad, nunca vayan a nadar hacia las aguas más profundas del lago sin una de estas boyas personales —Levantó uno de los flotadores, que serían atados a sus cinturas para que nadie se ahogara por accidente.
Allison prestó bastante atención en todo lo dicho por el profesor. Pero, aunque se hallaba concentrada en él, no pudo evitar sentirse observada. Y en efecto, notó que Taylor aún la estaba mirando.
"A lo mejor Hannah sí tenía razón cuando dijo que ella me intentaría matar hoy" pensó, un poco intimidada.
Eventualmente, el momento de entrar al agua llegó. Todos se quitaron las ropas, quedándose apenas con sus trajes de baño, gafas de natación, y gorros.
Antes de que comenzaran a nadar, el profesor les dio una presentación sobre cómo debían dar sus brazadas —que, según él, debían ser largas y profundas—, y luego les explicó cómo respirar en ambos lados mientras se movían.
En todo momento, los ojos de la morena permanecieron pegados sobre el cuerpo de Allison. La chica se esforzó en ignorarla, aunque se sentía como una presa siendo observada por un predador. Y se sintió muy aliviada cuando la hora de nadar al fin llegó.
Ya habiendo recorrido aquel lago antes, durante sus años anteriores en el campamento, a ella le resultó relativamente fácil desplazarse por su superficie. Llegó a las boyas sin mucha dificultad, junto a tres campistas más. Ella no logró ver quiénes eran, o a qué equipo pertenecían, pero sí notó su presencia, mientras se giraba para volver a las orillas. Siguió dando brazadas largas, moviéndose sin apurarse, y usando el ejercicio para relajarse y vaciar su mente. Cuando sus pies tocaron la tierra y ella se levantó, saliendo del agua, escuchó al entrenador felicitarla por su rendimiento, junto a los tres desconocidos que la habían acompañado a los flotadores.
Le sorprendió ver que Taylor había sido una de ellos.
Durante toda la clase, ella y la matona habían estado demostrando tener un nivel de habilidad similar en el agua. Allison notó que eso parecía estar enojando a la joven, quien seguía siendo incapaz de mirar a cualquier otro lado que no fuera a su cuerpo.
La gota que rebosó el vaso, sin embargo, fue cuando la morena se atrevió a caminar hacia ella y preguntarle, sin más rodeos:
—¿Qué tipo de deporte haces?
—¿Hm? —Allison se giró hacia ella.
—Deporte. ¿Cuál haces? Es imposible que tengas tanto aguante y resistencia siendo una bajista.
AH.
Entonces Taylor pensaba que ella era Hannah, por el gorro. Pues... era mejor si clarificaba la situación, ¿no?
Aprovechando que la actividad estaba a punto de terminar, Allison se quitó la prenda de encima y soltó por accidente su largo cabello castaño.
—Te equivocaste de hermana.
—Oh —La muchacha relajó sus facciones—. Eres Allison.
—Sip. Hannah está en clases de baloncesto a estas horas, si no me equivoco.
—Entiendo... —Taylor cruzó sus brazos.
—Pero la respuesta es cheerleading. Ese es el deporte que hago.
—¿Eres porrista?
—Sí... Soy la capitana del equipo del Colegio Municipal de Querry.
—Espera, ¿tú y Hannah son alumnas del CMQ? ¡Yo estudio en el colegio de al lado!
—¿El Saint-George?
—¡Ese mismo! —Taylor sonrió, hasta recordar con quien estaba hablando—. Que raro que nunca nos hayamos visto por allá.
—Gracias a todos los santos que ese no ha sido el caso. Porque tú y Hannah se molerían a golpes si sus caminos se cruzaran fuera de aquí.
—Con respecto a eso...
—¿De verdad le diste vuelta el kayak? —Allison preguntó, un poco irritada—. ¿Sabes lo peligroso que es hacer eso en un lago? La podrías haber ahogado.
—Le quiero pedir disculpas —la morena confesó, dejando boquiabierta a la otra joven.
—¿Qué?
—Solo le quería dar unos golpecitos al kayak para molestarla, pero... no quería voltearla. Fue un accidente. Y sí, sé que fue estúpido hacerlo...
—¿Estás bien?
Taylor frunció el ceño.
—Sí, ¿por qué?
—¿Por acaso te golpeaste la cabeza con la boya?
—¿Perdón?
—Es que tú, queriendo disculparte con Hannah... Hm. No lo sé. Me parece raro.
En vez de enojarse, como Allison supuso la chica lo haría, ella se rio.
—Lo sé, hasta yo no estoy convencida de que es una buena idea hacerlo todavía —Se rascó la parte trasera del cuello, algo nerviosa—. Pero... sé que es mi responsabilidad. Porque como dijiste, darle vuelta al kayak no fue justo, y la pude haber lastimado de verdad. El lago Artemis es un lugar peligroso.
—Okay...
—Podrías... —Taylor respiró hondo, como si estuviera luchando contra su propio instinto de ser insoportable—. ¿Podrías hablar con tu hermana? ¿Para que me escuche mañana? Estoy pensando en acercarme a ella durante el desayuno y... ya sabes. Reconocer que lo que hice fue tonto.
—Lo haré. Pero espero que no sea un truco de tu parte...
—No lo es —la morena comentó con apuro, sonando inusualmente sincera—. Lo juro.
—O-kay...
—Gracias —Taylor asintió y dio unos pasos hacia atrás, apartándose con movimientos lentos—. Ah, y...
—¿Qué?
—Puede que nosotras sí nos veamos cuando el campamento acabe, al final de cuentas. Yo juego rugby en el equipo de mi colegio, y sé que el primer juego del próximo semestre será allá en el CMQ.
—Te mandaré un saludo en el campo cuando esté haciendo mi rutina, entonces —Allison sonrió, con un carisma que la sorprendió tanto a ella como a la estratega.
Taylor la apuntó con la mano y dijo, con una expresión divertida:
—Estaré esperando para ver eso. No me decepciones —Antes de darse la vuelta y caminar hacia sus compañeras de equipo.
Allison, sorprendida por su calidez y por lo agradable que la interacción había sido, se tuvo que forzar a parar de sonreír como una idiota.
Aquella chica seguía siendo la mayor enemiga de su hermana. Tenía que recordarse de ello.
Así como debía ignorar el viejo crush que tenía en Taylor desde que eran niñas y que, por años, se había convencido era repugnante, inmoral, y fantasioso, por oír demasiado a las opiniones de los adultos en su vida.
Debía hacerlo porque no quería perder el respeto y el amor de Hannah. Y principalmente, porque no quería serle desleal.
Con una sacudida de cabeza, Allison neutralizó sus facciones y reprimió todo lo que sentía. Empujó su atracción al fondo de su alma y se quitó cualquier pensamiento esperanzado de la cabeza.
Hizo lo que ya estaba acostumbrada a hacer; fingió que todo estaba bien, que nada la incomodaba, cuando en verdad, se sentía como una farsa y una impostora.
—Mejor voy a nadar de nuevo...
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