Capítulo 13: ¿Qué somos?
—¡¿QUÉ?! —Hannah exclamó, al oír de su hermana el resumen de todo lo que había pasado entre ella y Taylor la noche anterior. Las dos estaban caminando por las márgenes del lago Artemis y conversando. Todavía era bien temprano por la mañana, y la otra monitora en cuestión se había ido a dormir, sintiéndose exhausta por las aventuras de la madrugada. Allison, sin embargo, se sentía demasiado energizada como para cerrar los ojos. Por eso despertó a su gemela a aquellas quietas horas del día, queriendo compartir sus novedades y su entusiasmo con ella—. ¡¿Cómo así, ustedes ya se comieron tan rápido?!
—Oye, no nos "comimos"...
—Tuvieron sexo; ¡lo mismo!
—¿Y por qué estás tan indignada?
Hannah abrió y cerró la boca un par de veces, anonadada.
—¡Porque se reencontraron hace días!
—¿Y?
—¡¿Y?!... Allison... —La bajista respiró hondo, tratando de calmarse. Cruzó sus brazos por debajo de la manta gris que la cubría y miró a su hermana a los ojos—. Yo estuve a tu lado mientras procesabas el perderla... —A su frente, la otra mujer se volvió tensa y giró su rostro hacia un lado, detestando recordarse de esa época—. Tú pasaste por toda una etapa de duelo cuando ella estuvo en coma. Sufriste como nunca antes habías sufrido... ¿No crees que después de todo eso era mejor esperar un poco? ¿Charlar más sobre sus emociones? ¿Sobre su pasado?
—Tal vez, pero no pude detenerme Han... —Allison se encogió de hombros, la miró de nuevo, y sonrió—. Y creo que fue justamente por el hecho de que la perdí que decidí ser tan loca ayer, y demostrarle todo el amor que por años le guardé de una sola vez... Por eso no fui capaz de reservar lo que sentía a besos y caricias inocentes. Quería más. Necesitaba más.
—Sí, hablemos sobre eso también; ¡¿De verdad tuvieron que hacerlo en mi auto?!
—Por eso sí lo siento —La instructora de gimnasia se rio, ocultando su rostro detrás de sus manos por unos segundos. Al menos tuvo la decencia de verse un poco avergonzada por sus acciones—. De la próxima vez nos conseguiremos un motel, lo prometo.
—¡Más te vale! —Hannah usó parte de su manta para pegarle, haciéndola carcajear—. Pero...
—¿Hm?
—¿Al menos lo disfrutaste? Fue tu primera vez, para bien o para mal... —La artista frenó sus propias palabras—. O sea, ¿creo que fue tu primera vez? Nunca me dijiste nada sobre eso, así que estoy asumiendo...
—Sí, sí lo fue. No estaba en un buen lugar mentalmente para hacer algo así con nadie antes —Allison admitió, mientras paraban de caminar, justo al frente del árbol que con frecuencia visitaron en su adolescencia—. Y para serte sincera, no me arrepiento de haber esperado tanto, porque ayer fue una locura.
—Me alegro que la hayas pasado bien —Hannah dijo, y luego alzó una ceja—. Pero una duda me quedó.
—¿Hm?
—¿Eso significa que ustedes dos están juntas de nuevo, o qué?
Allison respiró hondo. Abrió la boca para contestarle algo, pero no pudo. En primer lugar, porque no tenía una respuesta definitiva que darle, y en segundo porque su celular sonó.
—Es Keith —mencionó al novio de su hermana, y luego miró de la pantalla del dispositivo hacia la misma—. Pregunta si hoy es nuestro día de descanso. Al parecer quiere que vayamos a almorzar juntos con Iris y Maggie.
—¿Con las dos? ¿Por qué?
—No lo sé —Ella se encogió de hombros—. Pero conoces a tu novio. Sabes que él siempre tiene planes alocados en mente.
—Bueno, sí...
El celular sonó de nuevo.
—Keith dice que quiere ir a pasar el día en el río Newenko —la entrenadora de gimnasia nombró al torrente que pasaba cerca del campamento—. Al parecer hace un calor miserable allá en casa y ellos quieren venir aquí a refrescarse. También traerán carne asada y papas.
—Perfecto —Hannah se entusiasmó—. Oye, y ¿Por qué no invitas a Taylor? Así puedes aprovechar la oportunidad para descubrir qué diablos son, al final de cuentas —Allison fulminó a su gemela con la mirada, pero acabó sonriendo, porque en efecto, eso sonaba como un buen plan—. Y también, ya sabes... hablar sobre su pasado en general.
—Okay...
—No, ¿sabes qué? Mejor déjame a hablar con él primero, y después yo hablo con ella. Tú ve a descansar por ahora y duerme un poco, porque te ves fatal, y yo te llamo cuando sea hora de que te vayas a vestir. ¿Dale?
Allison inclinó su cabeza a un lado.
—¿En serio?
—Sí, sí... Yo hablo con él y organizo todo. Pero ahora vete a la cama. No quiero que te desmayes de cansancio más tarde. Tienes que dormir.
—No hago promesas —Allison bostezó. Luego, se acercó a su gemela y la estrujó en un abrazo apretado, antes de alejarse del lago. Así, le dio privacidad para que pudiera sacar su propio celular del bolsillo, llamar a su novio, y compartir con él todos los chismes nuevos que tenía:— ¡Keith! ¡Silencio y escúchame! ¡Te tengo novedades!
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Para no incomodar a los campistas más jóvenes, el grupo de adultos decidió juntarse en la parte superior del río Newenko, donde la naturaleza era más salvaje y los visitantes, pocos.
Keith aparcó su camioneta cerca de la carretera y llevó todo lo que necesitarían para su día de relajo en aquellas aguas a mano. Flotadores, neveras portátiles, tápers con comida, una guitarra, sillas plegables, toallas, y una parrilla móvil. Lo arregló todo con la ayuda de sus demás invitados; Maggie, Iris y Gina.
Porque sí, Regina Stevens también había sido convocada para la diversión.
La idea había venido de Hannah, quien —al percibir la cantidad de mentiras que los padres de Taylor les habían contado respecto a sus años en el campamento— decidió que sería una buena idea traer a su mejor amiga de su juventud allí, para que ambas pudieran conversar en un ambiente seguro sobre qué era o no era verdad en su desastrosa línea de tiempo.
Con la ayuda de su novio, ella hizo lo que su versión adolescente jamás habría soñado con hacer: le organizó una sorpresa agradable a Taylor.
Luego de despertar a Allison, hizo lo mismo con la otra monitora y le dijo que se arreglara, porque tenían un día largo por delante.
—¿De verdad me tengo que levantar? —la entrenadora de rugby refunfuñó por debajo de su manta, encogiéndose en una pelota como un armadillo.
—Sip. Ahora vamos, párate.
—Pero tengo sueño...
—Si no hubieras pasado la noche dándole como cajón que no cierra a mi hermana, no estarías tan cansada.
—¡Hannah!
—¿Qué? ¿Miento? —La bajista se rio—. Vamos, Merrick.
Taylor gruñó y levantó la cabeza de su almohada, mirándola con ojos entrecerrados.
—¿Qué horas son?
—Las once y media.
—Mierda, ya me perdí el desayuno...
—Robé un par de muffins del comedor para ti y para Allison. Toma —Hannah le pasó uno de chispas de chocolate—. Y de nada.
—Tú sí que estás animada hoy —Ella le mordió un pedazo al dulce.
—Voy a ver a mi novio luego de más de una semana sin besarlo, obvio que lo estoy. Además, será un día entretenido para ti también.
—¿Para mí?
—Solo te diré que una amiga tuya vendrá a verte.
—¿Amiga? —Taylor frunció el ceño—. ¿Era de aquí? ¿Del campamento? ¿O alguien que conocía afuera?
—Nope, no te voy a dar más pistas. Ahora anda a vestirte. Y ponte un traje de baño por debajo de su ropa, porque iremos a las Cascadas de Telaraña.
—¿Y eso queda adónde?
—En la parte superior del río Newenko. Tendremos que caminar un poco hasta llegar ahí, así que elige unos zapatos cómodos también.
—Anotado —La entrenadora de rugby se levantó de su cama y estiró sus brazos sobre su cabeza, aun sujetando su muffin. Al notar que la cabaña de los monitores estaba vacía, se confundió—. ¿Y Allison?
—Se está duchando. De aquí a tres horas más sale del baño —Hannah bromeó, recogiendo su mochila para organizar los ítems que llevaría en su paseo.
Mientras ella hacía esto, Taylor se ocupó de separar su atuendo para el día y de ordenar sus sábanas. Durante este proceso, su mente se vació, y ella comenzó a pensar en todo lo sucedido entre ella y la ex porrista durante la noche anterior.
Ni supo por qué abrió la boca, pero entre una contemplación y otra, decidió indagar:
—¿Crees que es demasiado temprano para que le pida a Ally que vuelva a ser mi novia?
Hannah soltó la botella de bloqueador solar que sostenía y levantó su mirada con asombro.
—¿Quieres hacerlo?
—Siéndote sincera... sí —Taylor confesó—. Pero no sé... es raro. Me estoy acordando de un montón de cosas sobre nuestra relación antes de mi accidente, y para mí todo se siente tan nuevo... Pero para ella, años se han pasado desde que estuvimos juntas... No quiero pedirle que sea mi novia si aún no está lista para ello. No quiero ponerla bajo más presión de lo que ya debe estar sintiendo.
—Entiendo —La artista asintió, dejando sus cosas de lado para poder acercarse más a la otra mujer—. Pero no creo que serle sincera respecto a tus sentimientos y deseos sería "ponerla bajo presión". La única razón de porqué ella se separó de ti fue porque la forzaron a ello.
—Mis padres lo hicieron.
—Sí —Hannah concordó—. No fue tu culpa, lo sé. Y no quiero que asumas, en ningún momento, que lo fue. Pero a ella todo lo que pasó le dolió mucho, porque no quería dejarte. Si le pidieras que volvieran a ser pareja, no le estarías haciendo ningún daño; por lo contrario, estarías sanando esa herida que tus viejos le causaron...
—Solo no quiero cagarla.
—No lo harás. Confía en lo que sientes. Y conversa con ella sobre lo que te pasó. La clave para que lo suyo funcione es que hablen. Nada de mentiras, de ocultar cosas... tienen que ser transparentes una con la otra. ¿Me entiendes?
Taylor respiró hondo y asintió.
—Gracias —Le regaló una sonrisa pequeña como prueba de su aprecio—. Por el consejo y por entender que yo tampoco quise que toda esta mierda pasara.
—Nadie quiere golpearse la cabeza en contra de una roca, pasar años en coma y perder la memoria. Hay que ser muy masoquista para desear algo así.
La atleta se rio.
—Sí, supongo que tienes razón. Igual... gracias.
Hannah le sonrió de vuelta y le dio unas palmaditas en el brazo, antes de girarse de nuevo hacia su mochila.
Fue entonces cuando una serie de recuerdos emergieron en la cabeza de Taylor, desorientándola tanto que tuvo que sentarse de nuevo en su cama y respirar hondo para no desmayar.
Se acordó de su vieja enemistad con la bajista. De sus peleas, físicas y verbales, que se extendían desde su infancia hasta su adolescencia. Algunas eran cómicas. Otras genuinamente le hicieron daño, y le dolieron.
Se acordó de lo sucedido con Mateo.
De ese maldito idiota...
Pero no fue todo. También se acordó de cómo terminó su último año como campistas allí en el Artemis.
Hannah había sacrificado su sueño de infancia de ganar la Flecha de Oro para salvarla de morir ahogada en el lago.
Eso era muy importante. Porque todo lo que la joven siempre había querido hacer era ganarle. Era humillarla, con cada nueva victoria. Era probar su superioridad, sin importar el costo. Para que hubiera renunciado a su anhelo de gloria, el accidente debió ser feo. Eso, o realmente debe haber comenzado a importarle.
No importaba. Lo relevante es que Hannah lo había arriesgado todo, incluso su propia vida, para salvar la de ella.
La mujer en cuestión ni percibió su desorientado estado. Estaba demasiado ocupada ordenando sus cosas.
Y al verla a su frente en ese entonces, con otro color de cabello, más tatuajes, portando un rostro más maduro, y una actitud mucho menos explosiva a la del pasado, Taylor tomó una decisión. Se volvió determinada en hacer algo que su propia versión adolescente hubiera repugnado; expresar toda su gratitud por Hannah de la manera más obvia y sincera posible.
Al viajar de nuevo a aquel campamento, para trabajar como monitora, ella había decidido traer consigo uno de los premios que el equipo naranjo había recibido al ganar el campeonato Flecha de Oro; la medalla individual que cada uno de sus integrantes recibía, más allá de la copa.
Taylor lo hizo porque quería averiguar si el ítem la ayudaba a desbloquear unos recuerdos nuevos en su mente —además de querer enseñársela a los nuevos campistas, para impresionarlos con su logro—.
Pero ahora que en efecto comenzaba a acordarse de más cosas, sentía que aquel galardón no le pertenecía. Que aquel premio tenía otra dueña.
Por lo que se levantó, lo agarró de su baúl, tomó coraje, y...
—¿Hannah? —Se acercó a ella de nuevo.
—¿Hm?
—Quiero darte algo —con apenas decir esto, logró capturar toda su atención.
Pero la gemela Parker no parecía estar lista para recibir su regalo. Porque, cuando lo vio, no entendió exactamente qué el gesto significaba.
—¿Qué?...
—Me acordé de lo que hiciste por mí en el lago. Paraste de competir para saltar detrás de mí y sacarme del agua —Taylor dijo, un poco apurada por sus nervios—. Si hubieras seguido compitiendo, tu equipo podría haber ganado el campeonato. Pero no lo hiciste.
—No hubiéramos ganado nada. Los jueces hubieran pedido que la prueba se hiciera de nuevo, tal y como pasó. Además, podrías haberte muerto ahí. No podía pasarte de largo y dejarte ahogarte...
—Aun así, fuiste mi heroína ese día, Hannah Parker —La entrenadora de rugby la cortó, agarrando su mano y poniendo la medalla sobre su palma—.Y te mereces esto.
—Yo...
—Lo mereces —Taylor insistió—. Y de nuevo... gracias. No solo por salvarme, sino también por cuidar a Allison mientras yo no podía. Sé que eres su hermana, y eso viene con el título, pero... —Sonrió, emocionada—. En fin. Gracias.
Hannah contuvo su aliento por un instante y bajó su vista despacio, aun encontrando difícil el creer que aquello realmente estaba sucediendo. ¿Taylor Merrick, agradeciéndole por ser una buena persona, entregándole sin mayores pretensiones un premio sagrado de su juventud, al que ambas habían anhelado tener, por años?... ¿Quién la culparía por cuestionar su sanidad en aquel momento?
—Esto no es una broma, ¿cierto?
—No.
—¿Segura?
—Muy —Taylor sonrió—. La medalla es toda tuya.
A la bajista más tarde le resultaría complejo explicar por qué lo hizo. Pero acabó rodeando a la otra mujer con sus brazos y abrazándola con un agarre apretado, al que solo reservaba para sus amigos más cercanos y su hermana.
El gesto no tan solo se trató de gratitud. También fue una demostración de alivio. Porque, pese a lo que su pasado en común pudiera sugerir, ella nunca le deseó un daño real a la atleta. Su rivalidad había sido intensa, infantil, y a veces cruel, sí. Pero jamás, ni en sus sueños más locos, había deseado que la joven sufriera tanto como sufrió. Que estuviera viva, después de tantos golpes de mala suerte por parte del destino, era un milagro. Y Hannah, ahora adulta, no se tomaba este hecho a la ligera.
—¿Qué carajos?... —La voz de Allison la hizo separarse de Taylor con un salto, entre avergonzada y asustada.
—¡Saliste del baño! Qué bueno. Ahora yo me voy a meter. Bye —La artista se deslizó hacia la puerta sin ninguna sutileza, tan apurada como una araña en peligro, mientras su hermana la seguía con la mirada, confundida.
—Me acordé de lo que ella hizo por mí en el lago. Cuando me rescató —Taylor clarificó—. Le regalé una de las medallas que le dieron a mi equipo cuando ganamos la Flecha de Oro. La merecía.
—Huh... —Allison se giró hacia la atleta—. Eso explica por qué se puso tan rara así, de pronto. Ese campeonato siempre fue su bebé... No le molestó perderlo el último año, porque todos estábamos con la cabeza en otro lado por lo que te pasó, pero igual...
—Fue complicado.
—Sí —La entrenadora de gimnasia removió la toalla que envolvía a su cabello mojado de la cabeza y la estiró sobre el resguardo del camarote en el que dormía, para que secara—. Que le hayas dado esa medalla probablemente le hizo el día. O mejor, el año.
Taylor se encogió de hombros, amplió su sonrisa, y luego de mirar de un lado a otro, certificándose de que en serio estaban a solas, abrazó a Allison por su espalda y le besó el cuello, todavía húmedo por su ducha.
—Aprovechando que no hay nadie por aquí...
—¿Hm? —La ex porrista se dejó derretir con el toque de la atleta.
—Quiero hacerte una pregunta.
—Pues dale.
—No es tan fácil... No quiero estresarte.
—¿Estresarme?
Taylor respiró hondo y despegó sus labios de la piel de Allison, para poder apoyar su mentón sobre su hombro.
—Es que lo nuestro... es relativamente nuevo, pero a la vez no. Ya estuvimos juntas, hace unos años. Y aunque para mí, los recuerdos que están resurgiendo parecen nuevos, para ti... pues, no lo son. Tenemos historia. Y no quiero apresurarte a continuarla, si no estás lista.
Oír estas palabras hizo a la gemela Parker abrir más los ojos y enderezar su postura. Se separó unos centímetros de Taylor y se dio la vuelta, para poder mirarla a los ojos. Pero no se veía molesta, en lo absoluto. Más bien, esperanzada.
—¿Qué quieres decir con eso?
La entrenadora de rugby levantó su mano hacia su cabello mojado y lo apartó de su cara.
—Que quiero volver a ser tu novia... Si me lo permites, claro —De esta vez fue derecho al punto, queriendo saltarse la confusión—. Y s-si no quieres, está bien, podemos seguir conversando y...
—También quiero ser tu novia —Allison la cortó, sonriendo de oreja a oreja, con un nivel de felicidad que a muchos años su alma no alcanzaba—. Y te quería preguntar lo mismo pronto, pero no quería apresurarte... recién estás volviendo a recordar todo, al final de cuentas.
—Pues, ya tienes mi respuesta —Taylor juntó sus rostros—. Soy tu novia si eres mía.
—Ese suena como un muy buen acuerdo...
Allison la jaló a sus labios con una expresión alegre, satisfecha, y dejó un suspiro escaparse de su cuerpo así que su beso terminó. Porque al fin, luego de años de luto, de soledad, de frustración, de tristeza, y de constantes humillaciones por parte de sus suegros, tenía a su novia de vuelta.
Y nadie la volvería a quitarla de su lado, aunque tuviera que luchar con uñas y dientes en contra del destino para asegurarse de ello. Ya habían sufrido lo suficiente por aquella vida. Ahora era su tiempo de ser felices.
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Hannah lideró la caminata hacia las cascadas, siguiendo las orientaciones del mapa que había descargado en su celular. Detrás de ella, riéndose y conversando con la misma, la siguieron Allison y Taylor.
—¿Estás segura de que no nos perdimos? —su hermana preguntó, queriendo molestarla un poco.
Habían estado caminando a veinte y siete minutos a este punto, y el calor estaba de matar.
—Nope. Deberíamos ya casi estar llegando.
Y su comentario fue correcto, porque dentro de tres minutos más lograron ubicar a las corrientes del río Newenko y los velos blanquecinos de sus aguas, cayendo desde un brusco desnivel del cauce, a unos quince metros de altura. En sus márgenes, sentados en sillas plegables, bebiendo cervezas y esperando su aparición, encontraron a sus amigos.
—¡KEITH! —Hannah gritó, haciendo a su novio pararse con un brinco, sonriendo con una alegría juvenil, adorable de presenciar.
El hombre le pasó su botella a Iris y salió corriendo hacia ella, para atraparla en sus brazos y besarla hasta que ambos se terminaran cayendo al suelo. Allison giró los ojos, sonriendo, y Taylor se rio de su romanticismo exagerado, encontrando novedoso el lado afectuoso de la bajista. Nunca, ni siquiera antes de su accidente, la había visto ser tan abiertamente dulce con alguien, o dejado que alguien fuera tan amable con ella.
Al levantarse junto a su novia, el guitarrista corrió una mano por su largo cabello castaño y miró hacia las otras recién llegadas.
—Hola, Ally.
—Hola, Keith.
Él, con una expresión carismática, la abrazó. Luego se dirigió a su acompañante:
—¿Y tú? ¿Taylor, cierto?
—Sí. Taylor Merrick.
—Un placer. Keith Redwood.
—Espera, conozco tu nombre... —la atleta comentó y su rostro se arrugó por un instante—. ¿Por acaso tocaste en el del festival de primavera de Querry, en 2015?
—Eso es muy específico, pero sí —Él se rio—. Bueno, nuestra banda... —Señaló a su novia—. Tocó en el festival. No fui solo yo, solito. Ni quisiera serlo. Me daría un pánico escénico terrible...
—¿Se llaman Demolition, cierto?
—Sip.
—Tay, ¿te acordaste de algo? —Allison le preguntó, un poco preocupada.
—Sí... Partes del día del concierto. Hacía mucho calor.
—¡Uff! ¡Demasiado! ¡Me bebí como tres botellas de Gatorade para no desmayar! —Keith exclamó, poniendo su brazo sobre los hombros de Hannah—. Y esta de aquí casi lo hizo en el backstage. Tuvimos que cubrirla de bolsas de hielo para que no se muriera. Le dio un golpe de calor fatal.
—Ni me acuerdes de eso, sentía que me iba a derretir...
—¿Taylor? —Una nueva voz interrumpió su charla, y fue entonces cuando la bajista se recordó de la sorpresa que había preparado para su cuñada.
—¿Gina? —la atleta, al oírla, se tensó—. ¿Qué haces tú aquí?
—Yo la invité a pasar el día con nosotros —Hannah comentó, mientras la pelirroja se acercaba—. Ustedes necesitan conversar. Todos nosotros, en general, necesitamos hacerlo.
—Pero ella me mintió... ¡Tú me mentiste! —Taylor apuntó a su mejor amiga con el dedo—. ¡No me contaste sobre Allison! ¡Ni sobre lo que pasó en nuestro último año de campamento!
—Me puedo explicar —Gina levantó ambas manos al aire.
—¡Más te vale hacerlo!
—Okay, esto se puso intenso. ¿Cerveza? —Maggie apareció de pronto, junto a Iris, y comenzó a repartir las botellas—. Hola para ustedes también.
Allison saludó a sus amigas junto a Hannah. Y aunque Taylor también lo hizo, su atención siguió fijada en quien solía ser su camarada de muchas aventuras, ilícitas y licitas; Gina.
—Okay, cambio de planes; vayan a conversar a solas por ahí —la bajista le murmuró a su vieja rival—. Vuelve cuando hayan resuelto lo suyo.
—¿Qué?
—Solo hazlo, Merrick. Y escúchala, ¿dale?
Taylor tomó un largo trago de su cerveza y, aunque contrariada, siguió el consejo de Hannah. Dejó su mochila cerca de las demás pertenencias de sus acompañantes, agarró a su mejor amiga por la muñeca, y sin decirle mucho sobre adónde iban, o qué harían, la arrastró hacia un área más frondosa del sector.
Tan solo ahí se atrevió a alzar la voz:
—Ahora sí... Tenemos privacidad —Se giró hacia Gina—. ¿Me puedes decir entonces por qué me mentiste? ¿Por qué ocultaste de mí el hecho de que Allison y yo éramos pareja?
La pelirroja respiró hondo. Se apoyó en contra de un árbol y se deslizó hacia el suelo, sentándose en sus raíces.
—Tus padres me prohibieron de decirte cualquier cosa sobre ella —Se encogió de hombros e hizo una mueca frustrada—. Según lo que me contaron, tus médicos les dijeron que cuantos más recuerdos emergentes tuvieras, más fácil sería que tuvieras un colapso mental, o posibles convulsiones... Fue por eso que ellos intentaron ocultar de ti el hecho de que nosotras dos éramos mejores amigas en primer lugar. Le temían a la posibilidad de que tu cuadro empeorara si lo hicieran. Pero, después de que tu hermano te admitiera la verdad sobre nosotras de todas formas, y te hablara sobre nuestra amistad, ellos tuvieron que aceptar mi posición en tu vida... —Ella vio a Taylor sentarse a su frente—. Lo que no aceptaron fue el hecho de que yo te quería revelar todo el resto de la historia... O sea, te quería hablar sobre el campamento, sobre tu salida del armario, sobre Mateo, Hannah, y claro... Allison.
—¿Huh?
—Sí. Yo cometí el estúpido error que creer que ellos realmente querían lo mejor para ti. Y les acabé mencionando el hecho de que ustedes dos solían ser pareja, o al menos de que eso yo creía que ustedes eran, en las esperanzas de que eventualmente te hablarían sobre ella... —Gina sacudió la cabeza, molesta consigo misma—. Fui una idiota. Porque claro que ellos no aceptaron la verdad... Y peor, me prohibieron de decirte cualquier cosa respecto a tu sexualidad y respecto a ella. Me dijeron que, si intentaba hacerlo, te alejarían para siempre de mí... Así que no tuve opción a no ser quedarme callada. No quería perder a mi mejor amiga —Bajó la mirada y jugó con sus pulseras—. Además, tus padres realmente hicieron cuestión de destacar el hecho de que yo te podría arruinar la salud contándote todo... Y si llegaras a tener alguna convulsión grave por algo que yo te mencioné, sinceramente... no podría vivir conmigo misma. Ya me sentía pésima por el hecho de que mi ex novio había causado tu accidente. Si de alguna manera lograba herirte más aún, yo... no sé. Me hubiera vuelto loca.
—Entonces yo tenía razón... más una vez la culpa fue de ellos —Taylor arrugó el entrecejo, bastante molesta—. Mierda... —Tensó la mandíbula.
—Yo de veras no quería mentirte. Te lo juro... Y fue por eso que insistí tanto que vinieras al campamento este año —Gina confesó, capturando de nuevo el interés de su amiga—. Leí en una publicación que Hannah hizo en redes que ella y Allison volverían aquí al Artemis, como monitoras... y pensé que sería justo si ustedes se vieran de nuevo, lejos de tus padres y de su control. Y sí, sé que su encuentro podría haber terminado en un desastre. Sé que podrías realmente haber tenido una crisis de salud mental, una convulsión, o algo, pero... —Se encogió de hombros—. Ya no quería seguir ocultándote todo... Aunque no tenía el coraje para sincerarme tampoco, porque estaba traumatizada... y otra vez, mi culpa... no me dejó hablarte...
—Así que lo entregaste a las manos del destino.
—Hm —La pelirroja concordó—. Y lo siento. Debería haberte dicho todo esto de antemano. Debí protestar contra las decisiones de tus padres. O no sé, hacer algo...
—Gina... —Taylor respiró hondo, dejó su botella a un lado y agarró las manos ansiosas de su amiga, que ya estaban a punto de reventar el elástico de sus pulseras—. No te culpo.
—¿Qué?
—No guardo ningún resentimiento o rabia por ti, ¿dale?... De hecho, ahora que me explicaste lo que pasó, lo único que siento es frustración. Porque tú, mi hermano, nuestras amigas... todos fueron puestos en una posición incómoda por mis padres. La culpa de todo esto recae en ellos, y en nadie más... —Hizo una pausa y añadió:— No, me corrijo. Sí siento rabia... Hacia ellos.
Gina soltó un suspiro aliviado y la volvió a mirar.
—Al menos no lograron separarlas para siempre —Terminó su frase con una pequeña sonrisa—. Noté que tú y Allison llegaron al río tomadas de la mano. Asumo que están juntas de nuevo.
—Sí... lo estamos —El pensamiento logró serenar un poco la ira de Taylor.
—Me alegra oír eso. Ustedes merecen ser felices.
—Gracias —La atleta les dio un apretón a las manos de su amiga y las soltó, para recoger su cerveza de nuevo—. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Algún novio nuevo desde la última vez que nos hablamos?
—No, no... No vas a cambiar de tema tan rápido. Quiero detalles.
—¿Huh?
—Cuéntame cómo volvieron a estar juntas, quiero el chisme.
—Quieres el chisme porque estás curiosa, ¿o porque no quieres admitir que estás soltera?
—Eso no viene al caso.
Taylor se rio.
—Dale... —Bebió un sorbo de su botella—. Pero te voy a complacer solo porque realmente quiero hablar sobre lo mucho que amo a mi novia con alguien, y tú te estás ofreciendo a escuchar.
—Uy, ya se están poniendo melosas, me encanta.
—Tonta.
—Ya, ¡apura la causa! ¡Cuéntame todo!
Y la atleta lo hizo, sin dejar de sonreír en ningún momento. Cuando su explicación sobre los eventos de la última semana terminó, notó que su mejor amiga la estaba mirando con una expresión orgullosa en el rostro, que casi bordeaba emocional.
—¿Qué pasa?
—No, nada... —Gina sacudió la cabeza—. Solo me hace feliz verte así de contenta y libre. Eso es todo.
—Aww...
—Hablo en serio...
Taylor se acercó a su amiga y la abrazó como un koala, ya sintiéndose ligeramente intoxicada por su cerveza.
—Lo sé —murmuró—. Y gracias, de verdad, por insistir en que viniera al campamento. Aunque estuvieras en conflicto por lo de mi salud y todo eso.
—Solo hice lo que era correcto.
—Pero igual requirió coraje. Aún más después de la campaña de terror que mis padres hicieron en tu contra, lanzándote encima la responsabilidad por mi bienestar.
Gina le dio un apretón con sus brazos.
—Lo haría todo de nuevo. Con tal de verte así de alegre... haría lo que fuera.
Después de esta sentimental confesión, que las dejó a ambas al borde de las lágrimas —de tan felices, por un cambio—, ellas decidieron regresar al río. Lo hicieron justo a tiempo de ver a Allison tener una competición con Iris y Hannah, sobre quién lograba beber una lata de cerveza más rápido. Para la sorpresa de nadie, la bajista ganó.
—Veo que se están divirtiendo por aquí... —Taylor bromeó, mientras su novia tosía e intentaba recomponerse de la falta de aire momentánea que había sufrido.
—¿Quieres jugar? —Iris preguntó, levantando su lata vacía sobre su cabeza.
—No, no... Ya me tomé una cerveza y con eso estoy bien. No puedo beber mucho o puedo arruinar el efecto de mis medicaciones.
—¿Medicaciones? —Hannah indagó, entre curiosa y preocupada—. No mencionaste nada sobre eso.
—No es muy importante.
—Eso es una mentira tremenda, y no deberías ocultarles la verdad —Gina la reprochó.
—Sí, pero... —Taylor se sentó en una de las sillas plegables—. No me divierte tener que hablar sobre ello. Aunque tienes razón... supongo.
—No estás obligada a decirnos nada que no quieras —Maggie comentó, a su derecha.
—Lo sé, pero Gina tiene razón... es bueno que lo sepan —La atleta cruzó las piernas y respiró hondo. Al exhalar, se explicó:— Todos los días tengo que tomar antiepilépticos, porque la lesión que tuve en el cerebro me dejó con un cierto riesgo a tener convulsiones. Solo las he tenido un par de veces, y eso fue al inicio de mi recuperación, pero los médicos dicen que es mejor prevenir a lamentar, y por eso ahora estoy condenada a medicarme para siempre. Ese es el resumen.
—Mi hermano es epiléptico —Keith comentó, para hacerla sentirse menos incomoda respecto a su diagnóstico—. Si tomas tus pastillas a la hora correcta, todos los días, y tienes un consumo bastante reducido de alcohol, no veo motivos para que tengas más crisis. O sea, podría pasar, pero... no pienso que ese será el caso si te cuidas.
—Lo único que se me viene a la mente ahora mismo es el rugby —Hannah cruzó los brazos—. Si tienes convulsiones, ¿por qué volviste a jugar?
—Ya no juego mucho, sólo soy entrenadora.
—Aun así, es peligroso.
—Lo es —Taylor asintió—. Pero imagínate cómo te sentirías si alguien de pronto te dijera que tú tienes que parar de tocar el bajo para siempre. ¿Lograrías detenerte?
—No.
—Ahora me entiendes.
Allison se acercó a su novia y se sentó en el suelo, al frente de su silla.
—¿Y qué hacemos en el caso de que sí tengas alguna convulsión?
—Primero que todo, aseguren mi cabeza para que no la golpee con nada, pero no intenten restringir mi cuerpo.
—Okay...
—Después comiencen a contar cuantos segundos o minutos está durando. Si notan que ya está pasando un buen rato y no me despierto, llamen a una ambulancia. Caso contrario, si sí me despierto, consíganme una de mis pastillas de Valproato que tengo en mi bolsa de medicaciones, y hagan que me la tome. En teoría debería sentirme normal en un par de horas más.
—Anotado —La profesora de educación física asintió, y sus demás amigas concordaron.
Keith por su parte recogió una lata de Pepsi de una de las neveras portátiles que había traído y se la ofreció a Taylor, sonriendo. Ella la tomó con una mueca agradecida, y luego observó cómo el resto del grupo se movía a su alrededor, comenzando a encender la parrilla para su asado, moviendo la conversación adelante para que ella la atleta no se sintiera muy mal hablando sobre el tema —que claramente no le gustaba discutir—. La única que no se movió fue Allison, quien seguía sentada a su frente, con la boca entreabierta. Quería decir algo, pero no poseía el valor para hacerlo.
—¿Qué pasa? —Taylor preguntó, preocupada.
—Es solo que... ehm... —Ella tragó saliva—. Ya que estamos hablando sobre medicaciones y eso, creo que también sería bueno si supieras lo que yo tomo a diario. Pero no quiero que me mires en menos, o que te estreses, o no sé...
—Ally —Se inclinó adelante—. No necesitas avergonzarte de nada. No conmigo.
—Sí, pero... eh... —Allison bajó la mirada—. Tiene que ver con lo que te hablé ayer. Mientras estábamos en el auto. Antes de que me sacaras la camiseta.
Ante la mención indirecta de su salud mental, la expresión de Taylor se volvió aún más solemne y empática.
—Okay. Te escucho.
La profesora observó a sus alrededores, confirmando el hecho de que la atención de sus amigas estaba en otro lado. Solo entonces logró decir:
—He estado tomando unos ansiolíticos bastante fuertes desde que tuviste tu accidente. Y también antidepresivos, como ya te debes imaginar. Pero antes de venir aquí, al campamento, mi psiquiatra me cambió las recetas y me suspendió el uso del antidepresivo... Por lo que ahora solo estoy tomando el ansiolítico...
—Hm.
—Y te cuento todo esto porque, si encuentras una de mis botellas de prescripción entre mis cosas, no quiero que te asustes. Estoy bien, ¿ya? Lo peor ya pasó —Con esfuerzo, consiguió mirar a Taylor de nuevo.
—No me voy a asustar, ya te lo dije. De hecho, es un alivio saber que tuviste un acompañamiento psiquiátrico después de mi accidente.
—Medio que no tuve opción —Allison confesó—. Hannah me forzó a ir a un psicólogo, quien a cambio me derivó a un psiquiatra... Y después comencé a ir a terapia grupal... En fin. Fue todo un tema. Pero al menos ahora tengo las herramientas que necesito para no caer en el mismo agujero oscuro en el que me quedé atascada en esos años. Sé cómo salir de él.
—Y eso es lo que más me importa —Taylor se movió más adelante todavía y besó su frente.
La otra mujer sonrió y cerró los ojos por un instante, como un gato satisfecho, recibiendo el afecto de su dueño. Eventualmente se levantaron de su cómoda posición, queriendo ayudar a Keith y a las demás chicas a preparar su almuerzo, pero siguieron lanzándose miradas enamoradas durante todo el proceso.
Aunque, cuando al fin se pudieron sentar otra vez y comer, la intensidad de su romance fue sobrepasada por la del hombre que las acompañaba, quien de la nada misma se levantó de su silla, sosteniendo en una mano una pequeña cajita de madera misteriosa, e hizo con que todas las mujeres a su alrededor se callaran al levantar su otra palma al aire.
—Perdón por molestar, damas... Pero ahora que ya charlamos, ya comimos y bebimos, y que todas están satisfechas y contentas, como siempre deberían estarlo, tengo que revelarles algo: Toda esta diversión no fue ocasional.
Algunas de ellas exageraron su asombro al volverse boquiabiertas.
—¿En serio?
—Wow, qué sorpresa.
—Ni me lo imaginaba.
Fueron algunos de los comentarios irónicos y chistosos que él escuchó, y que lo hicieron sacudir la cabeza y aumentar su voz:
—Todo esto fue parte de un plan maestro mío, para conquistar su aprobación, y también para encantar a esta hermosa doncella a quien tengo a mi frente... —Keith señaló a su novia, sin perder su aire encantador. La bajista sonrió ante su dramática gallardía, pero presintió que algo serio realmente estaba a punto de suceder y por eso, le prestó total atención a su compañero—. Hannah... —Él suspiró, enamorado—. Tú fuiste mi primera novia, y hasta hoy sigues siendo la única mujer que quiero tener a mi lado, por el resto de mi vida. Eres dulce, pero firme. Empática, pero decidida. Ingeniosa. Rebelde. Alocada, a veces... Hasta me llegas a preocupar por eso, no miento —Ella casi se atragantó con su risa—. Pero principalmente, eres una excelente persona. Y te amo, mucho... —A su alrededor, algunos silbidos y arrullos se escucharon. La artista se volvió roja como un tomate, pero no dejó de encarar a Keith—. Y es por eso que te quería hacer una pregunta, que ha estado en mi mente desde la primera vez que te vi... —Se arrodilló y entonces ya no hubo remedio, todas las mujeres a su alrededor comenzaron a alentarlo con entusiasmo—. ¿Te casarías conmigo?
El guitarrista no obtuvo una respuesta verbal de inmediato. Pero el "sí" se volvió bastante evidente cuando Hannah, siendo tan impredecible como siempre era, se levantó de su asiento y lo tacleó al suelo, antes mismo de que pudiera abrir la caja con el anillo. Lo cubrió de besos mientras sus amigas celebraban y se reían, y algunas hasta sacaban fotos de la ocasión.
Cuando los dos al fin se levantaron, sucios y jadeantes, ella declaró:
—¡Obvio que me caso contigo!
Y así, su compromiso fue sellado con un nuevo beso, más largo y pasional.
Más tarde, cuando el grupo logró calmarse y comenzaron a limpiar el área, queriendo dejarla impecable antes de meterse al río a nadar, ella se acercó a Allison y comentó:
—Oye, ¿sabes en lo que me acabo de dar cuenta?
—¿Hm?
—Si me caso con Keith, quedará una vacante en nuestro departamento. Porque me iré a vivir con él —Y al terminar de hablar, miró en dirección a Taylor, dejándole la pista a su gemela—. Creo que vas a tener que encontrar una nueva roomie —Alzó sus cejas un par de veces y le dio un empujoncito con el hombro.
Allison, dándose cuenta de que ella tenía razón, abrazó a su hermana de lado y fingió ignorancia, diciendo, en un tono cómico:
—Sí... creo que ya tengo a alguien en mente para eso.
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