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Capítulo 10: El lago maldito

Disputar un título para equipos contrarios durante el día, gritándose y ofendiéndose con una furia venenosa, para luego pasar la noche besándose y amándose en las quietas tinieblas del bosque no debería ser sano, ni correcto. Pero diablos, sí que estaba siendo divertido.

Un acuerdo había sido establecido entre Allison y Taylor, después de aquella madrugada mirando a los astros: mientras el sol brillara, toda injuria era permitida, bajo el contexto de su eterna guerra de bandos. Pero con la llegada del atardecer el perdón era automático, y cada ataque perdía su valor, y se convertía en chiste.

Pasaron días haciendo esto, y enamorándose cada vez más una de la otra, lejos de cualquier crítica ajena, o de cualquier prejuicio del mundo. Lo suyo era un dulce secreto, que no querían compartir con nadie más. Y por ahora, esta estrategia de mentiras diurnas y verdades nocturnas había funcionado.

Lo más cómico era que sus equipos, al llegar la época de las semi-finales, estaban empatados en números en casi todas las categorías.

O sea que las dos deberían estar deseando matarse. Deberían estar agarrándose del cabello, tirándose piedras, rasguñándose y gritándose, como de costumbre. Sin embargo, esto ya no sucedía. La paz entre ambas era imperturbable.

Y ahora nuevamente ahí estaban, entre los árboles y las tinieblas vespertinas, merodeando en pareja. Huyendo de los monitores, de los otros campistas rebeldes que insistían en desobedecer el toque de queda, y de las criaturas salvajes que habitaban el área, buscando comida. Ambas, iluminadas apenas por la tenue luz de la luna y por el brillo de sus celulares. Viviendo su romance adolescente de los sueños en las seguras sombras de la madrugada.

Ningún tronco se salvó de convertirse en su refugio y cama. Una empujaba a la otra en contra de la madera, besándose con el desespero de un guerrero que no ve a su esposa hace años, y la pasión de un poeta dedicándole versos a su musa. Manos se deslizaron por debajo de camisetas. Zapatillas casi se salieron de sus pies. Cabellos terminaron desordenados y sacudidos. Piel acabó marcada por moretones nada discretos, cubierta de sudor y de restos de labial. Ojos reflejaron emociones demasiado complejas para ser entendidas a su edad. Y dedos se sumergieron entre mechones de pelo, profundizando abrazos y besos.

Cada experiencia fue sublime. Cada segundo valió la pena.

Pero como nada dura para siempre en el universo, en la noche que precedió a las semi-finales del campeonato, algo pasó, que interrumpió su período de serenidad.

Al regresar de su aventura nocturna, Allison no alcanzó a abrir la puerta de su cabaña. Su hermana lo hizo por ella.

Al ver la expresión enojada de Hannah, la porrista supo que estaba en aprietos.

—Son las dos y media de la mañana. ¿Dónde carajos estabas?

—Fui... a caminar.

—¿A caminar? —La bajista cerró la puerta tras su espalda y le hizo una seña con la mano, para que ambas se alejaran de la entrada. No quería despertar a las demás integrantes de su equipo con su elevada voz—. ¿Tengo cara de idiota, Allison?

—No...

—¿Entonces por qué no me dices la verdad?

—Porque la verdad te enojará.

—Ya sé que estás saliendo con Taylor.

La revelación no debió sorprender a la porrista, pero de alguna manera, lo hizo.

—¿Qué? ¿Q-Quién te dijo eso?

—¿Mi sentido común? Es bastante obvio que ustedes están teniendo algo, Allison. No soy ciega, y los otros campistas tampoco. Los rumores corren. Y sinceramente, no me molesta que ese sea el caso, aunque ella no me caiga tan bien como me gustaría. Si quieren salir, que salgan. Pero el problema es que estás durmiendo menos de cuatro horas por noche, compitiendo todo el día, y aunque entiendo que estés enamoradiza, no es excusa para que te hagas trizas la salud. Tienes que dormir. Esto no es sano. Y a la larga, no podrás mantener el ritmo sin colapsar. 

Allison, confundida por su verborrea decidida y elocuente, quedó encarando a su hermana con una expresión asombrada, bordeando cómica. Se había esperado todo, menos un reproche preocupado por su bienestar físico. De todas las posibles rutas que Hannah podría tomar en su reacción, esta era la más extraña. 

—Espera... ¿No estás enojada?

—¿No escuchaste nada de lo que dije? ¡Obvio que lo estoy!

—No, no por mi salud. Por el hecho de que yo y Taylor... ya sabes...

—¿Qué? —Hannah frunció el ceño—. ¡No! Ya no me cae tan mal como solía caerme, y eso lo sabes. Además, mi rivalidad con ella no tiene nada que ver contigo. Claro que a veces sí haré bromas al respecto, porque de eso sí que no te salvarás, ni ella , pero no las voy a prohibir de estar juntas. No soy tan loca... Lo que sí te voy a prohibir, es que gastes todas tus noches en el campamento despierta, en vez de durmiendo. ¡Tienes que descansar! En especial porque estás compitiendo, y te puedes lesionar con gravedad si es que no eres cuidadosa y estás bien despierta...

—Okay, okay... —Allison levantó sus manos al aire, y aunque pensó en ridiculizar a su hermana por su celo ligeramente excesivo, no lo hizo por reconocer que su aflicción era genuina—. Te juro que lo haré.

—Hm. Claro.

—Hablo en serio. Es solo que... nosotras hicimos un acuerdo.

—¿Acuerdo?

—Para no interferir en el campeonato y en nuestra competitividad, decidimos permanecer amigas durante el día, y... expandir la amistad durante la noche —añadió la siguiente parte con una sonrisa culpable.

—¿"Expandir la amistad"? ¿En serio? ¿No tienes una manera menos infantil de ponerlo?

—Es que no somos novias todavía, entonces decir cualquier otra cosa que no sea eso se siente un poco raro.

—Pero ¿hay planes? —Hannah cruzó los brazos—. De que se vuelvan novias, digo.

—Bueno... —Allison se acomodó el cabello y desvió la mirada, nerviosa—. ¿Prometes que no me vas a matar?

—Sí, lo prometo —su hermana contestó, girando los ojos, algo molesta por su persistente desconfianza.

—Pues entonces sí, hay planes de que tengamos algo más serio, una vez el campamento acabe. Pero las dos queremos darle prioridad al campeonato ahora y después, cuando volvamos a casa, concentrarnos en lo nuestro.

—¿Y ya le has contado?

—¿Contado? ¿Sobre qué?

—Tu ansiedad. Tu depresión...

La porrista perdió parte de su mágico carisma al oír estas palabras. Su encanto enamoradizo se esfumó.

—Ya te dije que no tengo depresión.

—Allison, puedes intentar mentirte a ti misma, pero no a mí.

La atleta miró abajo y desinfló su postura.

Detestaba que Hannah la pudiera leer y comprender tan bien.

—No entiendo a lo que vas...

—Esas son cosas importantes que tienes que discutir con ella, Ally. A eso voy —La bajista dio un par de pasos adelante—. He estado observando tu comportamiento en los últimos días, de cerca, y veo que estás feliz. Más cansada de lo normal, claro... pero feliz. Y eso me deja muy contenta, de verdad... Pero también me preocupa. Porque temo que ella rompa tu corazón, o te decepcione, y que todo ese progreso se vaya al carajo así de rápido —Descruzó sus brazos y chasqueó sus dedos—. No puedes basar tu alegría en ella, o en los momentos que vives con ella. Tienes que estar satisfecha contigo primero, o lo suyo no funcionará.

—No te entiendo. Dices que no te importaría si nosotras estuviéramos juntas, pero a la vez, dices que no es una buena idea que yo esté con ella ahora...

—No metas palabras que no he dicho en mi boca. No digo que se separen, o dejen de verse. Solo te pido que tengas más consideración contigo misma, eso es todo. Porque, ¿qué pasa si ella se va? ¿Qué pasa si decide que ya no quiere estar contigo, una vez este campamento acabe? ¿Vas a volver a llorar sola, cuando crees que nadie te ve ni te escucha? ¿Vas a volver a usar las hojas de la afeitadora para castigarte por algo que no puedes controlar?

Oír aquella acusación —que lamentablemente era correcta— hizo a la sangre de Allison enfriarse. Ella, sintiéndose expuesta y vulnerable, quiso rogarle para que dejara de hablar e ignorara el tema por el resto de su vida. Sin embargo, lo único que logró murmurar fue su nombre:

— Hannah...

—Sabes que tengo mis razones para estar preocupada —la estratega la cortó—. Tu ansiedad parece haber disminuido, pero ¿es eso definitivo? Tu depresión parece estar bajo control, pero ¿lo está?... No estás durmiendo, porque la vas a ver a ella. No te estás concentrando en tus actividades, porque la estás mirando a ella...

—¿Por acaso no puedo solo enamorarme?

—Claro que puedes. Mientras eso no termine hiriendo, a la larga —la artista afirmó, atormentada por su aprensión—. Pero tú sabes lo que haces. Yo ya intenté hablar contigo tantas veces sobre esto, sin llegar a ningún lado, así que... me rindo. Tú has lo tuyo. Al final, nunca me haces caso, y creo que nunca lo harás. Lo que me hace sentir pésimo por dentro, pero... nada puedo hacer.

—Han...

—Ya es tarde... Mejor pasa adentro. Tienes que dormir.

La bajista se volteó con un suspiro tenso. Pero Allison no la siguió adentro al instante. Se quedó afuera, pensando en todo lo que su gemela le había dicho.

¿De verdad estaba haciendo eso, ya tan pronto? ¿Usando a Taylor como la única fuente de su felicidad? ¿Empleándola para validarse, y para sentirse más satisfecha consigo misma, en vez de solo disfrutar su presencia, de manera normal y saludable? ¿Estaba siendo demasiado intensa? ¿O a lo mejor era un problema en conjunto?...

Su mente comenzó a llenarse de dudas y de pensamientos contradictorios. Sacudió la cabeza, se frotó el rostro, y reconoció por primera vez en días lo agotada que realmente estaba. Luego, al fin obedeció la instrucción de su hermana e ingresó a la cabaña. Ni se cambió de ropa; se acostó en su cama tal y como llegó e intentó dormir, para callar a las mil voces que le rugían en su consciencia.

En pocos minutos logró su cometido, porque en efecto estaba exhausta.

Aunque este cansancio no era culpa de Taylor, sino de su propio estado mental fragmentado, y su estúpida decisión de ignorar la precariedad de su salud.

Tendría que trabajar en eso en algún momento. Lo sabía. No era justo arrastrar a Taylor a una relación, solo para ser nuevamente dominada por sus emociones más oscuras y sus temores más perversos. Pero ahora, no hizo nada. Solo se resignó a dormir.


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Hannah tuvo que felicitarse a sí misma por mantener una postura tan calma y adulta durante aquel día lleno de novedad. Oír de Allison la confirmación de que ella y Taylor estaban saliendo fue... duro. Porque, aunque la artista no mentía al afirmar que lo único que quería era que su gemela fuera feliz, la idea de tener a aquella... chica —intentaría no llamarla más de "perra" en su cabeza— dentro de su radar, parpadeando tan cerca de casa, no le agradaba ni un poco.

De todas las campistas, ¡¿en serio tuvo su hermana que enamorarse de Taylor?! Era absurdo. Era casi ofensivo. Pero, pese a su pasmo y a su indignación, logró mantener su serenidad ante la revelación. Y eso era lo más importante.

Lo que no se atrevió a mencionar durante la charla con Allison —más allá de sus sentimientos mixtos con relación a su nuevo noviazgo— fue cómo ella se enteró del mismo.

Porque no, Hannah no lo hizo a través de su impresionante capacidad de observación. Fue por la boca de alguien más que lo descubrió todo. Y esa persona se llamaba Leah Schneider

"¿Por qué abrió ella la boca sobre esto?" Se preguntaría uno. Bueno, lo hizo por tener un solo objetivo en mente:  separar a Allison de Taylor, de la forma más maquiavélica posible. Al final, Leah sabía que Hannah no era la fan número uno de la estratega del equipo naranja, y supuso que, al contarle a la bajista todos los detalles ocultos sobre la creciente cercanía de las dos chicas, la misma decidiría separarlas, fuera bajo amenazas o a golpes.

Lo que la atleta no llevó en consideración era el hecho de que Hannah genuinamente quería ver a su hermana feliz, aunque fuera al costo de su propia sanidad, ego, y orgullo. Y que, pese a su espíritu competitivo, de veras era una buena persona, con intereses nobles. Por lo que su plan malvado falló, rotundamente. 

Y su cruel estrategia solo fue todavía más destrozada por los posteriores comentarios de Iris y Maggie, quienes lograron ver más allá de su supuesta "preocupación" por el destino del equipo magenta, e identificaron su obvio interés romántico por la porrista, desvelando en consecuencia sus segundas intenciones al sincerarse con Hannah.

Dicha actitud asqueó a la compositora. Y fue este asco lo que la ayudó a llegar a una conclusión: Entre una calculista como Leah y una insolente como Taylor, ella prefería a la última como cuñada, sin la menor sombra de duda. Porque la primera le mentiría a la cara, queriendo manipular cualquier situación a su favor. Ya la segunda, le diría las cosas como son, aunque la verdad la ofendiera. Sinceridad, al punto de ser bruta, era algo que nunca le había faltado.

Por eso, Hannah decidió tomar el lado de Taylor, y defender la relación que ella compartía con su hermana ante Leah. Por eso, decidió actuar como si su vínculo con Allison no le molestara en lo absoluto.

Aun así, pese a su cambio de parecer, la bajista no dejó que su alma se volviera cien por ciento dulce y compresiva. Se hizo a sí misma una promesa de mantenerse imparcial y neutra cuando la otra estratega estuviera en sus cercanías, para así intentar no caer en sus gracias. Ella necesitaba de un espacio emocional entre ambas, tanto para proteger a su hermana en caso de que algo saliera mal, como para protegerse a sí misma de cualquier posible daño en el campeonato. Por lo que no tenía planes de ser excesivamente considerada con Taylor en el futuro.

O bueno, esa era la idea inicial. Que funcionó sin problemas, hasta la llegada de las semi-finales del campeonato.

Para entender la cadena de eventos que llevó al desastre, uno debe primero tener algo claro: Entre la noche del primer beso de la jugadora de rugby y la porrista, y las semi finales en sí, Gina y Mateo se habían separado.

Los motivos para ello no eran demasiado distintos a los que llevaron a Hannah a separarse de él, años atrás. Mateo era un egocéntrico sin remedio, y un narcisista sin igual. El gran problema de esta vez fue que Taylor, al oír la discusión entre la pareja en las afueras de su cabaña, y al percibir que la situación se estaba saliendo de control con una rapidez alarmante, decidió intervenir para proteger a su mejor amiga de cualquier daño. Abrió la puerta y alejó al muchacho de ella, mientras sus otras colegas se encargaban de contener emocionalmente a Gina. Mateo, no obstante, no hizo el menor esfuerzo para controlarse. Alzó la mano al aire y, en vez de agredir a su ex novia —como todos pensaron que lo haría— , terminó pegándole a Taylor. Un grave error, considerando que ella tenía músculos mucho más definidos que él, y una fuerza superior a la de un toro de rodeo. Ella lo molió a golpes.

El altercado solo se detuvo cuando los monitores del campamento llegaron a la escena, pero para ese entonces, ella ya había logrado noquear al joven, dejándole de regalo un ojo morado, para nada envidiable. Él, al volver a sí, se sintió humillado. Juró venganza. Juró hacerla pagar. Y en efecto la intentó atacar de nuevo, durante las semi-finales de canotaje.

Tal como Taylor lo había hecho con Hannah mientras practicaban, él le dio golpes repetitivos a la canoa de la atleta, por detrás. Esto hizo que la misma se sacudiera y serpenteara por el agua, con movimientos impredecibles y violentos. Pero eventualmente, él se cansó de los juegos. Ganó velocidad, quedando lado a lado con ella. Y con un nuevo golpe brusco y agresivo de su parte, el chico logró hacerla perder el equilibrio y derribarla. 

El gran problema es que la muchacha  navegaba la canoa a una velocidad muy alta. Y por eso, al volcarse junto a la misma, la energía cinética acumulada hizo con que fuera lanzada con excesiva fuerza y velocidad al lago. Se hundió en él con un estruendo, salió disparada hacia su fondo como una bala, y acabó golpeando la cabeza en contra de una afilada roca, antes mismo de que pudiera reaccionar a su accidente, o siquiera percibir que había tenido uno.

Hannah, quien estaba compitiendo por el primer lugar junto a ellos y una chica del equipo verde, no vio el evento con sus propios ojos, pero sí lo escuchó suceder. Y por instinto, paró de remar y miró hacia atrás.

La canoa naranja de Taylor estaba flotando en la superficie, dada vuelta, pero la atleta en cuestión no emergía de las olas. 

En la distancia, un guardavidas entró al lago con su bote inflable, queriendo ayudar, pero al ser un mero punto en el lejano horizonte, Hannah supo que él se demoraría un buen rato en llegar ahí.

Así que tomó una decisión urgente, al notar que Taylor aún no aparecía. Apurada, salió de su propio kayak y se lanzó al agua, sumergiéndose con una mueca determinada. Tenía que encontrar a la atleta antes de algo más grave le pasara.

Su visibilidad abajo era muy poca. Su angustia por no poder encontrar a la joven, muy alta. Pero nada la detuvo de seguir nadando, y de seguir buscando. Para su alivio, encontró a Taylor antes de que tuviera que volver a la superficie y respirar. Ella estaba desacordada, en medio a las profundidades verdosas y turbias del lago. Su tez se había abierto con el golpe recibido, y probablemente tendría que ir a alguna clínica u hospital para que la limpiaran y cerraran con puntos. Angustiada por el tick-tock del reloj imaginario que retumbaba en sus oídos, Hannah la agarró como pudo, la empujó arriba, y comenzó a pedalear con todas las fuerzas que tenía. Logró brotar entre las olas con un respiro desesperado, justo a tiempo de ver el guardavidas aproximarse a ellas.

—¡Ayúdala! —le dio la orden, con austeridad.

El hombre asintió y le aseguró de que ambas estarían bien, mientras subía a Taylor al bote. Una vez la atleta estaba arriba, él le dio una mano a Hannah, para que también lo hiciera. Comprobando que las dos estaban a salvo, comenzó el proceso de reanimar a la desacordada.

Hacerlo en un bote inflable fue difícil. La superficie temblaba y se movía con demasiada facilidad. Pero el socorrista logró su cometido y de pronto, Taylor estaba de vuelta en el mundo de los vivos, escupiendo toda el agua que había tragado como si fuera vómito.

—¿Q-Qué pasó? —la lesionada preguntó, abriendo sus ojos con dificultad.

Hannah se acercó a ella mientras el bote comenzaba a deslizarse de vuelta a tierra firme.

—Mateo te volteó la canoa, te caíste al lago, y te lastimaste.

—¿Y q-qué haces tú a-aquí?...

—Te saqué del fondo del lago.

—¿Huh?

—De nada —la bajista sujetó su mano, así que Taylor la levantó e intentó llevar a su corte—. No, no te toques ahí.

—¿Por qué?

—Ya te dije. Te lastimaste. 

—¿C-Cuán mal se ve?

—Podría haber sido peor.

—Eso no es... muy reconfortante...

—Seguramente ya tuviste cortes peores jugando rugby.

Taylor bajó su palma y se quedó callada por unos segundos.

—¿Por q-qué me salvaste?

—¿Crees que te dejaría morir ahogada?

—A-Alguien más me p-podría haber rescatado...

—Yo era la que estaba más cerca.

—Pero p-perdiste la carrera...

—El campeonato es lo de menos ahora —Hannah comentó, segura de sí, y de lo que hablaba—. Lo que Mateo hizo es lo relevante —Su seriedad e irritación convenció a Taylor de que la situación había sido más grave de lo inicialmente pensado.

—N-No me acuerdo muy b-bien de c-cómo me caí al agua... S-Sé que él estaba golpeando mi canoa, pero... n-no me acuerdo de la caída en sí...

—Yo también lo vi hacer eso, desde el inicio de la competición. Pensé que se detendría en algún punto, pero no paró. Y Allison me mostró por la mañana el mensaje que tú le escribiste a ella, después de tu altercado con él. Sé lo que él hizo. Y es muy obvio que ese idiota te quería lastimar de verdad, porque su ego está herido. No estaba apenas molestándote. Esto no fue una broma que se salió de control. Te quería herir.

—Y todos vieron que ese fue el caso —el socorrista añadió—. Ese chico probablemente será expulsado del campamento.

—Ojalá... —Taylor contestó, e intentó sentarse.

—Nope, tú te quedarás ahí, quieta —Hannah la detuvo de nuevo—. Al menos hasta que lleguemos a tierra. No quiero que te desmayes y te vuelvas a caer al lago. Relájate.

Para la felicidad de ambos el socorrista y la gemela Parker, la atleta aceptó su derrota y siguió dichas órdenes sin reclamar. Permaneció acostada por el resto de su trayecto, intentando ignorar el creciente dolor que sentía en la cabeza, y también lo mareada que se encontraba.

Cuando regresó al muelle, la enfermera del campamento apareció en su campo de visión junto al monitor a cargo de su equipo, Ulises Grey. Entre ambos la ayudaron a levantarse y salir del bote. La llevaron de inmediato a la enfermería, junto a Hannah, donde le limpiaron la herida y contemplaron en conjunto la posibilidad de llamar a sus padres.

—No, no necesitan hacerlo —Taylor comentó, gesticulando con su mano para que se callaran—.  Pónganme unas suturas adhesivas y estaré bien.

—Tu corte es demasiado profundo para esas suturas —la enfermera respondió, y por la manera en la que estaba arrugando su rostro, la herida no parecía ser nada bonita de mirar.

—Pues entonces que sean gasas y esparadrapos. ¡Listo!

—No, tienes que ir a hacerte unos exámenes a urgencias. Los golpes a la cabeza pueden ser graves —Ulises afirmó.

—Estoy hablando, caminando, y no estoy llorando. ¡Estoy bien!

—Creo que concuerdo con ellos, Taylor. Es mejor prevenir que lamentar. Tu golpe no pareció ser uno suave —Hannah se sumó al lado de los adultos, haciéndola girar los ojos.

—¡Claro que estás de acuerdo con ellos! ¡Es tu mejor oportunidad de sacarme del campeonato!

—Literalmente perdí en canotaje para salvarte, ¿crees que me estoy importando por el campeonato ahora mismo? —la bajista indagó, un poco molesta, pero no sorprendida—. Solo deja que llamen a tus viejos y ve a urgencias. Si nada te pasó, podrás regresar a tiempo de disputar las demás semi-finales mañana.

—Esto no puede estar pasando...

La puerta de la cabaña se abrió con un golpe de aire frío. Allison y Gina entraron, acompañadas de la monitora del equipo magenta, la señora Carpenter.

—¿Cómo están las dos? Acabamos de volver de la competición de tenis y nos enteramos de todo —la porrista dijo, angustiada.

—Bien, pero Taylor aquí se está negando a ir al hospital.

—Negándose o no, llamaré a sus padres igual —Ulises dijo—. Tienen que saber lo que le pasó.

—Ya tengo dieciocho años, si digo que no quiero que llamen a nadie, entonces no llamarán a nadie.

—Puedes ser mayor de edad, pero ellos firmaron el permiso para que vinieras aquí a inicio de año, así que técnicamente, eres nuestra responsabilidad. Y tus padres son tu contacto de emergencia. Mala suerte. Los voy a llamar.

—Y yo juro que te voy a matar...

—Taylor, solo hazle caso al señor Grey —Gina insistió, acercándose a su mejor amiga—. Ese corte se ve... Hm. Peligroso. 

—Se veo horrendo —Hannah dijo lo que ella estaba pensando, pero no era capaz de vocalizar—. Y por eso mismo tienes que ir a verlo y suturarlo, Merrick.

Luego de más cinco minutos de discusión, se decidió que los padres de la atleta sí serían notificados de su accidente. ¿El único problema? Ninguno de los dos contestaba las múltiples llamadas de Ulises.

—¿Tienes a algún otro pariente al que podemos contactar?

—Sí. Pero no te daré sus datos.

—Tú sí que eres obstinada, Merrick —Hannah se frotó el rostro, demostrando en su voz la misma frustración experimentada por todos a su alrededor.

—Bastante. Y ya dije que no me iré a ningún lado.

—Okay, esto es ridículo. Yo me sé el número de su hermano —Gina miró al monitor—. Él la puede venir a buscar.

vOliver tiene mejores cosas que hacer...

—Callada te quedas, Taylor.

—¡Nuestro equipo no se puede quedar sin un estratega!

—¡Tu salud es más importante que el maldito campeonato!

—Gina...

—Ella tiene toda la razón —Allison fue la última en dar su opinión—. Y cada segundo más que pierdas discutiendo esuno que podrías estar usando para ir al hospital, revisarte de una vez, ydespués volver aquí, con toda la sangre dentro de tu cabeza, y no goteando enel suelo.

Solo al oír las palabras de la porrista y darse cuenta de que nadie la apoyaría en su locura, la jugadora de rugby acabó desistiendo de la misma. Se silenció a partir de ese entonces, y dejó que Gina recitara el número de celular de su hermano a su monitor. Cerca de cuarenta minutos después, él llegó al campamento, junto a su sedan verde.

Taylor, por estar desorientada, fue prohibida de tocar su celular durante todas las horas que pasó en urgencias. Por lo mismo todas sus amigas, Allison, e incluso Hannah, pasaron el tiempo preocupadas por su bienestar. Al menos, para el alivio general, el guardavidas sí acertó en su predicción: Mateo había sido expulsado definitivamente del campamento por su comportamiento.

Además, ya que el resultado final de la competición de canotaje había sido modificado por su obvio intento de sabotaje, el jurado decidió repetir aquellas semi-finales en la tarde del día siguiente.

Taylor volvió por la mañana, ignorando las órdenes de su doctor de descansar, y los avisos de su hermano de que ir a competir en su frágil estado era una pésima idea. Le habían suturado la frente, cubierto la lesión con gasas, y confirmado la teoría de que había sufrido una conmoción cerebral.

—De verdad es irritante tu infantil determinación en herirte —Hannah dijo, decepcionada, y sacudió la cabeza al verla aparecer en los márgenes del lago, seguida de cerca por Gina—. Pero te aplaudo por el continuo esfuerzo. Hay que tener agallas. Eso, o ser muy idiota...

—¿Vas a competir? —Allison preguntó a seguir, más preocupada que molesta—. ¿Estás loca?

—Voy a estar sentada y remando, dudo que sea un ejercicio muy difícil de realizar. 

—Merrick, piensa dos veces antes de meterte de nuevo al agua. Te estás exponiendo a un peligro muy grande —Hannah puso su rabia a un lado y priorizó su recelo por un cambio.

—Mientras nadie me vuelva a voltear el kayak, estaré bien.

Allison, al escuchar su comentario, rebosante de un humor irónico y liviano, no supo si ahorcarla o besarla. Detestaba que fuera tan terca, pero admiraba su obstinación. Era raro.

La vio competir junto a su hermana con una expresión que mezclaba tanto su temor por su salud, como su entusiasmo por el evento. Adentro de su pecho, su corazón golpeaba sus interiores con el mismo ritmo acelerado de una metralleta siendo disparada. Adentro de su cabeza, su ansiedad la hacía imaginarse los peores escenarios posibles, solo para verla sufrir.

Y cuando el evento finalmente terminó —con la chica del equipo verde nuevamente llevándose el primer lugar— Allison se acercó a Taylor corriendo, a preguntar si estaba bien, si necesitaba de cualquier cosa, y sobre cómo podía ayudarla. La angustia de cada indagación emocionó a la otra atleta, aunque ella no hizo comentarios al respecto. 

—Tranquila, Ally. Estoy bien. Todo salió bien. Solo... —Respiró hondo—. Solo ando un poco mareada. Eso es todo.

—Sí... solo ando un poco mareada.

—¿Cuánto para ti es "un poco"?  —La porrista la sujetó del brazo mientras se levantaba, y en la esquina de su ojo vio a Hannah y Gina aproximándose.

—Creo que voy a tener que ir a acostarme por un rato.

—Yo la llevo a la cabaña —la mejor amiga de Taylor dijo, calmando a Allison—.  Sé que tienes que ir a la partida de vóley ahora. Así que ve, compite, y después nos encontramos todas allá en la cancha de esgrima. ¿Dale?

La muchacha concordó, porque literalmente no tenía otra opción. Se despidió de la jugadora de rugby, de Gina, y se fue junto a su gemela y sus demás amigas a jugar vóley. El equipo magenta, luego de una brillante partida, ganó la batalla contra el equipo azul, asegurando puntos claves para elevar su posición en el tablero de resultados.

Hasta ahora, el equipo verde, naranjo y magenta llevaban la delantera, con puntajes muy similares. El negro los seguía, en cuarto lugar.

—Si ganamos en esgrima, pasaremos a los naranjos —Iris comentó mientras ella, Maggie, Hannah y Allison se dirigían al área fronteriza del campamento—. Obviamente no esperamos que destroces a Taylor después de todo lo que pasó ayer, pero si puedes darnos un puntito extra...

—Daré mi mejor esfuerzo.

Al llegar a la cabaña donde su equipamiento de esgrima era guardado, la porrista se sentía angustiada. No por la competición en sí —en esta actividad no le importaba mucho si perdía o ganaba, si era sincera—, sino por el estado físico de Taylor. Que alguien con una lesión tan grave como la suya quisiera descansar era comprensible, pero que ella lo quisiera hacer... era extraño. La estratega detestaba estar en cama. La ausencia de su energética disposición demostraba cuan realmente agotada se encontraba.

Al reencontrarla en el campo luego de su siesta, y al verla ya vestida con su traje de protección —menos la careta—, Allison tuvo un mal presentimiento. De esos que no se pueden explicar con la lógica, pero que se sienten con el alma, y que son reconocidos de inmediato como augurios ominosos, bastante reales pese a no ser tangibles.

Los ojos de Taylor estaban cubiertos con una niebla de confusión y en su rostro carismático su usual sonrisa faltaba. En su lugar, había una expresión que existía entre el mareo, la fatiga, y el temor. Ninguna confianza se podía apreciar en dicha mueca. Ninguna alegría o entusiasmo.

La aprensión de Allison se duplicó.

—¿Estás segura de que quieres competir de nuevo, Tay?

—Sí... —la atleta comentó, y su voz por alguna razón sonó un poco forzada, casi jadeante—. Lo estoy.

Esperaron que el monitor y la instructora a cargo de dirigir el evento las llamaran para su duelo. Mientras tanto, Allison jaló a Taylor cerca de su cuerpo y la dejó apoyarse en su torso. El breve descanso entre sus brazos la hizo sonreír por un instante. Pero al apartarse de la porrista, la jugadora de rugby se sintió todavía más desorientada.

Ambas caminaron a la línea en la que tendrían que competir. Se pusieron en posición para luchar. El silbato del monitor sonó y los campistas a su alrededor comenzaron a alentar a sus respectivos equipos, a gritos y aplausos.

Las dos lograron anotar un punto cada una antes de que Taylor bajara su florete, en medio del combate, y levantara la mano opuesta con un gesto débil, pidiendo que Allison no la atacara. La porrista, nerviosa desde el inicio de la lucha, la entendió sin demora. Enseguida, la vio sacarse la careta. Y no mentiría, la atleta lucía demasiado mal. Enferma, casi. Y no fue sorprendente cuando, segundos después de removerse dicho casco, cerrara los ojos y desfalleciera ahí mismo.

Allison lanzó su florete y careta al pasto y corrió a su lado, aterrada.

—¡TAYLOR!

Los adultos a su alrededor la siguieron. Intentaron despertar a la jugadora de rugby, en vano. La instructora de esgrima, Erica James, incluso abrió los párpados de la chica con sus dedos y revisó sus pupilas. Al ver que una estaba más dilatada que la otra, ordenó que alguien llamara una ambulancia a gritos. Aquella podría ser una lesión ocular o un efecto secundario de alguna migraña, pero, en el peor de los casos, también podía ser un indicativo de una lesión cerebral.

Hannah intentó calmar a su hermana mientras Taylor era llevada de vuelta a enfermería. Gina, mientras todo esto sucedía, volvió a llamar al hermano de la atleta con su celular, sabiendo que la situación era grave porque los minutos estaban pasando, uno tras otro, y su amiga todavía no estaba despertando.

El campeonato se detuvo. Ya nadie estaba preocupado por los puntajes. Todos los ojos de los campistas se giraron hacia la estratega del equipo naranjo, llenos de recelo, angustia, y de pena. A la vez, más allá de esos terribles sentimientos, que envenenaban la consciencia hasta de los jóvenes más serenos y centrados, aún existía la esperanza. Porque todos, fueran amigos o enemigos suyos, no querían que la muchacha sufriera, o pereciera, en base a un accidente tan estúpido como aquel. 

Así que esperaron por una buena noticia.

Allison esperó.

Pero la copa de la flecha de oro fue entregada al equipo magenta, y Taylor aún no despertaba.

Hannah ni logró enojarse por perder.

Solo deseaba que su rival estuviera ahí en el campamento, junto al resto de sus compañeros, recibiéndola con una sonrisa orgullosa.

Pero en vez de eso, seguía en el hospital.

Y nadie sabía cuándo saldría de ahí.


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Nota de la autora: Sé que probablemente me quieren matar, pero este fue mi plan desde el inicio jeje.  Tranquilos, porque tendrán su final feliz. Spoilers, pero en esta historia nadie muere. 

En un tema aparte, ¿pueden encontrar todas las pistas que dejé en los capítulos anteriores respecto al accidente de Taylor? Hay muuuchas. 

En fin, estaré esperando sus intentos de asesinato y amenazas con una sonrisa...


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