Capítulo 1: El Campamento Artemis
El primer día de campamento siempre resultaba ser el más caótico de todos. Con más de cuatrocientos adolescentes llegando al parque natural de Netwark al mismo tiempo, la experiencia no tenía cómo no serlo.
Allison y Hannah fueron llevadas allá de camioneta por sus padres apenas en su primer año como campistas. Después, pasaron a tomar el autobús verde y blanco del centro educativo Artemis, cuyo paradero más cercano se ubicaba a dos calles de distancia de su casa.
Y ya que aquella sería la última vez que tomarían el colectivo, sus guardianes en cuestión las acompañaron allá y las obligaron a sacarse una foto al frente del mismo, para guardar el recuerdo.
Allison quería que la tierra la tragara de tanta vergüenza, pero Hannah la abrazó de lado, hizo un signo de paz con la mano libre y la obligó a posar. Con un flash, una risa victoriosa, y un abrazo apretado, el señor y señora Parker se despidieron de ambas y les desearon un buen viaje.
—Te juro que a veces nos tratan como si aún tuviéramos once años de edad —la porrista comentó, un poco irritada.
—Sabes que lo hacen solo porque nos aman. Además, ¡tendremos una foto genial a la que publicar más tarde!
—¿Genial? ¿Se te olvida de la excelente habilidad de camarógrafo de papá? Siempre alguien está haciendo alguna mueca horrible en sus fotos, los rostros están desenfocados, o él activó el flash sin notarlo.
—¿Y? Las fallas le dan personalidad...
—Eres demente, Hanah. Y no sé cómo logras estar de tan buen humor incluso cuando estás de resaca —Allison bromeó, ahora menos molesta, mientras metían sus mochilas de viaje en el maletero del autobús.
La otra chica en cuestión levantó los lentes de sol que usaba y los puso sobre su cabeza, a modo de diadema. Su cabello corto —al que había teñido de un color azul oscuro, la semana anterior— siguió viéndose igual de desordenado que antes. Y sus ojeras profundas, ahora reveladas por la luz del sol, tan solo empeoraron su desastrosa presentación.
—Estoy de buen humor porque uno, vamos a pasar tres semanas lejos de todos los idiotas de nuestro colegio, y dos, tuve una noche maravillosa ayer con Keith y los chicos.
Keith Redwood era su novio a más de un año. También era el guitarrista de su banda, así que al decir "los chicos" Hannah probablemente se refería a los demás músicos.
—Ah, ¿sí?... —Allison sonrió con perspicacia—. ¿Y qué hicieron para que estés tan contenta?
—Te lo voy a contar una vez estemos en el bus... —Ella también sonrió, pero habló con una voz más baja y traviesa—. Papá y mamá nos siguen mirando.
Efectivamente, los Parker aún las estaban observando desde la distancia —y sacándole más fotos, claro.
—Ya nos despedimos, ¿por qué no se van de aquí?
—Déjalos. Están emocionados —La bajista terminó de acomodar su mochila—. Sus chiquitas puras y perfectas crecieron.
—Nunca fuimos puras, ni perfectas, y lo sabes.
—Pensándolo bien, estábamos más para demonios.
—¿Estábamos? Yo digo que lo seguimos siendo.
—Buen punto —Hannah se rio, agarrando a su hermana del brazo para que caminaran a la puerta del autobús.
Se subieron al mismo y pensaron en acomodarse en sus asientos de siempre, ubicados en una de las últimas filas del vehículo. Pero al llegar allá vieron que sus lugares ya estaban ocupados, por nadie más, nadie menos, que Taylor Merrick y su mejor amiga, la letal pelirroja Regina "Gina" Stevens.
El campamento Artemis realizaba un campeonato todos los veranos entre sus ocho equipos de campistas, llamado "La Flecha de Oro". Cada uno de estos grupos estaba compuesto por cincuenta adolescentes, y tenían un color y bandera distintos a los que debían representar. Además, sus cabañas estaban identificadas por estandartes del mismo tono y se ubicaban bastante cerca una de la otra, en "sectores".
Taylor Merrick era la "estratega" del equipo naranjo. La jefa de ellos, por así decirlo. Estaba a cargo de cinco cabañas, de los cincuenta adolescentes, y respondía a las órdenes de un monitor adulto, un hombre velludo y de corta estatura llamado Ulises Grey.
Por su posición, a años ella tenía una enemistad tenaz con Hannah, quien era la estratega del equipo magenta, y cumplía con sus mismas obligaciones.
—Merrick... Estás sentada en mi puesto —La bajista cruzó sus brazos, adoptando una expresión airada que Allison rara vez reconocía en su cara.
Taylor miró alrededor, haciéndose la tonta, como si estuviera buscando algo.
—Hm, qué raro, no veo tu nombre en ningún lado.
Uno de los párpados de Hannah tembló. Su gemela respiró hondo y se preparó para detener una posible pelea entre ambas. Porque, aunque la artista era bastante pacífica y simpática con personas regulares, cuando se trataba de Taylor toda su mansedumbre era lanzada a la basura.
No era una exageración decirlo; ambas se odiaban.
—Sabes muy bien que siempre me he sentado ahí junto a Ally, así que vamos. Retírate.
—¿O qué? —la otra muchacha la provocó, con una expresión malvada—. ¿Qué me harás?
—¿Quieres seguir viva para averiguarlo? ¿O te apetece ir a nadar con los peces del lago del campamento?
—O-kay... —Allison se deslizó entre ellas y se giró hacia su hermana—. Vámonos a otro lado, es mejor.
—¡Pero Ally!...
—Ella solo te quiere provocar. Y si le pegas ahora, nos echarán del autobús y no iremos al campamento en lo absoluto. ¿Es eso lo que quieres?
La chica de cabello azul respiró hondo y negó con la cabeza, sabiendo que, en el fondo, Allison tenía razón. Pero que aceptara la idea de moverse al medio del vehículo no significa que se había deshecho de su rabia. Por dentro, seguía furiosa.
—Esa perra...
—Hannah.
—¡Lo hace a propósito! —Las dos se sentaron, ahora en sus nuevos puestos—. ¡Tú misma lo dijiste!
—Te debe estar queriendo molestar porque está nerviosa. El equipo naranja tiene ocho Flechas de Oro en su historia y nuestro equipo también. Taylor fue la estratega durante dos de esos premios, y tú también. O sea que están empatadas. Este año decidirá cuál de ustedes fue la "mejor líder" durante su tiempo en el campamento.
—¡Lo sé! ¡Y por eso tenemos que ganar! ¡Yo tengo que ganar! —Hannah reclamó, y detrás de su molestia Allison percibió también un poco de temor.
—Daremos nuestro mejor y lo lograrás. Tranquila.
El autobús se comenzó a mover y los chicos presentes, a conversar. Las hermanas Parker, por suerte, se habían logrado sentar detrás de dos amigas que habían conocido en su primer año como campistas: Iris Martínez y Margaret "Maggie" Oswald.
Las jóvenes iban a colegios distintos a los suyos, pero a veces se juntaban con ellas en su tiempo libre para ver películas, comer comida chatarra en lugares de dudosa índole, o explorar los parques de la ciudad.
El viaje al campamento duraba una hora y media, así que tuvieron tiempo de sobra para actualizarse sobre sus vidas y compartir chismes con el dúo.
Tan solo en los últimos treinta minutos del viaje las dos chicas de al frente se distrajeron, y les dieron a Hannah y Allison un poco de privacidad para que volvieran a charlar a solas.
—Entonces... —La porrista le dio un empujoncito a su gemela y alzó las cejas un par de veces, de manera sugestiva—. Me dijiste que tenías un segundo motivo para sentirte tan bien a pesar de tu resaca.
—¡Ah sí!... Eso... —La otra muchacha desvió la mirada y soltó una risa corta, un poco nerviosa—. Ehm... Es que...
—¿Sí?
—Algo pasó ayer.
—¿Algo?
—Hm.
—Wow... —Allison no contuvo su sarcasmo—. Cuanta información interesante.
Hannah giró los ojos. Su rostro se sonrojó al pensar en lo ocurrido y ella terminó mordiendo su labio inferior.
—Es que ahora me dio vergüenza decirlo en público.
—¿Tú? —La porrista se asombró—. ¿Con vergüenza de algo?
La de cabello azul suspiró. Se giró hacia Allison, puso una mano al lado de su oído, y se inclinó al lado para murmurar:
—Tuve mi primera vez con Keith.
La atleta abrió su boca, sus párpados, y no logró contener su grito emocionado:
—¡PERRA!
Algunos campistas se voltearon para mirarlas. Pero para el alivio de ambas, no entendieron qué había pasado.
—¡SHH! —Hannah la calló enseguida, risueña—. ¡No necesitas anunciarlo a todo el bus!
—¡Es que no puedo creerlo! —Allison exclamó, de esta vez manteniendo un volumen bajo, que condecía con la importancia de aquel secreto—. Pero cuéntame más, ¿cómo fue todo?...
—Te daré más detalles cuando lleguemos al campamento —la otra prometió—. Pero por ahora te puedo decir que la pasé muy bien.
—¿Sí?
—Seeeh —La respuesta de Hannah se mezcló con su risa, y la de su gemela.
—Que bueno, Han... —Allison la llamó por su apodo—. Estoy feliz por ti. En serio. De todos los chicos con los que has estado, Keith es el que mejor me cae. Se nota que se importa contigo.
—Al contrario de Teo.
Mateo "Teo" Apollinaris había sido el primer amor de verano de Hannah, y también su primer corazón partido. Él era parte del equipo de Taylor, y actualmente salía con la mejor amiga de la estratega, Regina.
Desde sus asientos ambas podían ver a la cabeza del muchacho, quien se había sentado con sus colegas en la parte delantera del autobús. Su piel oscura y ojos pardos lo convertían en uno de los chicos más atractivos del campamento, y por ende uno de los más disputados.
Pero las hermanas Parker conocían sus fallas más feas, y una de ellas era su enorme y tóxico ego. Se creía el sol que iluminaba los cielos. El resplandor que hacía brillar el agua. La flor más bonita del jardín. Y este narcisismo incorregible fue la principal razón de su ruptura con Hannah, a un par de años atrás.
Desde entonces, ellos no habían conversado. Y aunque Mateo había hablado con Allison, queriendo usarla como mediadora, ella se negaba en ayudarlo a reparar la situación. Recordaba lo mucho que su hermana sufrió por él y francamente, si pudiera pegarle un par de manotazos sin repercusiones negativas sobre su nombre, lo haría.
—Él es otra razón de por qué quiero humillar al equipo naranja con nuestro puntaje este año —Hannah comentó, con una determinación que claramente nacía de un viejo deseo de venganza.
—Tendrás tu oportunidad, capitana.
—Estratega.
—Es lo mismo —Allison se rio y sacudió la cabeza.
El resto de su viaje fue tranquilo. Evitaron hablar sobre Mateo, y siguieron charlando sobre Keith. Al llegar al campamento, su atención se volvió a desviar. Ambas fueron recibidas por su monitora, la señora Alice Carpenter, quien las saludó con su típica sonrisa orgullosa.
La mujer trabajaba allí en el Artemis a dos décadas, y a sus cincuenta años era probablemente su funcionaria más longeva.
Allison nunca se lo dijo a nadie, pero a sus trece años tuvo un crush extrañísimo en ella. Fue ingenuo y tierno, sí. Pero pensar en la señora como algo más que una mentora ahora le resultaba raro. De todas formas, tenía que admitir que la señora Carpenter sí era bonita. Su cuerpo musculoso y su tez bronceada por el sol eran, bajo todos los estándares, atractivos. Y ella suponía que, de todas las personas más viejas que le podrían haber gustado, la monitora no era una mala elección.
O sea, Hannah una vez había tenido un crush en su profesor de química, Samuel Irving. El hombre no se duchaba, tenía el cuerpo de un ogro, y más barba que un vikingo. Eso sí era vergonzoso.
Pero, en fin. Gustos y gustos.
La señora Carpenter, despertando a Allison de sus pensamientos, le dijo a ella y a los demás campistas recién llegados que se fueran a sus cabañas, a acomodarse. Como aquel era el primer día de campamento, los jóvenes tendrían toda la jornada libre para que pudieran explorar el terreno, nadar en el lago Artemis, o charlar entre ellos. Además, podrían elegir en qué actividades competirían durante el campeonato, yendo a las mesas de selección que habían sido dispuestas afuera del comedor por los otros monitores.
Las gemelas Parker, al llegar a su residencia, se apuraron en guardar sus cosas para poder ir a inscribirse a las actividades luego. Así se asegurarían de competir apenas en categorías que les resultaran más fáciles, y no tendrían que meterse en otras disputas apenas para rellenar su tiempo libre. Además, la bajista —por ser la estratega de su grupo— les pidió a sus compañeras que hicieran lo mismo. Lo que llevó a los cincuenta campistas del equipo magenta a marchar juntas hacia las mesas, y sin querer chocar de cara con el equipo naranjo y su líder —quien al parecer había tenido la misma idea que ellos, ir a inscribirse temprano—.
—Llegan un poco tarde, Parker —Taylor bromeó con un tono pesado, antes de estirarle su mano y ofrecerle el bolígrafo que sostenía.
—Nuestras cabañas están mucho más lejos de aquí que las suyas, Merrick —Hannah le quitó el lápiz con una mueca molesta—. Además, es bueno que hayas elegido tus categorías antes que yo. Así sabré exactamente en cuáles tendré el placer de aplastarte.
La morena, jefa del grupo contrario, se rio de su irritabilidad.
—Veremos, Parker —Taylor metió las manos en los bolsillos de sus shorts y se alejó de sus enemigas silbando el estribillo del himno de su equipo.
Al verla marcharse junto a sus engreídas colegas, Hannah gruñó en voz baja y se giró hacia los monitores, sentados tras las mesas.
—¿En cuáles actividades ella competirá? —preguntó con evidente enojo.
Los adultos, entreteniéndose con su competitividad, señalaron los papeles en los que la muchacha había anotado su nombre. Hannah se metió a cuatro de las seis categorías seleccionadas por Taylor. Pero dos de ellas, en las que sabía no le iría nada bien, decidió no inscribirse, convenciendo a Allison de que tomara su lugar:
—Sabes que no puedo meterme a natación porque me da otitis todas las veces que entro al agua. Y sabes que en esgrima me iría fatal porque no soy tan rápida y ágil como tú.
—Han, tenía pensado en ser parte de la categoría de gimnasia...
—¡Eres porrista, básicamente haces gimnasia todo el año en el colegio!
—Por eso mismo quería meterme ahí. Es más fácil que ganemos puntos si estoy haciendo algo en lo que sé, me irá bien.
—¡Pero igual eres buena nadadora!
—Hannah...
—¡Vamos! ¡Intenta algo nuevo!
—Tú solo quieres que yo "intente algo nuevo" y me meta a natación porque estás determinada a vencer a Taylor en todo.
—¡Exacto! —La bajista no negó sus motivos y Allison giró los ojos—. ¡Es por una buena causa!
La atleta miró a los papeles y suspiró.
—Ya. Lo haré. Pero me tendrás que regalar esas botas que te compraste el mes pasado cuando volvamos a casa. Me encantaron.
—¿Las Chelsea?
—Esas.
—No... —Hannah hizo una mueca angustiada—. Todo, menos las Chelsea.
—¿Quieres que me inscriba en natación o no?
La chica de cabellos azules entristeció aún más su expresión, intentando darle pena a Allison. Pero el truco no funcionó, por más que lo intentara, y al final su molestia de la mañana volvió.
—Okay, dale —aceptó su derrota—. Son tuyas.
—¡Ha! ¡Un placer hacer negocios contigo! —La porrista se inclinó sobre la mesa con entusiasmo y escribió su nombre en la lista de los campistas que competirían en el lago.
Seguramente terminaría en último lugar en todas las pruebas. Pero si se ganaba esos preciosos zapatos al final de campeonato, la humillación valdría la pena.
Al terminar de llenar sus horarios para las semanas siguientes, las chicas y chicos del equipo magenta se fueron a las orillas del lago, donde pasaron el resto del día jugando vóley, charlando, escuchando música y bebiendo limonada. También aprovecharon su tiempo libre para pasar por el edificio de la administración y recoger sus brazaletes elásticos con los que se identificarían en el campamento.
Hannah fue la responsable de recoger la bolsa plástica llena de los accesorios en la oficina del coordinador, y de distribuirlos a los cincuenta miembros de su equipo, uno por uno. En sus cercanías, los estrategas de los equipos negro y verde también hicieron lo mismo.
Al terminar la faena, los campistas se dijeron hasta luego y se separaron, yendo a socializar con sus amigos de otros grupos y a caminar por el terreno a su alrededor.
Allison aprovechó la soledad del atardecer para arrastrar a su hermana al otro lado del lago Artemis, en un lugar un poco más apartado de la muchedumbre, para continuar conversando con ella sobre su noche con Keith.
—No teníamos pensado hacer nada ayer, sabes... —Hannah comentó, mientras ambas se subían a las ramas de un árbol cercano y se sentaban en ellas—. Salimos a la casa de Hugo, porque se tiró una fiesta, y bailamos, bebimos... lo normal. Hasta que de pronto algo más comenzó a pasar entre nosotros. Nuestros besos ya no se sentían iguales a los de siempre. Así que Keith me invitó a pasar la noche en su casa, porque quedaba más cerca de ahí que la nuestra, y yo, pues... —Se rascó la cabeza—. Le dije que sí... Y de ahí en adelante, te puedes imaginar lo que pasó.
—Sí, mejor no me des tantos detalles —Allison se rio y bajó la mirada a su pulsera, con la que se puso a jugar—. Pero ehm... ¿Te puedo hacer una pregunta?
—¿Hm?
—Ya oí a mis amigas hablar sobre sexo antes, no es nada nuevo para mí, pero... siempre me dicen algo parecido. Que les dolió. ¿Eso es verdad?... ¿O no?
—En mi caso, no —Hannah respondió con sinceridad—. Keith fue súper atencioso con todo y para serte sincera, aunque si se sintió raro cuando él... ya sabes... —Hizo un gesto con su mano para evitar decir la palabra "penetración"—. Después de unos minutos la experiencia comenzó a ser placentera. Pero también oí eso de que duele, y te juro que al inicio estaba tiesa como una tabla, pensando que eso me iba a pasar. Pero por suerte, nada me ocurrió... Creo que la experiencia varía de mujer a mujer. No todos nuestros cuerpos son iguales.
—Hm —Allison asintió y miró al lago—. Sabes... no tengo novio, pero... aun así la idea de tener una primera vez me pone nerviosa.
—Creo que mientras estés con la persona correcta, no deberías estarlo.
—Sí, pero el tema es encontrar a la persona correcta —la porrista comentó con una risa desanimada—. Y en mi caso, eso es difícil. Más difícil de lo normal...
—Porque eres popular.
—Por eso... y por algo más —Ella respiró hondo e intentó mirar a su gemela a los ojos, aunque el coraje le duró poco y acabó encarando al lago de nuevo.
—Ally... ¿Qué te pasa? Te ves... angustiada —Hannah señaló lo obvio, sin poder ocultar su preocupación—. Tú sabes que no te voy a juzgar por nada, ¿cierto?
—Sí... lo sé.
—¿Y entonces?
Este era el momento perfecto para decirle la verdad sobre su sexualidad. Para sincerarse, como lo había planeado por semanas. Pero la angustia de arruinar su relación con su hermana era demasiado fuerte.
También era ilógica, sí, porque Hannah no era ni de cerca homofóbica, pero... seguía siendo intensa.
Y por eso, no pudo hacerlo. No pudo sacar a las palabras que realmente quería decir de su boca.
Pero, para no dejar a la conversación colgando, sí decidió mencionar un tema sobre el cual nunca había hablado: Su fugaz y secreta relación con Robert Watts, el capitán del equipo de baloncesto de su colegio. No habían tenido nada serio, apenas unas citas bastante anodinas y unos intercambios sexuales rápidos, desastrosos, que no llegaron a calificar como coito. Pero seguía siendo parte de su experiencia, como un todo. Y por eso, podía y quería hablar al respecto.
—Yo... tuve algo con Bobby —Allison confesó, luego de tragar un poco de saliva y respirar hondo—. Y aunque todavía no tengo mi primera vez... Nosotros sí hicimos algunas cosas.
—¿Cosas? ¿Cómo qué? ¿Oral?
—Sí —Ella asintió, sintiendo su vergüenza comenzar a apretar su garganta y enrojecer su rostro.
—Eso igual es progreso —Hannah comentó, sin revelar su asombro porque sabía que su hermana se cerraría, y no volvería a tocar en el asunto nunca—. ¿Y por qué no saliste con él? O sea, ¿oficialmente? Nunca me dijiste nada, y en el colegio tampoco hubo rumores... Al menos no que yo me acuerde.
—Es que no me gusta Bobby —Allison respondió sin dudar—. Nunca me gustó.
—Ah... Entiendo —La estratega también pasó a mirar al lago—. Pero, ¿no te gusta nadie más de allá?
—¿Huh?
—Del colegio, digo. O de aquí. Debe haber al menos un chico que te llame la atención... —Hannah hizo una pausa más larga de lo común—. O una chica.
Al notar las implicaciones de lo dicho, la boca de Allison se desplomó y su rostro se llenó de miedo. Encaró a su gemela con la expresión de un criminal atrapado en flagrante, y casi se bajó de aquel árbol y echó a correr bien, bien lejos de allí.
Solo no lo hizo porque ella la volvió a mirar, sonriendo.
—Tú... —la porrista intentó mantener su respiración bajo control—. ¿Tú sabes?...
—No sé de nada hasta que me lo confirmes.
—Hannah...
—¿Qué?
—¿Cómo?
La estratega se rascó el cuello. Suspiró. Y perdiendo su expresión contenta, se explicó:
—Fui a buscar tu cuaderno de matemáticas el otro día, porque quería copiarte la respuesta de una ecuación que no lograba resolver ni cagando, y sin querer lo confundí con tu diario. Los dos tienen la misma tapa azul, sin etiqueta ni nada...
—¡¿Leíste mi diario?!
—Lo abrí en una página en la que estabas entrando en pánico por tu crisis de sexualidad, pero como te dije, no fue a propósito. Leí algunos párrafos por accidente antes de cerrarlo y devolverlo a donde estaba antes. Pero no lo revisé completo. Jamás haría eso.
—Pero leíste... —Los ojos de Allison se llenaron de lágrimas y ella no logró terminar la frase.
—¿Qué eres lesbiana? —Hannah lo hizo en su lugar—. Sí, lo leí. Pero no te iba a confrontar sobre eso hasta que tú me dijeras algo, o al menos lo intentaras... Y ahora pensé que me ibas a contar la verdad, así que decidí darte una ayuda, porque sé lo mucho que te cuesta hablar sobre cosas así.
—Y... ¿No estás decepcionada? —Ella preguntó antes mismo de pensar si era una buena idea o no hacerlo.
—¿Qué? —El rostro de su hermana se cerró, como el cielo en un día de lluvia—. ¿Por qué lo estaría?
Allison, al oír su cuestionamiento, colapsó. Al fin se bajó del árbol, sacudiendo la cabeza, y cruzó los brazos mientras caminaba hacia el lago.
Quiso llorar a solas en sus orillas, donde no molestaría a nadie, pero su plan falló miserablemente. Porque Hannah la siguió, tan obstinada a apoyarla como siempre, y la jaló a un abrazo apretado.
—Hey, no huyas...
—Lo s-siento...
—¿Lo sientes? ¿Por qué? Literalmente no tienes por qué disculparte. Por nada.
—Es que... q-quise ser honesta... y c-contarte todo... pero no pude. Traté, pero... no puede.
—No me debes nada —Hannah le dijo con sumo cariño, antes de apartarse un poco para mirarla a los ojos—. Y yo soy la que lo siente. No quería abrir tu diario... De verdad fue un accidente.
—Lo sé... —Allison se esforzó por frenar sus gimoteos y sorbió la nariz—. Tú no h-harías algo así a propósito... A no ser que el diario f-fuera de Taylor.
—Ah, bueno, sí. ¡Ese lo leería con una lupa! —La de cabello azul bromeó, sacándole una risa húmeda del pecho a su hermana—. ¡Lo encuentro y esa desgraciada nunca más tendrá paz! ¡Usaré todos sus secretos en su contra!
—Ella te trata demasiado mal... Creo que merecería que algo así le pasara —La porrista se secó las lágrimas y reemplazó su expresión triste con una ligeramente traviesa.
—Bueno, no sé si ella tiene o no tiene un diario. Pero sí tengo una idea para vengarme de ella, por ser tan molesta conmigo. Aunque podemos hablar sobre eso después...
—¿Idea? ¿Qué idea? N-No puedes dejarme colgando así.
—Bueno... —La sonrisa de Hannah volvió a aparecer—. ¿Qué dices si le damos un pequeño reproche hoy por la noche?
Allison sacudió la cabeza y se rio entre sus lágrimas, incrédula ante la infantilidad de su gemela.
Aunque al pensar sobre el comportamiento de Taylor tuvo que reconocerlo; sí quería verla sufrir un poco.
—¿Qué tienes en mente?
—Ah, no es nada demasiado grave... Solo un pequeño plan malvado —La estratega alzó las cejas un par de veces y su hermana cruzó los brazos.
—A ti te gustan esos.
—Pues sí. Cuando a esa perra le conciernen, me encantan.
La atleta le sonrió de vuelta.
—Ya... explícame qué quieres hacer, y veré si te puedo ayudar.
—¿No quieres hablar sobre tu secreto primero?
—No... —Allison sacudió la cabeza—. Porfa. Después. Por ahora, s-solo dime... ¿qué q-quieres hacer para molestar a Taylor?
Hannah, viendo que su hermana se estaba esforzando lo máximo posible para no volver a romper en llantos, decidió concordar con su deseo de posponer su charla, y le explicó todos los pasos de su plan, detalle por detalle, hasta que las lágrimas en sus ojos retrocedieron y su voz temblorosa se estabilizó de nuevo.
Para su sorpresa, Allison no tan solo la escuchó con atención, como terminó aceptando ayudarla con su travesura.
—El mundo realmente se va a acabar. La señora Perfecta quiere romper las reglas conmigo. Wow.
La porrista se rio, aunque su inflexión fue triste.
—Si algo valoro más que la perfección es la lealtad, Han. No puedo dejar que Taylor te humille, siendo que eres mi mejor amiga, ¿o sí?
—No —Hannah respondió con satisfacción y orgullo—. Supongo que no.
Y con otro abrazo más, su alianza contra la desafortunada joven fue forjada.
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