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Capítulo 4: "Pablo"

Pablo era el hijo del dueño de la fábrica de papel donde yo trabajaba, acaba de terminar sus estudios de económicas y comercio exterior en el extranjero, era unos dos años menor que yo, pero parecía que tuviera unos cinco o seis años más, no por su aspecto, si no por su forma de ser, era amable, respetuoso con todo el mundo, atento, inteligente, simpático y muy responsable. Físicamente tampoco estaba nada mal, la verdad, alto, moreno con ojos verdes con una mirada penetrante, siempre directa a tus ojos, hasta llegar a ruborizarte.

Era una persona de esas como se suele decir guapas por dentro y por fuera. Y lo que mejor se le daba era transmitir sus ganas de vivir y su alegría, era muy carismático.

Una mañana mi jefe me llamó a su despacho y ahí estaba el, sentado frente a su padre con una sonrisa en su cara mirándome, en ese momento lo supe ¡mi matrimonio no iba a durar para siempre!

No es que no me hubiera sentido atraída físicamente alguna vez por otro chico aparte de Víctor, pero lo que sentí en ese momento por Pablo no tenía nada que ver, era más que atracción física, era como un magnetismo hacia su persona, me ruboricé al instante de fijar mis ojos en los suyos, sentí una especie de reconocimiento hacia él, como si lo hubiera estado esperando toda mi vida, como si ya nos hubiésemos conocido antes.

Mi estómago empezó a centrifugar por decirlo de alguna manera y mi corazón, mi corazón se puso a latir como si acabara de correr en un maratón.

¿Cómo podía sentir tanto por un chico al que acababa de conocer?

Me senté a su lado como se me indico, sin querer mi brazo rozó el suyo al acomodarme en la silla y un escalofrío muy dulce se apoderó de todo mi cuerpo, en ese instante supe que sería difícil no enamorarme de él.

Básicamente me dijeron que tenía que encargarme de su incorporación en la empresa, puesto que como secretaria de dirección era la persona más preparada para enseñarle todos los entresijos de la misma.

Mi jefe quería jubilarse el próximo año y cederle la empresa a su hijo, como era lógico.

Así que Pablo seria mi sombra durante los próximos meses

Mentiría si dijera que no me gustaba la idea, al contrario, ¡me encantó! pero cada día que pasaba junto a Pablo mi vida personal se derrumbaba un poco más.

Yo luchaba para que no fuera así, de verás, esperaba a Víctor todos los días ansiosa por pasar un rato agradable con él, le propuse irnos un fin de semana los dos solos a algún lugar romántico, pero el nuca encontraba tiempo para nosotros y el poco tiempo que tenía se lo pasaba tirado en el sofá viendo su programa favorito, yo pasé a un segundo o tercer plano para él.

Mientras mi admiración por Pablo, aunque secreta, no paraba de crecer.

Era muy atento conmigo, educado, me hacía reír y a su lado me sentía valorada, como ya no lo había hecho Víctor, al menos desde que se convirtió en mi marido.

Una de las dudas que siempre tendré sobre mi matrimonio es el ¿Qué habría cambiado para nosotros entonces, si me hubiera atrevido a sincerarme con Víctor? antes de terminar perdidamente enamorada de Pablo, antes de que fuera demasiado tarde.

Supongo que si como dicen, el destino lo tenemos marcado, no habría cambiado mucho las cosas. De todos modos, no me arrepiento de nada, porque ahora se que, en ese momento actué como mejor supe y pude, Dios sabe que nunca he querido hacerle daño a Víctor ni a nadie.

De hecho la persona que acabó más dañada en todos los sentidos fui yo.

Porque a pesar del amor que sentía en ese momento, no supe disfrutarlo por el sentimiento de culpa que se estaba apoderando de mí.

Pablo no tardó en demostrar que sentía lo mismo por mí, para ser sincera yo ya lo había notado, pero lo que tanto deseaba secretamente por dentro, lo rechazaba por fuera. ¡Era una mujer casada! ¿Cómo podía hacerle eso a mi marido? ¿Y mis padres como se lo tomarían?, ¿Qué diría la gente?

¡Para mí era impensable!, ¡que vergüenza!

No es que me dijera directamente que sentía algo por mí, ¡pero vamos! las mujeres solemos darnos cuenta cuando un hombre se interesa por nosotras.

Pablo era atento con todas las compañeras, tenía siempre algo agradable que decirles a todas para alegrarles un poco el día. Pero conmigo era distinto.

Se mostraba atento y educado pero nunca intentaba adularme como a las demás, me tenía mucho respeto y lo sentía como inquieto cuando estábamos solos los dos en la oficina. Además lo pillaba mirándome muchas veces como si intentara leerme la mente, como si pudiera ver algo dentro de mí que ni yo misma veía.

Se interesaba mucho por mi vida, excepto por mi relación con Víctor, eso era un tema tabú para él.

Yo solía sacarlo a relucir como recordatorio (no sé si más para mí que para Pablo) cada vez que sentía que nuestra conversación se volvía más íntima, pero él con astucia cambiaba de tema hasta que conseguía sacar a Víctor de la conversación.

Me hacía sentir como si volviera a la adolescencia, cada día me sentía más viva, con ilusión por las cosas más sencillas de la vida, ir al trabajo se había convertido en todo mi mundo. Cuando llegaba a casa volvía a la realidad de mi vida, sola frente al televisor o mis libros, sin ver nada ni poder leer, porque mi cabeza no podía hacer nada más que pensar en Pablo.

Víctor seguía como siempre, trabajando y llegando a casa a altas horas de la noche, solo para cenar y quedarse dormido en el sofá frente al televisor. Y las noches me las pasaba soñando con Pablo, no eran sueños normales, eran como vivencias o recuerdos de momentos vividos juntos, paseos, largas conversaciones, besos y caricias dadas con amor y pasión, solo éramos Pablo y yo, como si Víctor no existiera en mi vida, como si mi pareja fuera Pablo.

Eran sueños muy bonitos y realistas, de los que te hacían sentirte más viva.

Por las mañanas llegaban los remordimientos y el dolor de la culpa. ¿Cómo podía mirar a Víctor siquiera?, me sentía fatal conmigo misma, pero gracias a que Víctor ya se había marchado a trabajar cuando yo me levantaba no tenía que mirarlo a la cara.

Así que me convencí a mí misma de que no tenía por qué sentirme mal por algo que no había pasado y que solo era un sueño, algo que no tenía por qué ocurrir nunca, porque yo quería a Víctor y no iba a permitir que pasara nada entre Pablo y yo.

Y como pasa con todo en la vida, lo inevitable pasó.

Era el último día antes de las vacaciones de Semana Santa y el cumpleaños de Virginia, mi compañera y una de mis mejores amigas desde que empecé a trabajar en la empresa. Virginia tenía unos 10 años más que yo pero su personalidad alegre y optimista junto con su situación personal felizmente divorciada, como ella misma la catalogaba, la hacían parecer de mi misma edad. Habíamos conectado desde el minuto 1 cuando empecé el primer día. Virginia cumplía 35 años y quería celebrarlo con sus compañeros y amigos claro, estuvo toda la semana insistiendo para que fuera, la verdad es que no me apetecía nada ir.

Por supuesto que quería celebrar el cumpleaños de mi amiga, pero sabía que había invitado a Pablo y aunque soñaba con estar con él, tenía miedo de pasar tiempo con el fuera de la oficina, la atracción entre nosotros cada vez se volvía más fuerte y hasta el momento la habíamos podido controlar a duras penas por encontrarnos en el trabajo siempre rodeados de papeles y gente. Pero yo no sabía cómo nos podríamos controlar en un escenario totalmente diferente, donde podíamos relajarnos con nuestros compañeros y tomar unas copas.

La química que había entre nosotros se había vuelto más latente. ¿Qué pasaría si nos permitíamos el lujo de bajar la guardia?

Yo no solía salir mucho sin Víctor la verdad, solo alguna cena de amigas de vez en cuando y porque era solo de chicas, los chicos solían quedar ese día por su cuenta.

Si hacíamos alguna cena de empresa solíamos llevar a las parejas, pero ese día Víctor no podía venir, tenía una reunión con un posible comprador de unas tierras, hacía tiempo que quería deshacerse de ellas, porque no le servían para mucho por su ubicación.

Así que no tuve más remedio que armarme de valor y aceptar la invitación para ir yo sola.

El día pasó sin contratiempos, no más de los habituales, papeleos, miradas furtivas de Pablo, sonrojos por mi parte, reuniones, etc. Hasta que se hizo la hora de terminar y dejar la oficina, ese día como era viernes terminábamos a la hora de comer y teníamos la tarde libre.

Era perfecto porque como todavía no le había comprado el regalo a Virginia lo aprovecharía para ir a comer al centro comercial y comprárselo.

Todo fue según lo planeado hasta que entré en una tienda de artículos para el hogar.

Virginia se había mudado hacia poco, después de cinco años intentando vender la casa que tenía en común con su exmarido, por fin la vendieron y con el dinero que le dieron por su parte decidió comprarse un apartamento en el centro y todavía lo estaba decorando.

Como había comentado que todavía le faltaban muchas cosas para la casa, pensé en comprarle yo algo, recordé que me había comentado la semana anterior que había visto en esa misma tienda unos cuadros trípticos de un buda que le encantaron y por supuesto quise apostar por lo seguro así que se los compré.

Me entretuve mirando unos relojes de cocina para casa, porque no teníamos y Víctor había comentado varias veces que sería útil tener uno, cuando escuche una voz que me resulto familiar, era Pablo preguntando por los cuadros que me acababa de llevar yo, recordé en ese momento que Pablo estaba delante cuando Virginia me dijo lo de los cuadros.

- ¡Lo siento Pablo pero has llegado tarde!-- le dije mientras me acercaba con una sonrisa, donde el se encontraba con la dependienta--

- Pues no se me ocurre que más puedo regalarle-- dijo Pablo con cara de preocupación- ¡tienes que ayudarme María, por favor!, tú la conoces mejor que yo y no tengo ni idea de que más podría gustarle.

No pude negarme, me puso cara de perrito triste después de ver como sus dueños lo dejan solo en la casa. Así que tuve que decirle que le ayudaría a encontrar algo para Virginia.

Pasamos la tarde de tienda en tienda para buscar algo que nos gustara y al final nos decidimos por un juego de té que habíamos visto en la primera tienda, eso siempre podría ser útil, por supuesto pedimos el tíquet regalo por si no le gustaba y decidía cambiarlo.

Tengo que admitir que lo pase muy bien, nos divertimos mucho buscando el regalo, Pablo tenía muchas ideas tontas sobre que le podía gustar a Virginia y parecíamos una pareja de novios haciendo sus compras para su nueva casa, de hecho varias dependientas se habían dirigido a nosotros como si lo fuéramos y llegue a un punto en el que me pregunte si era uno de mis sueños raros, porque de hecho me sentía como si estuviera en uno de ellos.

Sin darnos cuenta nos dieron las siete de la tarde y habíamos quedado a las nueve y media en casa de Virginia. Nos despedimos para irnos a casa a arreglarnos, con la promesa de que nos veríamos en la fiesta.

Al coger el coche note un ruido extraño, recordé que Víctor me había dicho que teníamos que llevarlo al taller porque le pasaba un poco la revisión, pero yo como siempre me había olvidado por completo.

No le di mucha importancia porque el coche parecía ir bien y llegue a casa sin contratiempos.

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