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Capítulo 1

Había una vez en un lejano reino, tan lejano que si mirabas hacia el atardecer lo perdidas entre las montañas, pero si lo veías al amanecer este brillaba como cientos de luciérnagas juntas en un solo lugar, un bello príncipe de cabellos rubios que tenía un enorme secreto; uno que el pueblo no conocía y ni siquiera él estaba al tanto de este, los reyes se habían encargado de guarda el secreto durante mucho tiempo.

Cuando él príncipe cumplió los 20 años y una corona de esmeraldas tan brillante como sus bellos ojos estaba posada sobre su cabeza, chocó con la princesa Lizeth y derrumbó su corona en un golpe sordo, todos los presentes se tensaron de inmediato y miraron al príncipe quieto, tirar la corona era como una falta de respeto. La princesa enrojecio de inmediato con vergüenza y se hinco en el suelo esperando piedad, sentía la espada del rey sobre su cabeza por haber chocado con él joven príncipe. Contrario a lo que esperaba, el rubio levantó a la mujer de cabellos rojos con una suave palmada en el hombro, la acercó a su cuerpo sin dejar de sonreír dulcemente y la besó. Y de esa forma vivieron felices para siempre, fin.

—Espera...—

¿Qué mierd...?

—¿Fin? ¿Por qué? ¿Qué pasa después? —estaba hablando el príncipe, encerrado en su habitación como...¿Casi siempre? Esto es extraño, se supone que tu no deberías de...—¿Solo se acaba y ya? —para empezar tu no deberías de escucharme, nadie puede hacerlo—Bueno, yo lo hago, pero responde a mi pregunta. ¿Ese ese el final de mi historia? —

Eh...pues si, así es como lo tengo planeado

—¿Pero que pasa después? —volvió a insistir confundiendo más a su narradora. El príncipe llevó uno de sus puños hacia su pecho presionandolo con fuerza y con los ojos tan abierto que parecía que estaba en shock...Oye ¿estas bien? —¿Solo me caso con una completa desconocida y ya? ¿Qué pasará conmigo después? ¿Voy a...desaparecer? ¡¿Dejaré de existir cuando mi historia llegue a su final?! —

Oh meliodas, claro que no, seguirás viviendo tu vida, pero todo de acuerdo a como yo la tengo planeada. La princesa liz vendrá en unos meses y ella y tu podrán...

—¡No! —¿Qué? —No quiero casarme con una caprichosa princesita que nunca he visto en mi vida, he estado todo el tiempo encerrado en esta maldita torre como un cuento para dormir—hizo un puchero algo adorable que infló esas mejillas carnosas—Estoy harto, ¿qué sucede conmigo y con mis sueños? —

¿Tus sueños? Fuiste creado por mi, tu historia ya está escrita en mi cabeza y debes de cumplirla al pie de la letra, para eso están los personajes de las historias, para hacer lo que los narradores y escritores dicen.

—¿Pará ti solo soy eso? ¿Solo soy el príncipe meliodas que imaginaste? —

...

—Soy mucho más que una simple invención de tu cabeza, estoy vivo, tú pones palabras en mi boca y mueves mis manos como si fuera un jodido títere de pueblo—gruño con la voz algo ronca y sus ojos oscurecidos por la rabia que sentía—¡Y deja de decir como me siento! ¡No solo es rabia, es impotencia! —

¡Pues lo siento, pero es mi deber narrar todo lo que ocurre!

—Pues entonces narra lo que va a suceder, porque no estoy dispuesto a seguir este cuento—

Sabes, para ser alguien de pequeño tamaño sin duda eres demasiado testarudo.

Meliodas sonrió levemente aún con un color rojo en sus mejillas por lo enojado que se sentía, rodó sus ojos esmeralda cuando escucho como la narradora lo describía detalladamente y empezó a caminar en dirección a la puer...¡No puedes salir!

—¿A no? Pues mírame hacerlo—y abrió la puerta decorada con oro y bronce de una manera algo violenta, el aire que se levantó alzó su capa haciendo que este volará durante algunos segundos y finamente vio el pasillo que estaba afuera de su habitación. Antes de dar un paso afuera, para la desgracia del príncipe y el alivio de la narradora, dos guardias le pidieron pasar utilizando sus lanzas para formar una cruz. Meliodas soltó un gruñido molesto apretando las manos en puños. Ay no, no te molestes—¿Cómo no quieres que me moleste? He estado encerrado en este maldito palacio toda mi vida solo permitiendo que tu hagas lo que tu quieras con una vida que no es tuya—

—Majestad, ¿Con quién habla? —el príncipe alzó su ceja mostrándose confundido, tanto que incluso relajo sus puños y se cruzó de brazos. Los dos caballeros de apariencia amenazante se irguieron para mostrarse superiores al príncipe e intentar que sus ganas de salir se desvanecieron. Los caballeros del miedo solo le dedicaron una mireada severa que le hizo recordar...recordar...oye, ¿te  encuentras bien?

—¿Este era tu plan? —habló hiper-ventilando—¿Crear caballeros que me causarán miedo? ¿Qué fueran como mi padre? ¿Tan cruel eres?—Sus ojos verdes se critalizaron con los recuerdos pasando por su cabeza. Chico, te juro que yo no...—¿Te consideras una diosa como para mandarnos como si no fuéramos nada? —

Oye, yo no los imagine nunca así, tampoco soy culpable de lo que sucede aquí, solo imagine un reino no tantos detalles. Se supone que son caballeros que deben de protegerte no aterrorizarte.

—¿Ahora lo ves? No sólo somos invenciones de tu cabeza, estamos tan vivos como tú, en nuestro mundo. No tienes derecho a que hagamos lo que tu quieres solo para complacerme y que digamos lo que tu quieres solo para hacer sentir bien o mal a los demás—meliodas inhaló hondo concentrándose lo más que podía para que su miedo no le hiciera renunciar a su nuevo camino. El camino que estaba escogiendo

Si te desvías del camino, podrías...

—Yo forjó el camino ahora—habló con la voz un poco más serena que hace unos minutos atrás en las que parecía que iba a huir de miedo. Miró a ambos caballeros que lo seguían viendo como si fuera un bicho raro y les devolvió la mirada con más maldad que la que ellos le dedicaban. Incluso sus armaduras de metal se tambalearon por lo amenazante que se veía el príncipe de ojos verdes—Caballeros, soy el Meliodas II, hijo de Enrique IV, heredero al reino de Edimburg y juro que los llevaré a la orca si no me dejan salir ¡ahora! —terminó en un grito que incluso hizo eco por los pasillos y asustó a las damas que iban pasando por ahí. Lo había vencido, los caballeros del miedo pronto se volvieron pequeños por el susto que les había dado sus palabras y meliodas se sintió más seguro de su mismo. Con miedo, cualquier cosa se veía gigantesca como si no pudieras con ella, pero si tenías el suficiente coraje para enfrentarlo pronto te darías cuenta que el dragón solo era un pequeño ratón.

—¡S-Si su majestad!—y se hicieron a un lado aún temblando y permitiéndole a meliodas salir de su enorme habitación. No tardó en poner un pie afuera con su corazón latiendo a gran velocidad por la emoción de por fin ser capaz de moverse por su propia voluntad, salió de ahí caminando por el pasillo con sus zapatos con un pequeño tacón haciendo eco por el lugar, miró las pinturas de las familias reales que le antecedieron. Vio el retrato de su abuelo, Meliodas I, quien no tenía ningún parentesco con él. De pequeño había pensado que le habían puesto ese nombre porque se parecía a su abuelo, tarde descubrió que sólo fue por el valor sentimental del nombre y no por lo parecidos.

No se parecía a nadie de su familia, todos lo miraban raro y no soportaba que vieran a su madre como una cualquiera. Era el hijo legítimo del rey, no era una escoria fruto de la infidelidad de su madre con algún plebeyo del pueblo. Le molestaba constantemente pensar en eso.

—Es incómodo estarte escuchando hablar y narrando lo que hago, ¿sabes? —

Lo siento, es mi trabajo

—Como sea—dijo en voz baja y con una mueca de incomodidad dejando de ver el cuadro de su abuelo y empezando a caminar de nuevo hacia donde el viento lo llevara, escuchando el murmullo de los ángeles en su oído y dando vueltas por cualquier lugar con la mirada curiosa—También es extraño escucharte usar metáforas, ni siquiera hay viento aquí y no creo en los ángeles o las diosas. No escucho nada más que a ti—hizo un puchero.

Le quitas la magia a todo esto, debe de verse inusual, mágico, como si el destino te estuviera llamando hacia algo desconocido, estas rompiendo cualquier regla y estas haciendo tu propia historia, en contra mía por supuesto, pero aunque lo estoy intentando no puedo hacer que hagas lo que yo quiero, además, es una forma linda de decir que no tienes ni idea de a dónde ir.

—Claro que se a donde ir—se río burlesco entrando a una habitación que no estaba decorada con oro. Miró hacia al frente aún sin quitar esa sonrisa burlona y apenas lo hizo, su cara de puso del color de la fresa. Una de las empleadas estaba semi desnuda poniéndose su vestido de trabajo.

—¡Kyaaaaaaaa! ¡No mire! ¡Pervertido! —

—¡Gyaaaaaa lo lamento mucho! —y cerró la puerta de un portazo yendo hacia la dirección contraria sin poder soportar la vergüenza. Había abierto una puerta equivocada y ahora estaba avergonzado, aún no se decidía si era por que era la primera vez que veía el cuerpo de una mujer de esa manera o si era porque le había llamado pervertido. No lo era, se negaba a serlo—Bien, tienes razón—murmuró en bajo con la mirada perturbada—No tengo ni idea de a dónde estoy yendo o que debo de hacer. Es difícil escribir tu propia historia—se quedó quieto mirando a la ventana más cercana y viendo a la ventana como si deseara que le salieran alas para poder irse volando hacia donde sea que sus alas lo llevarán.

Estaba indeciso, no sabía ni que debía de decir o hacer, nunca se había puesto a pensar en algo más que no fuera el trono. La corona de oro en su cabeza para dejar de lado de lado la que traía puesta en esos momentos. La que tenía las esmeraldas clavadas, con diamantes pequeños, plata y oro. El sonido de una risa de un niño fue lo único que lo sacó de sus pensamientos.

—Hace años no voy al pueblo—murmuró—Creo que fue hace 16 años que no salgo del castillo para nada—

Es es muy rapunzel de tu parte majestad

—Ese cuento para dormir que mi madre me contaba—sonrió un poco. Se quedó aún quieto admirando el paisaje del cielo despejado con el sol brillando sobre la capital de su hermoso reino y para cuando dos pájaros pasaron volando jugueteando entre ellos, fue cuando frunció el ceño tomando una decisión—Bien, saldré de este palacio y veré a mi pueblo como debe de ser—

¿Seguro?

—¡Claro! Necesitan recordar que tienen un príncipe nishishi—soltó risitas caminado con más entusiasmo hacia la que sabía que era su salida. Miró sus ropas un poco con una mueca y suspiró algo desanimado, nada que ver a sólo 10 segundos antes. Los cambios repentinos de humor del príncipe le estaban empezando a provocar jaqueca a su narradora—Si salgo de esta forma sabrán que soy el príncipe—

Era tu plan ¿no?

—Si, pero no quiero que me traten con una falsa sonrisa solo porque saben que soy de la familia real—era una buena lógica, empezaba a pensar que lo único que había en tu cabeza era terquedad—Idiota—exclamó molesto nuevamente, con sus fuertes manos temblando un poco sin estar muy acostumbrado a hacerlo tocó con la yema de los dedos las gemas de su corona, la retiro de su cabeza dejando de sentir la presión que la realeza ponía sobre su frente y la miró una vez en sus manos sintiendo un hueco en su corazón. Si no tenía la corona puesta, ¿quién era entonces? —Necesitaré un disfraz—se dio media vuelta dispuesto a ir hacia su habitación para encarar a sus guardias y tomar lo necesario para salir al pueblo vestido como pueblerino, sería difícil sabiendo que sus ropas eran nobles—¡Y tu vas a ayudarme!—le grito a la...

¿¡QUÉ!?

*

Ya más o menos vieron como va a estar esto XD✨

Otra cosa, los capítulos de esta historia no serán tan largos, pero tampoco serán cortos. Serán un punto intermedio hasta donde yo considere que quedará bien ^^💕

Tengan paciencia, esta historia tiene muchas sorpresas y la trama me ha gustado mucho, desde este primer capítulo pueden ver la clase de persona que es este meliodas.

Espero les haya gustado ¿Cuál fue su parte favorita?

Disculpen faltas de ortografía y nos veremos luego

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