
Capítulo 6: Ni un solo día
Mentalmente, sabía que no estaba preparado para aquello. La inseguridad que había desaparecido a lo largo de la semana, había vuelto.
Caminaba por la Casa, intranquilo detrás de Tay Mason porque nos dirigíamos a la nave que nos llevaría a la arena. Me agarraba del dobladillo de la camiseta de entrenamiento aún sin entender nada. El silencio en los pasillos era sepulcral. Nadie decía nada, nadie cuchicheaba. Así había sido desde que Esics lanzó la bomba el día anterior al de la prueba.
Estaba entre mis potenciales asesinos o gente a la que tendría que matar si mi vida dependía de ello.
Las cámaras grababan nuestra marcha, como una sombra sobre nosotros.
No habíamos desayunado y podría no haber sido un dato importante si no hubiese sido porque el desayuno antes de la primera prueba fuese emblemático. Siempre había sido un momento importante, a la gente le encantaba. Pero nuestra edición era diferente, en todos los sentidos y no era de extrañarme que los cambios solo fuesen en aumento.
«¿Viviré lo suficiente para ver todo lo que traman?», pensé sin querer. «Claro que lo haré», tenía que hacerlo. Estaba viviendo el sueño de mi madre, tenía que hacerlo valer.
Mamá... Ella estaría viendo el programa sin descanso, habría estado analizando todo lo que hacía y apoyándome desde el otro lado de la pantalla. Ojalá haberla tenido allí. Ojalá haber hecho que nuestra despedida hubiese durado un poco más porque delante de nosotros se cernía la nave y nadie sabía que sería de mí.
—Soy Atlas y este es mi momento —dije en voz baja, casi inaudible, pero el hombre que iba detrás de mí soltó una carcajada y dijo:
—Será rápido.
La voz de Hawthorne sentenciaba. Había deducido que sabía a la perfección cómo funcionaba este mundo y había empezado a no ignorar sus murmullos. Era la voz de la experiencia. No se había equivocado cuando dijo que las risas se disiparían y no creía que lo hiciese ahora.
Si nos analizaba bien... La ropa que llevábamos no estaba hecha para la playa, no habíamos desayunado, nadie nos había dado instrucciones de nada. Obviamente, aquello sería rápido.
—¿Cuánto estimas que durará? —dije un rato más tarde, cuando ya nos habíamos detenido y los concursantes estaban entrando de uno en uno en las diversas naves.
—Lo suficiente como para que nos rajemos el cuello los unos a los otros.
La primera nave se llenó y despegó, mas la vimos levitando sobre el mar, a través de los cristales de la casa. Así con las siguientes hasta que en la quinta entramos nosotros.
Por dentro, la nave era toda blanca y una luz morada y tenue invadía la estancia. Los asientos, colocados enfrentando dos filas de cinco, estaban pegados a la pared, con una mínima separación entre ellos. Sobre la cabeza de cada uno, una pantalla que retransmitía el programa. Los diez que cabíamos allí, nos sentamos en orden de entrada, por tanto, me encontré entre Tay y Hawthorne cosa que no me terminó de hacer mucha gracia.
Tay me dedicó una sonrisita feroz cuando los asistentes del programa nos ayudaron a ponernos los cinturones.
—¿Nervioso, principito?
—¿Por qué debería estarlo?
—Porque, ¿quién no lo estaría cuando tiene a su asesino al lado? ¿A caso no los estamos todos?
—Que alguien le corte las cuerdas vocales, por favor —dijo Ryuu sin ningún escrúpulo. Tay echó su cuerpo hacia delante para ver al hombre mejor, con cara de pocos amigos—. Sería un favor para todo el mundo.
Ryuu Hawthorne me provocaba escalofríos, pero en aquel momento, por muy raro que sonase, sentí ciertas ganas de palmearle el hombro. Justo cuando Tay Mason se disponía a replicar, el himno del programa empezó a sonar y los presentadores aparecieron sobre las cabezas de los aspirantes de enfrente, de cuyos nombres no me acordaba.
A su vez, el suelo empezó a vibrar. Nos íbamos. Suspiré, me reacomodé en mi asiento y miré a la pantalla.
—Bueno, Marlo, he de decir que no hallaba la hora de que esta prueba tuviese lugar.
—Eilyn, ni tú ni nadie. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que una semana de espera ha sido demasiado para nuestros pobres corazones.
—Pero... También nos ha dado tiempo para conocer un poco más a nuestros aspirantes a héroes. Por favor, veamos algunas de las mejores tomas de la semana.
En la pantalla empezaron a salir distintas imágenes de aspirantes luchando, comiendo, riendo, trazando planes. Incluso Tay y yo salimos en alguna toma. Todo aquello se me hacía lejano, aunque no había pasado mucho desde entonces. Hacía no más de 24 horas, todos éramos un equipo. Ryuu también tuvo su momento de protagonismo en la secuencia.
Era de noche, estaba en la sala de entrenamiento solo e intentando ponerse de pie. Sin embargo, no lo conseguía, temblaba y se caía. Le oí maldecir a mi lado y supuse que no contó con que aquello también fuese filmado. La secuencia se repitió en un par de ocasiones más. Supuse que en días diferentes por el cambio de vestuario.
Ryuu intentaba ser útil y entrenar, pero nada funcionaba.
Supe que no fui el único que pensó que Ryuu sería el primero en ser cazado.
Le miré de reojo y su cara estaba pálida. Humillado y expuesto. Se cogió la cabeza con una mano. Vi su silla de ruedas que de poco le serviría en el campo de batalla...
Tras Hawthorne, aparecieron Rory y Arlo luchando (o por lo menos aquello parecía), contra una gran mujer. Sí, esa que siempre los acompañaba y de la que no fiaba ni un pelo. Apareció Rory llorando y comiendo, y apareció ella abrazando a Arlo como si su vida dependiese de ello.
Aurora iba a proteger a Arlo. Yo lo sabía, ella lo tenía más que claro. Estaba segura de que ella no sabía ni cómo ni de qué manera sería capaz de salvar a Arlo, pero en su mirada veía la determinación aterradora de aquella niña que tanto me había querido. De aquella amiga que lo habría arriesgado todo por mí. De aquella niña que posaba sin dientes para una foto y un recuerdo.
Un nudo se me formó en el estómago... Yo no podría cuidarla esta vez y si algo le pasaba, tampoco habría tenido la oportunidad de protegerla. Aquel pensamiento me había estado machacando durante la semana, pero ahora mucho peor. Y aunque por un momento me hubiese aliviado el hecho de no luchar contra ella... Me aterraba mucho más el tenerla a kilómetros de distancia.
Volvieron a salir imágenes de gente desconocida abrazándose, dándose ánimos y motivación. Gente en la biblioteca estudiando técnicas de lucha, apuntando en sus libretas todo lo que el holograma hacía. Gente que marchaba a la enfermería. De nuevo salió ella y no sé si fui capaz de disimularlo, pero juro que cuando vi las imágenes en que Rory y Tay se besaban mi mandíbula rozaba el suelo.
—¡Uh...! Parece que el amor también ha florecido en las paredes de la Casa —dijo Marlo una vez concluida la escena del beso y, por tanto, "las mejores tomas de la semana"
— La verdad es que el tiempo de espera para la prueba ha dado para mucho. También para encariñarnos de nuestros aspirantes y creo que no soy la única que ya tiene sus favoritos.
—Ciertamente, querida. Las casas de apuestas están a reventar...
Mi mente se disoció por un momento de la realidad. ¿Debí de haber deducido que Tay y Aurora tenían algo? Me pellizqué, aquello no era importante. Pero por supuesto que debí de haber sumado dos más dos y haber sabido que Tay se escapaba por las noches a ver a Rory.
—¡Gobernador Lowell! —El rostro de mi padre en cámara, llamó la atención de todos— ¡Gobernador! —Mi padre, con gesto serio, se dignó a mirar al reportero—. Si es tan amable de responder, ¿ha apostado por su hijo?
—No —respondió sin especificar ni dar más detalles.
Resoplé frustrado, me habría encantado saber su respuesta, aunque si sobrevivía a aquella prueba, lo descubriría. No era un misterio para nadie que después de cada prueba, informaban a cada uno de los participantes (individualmente) del apoyo recibido por las masas.
—¡Gobernadora! ¡Gobernadora! ¿Y sus apuestas?
—Voy a confesar que no he apostado por mi hijo, pero por un motivo... Ustedes saben que si gano en mi apuesta, buena parte del dinero que dé, será destinado a la familia de la persona por la que haya apostado, ¿verdad? —Oí como el periodista afirmaba—. Nosotros no necesitamos el dinero. No apuesto físicamente por mi hijo, pero confío plenamente en sus capacidades y sé que pasará de fase.
Aquello hizo que mi corazón se llenase plenamente por unos instantes.
—Entonces, gobernadora... ¿quién es su caballito ganador? —insistió otro reportero, pero mi madre, recogiéndose las faldas de su vestido gris, se negó a responder con aquella elegancia que la caracterizaba.
Yo sabía quién era su apuesta. De hecho, estaba seguro de que mi madre lo había apostado todo por Rory.
Siguieron grabando la silueta de mi madre y antes de fundirse con la multitud, giró la cabeza de nuevo y sonrió. Ella sabía que la estaba viendo, ella sabía que me estaba cuestionando cómo ayudar a Rory en esta prueba. Aquella sonrisa era de complicidad, un tranquilizante a mis dudas.
Mamá no podía ayudarnos de ninguna manera en el campo de batalla a ninguno de los dos, pero sí darle a Rory motivos para luchar. Mi madre sabía que el objetivo de Rory a lo largo de estos años era conseguir dinero para sobrevivir y si pasaba de fase... Si pasaba de fase y contaba con el apoyo de las apuestas de la gobernadora... Digamos que el padre de Rory podría cenar un banquete todas las noches durante una larga temporada.
«Bien hecho, mamá. Solo falta que Rory entienda el mensaje»
Y yo quería sobrevivir a aquella prueba para cerciorarme de que ella lo había captado.
•••
Habían pasado unos minutos de calma y de ver el programa tranquilamente, cuando todas las luces de la nave se apagaron y la gente empezó a entrar en pánico. Sin embargo, el programa se seguía retransmitiendo en la pantalla unos minutos más, pero todos comenzamos a murmurar inquietos.
—¡Esto está a punto de comenzar, Marlo!
Los murmullos se convirtieron en diez personas pegando voces en una nave.
—¿¡Cómo va a estar a punto de comenzar?! —gritó Tay Mason a mi lado, manifestando los pensamientos de todos—, Ni siquiera hemos aterrizado.
Todas las pantallas empezaron una cuenta atrás simultánea.
—10.
—¿Qué está pasando? —dijo una muchacha.
—9.
—¡No estamos preparados para esto! —gritó otro.
—8.
Los cinturones que nos mantenían bien pegados a los asientos, se afianzaron más a nuestros cuerpos y sentí cómo se inclinaban.
—7.
El suelo de la nave, se partió en dos, abriéndose. La silla de Hawthorne salió volando por los aires. Una ráfaga de viento cortante invadió la estancia y la voz mecanizada que contaba hacia atrás, no se detuvo. Ya iba por cuatro.
—3.
Empecé a hiperventilar. ¿¡Nos iban a soltar allí mismo!?
Tuve que cerrar los ojos y apretar los cinturones del asiento.
—Mierda, mierda, mierda.
Hawthorne se retorcía en el sitio.
—¡Sacadnos de aquí, malditos desgraciados de mier...!
Hawthorne no terninó su frase.
—1... Que el destino esté de la mano de nuestros salvadores.
Caí. Nos tiraron.
Apreté los labios para no gritar y subí el mentón hacia arriba. Un cosquilleo en la tripa... La adrenalina, el sentir la presión y la fuerza del aire contra mi ser. Me vibraba todo el cuerpo y cuando decidí abrir los ojos, la silla estaba a medias de desaparecer, como si el viento soplase y se la llevase, y mi ropa de entrenamiento se convertía en un neopreno que se aferraba a mi piel mientras caía.
De repente, un clic. Un paracaídas se accionó por arte de magia justo cuando empezaba a vislumbrar el follaje. Las ramas me arañaron el rostro mientras caía y me quejé audiblemente al tocar el suelo, aunque el paracaídas hubiese amortiguado de forma considerable el golpe. No había sido suficiente.
Miré a mi alrededor. Mi pecho subía y bajaba rápidamente. No conseguía acompasar mis respiraciones y levanté la vista. Había caído de a saber cuántos kilómetros. Nos habían tirado sin previo aviso, ¡estaban locos! Nos querían matar, desde luego.
Me pasé una mano por el pelo y me pellizqué. No, no era un sueño y mi neopreno era resistente. Me palpé la cara. Fue entonces cuando volví a la realidad. Estaba sangrando. Estaba en la arena.
Todos mis sentidos se agudizaron de golpe. Un pájaro cantaba a lo lejos y por ahí escuchaba también una cascada.
¡Agua! Agua me vendría muy bien para las heridas.
No oía ni una voz, ni un solo grito o pisadas. ¿Estaba solo? O, lo más importante, ¿por qué estaba solo? No tenía ningún tipo de sentido.
Aún seguía aturdido y temblaba un poco por la caída. Era una sensación extraña la que invadía mi cuerpo.
La cascada estaba más cerca y la vi entre las ramas de los arbustos, pero no fui el único.
Antes de que pudiese llegar a la orilla, un muchacho apareció casi arrastrándose en dirección a la cascada. Aun llevaba su paracaídas atado. Iba dando tumbos, pasos pesados y movimientos poco cuidadosos, pero era de esperar. Si miraba bien, un charco de sangre era el que se formaba a su alrededor, mientras se ponía de rodillas para coger agua.
Cambió de ángulo, pude verle mejor. Tenía clavado un cuchillo en el costado y su cara tenía cortes aquí y allá. Debía doler. A mí me ardía la cara y apostaba a que no estaba ni la mitad de maltrecha que la suya.
—Vaya mierda... —susurró para, segundos más tarde, sacarse el cuchillo con un alarido horrible.
El chaval no era mucho más mayor que yo. Dejó el arma blanca en el suelo y se dedicó a echarse agua despreocupadamente para aliviar su dolor.
«Podría matarle perfectamente. Solo tengo que acercarme lo suficiente como para coger ese cuchillo y rebanarle el cuello... En el estado en el que está, aunque no me diese tiempo de coger el arma, podría asfixiarle fácilmente o quizá...», callé mis pensamientos y me asusté.
No llevaba ni una hora en aquella arena y ya estaba barajando la posibilidad de quitarle la vida a aquella persona. ¿Por qué? No tenía motivos para atacarle, no tenía nada por lo que luchar contra esa persona. Ni siquiera sería una batalla justa. No podía estar pensando en lo que estaba pensando.
«Podría ser él o yo»
Pero la sensación que me invadió fue aterradora y me iba a dar la vuelta justo cuando escuché a aquella persona toser.
Había sumergido la mitad de su cuerpo y bebía agua, llevaba un rato haciéndolo, pero el líquido que antes había sido cristalino se había tornado verdoso y un olor putrefacto llegaba hasta mis fosas nasales.
El chico tenía que salir de allí, pero no se movía. Creo que fue la culpa por mis pensamientos anteriores la que me impulsó a salir de mi escondite e intentar ayudarle. Acorté corriendo la distancia que nos separaba y metí mi cuerpo en aquel líquido asqueroso.
Sellé mis labios y levanté la cabeza para no tener contacto alguno con el agua.
—¡Ayuda...! —la voz de aquella persona era un grito roto de súplica.
Intenté moverme dentro del agua, pero se me hacía difícil. Espesaba por momentos y el muchacho perdía el color.
El verde, se convirtió en marrón... ¿Arenas movedizas?
La tierra se pegaba en la piel del muchacho. Se le metió en los ojos, en la boca y yo no podía seguir avanzando. No podía. Sus gritos cesaron.
Me quedé quieto. La tierra solidificó y el chico... El chico parecía una estatua hecha de arena.
Otra vez silencio. Miré a la estatua durante unos largos instantes, sin probar a sacar la mitad de mi cuerpo enterrada en la arcilla. Paralizado. Y lo único que pudo sacarme de ese estado fue la vibración que noté en mi brazo.
Lo miré y vi que allí había una especie de pantalla, un número y un temporizador que seguía contando. 99. Éramos 99 entre las dos arenas y aquello no acabaría hasta que quedasen menos de la mitad. Mi brazo volvió a vibrar varias veces seguidas. 96.
Tenía que salir de allí.
•••
Habían pasado varias horas desde nuestra llegada a la isla. Había buscado algo de comer y después de ver la muerte del primer chaval, supe que me tenía que andar con cuidado. No cogí ni las frutas más llamativas ni las de mejor pinta, cogí las peores. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero que siguiese vivo tenía que significar algo.
No me había cruzado con nadie y mi brazo solo había vibrado un par de veces más. No sabía en qué arena se habían sucedido los asesinatos, tampoco sabía si quería saberlo.
Lo había estado pensando y si me quedaba donde estaba tal y como había hecho, podía aguantar hasta que solo quedasen 48 participantes. Si nadie me encontraba, nadie me mataría y si nadie me mataba, eso significaba que estaría en esos 48. Pero qué cobarde me sentía.
¿Por qué? Porque no había salido de la misma zona desolada desde mi llegada a la isla. Ni siquiera me había atrevido a ir a buscar armas porque no sabía lo que me encontraría y no, no temía por los participantes (o al menos no eran mi mayor preocupación), temía por las trampas.
Necesitaba un poco más de tiempo para armarme de valor de nuevo e ir a buscar armas. Cosa que debía de ser pronto porque el filo del cuchillo que le había quitado al muchacho, ya no cortaba demasiado y, además, tenía una sed increíble.
Sudaba muchísimo y no había bebido una gota de agua desde nuestra llegada. Y de eso habían pasado...
Doce horas. Sabía que no podía pasar mucho más tiempo sin beber y que debía de buscar "el refugio" con las armas y la comida de cada año, pero pronto anochecería y, en su lugar, decidí recoger los restos de mi paracaídas para crearme un lugar donde dormir escondido entre el follaje.
Iba a ser misión imposible hacer algo medio aceptable, pero aun así me esmeré en crearme una cama cómoda con unas muchas hojas que parecían blanditas y la lona por encima.
Todo aquello era extraño. En entregas anteriores, una persona se había encargado de explicar cómo conseguir armas o, simplemente, cómo sobrevivir en la arena. Siempre había habido alguien que explicase cómo iba a ser todo, sin embargo... Esta vez nos habían dejado a nuestra suerte.
Suponía que habría algún punto donde encontrar algo, lo que fuese, porque el espectáculo no sería el mismo sin algo entre manos con el que hacer sangrar al enemigo.
Novedades, novedades y más novedades.
Terminé de atar la lona entre los árboles, después de doblarla sobre sí misma, con unas cuántas hojas entre las capas y decidí tumbarme. Puse mis manos sobre el estómago y suspiré.
Quise imaginarme la cara que tendría mi madre en aquel momento. ¿Estaría orgullosa de mí? ¿Habría estado haciendo lo que ella habría hecho? Suspiré y quise dejar mi mente en blanco mientras intentaba disfrutar de como el cielo pasaba de azul a anaranjado.
«Mañana saldré de aquí», pensé muy seguro de mí mismo, mas no sabía lo que se avecinaba en tan solo unos instantes.
El sol ya se estaba poniendo y calculé que tardaría unos 12 minutos en que la isla oscureciera del todo.
La primera bomba estalló poco después, causando tal estruendo y vibración que me caí del lecho que me había creado.
La arena se pegó a mi neopreno a causa de una humedad que no había sentido anteriormente. De repente el ambiente estaba cargado y denso, como si una especie de bruma acuosa envolviese la estancia. A lo lejos, entre los árboles de la jungla se veía una columna de humo.
¿Habrían provocado los participantes aquella explosión o habría sido parte del programa? No ponía la mano en el fuego por ninguna de las dos teorías.
Pegué un salto del susto al escuchar la segunda y me puse de pie. La columna de humo se convirtió en llamas que se acercaban más y más. El olor a quemado empezaba a ser notable y mis pies se empezaron a mover solos cuando escuché la tercera bomba muy, muy cerca de donde estaba.
No me dio tiempo de recoger nada, salí disparado.
Era difícil correr en la arena. Aunque mi traje estuviese preparado, levantaba polvo cada vez que daba un paso porque mis pies se hundían en ella y tenía que levantarlos más de la cuenta.
De todas formas, la adrenalina que invadía mi cuerpo y el fuego detrás de mí amenazando con acabar conmigo hicieron que todo me diese igual, el costo de correr, los rasguños causados por el follaje y solo esperaba que el incendio no me rodease porque ahí sí que sería mi final.
Mi objetivo era llegar a la playa... Estaba muy lejos de ella. Realmente, ni siquiera sabía dónde estaba y el ruido a mi alrededor tampoco me permitía saber mi paradero. El rojo del cielo se camuflaba entre las llamas.
Giré a la izquierda y fue una mala idea.
La cuarta bomba calló a mi lado y cuando explotó salí volando por los aires en dirección contraria. Mi oído empezó a pitar. Me levanté como pude, pero estaba mareado y todo daba vueltas a mi alrededor.
—Joder —maldije al palpar mi cabeza y encontrarla sangrando bastante.
Volví a correr costosamente.
Mi vista estaba medio nublada y hacia un efecto túnel que no me ayudaba en lo absoluto. Las llamas me comían la espalda. Literalmente, sentía el calor abrasador a través del neopreno. Aunque mareado y abrumado por el humo, me obligué a ir más rápido. Con todas mis fuerzas salté arbustos, pisé charcos y tosí lo menos posible.
Quinta bomba. Mi brazo vibró. Alguien había muerto y... Mierda, me alegré de no haber sido yo. Aun así cuando conseguí llegar a la orilla y miré hacia todo el interior de la isla en llamas, dudé de los propios latidos de mi corazón.
Uf... Aquello había sido difícil... Pero solo había sido el principio.
—¡Hola, principito! —escuché que gritaban a mis espaldas.
Tay se encontraba allí, frente a mí. Llevaba un machete en sus manos y un líquido escarlata escurría sobre el filo, cayendo en la arena. Sangre. Sangre que no era suya. Pude apreciar bien la cara de Tay Mason, distorsionada, macabra y me miraba como si yo fuese la próxima víctima de su arma.
Fruncí el ceño. Seguía sin escuchar mucho, pero los gruñidos de dolor o los gritos de algunos participantes me hicieron abrir los ojos y darme cuenta de la situación.
A mi alrededor todos y cada uno de los aspirantes estaban luchando por sus vidas. Di un pequeño vistazo de nuevo al fuego. Nos habían obligado a salir y pelear.
—Pensé que te habías escondido como un niño entre las faldas de su mamá —dijo mientras se acercaba a mí.
Sangre, sangre y más sangre manchaba la arena y todo a mi alrededor se movía despacio. Estaba congelado.
¿Qué se suponía que debía hacer? Claramente, solo tenía una opción: Luchar. ¿Cómo? No lo sabía. Antes de que pudiese replicarle a Mason, él siguió hablando:
—Por fin vamos a poder saldar cuentas. Aquí y ahora.
No sabía de qué cuentas hablaba, yo no le debía nada, pero sin articular una palabra más se lanzó sobre mí. Solo fui capaz de reaccionar cuando su machete me cortó y tampoco es que pudiese moverme demasiado rápido. Le esquivé como pude, pero claramente él tenía la ventaja. Maldita fue la hora en que no busqué algo con lo que defenderme por cobarde.
Conseguí conectar tres puñetazos seguidos, le barrí con las piernas y le di una patada en el estómago. Me subí encima de él, pero con fuerza nos hizo rodar en la arena. Mi espalda tocó el agua, y sus puños mi cara. Mi piel bajo el neopreno ardía, no había duda de que me había quemado.
Uno, dos, tres, cuatro. Conseguí coger su mano y retorcerla. Gritó de dolor. Su machete se había escondido en la arena y había sido recogido por otro aspirante desesperado. Mi brazo vibro.
Tay alzó los brazos y se levantó de encima de mí. Yo hice los mismo. ¿Ahora quería jugar limpio?
Se colocó en posición de batalla a unos metros de mí y le repetí. Esto no se parecía en nada a lo que habíamos practicado días antes. Era más animal, más brusco, como si un instinto de supervivencia se hubiese encendido en nosotros y solo viésemos al otro como una presa.
Tay escupió, le di unos minutos de cortesía. Respiré lo más hondo que pude, estaba listo... Ahora sí.
Se abalanzó sobre mí como un toro y yo esquivé su envestida, le di un puñetazo seco en el estómago y calló de rodillas. Volvió a escupir, esta vez un poco de su sangre salpicó la arena. El sol no se escondía aún. El olor a quemado se mezclaba con el del mar y sangre. Supe que aquello se acabaría aquella noche, nadie estaba dispuesto a dejar ir a nadie.
Tay no se rindió, se volvió a levantar. Consiguió conectar, gruñí de dolor. Su juego de pies era bueno, demasiado callejero. No tenía técnica, pero era efectivo, rápido. No pensaba, ejecutaba. Me dio un rodillazo en el estómago e intentó atestarme un gancho muy brusco. No sé cómo conseguí esquivarlo. Me lancé a la arena y nuevamente se puso encima de mí.
—Ahora sí, principito.
Sabía que iba a empezar a golpearme sin cesar y pude captar sus puños. Fue un combate de fuerza. Yo no tenía tanto cuerpo como él, yo era más alto que ancho. No estaba en mi mejor condición, pero no me doblegaría. No, no y no, me negaba a morir entre las manos de Tay Mason. Sin embargo...
Mis brazos temblaron, él sonrió, sabiéndolo perfectamente. Me retorcí debajo de su cuerpo, tenía que escapar de aquella prisión, pero todo dentro de mí estaba adormecido.
Cedí. Sus manos se lanzaron a mi cuello y sentí cómo me estrangulaba. No le haría falta estar así durante mucho tiempo para llevarse mi último aliento y que el segundo hijo del gobernador diese por terminada su lamentable vida.
Como segundo hijo, como un completo desconocido, como "Axis", como un traidor o alguien detestable. Alguien que nunca hizo nada relevante, alguien que nunca volvería a ver a las personas más importantes de su vida y que no tuvo la oportunidad de recuperar a su mejor amiga una vez más.
Mis ojos se cerraron dramáticamente. El dolor físico no era nada comparado con el miedo que me daba perder a mis seres queridos al morirme yo mismo. Y pronto, quise perecer de una vez para que aquella sensación acabase.
«Lo siento, mamá. No llegué a ser el héroe que esperabas»
Mi brazo empezó a vibrar de una forma frenética, lo pude sentir. No, no fui yo. O eso creía.
Abrí los ojos de golpe. La fuerza que Tay había ejercido sobre mí desapareció. Todo a mi alrededor lo hizo: el olor a humo, la humedad del aire, la tensión del ambiente, la arena... Pero estaba vivo.
Blanco, resplandeciente ¿Aquello era morir? No, no lo era.
Solo tardé unos segundos en empezar a escuchar los gritos de la gente y las luces dejaron de cegarme, pero a pesar del estruendo fui capaz de escuchar mis propias respiraciones y latidos. Me miré a mí mismo antes de analizar nada más. Estaba maltrecho y me dolía todo, pero estaba vivo.
Después de esos segundos de autoanálisis, me di cuenta de que estaba en un estadio. Vi como una gran multitud a mi alrededor se emocionaba y saltaban, y distinguí el himno del Camino de los Héroes, lo cual solo significaba una cosa: la prueba había acabado.
Mi imagen se reflejaba en una gran pantalla a la vista de todos. Estaba magullado, sangrando... Muchos gritaban mi nombre. Miré al cielo... Suspiré... Estaba vivo. También estaba confuso y conmocionado. Mi corazón latía rápido, pero por lo menos lo hacía. Dos segundos atrás había deseado estar muerto y ahora... Joder, ahora me encantaría saltar y celebrar un día más.
¿Estarían los demás tan emocionados como yo?
Bajé la vista de la pantalla y la vi frente a mí. Fue una sorpresa tan grande y estaba tan embriagado por el momento, y por verla que no pensé mucho lo que hice.
Estábamos a un escalón de distancia, que no tuve problema en saltar a pesar de todo y de todos e ir a abrazarla porque... ¡Estaba viva y yo también! No había nada más que pensar.
Ella también bajó su escalón y acortó la distancia, pero bobo de mí que no me di cuenta de su estado, de que tambaleaba mientras caminaba, de que estaba empapada y tiritando, hasta que la estreché entre mis brazos y no se apartó.
Tenía la nariz aun roja por el frío y nieve sobre su traje muy diferente al mío.
—¿Qué ha pasado, Rory? —pregunté por impulso.
La agarré por los hombros y la separé de mí, sus ojos se abrían y cerraban, su cuerpo se mecía sin ser capaz de sostenerse por sí mismo. La miré a ella y a las personas que había en su escalón... Tan solo dos personas más.
Rory había sobrevivido, Arlo, que siempre la acompañaba, también...
Tuve, por ende, que mirar también mi escalón. No quedaba espacio para nadie más.
Crucé miradas con Tay Mason por pura casualidad. Estaba como asustado y sus ojos se volvían a Rory con recelo, como si no hubiese contado con que ella siguiese viva...
Rory... Nadie se esperaba que sobreviviese y mucho menos si se hubiese sabido de primeras que solo tres rojos pasarían a la siguiente prueba. Incluso yo lo había dudado muchas veces, para ser sinceros. Pero habían pasado de 50 a 3. Miré a mi brazo. 48. No había equivocación. La prueba no había durado ni un solo día.
—Soy una asesina, Atlas...
Aquello fue lo último que Rory dijo antes de desmayarse y con ella, los otros dos de su equipo.
Bueno, bueno, bueno... Primera prueba, señoras y señores. La hemos podido apreciar desde el punto de vista de nuestro preciado Atlas Lowell (que poco más y se nos va).
¿Qué os ha parecido? ¿Algún comentario o sentimiento encontrado? Jijijijiji yo tengo muchos y estoy deseando compartir el siguiente episodio de: El Camino de los Héroes.
Estese atento, querido espectador.
Four Kisses, _DreamsandRoses_
🏆
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