Te encontré, otra vez

Era una típica tarde lluviosa de febrero.
Estaba en un hermoso parque; aquel que nos vio convertirnos en polvo de estrellas, amor y sueños.

Dejé que las refrescantes gotas de agua cayeran sobre mí.
Me envolvió una gran sensación de paz, y con mi rostro en el cielo gris, el peso del mundo me abandonó por un rato.

Me senté en un banco de piedra bajo techo y contemplé el momento como si fuese una obra de arte: hipnotizante, caótica y calma a la vez; ansiaba vivir en ella.
Una imagen que quería conservar en mi memoria para siempre.

La brisa fresca soplaba fuerte pero sin llegar a molestarme, acompasada solo por el sonido de los árboles.

El viento guio un camino de pétalos de rosa hacia el que fue tu lugar.
El universo entró en pausa y todo lo demás, el viento; los árboles; la lluvia, desapareció.

Solo pude ver ese sendero.
Como si el mundo entero se hubiese apagado y aquellos pétalos fuesen el único sol radiante.
Al instante, y sin quebrantar el mutismo reinante pregunté:

- ¿Estás aquí? Dime si eres feliz, si me extrañas. Dame una señal

El aire sopló más fuerte aún, y aquel camino de rosas se desvió de su destino original, para llegar junto a mí.
No hice más que admirarlo con una extraña sensación en el pecho que aún hoy no puedo describir; quizás un poco de nostalgia mezclada con esperanza y toda certeza o noción de la realidad escondidas en un pequeño y lejano rincón de mi corazón.

Cerré los ojos, estiré mi mano izquierda apuntando a los pétalos como si realmente estuvieras a mi lado y yo acariciara tu mano como antes. Percibí tu perfume, la mezcla perfecta entre algo corriente y algo único; el viento como un suspiro de tantos; y una melodía que supuse provenía de algún llamador de ángeles cercano.

Fue ahí cuando te sentí.
Vivo.
Casi tangible.
Los últimos tres años que marcaban tu ausencia se transformaron en segundos prácticamente inexistentes.
Como si solo nos separaran un par de centímetros y no una vida.

Un momento mágico encapsulado en la infinidad del tiempo.

Así caí en cuenta de que estoy aprendiendo a encontrarte en otros lugares.

Por ahora te encuentro en mis sueños; en el viento: ya sea en una ligera brisa que baila entre la naturaleza del espacio en un día soleado, o en un vendaval cargado de tormenta en una noche oscura; en nuestro parque; y en el camino de las rosas.

Estás allí.