48
No
A Romeo no le agradaba Alan McMiller. El tipo era un importante productor del mundo de la música, había trabajado con él cuando la orquesta hizo una colaboración especial con un cantante pop del momento a quien le había dado por demostrar su influencia al tenerlos de acompañamiento. El tipo cantaba horrible, pero la pista quedó de muerte y él casi muere cuando dichoso Alan lo acosó descaradamente frente a todos.
Por suerte Romeo era mayor, tenía carácter y una carrera que, aunque se trataba de música, tenía otro tipo de perros grandes manejándola, de modo que Alan decidió dejar sus manos para sí mismo a partir de ese momento.
Claro, eso no impidió que durante la fiesta de estreno del video musical hubiese visto a Julian entre la gente, tampoco lo detuvo de tratar de impresionarlo con dinero, haciendo absurdas demostraciones de su poder, tratando de llevarlo a un palco u ofreciéndole un contacto con un buen representante de modelos.
El hombre era puro alarde y parloteo, cosa que a Julian le aburría muchísimo así que se encargó de bajarle los humos de inmediato. Al tipo le gustó su carácter y cada vez que estaba en Londres lo acosaba con mensajes o llamadas.
Ahora de alguna manera consiguió que alguno de los invitados lo llevara como acompañante a la boda.
—Tengo ganas de tomar su ridículo copete y arrancarlo con mis dedos —comentó Julian observando al tipo pulular en busca de una víctima. Sus instintos asesinos salieron cuando lo vio interactuar con Giordano, pero el hombre escapó a tiempo del lugar.
—Tiene suerte de que ni Sandra ni su marido estaban cerca, porque ahí sí que iba a enterarse de lo que es bueno —comentó Romeo, tratando de encontrar una excusa para echarlo lejos de su fiesta.
—¿De quién están hablando? —Julio apareció detrás de la pareja, con un vaso de vodka en una mano y sosteniendo en un abrazo a su marido con la otra.
—Díganme para que le pegue —agregó, Tom, quien parecía bastante cómodo abrazado de la cintura de su marido.
—Ese tipo de ahí —señaló Julian con un ligero movimiento de cabeza. Julio soltó un resoplido, Tom gruñó.
—¿El de la chaqueta de cuero negra? —pregunto este último, arrugando la nariz—. Estaba sentado en la mesa de al lado y cuando pasé para dejar el regalo me tocó el culo —comentó con indignación en su voz.
Romeo y Julian se voltearon para mirarlo con los ojos muy abiertos.
—¿Es en serio? —preguntó Romeo.
—Sip, no quería armar escándalo, así que no le dije nada —explicó con una sonrisa en el rostro—. Pero igual fingí que me tropezaba y le di un golpe con el bastón —agregó con mucho orgullo.
—Y yo lo golpee con cacahuates toda la fiesta —agregó Julio—. Dejó de prestarme atención cuando vio a la zanahoria en el escenario, así que le lancé un pedazo de papel lleno de merengue.
—¿Así desperdicias siempre la comida? —preguntó Julian con una mueca divertida en el rostro.
—Más o menos —respondió Julio—. Ahora, creo que es mejor que nos alejemos de las formalidades y lo echemos antes de que siga incomodando a los invi...—su ceño se frunció, mirando de un lado a otro.
Sólo un momento de distracción y el tipo ya se había ido.
Marion estaba tratando de decidir si salvar a Giordano de las garras de su padre era buena idea. Se notaba incómodo, pero si hubiese querido ya lo habría mandado al cuerno él solo, así que quizás intervenir sería una impertinencia. Él había estado hablando con los chicos un largo rato, pero de repente y sin darse cuenta de cómo, se había quedado sólo en la mesa.
Su mirada estaba perdida cuando alguien se sentó a su lado. Era un hombre mayor que usaba lentes oscuros en interiores y siendo de noche, a Marion le pareció súper gracioso, pero aun así se preguntó qué estaba haciendo sentándose a su lado.
Fue en ese momento que se dio cuenta que esa mesa probablemente era de alguien más cuando se acomodaron ahí, así que lo miró con una expresión de disculpa en el rostro.
El hombre le respondió con una sonrisa.
—¿Eres amigo de los novios? —preguntó, tomando Marion por sorpresa.
—Conocido —respondió con su estoica expresión de siempre—. Los conozco por terceros.
La sonrisa del hombre pareció hacerse más grande.
—Yo los conozco desde hace mucho tiempo —dijo con un tono de confianza infinita, para luego extenderle la mano—. Me llamo Alan.
—Marion —respondió, correspondiendo al saludo.
La mano del hombre permaneció un poco de tiempo extra sobre la suya y cuando Marion quiso soltarse, sintiéndose un poco cabreado por este hecho, el hombre tiró de él, mirando el dorso de la misma cómo si fuera la cosa más interesante del mundo.
—Que lunar tan curioso —dijo, tocado con la punta de los dedos el lunar blanco que tenía en el interior del dedo anular.
Marion levantó una ceja, sin saber si lo que mostraba era curiosidad genuina o algo más. Quizás estaba siendo un poco paranoico y tampoco quería ser grosero, así que no dijo nada al respecto, pero de todas formas se retiró del agarre con brusquedad.
—A mí me parece bastante normal —respondió, mirando al hombre con fijeza y cierto tono de advertencia en su postura.
—Perdón, perdón, puedo ser bastante curioso con los detalles, es por mi trabajo —comentó, tomando su distancia, mientras Marion se sobaba el brazo. Se notaba que el tipo esperaba que preguntara al respecto, la intención se dejaba ver con claridad, de modo que sólo asintió, dándole la razón—. ¿Y tú eres músico? Pregunto porque la mayoría aquí lo son —inquirió, acomodándose en su sitio para que pudiesen hablar mejor.
—No lo soy —respondió de manera escueta.
—Ya veo, es que tengo la idea de que eres algo de Romeo, todos sus amigos y amigas están metidos en el medio, además son gente muy guapa —agregó con cierta diversión en sus palabras y dejando caer un halago como quien no quiere la cosa. Era difícil saber si era sólo un viejo impertinente o si tenía intenciones ocultas, pero de todas formas se fue con cautela—. ¿Un trago? —ofreció, levantando una de las copas que estaban en la mesa.
—Gracias, pero aún soy menor de edad —aseguró, sabiendo que si el tipo tenía alguna clase de plan aquella información podría traerle luz al asunto. Ya antes le habían coqueteado universitarios, algunos salían corriendo cuando sabían que era menor, otros insistían, rebelando enseguida sus intenciones. Sabía que en parte aquello era culpa de su genética, siempre se vio mas maduro de lo que era, pero esperaba equivocarse y estar sólo frente a un viejo de comportamiento incómodo.
—Es una lástima —comentó el hombre sin amedrentarse—. El licor de aquí es muy barato —aseguró, levantando la botella destapada que se encontraba en mitad de la mesa—. Pensaba pedirte que me enseñaras algún buen lugar para comprar algo de mejor calidad, cómo eres joven me imagino que conoces buenos lugares para divertirte —todo fue dicho en un tono que sonaba a broma, pero que dejaba clara la posibilidad abierta.
Su voz sonó completamente diferente a cuando Alessio le invitó a beber, la intención era muy distinta.
—De todas formas, no soy de aquí —Espetó Marion. El último comentario le hizo darse cuenta que no estaba imaginando cosas, así que decidió que debía deshacerse de él—. Ya me tengo que ir, nos vemos —e hizo un intento por levantarse, sin embargo, el tipo lo tomó del brazo una vez más, obligándolo a permanecer en su sitio.
—No te vayas, habla un poco con este viejo que está tan solo —dijo con mucho humor.
—No soy buena compañía —aseguró, pero el hombre no le dejó terminar.
—Está bien, eres excelente, te lo aseguro —comentó, sacando su cartera para tomar su credencial, dejando ver a propósito un montón de billetes de las más altas denominaciones—. Mira, este soy yo, aquí está toda mi información, no tienes nada de qué preocuparte.
Marion le lanzó una mirada cubierta de escepticismo. El hombre sacó su celular, uno que podría valer lo mismo que el auto de sus padres y rebuscó entre sus archivos, para enseñarle un video musical que actualmente estaba reproduciéndose mucho en la televisión.
—Mira acá —dijo señalando los créditos en la descripción del mismo—. Aquí está mi nombre, soy productor musical, soy una figura pública, todo mundo sabe que trabajo con gente joven, por eso estoy acostumbrado a acompañantes cómo tu —mientras decía esto último, pasó su brazo alrededor de los hombros de Marion, sosteniéndolo con cierta posesividad en su toque.
—No me diga.
—¡Claro! A mis artistas los he visto despeinados, arreglados, sobrios, borrachos, hasta en ropa interior —comentó, apresurando la charla—. A los jóvenes les gusta la ropa interior ajustada ¿Cómo la usas tú?
Marion abrió los ojos de par en par y estuvo a punto de soltarle una trompada al tipo, cuando alguien empujó la cabeza de Alan para alejarlo.
—¿Si sabes que tocar a un menor de edad sin su consentimiento está contra la ley? La charla sucia tampoco se considera adecuada —comentó Marcello, quien había aparecido de la nada, sorprendiendo al hombre por completo. Sin embargo, después de un momento se recompuso, soltando una carcajada divertida.
—Tu siempre eres ocurrente Marcello —comentó con cierto toque de humor, pero también uno de advertencia. No estaba dispuesto a dejar escapar a otra presa esa noche—. Nosotros solo estábamos hablando un poco y pasándola bien ¿Cierto? —espetó, bajando de los hombros al brazo del chico.
—En realidad no —respondió, soltándose con una mueca molesta y levantándose de su sitio.
—Ven acá Marion —Lo llamó Marcello y el chico obedeció.
—¿Ocurre algo? —dijo Giordano, quien se acercó, atraído por el intercambio extraño de palabras y rodeando a Marion en un abrazo protector.
—¿Se conocen? —preguntó el hombre de inmediato.
—Es mi novio —aseguró Giordano, consiguiendo que Marcello se girara con una ceja levantada hacia él.
—No te preocupes, no tienes que sentirte intimidado por mí —dijo el tipo de inmediato—. Y tú no deberías dejar que tu novio te controle, no es sano.
—Señor, por favor, sea consiente de sí mismo —gruñó Marion entornando la mirada—. Vamos Dano, este viejo está loco —murmuró arrastrándolo lejos.
Marcello lo observó con una sonrisa en los labios.
—Ahora tú y yo Alan, vamos a hablar.
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