4
Marion miró la lista de compras. Había tenido un montón de problemas para encontrar mermelada de Kiwi, podría haberla hecho pero tardaría demasiado, las bases de biscocho y el azúcar glas que le faltaban los halló en una tienda de pastelería, pero aquella mermelada tan inusual le obligó a recorrer todos los supermercados de la ciudad hasta encontrar uno donde poder comprarla.
De todas formas, aprovechó el tiempo para conseguir la carne de ternera que su padre no le había comprado, unos repuestos de aceite de oliva y el vino tinto para la comida. Era fin de semana, el primer día de las vacaciones de invierno, aun así, él se levantó temprano para comprar los ingredientes de los espaguetis a la boloñesa que le prometió a su padre. Al tiempo que encontraba lo necesario para los pasteles de kiwi y fresa de los que a Sandra se había antojado unos días atrás.
Suspiró mirando el reloj. Los pasteles no habían tardado más de cuarenta minutos en estar listos, pero los espaguetis le tomaron alrededor de tres horas por culpa de la complicada salsa. Sin embargo, todo estuvo listo para las tres de la tarde, cuando su padre y Sandra salieron del trabajo, de modo que Marion pudo poner la mesa a tiempo para su llegada.
Cuando el timbre sonó, Marion se sacó el mandil, los guantes de cocina y corrió a atender. Al abrir la puerta, retrocedió de inmediato, mirando a Giordano erguirse en toda su altura. El propio Marion era muy alto, medía un metro ochenta y dos la última vez que lo verificó. Sin embargo, Giordano debía estar rozando el metro noventa y cinco en esos momentos.
—¡Dios! ¡No puedo ni verte! —Se quejó negando con la cabeza—. ¡Estás hecho un mastodonte!
—Buenos días, Marion, yo también te extrañé —dijo levantando una maleta—. Me enviaron a quedarme por acá unos días antes —Gio dio un paso dentro de la casa, olisqueando el aire—. Joder ¿Qué huele tan bien? —preguntó asomándose a la ventana. Luego negó con la cabeza—. Olvídalo, casi se me pasa que es fin de semana de "Marion cocina"
—¿Cómo puedes olvidarlo cada semana? —preguntó frunciendo el ceño. Luego le extendió la mano—. Dame esas, te llevaré al cuarto —dijo señalando la maleta. Gio sonrió dejándosela y caminando detrás de él hacia la habitación. A pesar de las visitas regulares Giordano no solía entrar más allá de la cocina—. Me imagino que ya lo sabes, pero dormiremos juntos —comentó abriendo la puerta y colocando la maleta cerca de la cama.
Giordano ladeo el rostro, observando con atención el lugar. En definitiva, era el cuarto de Marion. En la pared de la derecha estaba pintada una arboleda que avanzaba sobre su cabeza hasta transformarse en hojas de verano y terminaba al otro lado siendo un paisaje de invierno. Justo enfrente de él, había un cielo cubierto de estrellas. Sonrió, a pesar de todo, la ventana iluminaba el lugar de manera acogedora.
Dentro estaban dos camas, acomodadas de manera paralela, dos muebles y dos estanterías empotradas en la pared. Ese cuarto había sido acomodado para los dos y podía notar que Marion respetó su lado porque este estaba vacío y el otro se encontraba lleno de Funkos, papeles y un montón de cosas del chico.
—Esa cama es tuya —dijo señalando el espacio contiguo.
—¿Tu pintaste la pared? —preguntó, sabiendo que el muchacho era del tipo que no se quedaba quieto para nada. Este se encogió de hombros, pasándose la mano por el cuello.
—Las paredes blancas eran demasiado aburridas, papá me dejó hacer esto con la advertencia de que debía ser algo bueno –Sonrió satisfecho—. Creo que logré complacerlo.
Giordano estaba por decir algo más, cuando escucharon el sonido de las llaves abriendo la puerta, seguida de las risas de sus padres.
—Hablando del rey de Roma —comentó Giordano tensándose en su lugar. Él llevaba una buena relación con Maximilian Mattson, pero era una costumbre ponerse alerta cuando este aparecía.
—Vamos a saludar—Sugirió Marion con una sonrisa divertida, sabiendo a la perfección los detalles entre Giordano y su padre.
Cuando llegaron a la cocina, alcanzaron a ver la expresión de Sandra al encontrarse con la mesa puesta. La mujer estaba encantada con la comida de Marion, siempre parecía sorprendida cuando miraba alguno de sus platillos.
Ella sonrió cuando les escuchó llegar, estaba a punto de felicitar a Marion cuando su mirada se concentró en Giordano.
—¡Gio! —Exclamó atrapándole en un abrazo y besando su mejilla, sin preocuparse por dejarle una marca de lápiz de labios—. ¡Ya llegaste! Tu tío me llamó para decirme que te quedabas por acá a partir de hoy —espetó, con un tono de satisfacción que dejaba ver que ella había influido en esa desición—. Marion preparó algo delicioso hoy y me muero de hambre, vamos a comer.
Giordano miró las sillas, luego levantó la vista hacia el esposo de su madre. Maximilian Mattson, el padre de Marion. El hombre le saludó con la mano antes de tomar el lugar que quedaba frente a Sandra, separando los dos asientos sobrantes.
—¡Hey Gio! ¿Cómo has estado? No te has metido en problemas cierto —comentó con aire relajado.
—Estoy perfectamente jefe, le juro que no he hecho nada malo en todo el tiempo que llevo viviendo acá —aseguró sentándose en el espacio junto a su madre, mientras le dedicaba una sonrisa nerviosa.
—¿En serio? —preguntó entornando la mirada, mientras se inclinaba hacia él—. Porque yo soy como un sabueso ¿Sabes? Puedo oler la mentira. —Su tono de voz se exageró a propósito, haciendo saltar a Giordano en su sitio, mientras Sandra soltaba un resoplido de aburrimiento.
—Déjate de tonterías y come, que se van a enfriar estas delicias —Ofendida por la poca importancia que le estaban dando a los manjares en la mesa, ella se acomodó en la silla, observándoles en tono suspicaz.
—¡Mamá! —se quejó—. ¡El jefe me está molestando! —lloriqueo Giordano abrazándose de ella. Sandra solo se rio.
—No le hagas caso, él todavía piensa que es el dueño de la cárcel —comentó señalándole con la cabeza.
Maximilian sonrió, y su expresión era sumamente parecida a la de un zorro planeando algo malvado.
—No, no soy el dueño de la cárcel, pero tengo un sótano muy bonito para los niños malos —comentó agitando las pestañas.
—¡Mamá! —exclamó por segunda vez. Sandra tomó una servilleta de trapo y le pegó a Maximilian con ella, luego le pegó a Giordano.
—Cállense por favor y pónganse a comer —dijo tratando de ser seria.
—¿Qué tal quedó? —Le preguntó Marion a su padre, desviando la conversación a otra cosa. El hombre le sonrió y le besó la mejilla, sacudiéndole el cabello.
—Delicioso, como todo lo que preparas.
Sandra miró a Gio y este levantó una ceja en respuesta, mientras se sonreían con muecas de complicidad. Casi se soltaron a carcajadas al ver como el ex comisario de San Fernando, un hombre enorme y con cara de malo, se volvía un dulce panquesito con su hijo.
—No te preocupes bebé —dijo Sandra pellizcándole una mejilla a Giordano—. Solo tendrás que aguantar a este señor una semana. Asegúrate de cuidar muy bien a Marion mientras no estamos.
Giordano se rio, captando la expresión de sorpresa de Maximilian, mientras se contenía de soltar alguna leperada.
—Como usted mande, mi general —exclamó, dedicándole un saludo militar.
Ya se acerca el momento *-*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro