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Maratón parte 3/3


Marion suspiró, sintiéndose muy estúpido, no se suponía que su tarde acabaría así, pero ahí estaba, parado frente al restaurante de Villa Rueda, esperando a que fuera la hora para entrar.

Tomó aire para ganar fuerzas ¿Por qué siempre terminaba aceptando las ideas estúpidas de Giordano? Una parte de él quería golpearse fuerte por caer siempre en sus jugarretas y la otra quería comprobar en el cristal de las ventanas su apariencia.

Dos horas atrás Giordano le convenció de tener una cita en plan de pareja y Marion pensó que sería algo menos precipitado, pero de inmediato Gio se fue, dejándole un mensaje con la hora y el lugar donde se verían. Se notaba que el muchacho realmente quería ir al mugroso restaurante, porque de no ser así se habría esperado hasta el día siguiente.

De todas formas, él terminó corriendo a darse un baño y ponerse ropa limpia, no quería tomarse demasiado en serio la petición de Giordano, pero tampoco quería parecer desinteresado o verse grosero, así que se vistió cómo solía hacerlo para ir a estudiar con Drew. Unos pantalones de mezclilla, una playera blanca, un cárdigan azul con una enorme franja roja y una chamarra gruesa para cuando estuviera en el exterior. Simple, común, nada fuera de lo normal, él recordaba haber ido con esa ropa al grupo de estudios y también cuando fue cómo apoyo para los manager del equipo de baloncesto en la ciudad vecina o cuando su madre le pidió que hiciera las compras un veintiocho de diciembre en el que saldría demasiado tarde del trabajo cómo para ir ella.

No parecía que hubiese dedicado un sólo segundo a su vestimenta, sin embargo, se veía bien, era consciente de eso.

Aun así, esa simple elección lo demoró más de la cuenta y tuvo que correr para poder llegar. El lugar no quedaba demasiado lejos, por lo que no tardaría demasiado tiempo si caminaba, solo unos quince minutos de horrendo retraso que estaba seguro de que Giordano ni notaría.

"¡Pero yo sí!" pensó, odiaba andar con prisas, pero los nervios no le dejaron entrar al restaurante tan rápido como llegó y eso hizo que se odiara aún más. Por lo general salir con Giordano siempre traía una expectativa de amor no correspondido, pero ahora que el chico le había invitado a una cita tenía la sensación de ser demasiado inadecuado.

"Se valiente Marion" se animó a si mismo antes de entrar al lugar.

Aquel restaurante era tan bonito por fuera cómo por dentro, había una buena combinación de madera, luces y temperatura. Tal vez debido a la hora la mayoría de las mesas no estaban ocupadas en su totalidad, pero si había una buena cantidad de clientes charlando y comiendo.

Sus ojos barrieron el sitio de un lado a otro, hasta encontrarse con la sonrisa de Giordano, quien le hacía señas con las manos para llamar su atención. Nada más verlo se sonrojó, aquella situación era demasiado parecida a sus fantasías románticas de adolescente rechazado.

"Trágame tierra y llévame a mi casa"

Tratando de no tropezar mientras avanzaba, Marion se apresuró hasta llegar a la mesa y acomodarse en el asiento justo enfrente de su cita. El clima dentro del restaurante era un poco más cálido que afuera así que se quitó la chamarra y la colocó a su lado.

La mesa que Gio había escogido era una especie de cubículo con grandes respaldos y una banca fijada al suelo. La mesa de madera estaba cubierta por un mantel blanco y en medio había un arreglo muy lindo que consistía en un canasto con tres círculos adornados con cristales de colores. De inmediato a Marion le gustó él lugar, era agradable, acogedor y privado.

—Es un sitio lindo —dijo, sin poder evitar observar a Giordano, quien ya no usaba la misma ropa con la que salió de la casa y, para que mentir, se veía muy bien en aquella playera blanca y la camisa de mezclilla con parches que traía puesta.

Aquello era muy incómodo, sobre todo por el largo silencio que los acompañó después de eso.

Giordano tuvo que parpadear tres veces antes de aclararse la garganta y hablar.

—Tú también eres lindo —aseguró, avergonzándose de inmediato por lo que había dicho. Desvió la vista, aquel era el peor momento para ser consiente de sus palabras.

De haber sido una situación normal él pudo haber consolado a Giordano y aligerado el ambiente, sin embargo, él también estaba muy avergonzado por el comentario. Hasta la fecha nunca le había hecho esa clase de cumplidos, así que aquello lo tomó desprevenido.

Bien, Giordano era bueno dando elogios, siempre hablaba de lo inteligente y responsable que era Marion, hablaba sobre lo genial que le parecía, pero esto era distinto y estaba manteniéndolo en una zona donde le era difícil actuar genial porque sólo quería cubrirse la cara con las manos de la pena que sentía.

—Gracias —murmuró, después de un carraspeo.

De nuevo los dos se quedaron en silencio, de vez en cuando levantaban la vista hasta que sus miradas se encontraban y volvían a esconderse fingiendo que había alguna cosa muy interesante en el mantel. Ellos continuaron de ese modo por un par de minutos que les parecieron eternos y sólo lograron retomar la conversación cuando la camarera apareció para tomarles la orden.

Sin embargo, el ambiente volvió a tensarse mientras esperaban a que trajeran sus platillos.

Giordano miró a Marion de manera disimulada, tratando de controlarse. Nunca había visto al chico con aquella ropa, de hecho, cuando le vio entrar al restaurante se dio cuenta de que últimamente no habían salido mucho después de la escuela y cuando lo hacían siempre traían puestos sus uniformes. Para él, que había estado familiarizado con toda la ropa de calle de Marion era muy extraño que estuviese utilizando algo que no le había visto jamás.

Tratando de hacer memoria intentó encontrar en su cabeza todos los atuendos que el chico usó desde que salieron de vacaciones, pero la mayoría era ropa deportiva para poder estar más cómodo en casa y durante el viaje utilizó un par de camisas y suéteres que le pertenecían a Giordano, precisamente porque eran agradables y descansadas, perfectas para el viaje.

Al recordar aquello de inmediato se maldijo. No había disfrutado para nada la vista ¡Dios! Demasiado tarde había notado que amaba toda esa mierda de que Marion usara su ropa, era una especie de fetiche que la mayoría de los hombres tenían, aunque no estaba del todo seguro, tendría que preguntarle a Romeo y Julian después.

—Hace frio afuera —dijo Marion de repente, tomando el control de la conversación, tratando de sonar casual mientras hablaba de un tema inofensivo cómo lo era el clima—. ¿Has traído un abrigo? —preguntó con ese tono de mamá pollito que solía usar bastante seguido.

Giordano contuvo las ganas de decir alguna tontería y recargó su rostro sobre su mano derecha mientras sonreía.

—Por supuesto que traje uno, leí el reporte del clima antes de salir —aseguró y por supuesto que lo había hecho. Él había asaltado la cabaña de Marcello un rato atrás, se había dado una larga ducha y se aseguró de tener en cuenta todos los factores que pudieran arruinar o ayudar en su conquista.

—Lleva un paraguas —le dijo Marcello antes de que saliera—. Habrá nieve dentro de dos horas y podrás aprovechar para caminar junto a él.

Cuando Giordano le miró cómo si fuese una especie de mini dios, Marcello había sonreído adoptando una expresión de extrema arrogancia.

—Marcello no se ganó su fama siendo descuidado —había dicho antes de soltar una carcajada.

Giordano nunca entendería el sentido del humor del hombre, sin embargo, en esa ocasión también se rio.

—Vaya —Marion frunció el ceño—. Eso es bastante... Inesperado —dijo, mirándole con una expresión entre divertida y confundida.

—¿Que? ¿Tan descuidado me veo? —preguntó, sintiéndose internamente asustado por la imagen que estaba dando frente a Marion.

—Uh, bueno, no es exactamente la palabra que utilizaría —corrigió, tratando de calmar los ánimos—. Pero hasta ahora nunca te había visto consultar el clima —explicó encogiéndose de hombros.

—Es porque quería que todo saliera perfecto hoy —espetó y su tono se volvió más bajo mientras hablaba.

Ahí estaba de nuevo aquella repentina e inesperada timidez que le ganaba cuando trataba de decir algo para coquetear con Marion.

—Ya —sin saber que decir, Marion se aclaró la garganta, tratando de pensar en una manera de cambiar el tema, sin embargo, no halló la forma. Su mente seguía revoloteando en las razones que debía tener Gio para hacer todas esas cosas ¿Sería verdad que estaba interesado en tener un momento romántico con él? Unas horas atrás el chico se había declarado y él no le creyó una sola palabra, sin embargo, ahora no estaba del todo seguro.

—Oye —le llamó, tomando un poco de aire antes de hacer aquella incómoda pregunta—. ¿Es cierto lo que dijiste? —Marion hizo una pausa, mirando hacia otro lado antes de hablar—. Ya sabes, sobre que yo... —otra pausa—. Que yo te gusto.

Giordano se quedó en silencio, para él estaba más que claro que iba en serio con sus sentimientos. Puede que en un principio estuviese dudoso sobre lo que realmente estaba pasando, pero conforme lo había pensado en ello se convenció a si mismo de aquella realidad que llevaba tiempo tratando de afrontar.

Sin embargo, al final decidió dejar los berrinches de lado y hablarle con franqueza. No quería que la conversación volviera a irse por las ramas y además detestaba la idea de que Marion siguiera pensando que él no podía ser serio.

Él tenía un trabajo, vivía solo y cuidaba bien de sí mismo. Había tardado en darse cuenta, pero sí, ya era prácticamente un adulto, entonces, era momento de comenzar a comportarse cómo uno.

—Me gustas —aseguró, sintiendo que se le secaba la garganta del nerviosismo—. Me gustas mucho.


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