25
Giordano: Necesito ayuda urgente, díganme tres cualidades que me hagan atractivo frente al resto ¡Mis tres mejores cualidades!
Rainbow: Tu cuerpo.
Nina: Tu cuerpo.
Marina: Vientre, brazos, trasero ¡Tu cuerpo!
Alex: Las mejores abs del condado, me das mucho asco.
Jo: ¿Qué estoy haciendo aquí?
Rainbow: Las camisas de cuadros sin nada abajo son tu mejor arma.
Marina: Jeans ajustados!
Rainbow: Los trajes de surfista!
Nina: Un solo de baile!
Rainbow: Eso.
Marina: Si, eso.
Jo: Esta conversación se está tornando incómoda.
Alex: Eso es caso como acoso sexual! Voy a tomar capturas de pantalla y a cancelarlas en twitter!
Giordano: Pregunté por ayuda, no para leer sus fetiches asquerosos!
Marina: Debiste ser más específico entonces.
Nina: Perdona pero eso es atractivo para mí.
Rainbow: No preguntes si no quieres escuchar la respuesta!
Alex: No les hagas caso a estas brujas bro, tu eres el mejor cantante de la costa oeste.
Rainbow: Cállate Alex, a nadie le importa tu opinión.
Marina: Si, cállate Alex.
Nina: Cierra la boca.
Rainbow: Alguien que saque a Alex del grupo.
Jo: Eres muy alto.
Marina: Exacto, buenas proporciones corporales.
Giordano estaba entrando en pánico. De verdad no sabía que estaba pensando cuando les pidió su opinión a los chicos, debía haber supuesto que no lo tomarían en serio. Odiaba tener amigos tan estúpidos, excepto cuando no lo odiaba.
Daba igual, ahora el aprieto en el que estaba era peor que el que tenía cuando se despertó. De repente era cómo si el mundo en el que vivía fuese diferente. Antes no sabía dónde estaba parado ¿Ahora? Era como si no supiera ni en que galaxia se encontraba.
Era tanto su nerviosismo que abrir la puerta de la cabaña resultó una tarea de proporciones colosales. Él mismo se preguntaba si sus neuronas habían comenzado a morir después de la plática con Marcello.
Estaba seguro de que sí, pero aún no podía asegurar nada.
Una vez que estuvieron dentro se la cabaña, se acomodaron en la cocina, donde el silencio pareció apoderarse del ambiente. Giordano suspiró, los chicos seguían hablando en el grupo, por lo que su pantalla se iluminaba de vez en cuando, avisándole de una avalancha de notificaciones.
—Estas muy solicitado hoy —comentó Marion, abriendo la caja de chocolates, sin molestarse en desempacar el resto de sus compras.
—No es nada de lo que deba preocuparme —espetó Gio, soltando otro suspiro—. Están hablando de la inmortalidad del cangrejo.
Una risita se escapó sin querer de los labios de Marion.
—¿No es ese tu tema favorito? —comentó, mientras luchaba para desenvolver un chocolate.
—Sólo los viernes por la noche —se defendió, siguiéndole el juego. Los dos se rieron un poco, recuperando una pizca de la familiaridad que les caracterizaba.
Ellos se miraron un momento, antes de que Gio tomara un chocolate y comenzase a comer. La mente del muchacho seguía pensando en sus propias fortalezas, pero no encontraba demasiado en él. Es decir, sabía que tenía sus cosas buenas, ellos estaban en lo correcto al decir que tenía un buen cuerpo, era algo de lo que estaba orgullos, pero no hallaba nada que pudiera resultar tan interesante cómo para impresionar a Marion, sobre todo, porque él conocía todas sus facetas vergonzosas ¿Sus peores ridículos? Marion los había visto en primera fila, así que, aunque quisiera alardear era un poco difícil hacerlo.
—Pareces preocupado —murmuró Marion. Él no quería ir por el camino de las confidencias, pero no podía evitarlo, el semblante de Giordano era demasiado lamentable cómo para que pudiese ignorarlo.
Gio sólo suspiró.
—¿Crees que yo tenga alguna cualidad que valga la pena? —preguntó desganado. A Marion le sorprendió la pregunta, no era muy común eso de ver a Gio en plan inseguro.
—¿De dónde salió la duda? —Sí, aquello era demasiado raro.
—Bueno —Gio se sonrojó, aclarándose la garganta—. Es que estaban hablando en el grupo sobre talentos personales y nadie pudo decir algo bueno de mí —se excusó, maquillando un poco la realidad de sus circunstancias—. Aparte de que tengo buen cuerpo.
A Marion se le escapó una risita divertida y Giordano le miró ofendido.
—Oye, no te rías, que de verdad es un tema que me preocupa —se quejó, inclinándose sobre la mesa para quitarle otro chocolate.
—Bueno, es que suena cómo una preocupación muy infantil, pero te comprendo —dijo ladeando el rostro y mirándole con atención, al tiempo que se recargaba de su mano izquierda—. Yo creo que tu cuerpo es bueno, pero tienes muchas cosas lindas aparte de eso —comentó, rebuscando en su propia mente.
—¿A sí? —Los ojos de Giordano se iluminaron—. ¿Cómo que cosas?
—Bueno —Haciendo una mueca, soltó un resoplido—. Bueno, pues un montón de cosas, ya sabes ¡Cosas! —dijo con una sonrisa, obviamente tomándole el pelo.
—Oye, no me estás ayudando, yo estoy abriéndote mi corazón y tú te estás burlando de mi —reclamó, sintiéndose avergonzado de inmediato por sus palabras.
—Bien, bien, bien, déjame pensar en algo —se excusó, llevándose la mano derecha a la barbilla, fingiendo qué pensaba—. ¡Ya sé! —con una sonrisa divertida se inclinó hacia Giordano, tocándole la mejilla con el dedo índice—. Tus hoyuelos, si hablamos de encantos tienes que hablar de tus hoyuelos.
Giordano no pudo evitar sonreír, dejando que los dichosos hoyuelos se marcaran en sus mejillas. Marion sentía que podría derretirse en su sitio si seguía observándolo más tiempo, así que bajó la vista y tomó un chocolate. Cada vez que uno de ellos llegaba al límite, trataba de desviar la atención tomando uno, así que Giordano también lo hizo.
—¿Crees que podré usarlos cómo método de conquista? —preguntó, levantando la vista de manera disimulada. Marion casi se atraganta al escucharlo.
—¿Cómo? —sus ojos se abrieron de par en par, sintiendo que el corazón se le detenía momentáneamente.
—¿Crees que mis hoyuelos puedan hacer revolotear tu corazón o tengo que quitarme la camisa para lograrlo? —Su confianza parecía haber subido de golpe, ahora estaba actuando juguetón otra vez, justo en el tono que mejor le quedaba.
—Tu —Marion se aclaró la garganta, modulando su voz y tratando de actuar como si fuese de piedra—. Eres un enorme listillo —se quejó, sin poder contener una sonrisa.
—Bueno, me voy a sacar la camisa entonces —dijo, comenzando a jalarse el suéter para desnudar su torso.
—¡Alto ahí! —Marion le dedicó una mirada inquisitiva—. ¿Esta es una especie de chantaje? Porqué por mí, puedes seguir con lo que estás haciendo —dijo dándole pase libre para que siguiese sacándose la ropa. Marion era especialista lidiando con las locuras de Giordabo, había pocas veces en las que el muchacho lograba escapar de su control y esta no fue una de ellas.
—Buuuu —se quejó haciendo un puchero—. Así no es divertido —gruñó, bajándose lo que ya había subido de su ropa.
Las últimas horas ellos lo habían pasado fatal tratando de mantenerse a distancia, sin embargo, en ese momento Marion se puso a pensar que en realidad él no podía olvidarse tan fácil de la complicidad que habían desarrollado a lo largo de los años. Remover los sentimientos de su corazón no era tan fácil, pero prefería pasar por un largo y doloroso procedimiento de extracción antes que alejarse del muchacho.
¿Dónde encontraría a otra persona cómo Giordano? Quizás esa sería la parte más difícil, imaginarse al chico con alguien más, resignarse iba a costarle la mitad de su corazón, pero ¿Qué más daba? Era algo con lo que podía lidiar sin problemas.
Si, él podía.
Mientras los positivos pensamientos fatalistas de Marion revoloteaban sin ningún tipo de freno en su cabeza, lo único en lo que Gio podía pensar era en lo mucho que quería besar a Marion en ese instante.
Los consejos de Marcello, aunque no quisiera admitirlo, eran buenos. Tratar de ser sólo un poco sincero con sus sentimientos comenzaba a tener sus frutos, ahora podía poner en palabras más exactas todo lo que estaba sintiendo.
Y en ese momento, iluminados por la poca luz que se filtraba en las gruesas cortinas, Giordano comenzaba a entender todo con más facilidad de la que esperaba.
Le gustaba Marion, sólo necesitaba hablar con él un instante para saberlo, lo quería, quería abrazarlo, besarlo y retenerlo a su lado como pudiera.
Era vergonzoso admitirlo, sentía que había estado haciendo el ridículo frente a todos al negar lo que era evidente, pero él nunca fue la persona más lista del mundo así que era comprensible ¿Cierto?
Giordano estaba por decir algo, cuando su celular sonó, dejando ver una llamada entrante por parte de Joseph. Confundido, le hizo una seña a Marion para indicarle que tomaría el teléfono y se levantó, yendo hacia la sala contigua en busca de un poco de privacidad.
—¿Jo? ¿Qué ocurre? —preguntó, utilizando el tono informal que el muchacho odiaba. Por regla general Joseph nunca llamaba a Giordano, ellos eran algo así como amigo-enemigos, no al nivel en que Marion y Joseph se llevaban, pero algo muy parecido.
—Eres muy optimista —Joseph carraspeo al otro lado, cómo si le hubiese costado decir aquellas palabras—. Eres muy optimista, así que puedes levantar el ánimo de las personas con facilidad y también eres trabajador, aunque no lo parezca —su voz fue apagándose poco a poco.
—Joseph ¿Estás borracho? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Tienes mucha energía —continuó diciendo—. Y creo que eso es todo ¿No? Ya son tres, así que... Bueno, es todo —Y cortó la llamada de golpe.
Giordano frunció el ceño, antes de recordar la conversación pendiente que había dejado en su grupo de emergencia.
De inmediato abrió la ventana que había dejado olvidada y sonrió al ver los mensajes de los chicos, que se divertían enumerando las que creían que eran sus mejores cualidades, desde dientes bonitos hasta su buen sentido de la moda.
—No son tan malos cómo parecen —murmuró antes de darles las gracias por sus opiniones y que el resto comenzase a quejarse de que Joseph no había aportado nada a la conversación.
Si supieran... Bueno, Nina sí que debía saber. Ella siempre lo sabía todo.
—¡Compré mermelada! ¿Quieres que haga más waflles? —le preguntó Marion desde la cocina.
—¡Si quiero!
Y Giordano lo quería, cualquier cosa que Marion le ofreciera, él la quería.
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