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24


"La primera regla de un amante empedernido, es conquistar sólo los corazones que puedas cuidar cómo si fueran el tuyo.

Disfrutar del amor, por efímero que sea el tiempo juntos, es parte imprescindible de nuestras relaciones. No se vale llorar por un romance fallido, pues un amante verdadero, conserva en su corazón la felicidad que vivió al lado de la persona amada. Por lo tanto, declararte sin tener sentimientos verdaderos, a mis ojos te transforma en algo menos que humano.

A un amante de verdad, no le importa cuántas veces su corazón se rompa, seguirá bebiendo de los labios de sus amores el sabor de la verdadera felicidad"

Giordano no tenía ni puta idea de cómo a Marcello se le ocurrían aquellas cosas, pero le había dejado en claro que sólo podía ayudarlo si él realmente quería a Marion y ahí estaba el problema. A esas alturas, Gio ni siquiera se había planteado la idea de mirar a Marion cómo algo más que su mejor amigo y su hermano adoptado, sí, tal vez a veces era un poco dependiente de él, pero en general, Giordano siempre era dependiente de las personas cercanas ¿Cierto? Su mamá, Marion y... Bueno, debía haber más gente que él no estaba recordando, pero así era su personalidad ¿No?

De todas formas, él había terminado convenciendo a Marcello de que le aconsejara, le había dicho que quería intentarlo y el hombre le creyó, sin embargo, él ahora estaba dudando. Quizás había exagerado cuando dijo que le gustaba Marion, la sola idea de cagarla le estaba haciendo entrar en pánico ¿Que iba a hacer ahora?

Giordano se llevó las manos a la cabeza y se revolvió el cabello. Él no era un amante empedernido, era sólo un tonto que se le declaraba a la primera persona que llamaba su atención ¿Por qué no podía parar de meterse en problemas? ¿Es que acaso había hecho algo tan malo en su vida pasada cómo para que le ocurrieran esas cosas ahora? Él no era bueno para el amor, Marion era un muchacho serio, el nunca se fijaría en Giordano, sobre todo después de la mentira que le había soltado para que le acompañara al viaje, aquello se veía imposible, sin embargo, ya había dado un paso adelante para iniciar con otra de sus tonterías.

Apretando los labios miró su teléfono, tenía ganas de llamarle a alguien para pedirle consejos, Romeo, Julian, Nina, Alex, Marina o quizás a su madre, pero le daba vergüenza, nunca se había sentido así antes, era terrible, sabía que alguno de ellos podría darle luz a la situación, todos excepto Alex tenían pareja, pero él ya había hecho el ridículo lo suficiente.

Soltando un suspiro dejó caer la cabeza sobre sus manos, aquello era difícil, muy difícil.

—¿Ahora qué hago? —se preguntó, mirando a su alrededor. Unos minutos atrás Marcello le había convencido de que debía actuar rápido. Él dijo "ve a buscarlo ahora, que faltan dos días para la boda y yo quiero ver el final de esta historia". Se notaba que el hombre se lo estaba pasando bomba con la situación de Giordano, pero ¿Que podía hacer al respecto? Incluso él estaba un poco desesperado por saber cómo terminarían las cosas.

Gio echó la cabeza hacia atrás, sentándose en la orilla de la fuente donde quedó de verse con Marion. Se supone que el muchacho sólo iría a buscar una caja de vino, pero al parecer la salida se había alargado y se pasaron más de tres horas desde que se fue.

Algo bueno tenía que haber salido de aquello, porque si no hubiese tomado el consejo de Marcello de ir a buscarlo a lo mejor no lo hubiera visto en todo el día. ¡Joder! ¡Estaba poniéndose muy ansioso!

Nervioso bajó la cabeza, tratando de contener su expresión preocupada. Al menos trataría de mantener la compostura en su rostro, porque su pie derecho no había parado de tamborilear frente a la espera.

Tratando de contenerse miró a su alrededor, viendo a la gente pasar y echando de vez en cuando un vistazo al camino. Transcurrieron alrededor de veinte minutos antes de que una camioneta grande, de color gris, apareciera y se estacionara frente a la fuente. Los vidrios se bajaron despacio, dejando ver con más claridad al asistente de Marcello, quien le saludó con la mano. Giordano le devolvió el saludo, acompañado de una sonrisa débil.

Al fondo, en el asiento del copiloto, pudo ver a Marion, con la cabeza gacha, recogiendo algo del suelo, para después bajar del vehículo. Con la puerta abierta y ya parado sobre el asfalto, le sonrió al conductor y dijo algo que Giordano no alcanzó a escuchar. Entonces, cerró la puerta y rodeó el auto, caminando hasta llegar a la fuente.

—¡Ey chico saludable! —le llamó Alessio desde la camioneta, logrando que Marion se girase de inmediato—. ¿No se te olvida algo? —el tipo hablaba en tono casual, estaba sonriendo y parecía estar haciendo referencia a algo de lo que Giordano no tenía ni idea.

—¿Cómo? —Marion ladeo el rostro confundido. Ellos estaban tan lejos como para tener que levantar la voz al hablar, pero no lo suficiente para gritar.

—¡Tienes que comerlos antes de que tu padre te vea! —dijo sacando por la ventanilla una caja que Giordano reconoció cómo la de una lujosa marca de chocolates.

—Oh dios —murmuró Marion, con una sonrisa en el rostro. Había un poco de vergüenza asomándose en su expresión, pero se contuvo bien y se apresuró a regresar para tomar la caja—. Gracias —murmuró.

—Está bien —dijo Alessio—. Corre por parte del jefe —el hizo un ademán, como si estuviese pasando una tarjeta de crédito por el lector—. Comparte con tu amigo, así será tu cómplice.

—Eso haré —dijo Marion soltando una risita.

Alessio se despidió de él y después se asomó haciendo lo mismo con Giordano. Antes de que se dieran cuenta ya sólo estaban ellos dos, mirándose de frente y sintiéndose incómodos él uno con el otro.

El primero en hablar fue Giordano, quien no había parado de sentir una especie de malestar extraño en el estómago después de presenciar el asunto de los chocolates ¡Dios! ¡Un completo extraño le había regalado chocolates a Marion! ¿Por qué a él nunca se le había ocurrido hacer algo así? El tipo incluso le había puesto un apodo "chico saludable" algo que sólo él podía utilizar, porque sólo él entendía el por qué detrás de mote ¡Aquello era demasiado! ¡Diablos! ¿Cómo podía estar pasándole eso?

—Te han regalado chocolates —dijo mirando la caja y sintiéndose como un estúpido por decirlo de aquella manera. Era obvio lo que había pasado, él no solía ser tan redundante ¿O si lo era?

—Si —Marion bajó la vista, viendo la caja durante un instante antes de extenderla—. ¿Quieres? —preguntó, levantando el rostro para mirarle a la cara, rogando porque ninguna clase de reacción se filtrara en su expresión. Sin embargo, aunque sus pensamientos se tradujeron por completo en su rostro, Giordano no se dio cuenta.

—Vamos a la cabaña primero —dijo soltando un suspiro—. Necesito sentarme un rato y recargar energía —se quejó, sabiendo que le esperaba un largo día por delante. Marion soltó una risita ante sus palabras, negando con la cabeza.

—Pero si no has hecho nada desde que despertaste aparte de comer —espetó en tono divertido.

—Aunque no lo creas eso cansa —se quejó, comenzando a caminar, guiando a Marion, a quien no le quedó de otra más que seguirle.

Por un momento Giordano estuvo tentado a tomarle de la mano, pero desde que le dijo la verdad Marion este había rechazado el contacto físico, así que prefirió no precipitarse en su manera de actuar.

Marion, por su parte, agradeció aquello porque estaba volviéndose loco alrededor de Gio desde la mañana, necesitaba un descanso de su actitud tan cariñosa para poder recuperar fuerzas.

—Esos chocolates son caros —dijo de repente, volviendo al tema del regalo.

—Más o menos, al parecer Alessio estaba en plan gastalón, él me compró unos chocolates y me llevó a comer helado —El chico soltó una risita, recordando la facilidad con la que el asistente de Marcello pasaba una tarjeta que no era la suya por el lector. Parecía muy acostumbrado a eso, si hubiese sido él, se habría vuelto loco antes de poder comprarse la mitad de aquellas cosas.

—Mmmm —Gio le miró de reojo sin agregar nada más a la conversación. Mientras caminaban estaba pensando en los consejos de Marcello. Eran tan ordinarios que daba risa, pero si al hombre le habían funcionado entonces algo de razón debía tener.

"Siempre se honesto con tu personalidad" había dicho, mientras le miraba con expresión seria "Claro que ser caballeroso es importante, pero si exageras al inicio, después no podrás mantener la fachada. Recuerda, la honestidad casi siempre es un buen aliado, no tener miedo de expresar tus sentimientos es algo que se aprecia en la pareja, si te gusta no dudes en decirlo. Yo no soy de los que piensan que se puede conquistar con frialdad e indiferencia, para mí lo más importante es que mi pareja sepa cómo me siento y también saber cómo se siente esa persona

Algunos piensan que quien cede primero pierde, pero si sabes lo que quieres, aunque al final tu romance no tenga un –felices para siempre– vivirás sin arrepentimientos, sabiendo que diste todo lo que podías"

—Dios —murmuró Giordano para sí mismo. Él siempre pensó que las guías de conquista no existían, cada cosa funcionaba de manera diferente dependiendo de la persona, así que un acto estándar para agradar a alguien podía tener respuestas variadas y no todas tenía porqué ser buenas.

Él aún seguía pensando lo mismo, Gio no era la clase se chico que pudiese seguir los consejos de una revista cuando intentaba hacer amigos, él era muy natural y las cosas ensayadas le causaban conflicto. Quizás por eso los consejos de Marcello le sonaban tan factibles, eran cosas que él podía hacer, que por su personalidad sonaban adecuadas, sin embargo, tenía un pequeño problema entre manos.

¿Cómo se suponía que hablara de sus sentimientos si ni siquiera él sabía lo que estaba sintiendo?

Contrariado, observó la manera en que Marion estaba cargando la caja de chocolates. El estómago se le revolvió, sí, había cosas que le costaba admitir, pero había otras que eran tan genuinas que no había manera de negarlas, por ejemplo, era fácil admitir que estaba celoso. El problema era el siguiente ¿Eran celos de amigo o estaba celoso porque Marion le gustaba? No estaba seguro de eso.

De nuevo lo miró de reojo, Marion parecía distraído, miraba a sus alrededores, pero se notaba que no le estaba prestando atención al paisaje. Luego Gio observó a la gente que paseaba cerca de ellos, había de todo, solitarios vagando de un sitio a otro, grupos de amigos tomándose fotos y familias almorzando aquí y allá. Aun así, Gio se concentró en una sola cosa: las parejas.

Había de todo tipo, las apasionadas, las modositas y las empalagosas. Trató entonces de imaginarse a Marion mostrando alguna de esas facetas, siendo tierno o salvaje, eran cosas que le quedaban bien. Mientras hacía eso, trató de imaginarlo con alguien más que no fuese él, alguien cercano a Marion en quien el chico pudiese interesarse. No había mucho que pensar en ese aspecto, estaba Alex, Drew y Joseph.

Dentro de su cabeza trató de imaginar diferentes escenarios románticos donde Marion era el principal objetivo de las atenciones de los muchachos. Alex invitando a Marion a las fuentes danzantes, luciéndose con algún espectáculo en vivo y tratando de besarle al final de la noche. Drew llevándole a un concierto de su banda favorita, regresando en el auto del muchacho y compartiendo bebidas antes de llegar a casa. Jo, con su seriedad habitual, diciendo las palabras adecuadas en los momentos adecuados, envolviendo con dulzura el corazón de Marion.

De repente le dieron ganas de vomitar.

—¿Estás bien? —La pregunta llegó a Giordano, tomándole desprevenido.

—¿EH? —Gio tardó un segundo en reaccionar—. ¡Ah! ¡Si! ¿Por qué preguntas? —dijo, tratando de sonar relajado.

—Pues porque parece que alguien se hubiera comido a tu mascota —espetó Marion—. Acabas de poner una cara escalofriante.

—Este... —Gio se aclaró la garganta—. No es nada, me acordé de algo desagradable —se excusó, dándole una sonrisa que no convenció a Marion.

—Ya, por tu expresión debió haber sido algún trauma de la infancia —murmuró, levantando una ceja ante el comentario.

—Era sobre trapeador tratando de limpiar un Picasso —Su expresión era la de alguien que estaba pasando por un severo estrés. Marion casi tuvo ganas de preguntarle al respecto, pero el chico le interrumpió, apresurándolo para llegar a la cabaña.

Sí, el estómago se le había revuelto. Si, debía admitir que eso que había hecho era masoquismo. Y sí, luego de mucho pensar en ello, y tratando con todas sus fuerzas de no mentirse, debía admitir que la posibilidad de que Marion estuviese con alguien más lo ponía un poco celoso.

"¿Un poco?" se recriminó a sí mismo.

Bien, estaba bastante celoso. 


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