22
La boca de Marion estaba abierta de sorpresa. Los chefs de Marcello trabajaban como dioses en la cocina, movían los sartenes y había fuego saliendo de ellos.
Era como ver un espectáculo en la tv, excepto que todo aquello estaba pasando en vivo y en directo.
—Es impresionante —murmuró sin parpadear.
—¿En serio? —preguntó Giordano, adoptando una expresión aburrida—. Así te vez tú cuando cocinas —afirmó, encogiéndose de hombros. Marion le miró como si estuviera loco.
—No —aseguró, con un tono de incredulidad que hizo sonreír a Gio. Siempre era igual con Marion, él era muy serio con las cosas que le gustaban, lo conocía bien, por eso estaba siendo tan consciente de la manera en que evitaba el contacto desde esa mañana. El muchacho le había dicho que lo perdonaba, pero no estaba tan seguro de que fuera a hacerlo. Marion aún estaba dolido y él no tenía idea de que hacer para remediarlo.
A pesar se encontrarse en medio de un encargo importante, no habían podido salir de su burbuja. No era muy difícil de notar que los rodeaba una atmosfera un poco incómoda.
La mirada de Marcello se había mantenido atenta en ellos, notando la como Giordano enredaba su meñique de vez en cuando con el de Marion y este lo rechazaba. A pesar de la evidente atracción que sentían por el otro, las cosas no estaban yendo bien entre ellos.
Mientras comían, el cantante les acribilló con preguntas sobre su "ordinaria vida" al tiempo que alardeaba de las maravillas que su carrera le había dejado. Giordano encontraba agradable la conversación porque le ayudaba a distraerse de la situación con Marion y al mismo tiempo atenuaba el ambiente entre los dos.
—Entonces ¿Eres amigo de Romeo? —había preguntado Gio con interés, en uno de los reducidos espacios que Marcello le dejó para hablar.
—Claro —el hombre sonrió—. Lo conocí en uno de los conciertos que dio en París, también conozco a su pareja, un muchacho con mucha clase —agregó, recordando todos los ademanes de Julian, tan típicos de las familias de dinero, tenía esa aura de quien está acostumbrado a la opulencia. A Marcello le había agradado de inmediato, le simpatizaba Romeo por su talento, pero podía pasar horas hablando sin parar con Julian.
—¿Julian? —preguntó Giordano levantando una ceja—. Si, supongo que lo es —aunque él sólo podía recordar al energúmeno mamarracho con el que hablaba todas las semanas. Quizás era porque ellos solían hablar después del trabajo, pero Julian siempre lucía ojeroso, despeinado y con el traje mal puesto ¿Un muchacho con clase? Aquello no convencía a Giordano.
—Y además, con muy buen gusto —agregó Marcello, recordando que el chico era fanático suyo.
—No lo puedo negar —Giordano levantó una ceja mientras lo decía. No tenía idea quien era la persona de la que le estaban hablando, pero no lo conocía de nada.
—De todas formas, acabo de recordar algo —Marcello se inclinó un poco en su lugar observando a Marion con detenimiento—. Alessio —llamó, con un tono tan pomposo que Giordano casi se suelta a reír.
—¿Si jefe? —Hasta ese momento, el muchacho había permanecido en silencio fingiendo que revisaba alguna cosa en su tableta, aunque en realidad estaba tan atento a la conversación que no hubo que llamarle dos veces para que levantara la vista.
—¿Puedes ir al comprarme uno de esos horrendos vinos de caja que venden en los supermercados? —preguntó, arrugando un poco la nariz, sin poder suprimir su tono de desdén.
—Por supuesto —respondió Alessio, tratando de no mostrar su extrañeza ante aquella petición. No tenía idea de para querría Marcello algo cómo eso, pero se abstuvo de preguntar cualquier cosa y se levantó de su sitio, dirigiéndose a la puerta.
—Espera —le ordenó el hombre, obligándolo a detenerse—. Hijo ¿Podrías decirle a mi empleado donde podría comprar algo así? —preguntó ladeando el rostro, al tiempo que miraba con fijeza a Marion.
—Uh... Claro —Marion se levantó de su sitio igual de confundido, pero sin poder negarse a la petición, mientras que Alessio fruncía el ceño de manera ligera, preguntándose que estaría planeando su jefe.
—Yo los acompaño —Giordano se apuntó de inmediato, caminando detrás de Marion, quien ya se dirigía a la puerta.
—Iremos rápido —espetó este, cortando de golpe las intenciones de Gio y saliendo rápidamente de la cabaña. Ante la respuesta tan contundente, este solo cerró la boca y le miró tratando de entender por completo lo que estaba pasando.
Sin perder detalle de la interacción de los chicos, Marcello levantó una ceja, conectando los puntos hasta obtener en su cabeza una imagen del estatus en la relación de los mismos. Aquel panorama pintaba de manera favorable para él y para sus propósitos.
Una sonrisa involuntaria adornó su atractivo rostro, llamando de inmediato la atención de Giordano, quien le dedicó una expresión de desconfianza.
—¿Pasa algo? —preguntó el muchacho, sin poder evitar que un poco de hostilidad se escapara en su tono de voz.
—Nada —Marcello no se mostró en absoluto intimidado por su manera de hablar—. Es solo que... —él se aclaró la garganta, tratando de no mostrar lo divertido y nostálgico que le parecía todo aquel drama adolescente—. ¿Problemas en el paraíso?
Al escuchar la pregunta, Giordano se sintió de inmediato avergonzado por haber sido tan obvio en cuanto a su situación sentimental. Sin embargo, cómo en cada ocasión, negó la inminente realidad.
—No sé de qué está hablando —dijo, sirviéndose un poco más del jugo de frutas tropicales que había en medio de la mesa, para después acomodarse en su silla. Necesitaba mantenerse ocupado para no decir alguna grosería.
—Me parece que tú y el muchachito están peleados ¿Qué ha ocurrido? ¿Están terminado? —por alguna razón, Marcello habló de inmediato cómo si ellos dos estuvieran en una relación.
La confianza del hombre al hablar resultaba avasalladora. Giordano no entendía cómo alguien podía actuar como si supiera todo del mundo y tampoco sabía por qué el comentario del hombre le pareció tan ofensivo, cómo si hubiese echado sal en una herida abierta.
—Estamos bien, somos buenos amigos —aseguró después de varios segundos en los que la insistente mirada del hombre no le abandonó. Esa era la clase de adulto que Giordano no apreciaba del todo, aunque nunca había tratado con uno que fuera tan importante cómo Marcello. Aquello le intimidaba un poco, pero se estaba esforzando por comportarse cómo lo hacía normalmente.
—¿Amigos? —preguntó, y algo en la expresión del cantante pareció cambiar, aunque para Giordano resultaba muy difícil leerlo. Marcello sonreía mucho, pero descifrar sus intenciones a través de su rostro no era fácil—. Ya veo —Él asintió y su sonrisa valía al menos un millón de dólares.
"No te dejes intimidar" se dijo a sí mismo, al tiempo que se enderezaba en su sitio "Es un adulto cualquiera" excepto porque no lo era. Pocas personas en el mundo tenían una presencia tan fuerte como la de Marcello, Giordano era brillante por naturaleza, pero era un muchacho inexperto en muchos ámbitos, así que era normal que tambaleara frente a alguien con más experiencia en la vida. Sin embargo, Gio no era de los que se doblegaban fácil.
—¿Y no te gusta? —preguntó, tomándolo por sorpresa—. Parece que te gusta.
Giordano resopló.
—Claro que no —Aquello lo había dicho en el tono adecuado para que sonara muy cierto, pero se había apresurado demasiado en dar una negativa. De repente Gio estaba dudado de sus propias palabras.
—Vaya —Marcello suspiró, fingiendo estar decepcionado—. Faltan dos largos días para la boda y yo estoy muy aburrido, así que pensé que podría ayudarte con mi sabiduría cósmica para conquistar al muchachito —con un exagerado tono de desgano, bajó la cabeza durante unos segundos, para después levantar la mirada mientras arqueaba una ceja. Los ojos de Giordano se abrieron de par en par y su mente había volado fuera de sí "Bingo"—. ¿Sabes cómo me llama la gente? —preguntó, inclinándose un poco sobre la mesa, al tiempo que afilaba la mirada.
—Um ¿El ángel de Francia? —algo así le había dicho Marion antes de enojarse hasta la muerte con él.
Marcello soltó una risita, negando con la cabeza.
—No, niño, ese es el apodo que recibí por mi voz, pero tengo otro que me dieron por mi suerte con las damas —Él le miró directamente a los ojos—. Me llaman "El casanova de París".
La boca de Giordano se abrió, gesticulando un sorprendido "wao" y sabiendo que había impresionado al muchacho, Marcello asintió satisfecho.
—Pensaba pasarte mis conocimientos de conquista, pero cómo no te interesa pues... —el hombre se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
La mirada de Giordano se mostró repentinamente alarmada, había caído redondo en la obvia táctica de Marcello. Regálale un bonito juguete a un niño, luego quítaselo y haz que ruegue por él.
Giordano apretó los labios, observando al hombre mirar hacia otro lado con una mueca divertida. A pesar de que, por alguna razón le chocaba admitirlo tenía cara de casanova, parecía un hombre capaz de obtener lo que quisiese con sólo tronar los dedos ¿Sería capaz de desperdiciar aquella oportunidad? Aunque no estaba seguro porque no le gustaba Marion de la manera en que todo el mundo decía ¿O sí?
Las dudas comenzaron a comerle la cabeza de golpe, se sentía muy confuso, tenía ganas de golpearse la cabeza contra la puerta. Sin embargo, luego de que los segundos se alargaron de forma vergonzosa el incómoda, el miedo de perder a Marion habló por él.
—Si hipotéticamente yo quisiera arreglar las cosas con Marion e intentarlo de esa manera —Gio se aclaró la garganta— Sólo de manera hipotética ... ¿Qué debería hacer?
A ver bebés ¿Qué se imaginan que va a pasar a partir de ahora? 7u7
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