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18


—¿Marcello? —preguntó Marion, mirándole con la boca abierta—. ¿El cantante de opera? —él no parecía estar creyendo en sus palabras.

—Sip, vendrá mañana y se va hospedar en una de las cabañas, así que voy a ser su guía y a mostrarle todo el lugar —dijo orgulloso del puesto de responsabilidad que había recibido.

—¿Y a qué viene Marcello acá? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿Va a tener un concierto o algo así? —preguntó extrañado. De inmediato, la sonrisa de Giordano se tensó, explicar la presencia del cantante podía llevarlo a dos caminos, el primero era decir la verdad y el segundo apilar más mentiras. Gio miró a su alrededor en busca de ayuda, pero al no encontrarla, se decidió por escabullirse del problema.

—Bueno, pues la verdad no tengo idea ¿Tal vez se viene de vacaciones? —preguntó encogiéndose de hombros.

—Tal vez —dijo Marion, mirándole con perspicacia, como si no terminara de creerse lo que le estaban diciendo, pero no tuviese otra opción.

—¿Quieres que vayamos a ver esto? —cambiando el tema, Gio le mostró la publicidad del festival de invierno, al tiempo que trataba de sacarse de encima el pesar que la mentira le estaba causando.

Mientras caminaba junto a Marion y le sonreía, un extraño dolor se instaló en su espalda, era el estrés que lo estaba matando. Lo que debía ser un momento divertido, se opacaba por la ansiedad que estaba sintiendo.

El centro de Villa Rueda estaba lleno de atracciones, había burbujas flotando por todos lados, la música sonaba en lo alto. En alguna parte de la misma estaban los participantes del concurso de esculturas de hielo trabajando en sus piezas y los juegos mecánicos ya estaban encendidos, no eran muchos, pero debía ser toda una hazaña mantener encendida una rueda de la fortuna todo el año.

—Tengo que probar con eso —dijo Marion, encantado con la zona de tiro al blanco. A él le encantaban esos juegos, aunque no tenía muy buena vista así que al final fue Giordano quien terminó ganando un peluche para él.

Giordano estaba seguro de que se veían como si fueran una dulce pareja de enamorados, corrieron por todo el lugar subiéndose a los juegos y comprando algunos aperitivos. Ellos incluso compraron diademas con formas para tomarse fotos en la cabina de instantáneas. Marion se puso una de diablo y Giordano escogió una de ángel.

Cuando las tiras salieron de la máquina, Gio tomó la suya, sintiendo que la respiración se le cortaba. Los dos estaban sonriendo en la imagen, sí, pero él no había parado de pensar en confesarle a Marion sus mentiras. Siguió pensándolo y pensándolo todo el tiempo, desde que lo vio tomándose ese smothie de manzana verde, hasta que subieron juntos a la rueda de la fortuna. Gio no podía resistir más, el tiempo que quería pasar junto a él no sería disfrutable teniendo aquello en la cabeza. Al principio había pensado que podría resistir, sin embargo, no contaba con su débil fuerza de voluntad.

Fue la peor tarde de su vida, sólo cuando cayó la noche se decidió a dar el paso, necesitaba decir la verdad. Marion se había sentado a su lado en una banca, el sol se había ocultado por completo y la luz se había cortado, así que ellos permanecían quietos por indicaciones del personal.

Sus codos se tocaban por la cercanía, había muchos murmullos y risas en la oscuridad, pero ellos dos estaban muy tensos. Marion no podía con el nerviosismo, desde el principio se había dicho que no debía hacerse ilusiones con Gio, que no era para él, a los chicos como Dano le gustaban las personas igual de brillantes que ellos, él se imaginaba que, si hubiese elegido una chica para salir, terminaría con alguien como Nina, una muchachita divertida, única, que no le importaba un carajo lo que la gente dijera de ella. Una chica que llegaba a la escuela vestida con grandes moños y uñas rosas y que modificaba sus calcetas con lazos para que se vieran más lindas. Por otro lado, cualquier chico al que Giordano voltease a ver en serio debía ser increíble, quizás tocaría algún instrumento musical o sería cantante, se reiría de todos sus chistes y se irían de aventuras los sábados por la noche.

El mismo Marion ya se había dicho a si mismo que cuando iniciara la universidad se olvidaría de su mejor amigo pelirrojo, trataría de encontrar a algún chico normal y simpático que amara la comida y que no le molestara tener un novio más alto que él, quizás escogería a alguien que estudiará contabilidad porque lo volvían loco los uniformes y después de un tiempo se irían a vivir juntos en un departamento de una sola habitación. Serían una pareja austera y confortable, alejada de las extravagancias.

Marion suspiró, los cuentos de hadas no estaban hecho para él.

—Marion —la voz de Giordano sonó muy alta en la oscuridad, así que este se aclaró la garganta, tratando de modular su tono—. Hay algo que tengo que decirte.

—Dime —sin pensarlo mucho, Marion le incitó a seguir hablando. Giordano tomó una larga respiración, girando un poco hacia él, reconociendo su figura en la oscuridad.

—Pero antes de decirlo, quiero que me prometas que no te vas a enojar conmigo —su tono sonó suplicante y encendió por completo las alarmas del muchacho.

—¿Qué hiciste Giordano? —preguntó, frunciendo el ceño.

—No es nada grave —dijo, tratando de no asustarle—. Bueno, sí, pero no.

—Dano ¿No habrás perdido el dinero del hospedaje cierto? —de repente su parte responsable comenzó a hacer conjeturas, mientras abrazaba al enorme unicornio que Gio le había ganado en los juegos, intentando hacer memoria de los lugares que habían visitado desde que llegaron al parque.

—No, no es eso.

—¿Perdiste las llaves? —Marion soltó un suspiro—. Dime que no perdiste las llaves.

—Tampoco fue eso ¿Podrías dejarme hablar? —preguntó, poniéndose un poco ansioso.

—No me digas que dejaste la estufa encendida —Marion soltó un suspiro—. ¡Se va incendiar toda la cabaña!

—Yo ni siquiera toqué la estufa —argumentó, cruzándose de brazos.

—Oh, es cierto, ese fui yo —los ojos de Marion se abrieron como platos—. ¿Perdiste tu celular? —preguntó, para después negar con la cabeza—. ¡Oh dios! ¿Perdiste MI celular? —de inmediato comenzó a revisar sus bolsillos para encontrar el mugroso aparato.

—No perdí...

—¡Menos mal! ¡Está aquí! ¡Joder, me había asustado! —colocándose la mano en el pecho tomó un largo suspiro.

—Marion... —Le llamó, esta vez, de verdad poniéndose un poco histérico.

—Dano, me vas a volver loco, casi me pongo a gritar por todos lados quién había visto un celular azul con...

—Es mentira —soltó, un poco más alto de lo que pretendía, logrando que Marion se quedara en silencio durante un instante.

—¿Como? —preguntó confundido. Giordano tomó aire.

—Lo de detener una boda y lo de mi amor verdadero, todo es mentira —Gio no tuvo tiempo de agradecer a la oscuridad por ocultar la vergüenza que estaba sintiendo en ese instante, porque de inmediato todas las luces del parque se encendieron, dejando ver la expresión de sorpresa e incredulidad en la cara de Marion.

Los ojos del muchacho estaban abiertos de par en par, sus labios ligeramente separados, sus cejas fruncidas. Parecía pasmado, como si no terminara de creer lo que había escuchado, Giordano habló una vez más.

—Es mentira, te he mentido todo el tiempo.


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