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13


—Dano, despierta. —La voz de Marion le sacó del profundo hueco en el que su mente había caído. En algún momento se había quedado dormido de verdad, quizás eran los nervios, pero no pudo pegar un ojo hasta ese momento.

Como su carácter dictaba, pasó horas enteras acurrucándose junto a Marion. Desde niño, era muy dependiente de las demostraciones de cariño físico. Su madre debía cargarlo todo el tiempo, pero era difícil para ella, pues desde bebé era más grande que la mayoría. Cuatro quilos y trescientos gramos fue su peso al nacer, así que, al año y medio su madre lo llevaba a todos lados de la mano, mientras las otras madres aún cargaban a sus bebés en brazos.

Aun así, se las arreglaba para que Sandra lo abrazara todo el tiempo y le acomodara en sus piernas a la primera oportunidad. Ella lo consentía tanto que lloró toda la semana antes de que la maestra de la guardería pudiera hacerse cargo de él. Una vez introducido a la clase, lo único que hizo falta fue hacer un solo amigo para que no quisiera salir de ahí nunca.

Ese amigo, fue Marion, el otro niño grande del salón, quien a diferencia de Giordano era serio y retraído. Nunca lloraba, sin importar que tan tarde pasara su madre a recogerlo ni cuando esta murió, años después, de manera trágica y repentina.

Sin embargo, a pesar de las maneras tan toscas del chiquillo, Gio siempre tenía tiempo para abrazarlo. Se le acostaba en el hombro, quedándose de ese modo hasta que saciaba su necesidad de contacto, a veces lo abrazaba o le besaba las mejillas. Marion se había acostumbrado a eso, de modo que, no concebía la existencia de Giordano sin su complejo de chicle.

Cuando eran niños, pasaban muchísimo tiempo juntos, Gio conocía a la madre de Marion, aunque en la actualidad, recordaba muy poco de ella. La mujer murió cuando ellos tenían once años, solo vivió lo suficiente para enseñarle a Marion como preparar galletas para navidad. Su padre se había sumido en una depresión terrible y luego Marion enfermó hasta el punto en que perdió un año de escuela. Su padre se levantó a marcha forzada, pero tardó mucho tiempo en verse saludable. Marion ahora era fuerte y sano, pero su padre siempre se preocupaba de manera exagerada por él. Giordano lo entendía.

A veces, cuando veía a Sandra tan feliz al lado de Maximilian, recordaba la risa de aquella mujer y el pecho se le oprimía, sabiendo que si ella no hubiese muerto tal vez la felicidad que tenía su madre ese momento no existiría. La culpa lo atacaba cuando agradecía que las cosas hubiesen sucedido como lo hicieron. El tiempo que había pasado separado de su madre mientras trabajaba le hizo sentirse aún peor. De vez en cuando se sentaba a pensar cuantas lágrimas se habría aguantado Marion sabiendo que no volvería a ver a su mamá. Era triste y de solo pensarlo Gio necesitaba largos abrazos.

Ahora que estaban los dos juntos, buscaba como un loco el calor y la compañía. Había algo sumamente reconfortante en acurrucarse junto a Marion y solo dormir, una sensación de paz que no había alcanzado ni en la cabaña solitaria en la que vivió el último año y medio.

Encontraba añoranza, melancolía y felicidad en aquellos abrazos. Giordano no podía contenerse de darlos.

—Tienes la cara toda babeada —dijo Marion, señalándole con el dedo, mientras le miraba con mucha seriedad.

De inmediato y como un acto de puro instinto, Gio se llevó la mano a boca, limpiándose con rapidez mientras mostraba una inusual vergüenza. Por alguna razón, la cara se le calentó de golpe. La sola idea de haber mostrado una imagen tan patética en público le cohibió como nunca antes lo había hecho.

Ladeando el rostro. Marion apretó los labios, tratando de contener una sonrisa.

—Era broma —dijo dándose la vuelta para dirigirse al andén donde tomarían el autobús.

Giordano le observó marcharse, sintiéndose muy estúpido, sin embargo, luego de tomar aire, decidió que aquello no le molestaba.

Una sonrisa adornó sus labios, antes de que se echara a correr tras él. Gio adoraba tomarlo desprevenido, así que lo abrazó por la espalda y le mordió la parte posterior del cuello, logrando que el muchacho pegara un grito de sorpresa.

—¡Dano! —exclamó en tono de reprimenda. Pero Gio lo soltó, tomándolo de los hombros para girarlo y verlo de frente.

—Era broma —repitió imitando el tono de Marion.

—Esto también es broma —espetó, apretándole la mejilla antes de pisarle el pie.

Giordano soltó un grito, sosteniéndose el empeine y saltando en una pierna. Marion empezó a reírse, sin embargo, Gio levantó la vista, adoptando esa expresión que le decía que habría una pronta venganza.

Marion se dio vuelta de inmediato, corriendo hasta la fila, seguido de su ahora hermanstro y rodearon a la gente, cuyos rostros se volteaban a su paso, mirándolos con atención. Algunos estaban riéndose, mientras otros se quejaban internamente de su inmaduro comportamiento. Al final, seguridad los detuvo y les obligó a disculparse antes de subirles al autobús, como si fueran prisioneros.

—¿Ya ves lo que causas Dano? Ese guardia nos ha echado una buena bronca. —Se quejó Marion, sin mostrarse realmente enojado al respecto. Había pasado mucho tiempo desde que alguien se atrevió a reprenderle. Por lo general era Marion quien terminaba regañando al resto. Siendo un alumno de excelencia, los chicos lo tomaban como un buen referente y los profesores no concebían la idea de que sus acciones pudiesen ser consideradas incorrectas.

Cuando estaba con Giordano las cosas cambiaban.

—Tienes alma de criminal y lo sabes —dijo Gio, hablando por lo bajo, temiendo que le sacaran del autobús por seguir causando alborotos. Ya había tentado bastante a su suerte ese día.

—No, no, no —Marion afilió la mirada—. No me vengas con esas, que te conozco, tu eres una mala influencia para mí.

—Ya se —con una sonrisa en los labios, se inclinó hacia él, hablándole al oído—. Y aún no te convenzo de hacer las peores cosas.

De inmediato, Marion resopló, aguantándose las ganas de soltar una carcajada. Sin embargo, de inmediato detuvo la felicidad que burbujeaba en su pecho y empujó a Giordano con su mano derecha.

—A un lado, depredador sexual, que tienes que comportarte si quieres convencer al amor de tu vida de que huya contigo —Marion estaba seguro de que su tono de voz consiguió modularse para sonar despreocupado. Sin embargo, seguía sintiéndose inseguro por haber pronunciado esas palabras.

Por su parte, Giordano no dijo nada. Solo soltó una risita nerviosa y se enderezó en su asiento. Las manos volvieron a temblarle, tomó una respiración larga antes de mirar a Marion. Este, consiente de la atención que estaba recibiendo, levantó una ceja, como cuestionándolo.

—Marion —murmuró recargando la cabeza en su hombro. Ahora, en un tono muy dócil.

—¿Sí? —preguntó luego de un largo suspiro.

Un pensamiento llegó a la cabeza de Giordano. ¿Qué pasaría después de que le dijera la verdad a Marion? ¿Se molestaría? Él quería unas lindas vacaciones y el chico se enojaría, no importaba cuando se lo dijese, así que ¿Qué diferencia hacía el hablar ahora o después?

Mordiéndose el labio, miró a su alrededor. Al menos esperaría a que estuvieran en un sitio menos público para poder contarle la verdad, la cabaña donde se hospedarían parecía buena idea.

Soltando un suspiro, Giordano tomó su decisión.

—Dano, no me dejes con la duda —murmuró Marion, ladeando el rostro.

—Nada, me preguntaba a qué hora llegaríamos.

Marion sacó su teléfono de la bolsa y miró la hora.

—Creo que en unas tres horas.

—Ya veo. —Giordano se acomodó en su sitio—. Despiértame cuando estemos allá. 



Este capítulo de publicó originalmente en año nuevo y hoy que lo resubo, me estoy muriendo de calor xD

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