Capítulo I - Héroe
El mundo era una mierda, más con aquellos que eran más débiles.
La lápida que posaba en aquel lugar se sentía tan solitaria, la única presencia en ese lugar era un joven de mirada carmesí, parado delante de esta con una expresión serena e imperturbable, perdido en sus pensamientos, soltando un suspiro, no de tristeza, si no de frustración.
El mundo era una mierda, y había que adaptarse a él... O morir.
Posó con delicadez la flor en aquella tumba, una bella cala hacía contraste con aquella fría tumba. Con las manos en los bolsillos se retiró de aquel cementerio en completo silencio.
Aquel mundo era reinado por jerarquías, el más fuerte mandaba sobre los débiles, y la sociedad así lo permitía. Si nacías como Alfa tenías el éxito y respeto casi asegurado, si nacías como Beta pasabas desapercibido, podías hacer vida normal, pero la desgracia llegaba a aquel que tenía la desgracia de nacer como Omega.
No solo el cuerpo y la naturaleza de este era un contra, principalmente los celos, si no él mundo y la sociedad la cual le daba la espalda a estos solo por ser lo que eran. Trata de omegas, violaciones, violencia doméstica y más casos donde aquellos pobres omegas no tenían el apoyo de casi nadie.
Pocos podían presumir felicidad, y muchos era simplemente conformismo. La mayoría de los casos terminaba en suicidio.
Como él chico que reposaba bajo tierra en aquel cementerio, anteriormente un cliente suyo.
Como psicólogo era frustrante ver todo aquello, no poder realmente ayudar, pero simplemente no tenía él poder, y aquel pequeño omega que trató desesperadamente buscar su ayuda, con su familia dándole la espalda y haber sufrido una violación...
Por mórbido que sonase, no le sorprendió que acabara en suicidio.
Tampoco se sorprendió al no ver que nadie había ido a despedirse de aquel joven, siendo el él único en presenciar ese entierro.
Miró al cielo, él aroma húmedo y aquellas nubes oscuras daban el aviso de que la lluvia se acercaba.
Que escenario más dramático e ideal ¿No?
...
La silueta de ocho personas lo rodeaban, no podía verles el rostro, todo se veía tan borroso, tan distorsionado e irreal.
No otra vez...
-¡Otra vez no! ¡No voy a aceptar dioses! – Reto a la nada, ninguna de las personas que lo rodeaba reaccionó ante su grito - ¡No soy un maldito héroe! – Al gritar esto, la tierra se abrió bajo sus pies, cayendo por un negro infinito, incapaz de gritar, incapaz de poder verle un final a su caída, hasta que...
-¡Ostia puta! – Cayo de su cama mientras su respiración era irregular. Había sido otra pesadilla, aunque sabía que no era tan simple como un mal sueño.
Aquel mundo, mucho tiempo antes, se presumía de la existencia de unos dioses, seres omnipresentes que velaban por sus creaciones, sin embargo, poco a poco los creyentes fueron decayendo ante la decadencia del mundo y su crueldad ¿Quién podía culparlos? Todos eran conscientes de la mierda de mundo en el que estaban, algunos se mantenían fieles, aferrándose a algo para aliviar los males.
Pero ellos, como mundo y sociedad, estaban apartados de cualquier mano de dios, "No hay nada" Muchos afirmaban en tiempos modernos, y él, Auron, era uno de ellos, hasta que se comunicaron atreves de sueños de una profecía.
Al principio creyó y sostuvo firmemente que el estrés le estaba jugando una mala pasada, atreves de mas sueños se dio cuenta que no, el mensaje era claro, aunque él se negara rotundamente a ello.
Una vieja leyenda dictaba que, en tiempos desesperados, antes de el apocalipsis que los mismos seres humanos harían por sus jerarquías, un pequeño pueblo apartado del mundo será la salvación, pocos serán elegidos a salvarse del salvajismo por venir, mientras nueve héroes mantendrían el orden. Sin injusticias. Sin violencia. Tan irreal, tanto como la idea del ser un "héroe".
Se negaba rotundamente a ser un héroe como clamaban los dioses, lo veía como una mala broma celestial. Además de psicólogo, no había aportado nada en su vida para tal título, todo lo contrario, aun se recordaba con vergüenza y asco su pasado, y aún así nunca intentó hacer un cambio. No podía cargar sobre sus hombros tan honorable papel.
Cubrió su cara con sus manos, largando un suspiro exasperado. No debía dar vueltas en el asunto. Era hora de empezar un nuevo día.
La misma rutina, se mantuvo limpiando sus archivos antes de su único paciente ese día, lo agradecía ya que ese día en específico sentía un vacío en su estómago, su instinto le reclamaba que algo no estaba bien, la tensión que atravesaba su cuerpo era tal que cuando el teléfono sonó pego un pequeño salto. Gruño, estaba empezando a molestarle el estar de esa manera sin algún motivo lógico.
Contesto el teléfono, y antes de poder soltar una palabra, un gruñido del otro lado hizo que un escalofrió recorriera su cuerpo. Su instinto gritaba peligro por la otra persona.
-Tu... Hijo de puta, ladrón de mierda – La voz profunda, lenta y rasposa, balbuceaba enojado, podía indicar que esa persona estaba borracha con solo escucharlo. Un alfa borracho y enojado era un peligro, un escalofrío corro por su espalda – Por tu culpa mi omega murió, psicólogo de pacotilla – Tomo aire para responder, no se había dado cuenta de hace cuanto estaba reteniendo el aire dentro de sus pulmones.
-Señor, no tengo la culpa del suicidio de su omega, no me vuelva a llamar para amenazar, a menos que quiera que llame a las autoridades – Uso su voz de mando, más grave, tratando así de disipar el malestar de su cuerpo y mantenerse sereno. Obtuvo como respuesta un nuevo gruñido.
-Te voy a matar, marica – Después de eso, corto dejando a Auron con las palabras en la boca, y a cambio solo pudo gruñir mirando su teléfono.
No era la primera vez que lo habían llamado con amenazas, nunca pasaba más allá de alfas borrachos resentidos por perder a su "objeto", pera esta vez, algo dentro del indicaba que era mucho mas que eso. Un sentimiento amargo se insertó en su boca, mirando perdidamente un punto en especifico en la habitación donde no había nada. Salió de su transe al escuchar el timbre sonar. Miro la hora la cual indicaba las 3 pm, era hora de atender a su paciente.
Sin más, se dirigió a su oficina personal, se puso la bata y los lentes y fue a abrirle la puerta, dejando ver a un pequeño omega. El típico omega pequeño, mirada inocente y sumamente sumiso. Este se encogió al verlo, y Auron recién se percato de su propio aroma, un aroma a canela quemada inundaba la habitación gracias a su enojo e inseguridad, era normal que el pobre omega temblara en su lugar, un alfa enojado nunca era bueno.
Suspiro, soltando feromonas para tranquilizar a su paciente, disculpándose con una media sonrisa, obteniendo un sonrojo y el aroma dulce del contrario.
Típica sumisión y dulzura de un omega, no era nada nuevo pero aquel aroma... No solamente ese aroma.
Sentía rechazo hacia los olores tan dulces de los omegas.
Permitió al omega pasar, empezando la sesión, notando ese aroma cada vez más fuerte junto con la incomodidad y miedo del menor por sus expresiones corporales, como se removía sobre su asiendo incómodo. Frunció el ceño, ese aroma era asquerosamente empalagoso.
Era el celo del omega, eran esos momentos donde agradecía que no surgiera efecto en él, si no el pequeño estaría peor de lo que ya estaba.
- ¿No has estado tomando supresores? – Mas que una pregunta, era una afirmación. Vio la tensión en el otro al ser descubierto. Busco en su cajón algo y se lo dio, una caja con algunos supresores. No era la primera vez que algo así sucedía, así que tenia supresores para omegas guardados por situaciones así – Toma, y ten más cuidado – Aconsejo mientras arrugaba la nariz por el potente aroma.
La sorpresa y alivio en el otro era notoria, aceptando el supresor y tomándola tan rápido como pudo, no era común una reacción así de un alfa a el celo de un omega, pero gracias a ese gesto se sintió más cómodo y protegido.
La sesión siguió como era habitual, y al final se despidió de él, cerrando la puerta para quedar otra vez solo en su casa, quitándose la bata y tirarse al sillón.
Con sus dedos sostuvo un cigarrillo y lo prendió, dándole una calada a aquella droga legal, para luego soltar con un suspiro el humo oscuro. Su intención era obtener algo de paz después de aquel largo día, pero su cuerpo seguía alerta, atento a todos los sonidos a su alrededor, aunque todo estaba en silencio y tranquilidad, sentía que algo iba mal.
Su puerta sonó, guardo silencio, miro la hora, 6pm, no esperaba a nadie a esa hora.
Otra vez sonó la puerta, de forma mas agresiva e insistente, desde allí podía sentir el hedor a alcohol y feromonas. Se levanto mientras sentía que su corazón golpear contra su pecho. Se sentía en peligro, quien sea que estuviese detrás de la puerta no estaba solo.
- ¡Sal de ahí cobarde hijo de puta! ¡Pelea como un hombre maricon! – La misma voz del hombre que lo amenazo en la llamada estaba detrás, también pudo escuchar una risa acompañar al hombre, una voz diferente al de su principal.
Era cuestión de tiempo para que la puerta terminara cediendo contra la fuerza de un alfa cegado por la furia. Sabia que no tenia oportunidad de luchar contra dos alfas, supo desde un principio que el aroma de esos portadores era de alfas superiores a él. Maldijo entre dientes, buscando algo con que defenderse, no iba a dejarse vencer. La adrenalina corrió por sus venas cuando escucho la puerta chocar con la pared.
Todo había sucedido muy rápido, tomo una sartén y enseguida golpeo a uno que iba directo hacia él. No iba a dejar que el primer golpe se lo llevase el dentro de su propia casa, el orgullo le podía. Sin embargo, no detuvo al compañero del agredido atacarle, y así, empezar la pelea.
Auron maldecía con todo su ser, aun con su casta, sabía que era débil y más pequeño a comparación de varios alfas, y en esta ocasión, era una desventaja desbastadora. Enseguida la sangre inundo su boca gracias a los golpes, estando en el suelo mientras era sostenido por su cabello a tirones, humillado y adolorido.
Fue levantado con un tirón de su cabello, haciendo una mueca de molestia y soltó un quejido por sus labios, recibiendo una patada, sintiendo la sangre salir caliente por su nariz a su vez un crujido en la zona, le habían roto la nariz.
Se sentía distante de los insultos y risas, su entorno se distorsionaba al igual que su vista, estaba perdiendo la conciencia y si seguía así, iba a morir.
Antes de ello, se aferro a un recuerdo de sus sueños, los dioses. Cerro los ojos, aceptando el trato de ser un héroe. Se escucho un rayo mientras toda la sala se iluminaba de blanco, sintiendo su cuerpo desintegrarse, aunque no sentía dolor, visualizo entre lo blanco unos ojos celestes que lo llenaron de paz, soltando un último suspiro.
Todo quedo en negro.
Despertó con una bocanada de aire llenando sus pulmones, su pecho subía y bajaba acelerado, tratando de regular su acelerada respiración, tratando de tomar conciencia de que le pasaba.
Estaba acostado boca arriba sobre el césped, visualizando el cielo celeste sintiendo la calidez del sol que no estaba lejos de ocultarse.
¿Dónde mierda estaba?
Se sentó mientras revisaba su cuerpo, no tenia heridas. Ya de pie miro logro ver que estaba en una enorme colina, cerca se veía un pueblo rodeado de verde. Trataba de entender donde estaba y que pasaba, hasta que el olor de eucalipto capto su atención.
Al mirar detrás de él, encontró a un hombre mayor de barba larga y blanca, alto y robusto. Pudo reconocerlo enseguida como un alfa puro, sumamente intimidante, pero este le otorgó una sonrisa tranquila y casi paternal, confundiéndolo.
- Bienvenido a Karmaland, héroe Auron –
Hola💜
Es la primera vez que hago una historia tipo novela, pero espero que esto salga bien 💜
Que la siga dependerá del apoyo que reciba, realmente espero que les guste ;;
Hasta la próxima 💜
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