
03. La Semilla de Pangea
La República de China era un ser que había existido y cambiado demasiado en sí mismo como para aguardar sorpresa por alguno de sus congéneres, propios o extranjeros. En sus perfectos modales y disciplina, fingía con expresiones grandilocuentes su contento o su asombro, mas en el fondo ya nada le daba aquella bella sensación ante lo desconocido. En parte, por eso desdeñaba a los mortales y los trataba con distancia: en el fondo los envidiaba.
Su antiquísimo corazón se aceleró, en cambio, esa noche.
—Eres toda una visión.
Se sintió torpe y eso le encantó, riéndose de sí mismo por momentos. Las palabras se le habían atorado en la garganta, entre metáforas y mundos, sus facetas plegadas para concentrarse en decir algo coherente cuando Portugal se presentó frente a él.
Lo que llamaba la atención en primera instancia era el cuello largo, adornado por una gargantilla de piedras blancas y verdes, enlazada con una cruz de plata en el centro de manera sutil. Los pendientes de diamantes hacían juego con el maquillaje suave de sus labios y la sombra negra y plateada que enmarcaban sus ojos verdes, casi borrando la cicatriz del ojo; resaltado todo al tener su cabello largo recogido en forma de una gran trenza laxa, que daba dos vueltas y se convertía en un rodete alto cuyo extremo tenía un adorno en piedras de una flor. Su vestido era de un verde vibrante, largo hasta el suelo, liso y algo ceñido a su cuerpo, con sus mangas largas cerradas con pulseras en sus muñecas. Compensaba todo ese claustro delantero con su espalda, totalmente descubierta hasta el final de la columna vertebral, mostrando sus variadas cicatrices en toda la piel aceitunada; y cuyos bordes también estaban rodeados de piedras preciosas en forma de escamas.
—Obrigado. También estás muy elegante.
La custodia de ambos países le pareció a China una parte agreste del paisaje, y ni siquiera se preocupó en acercarse a ella con pasos firmes. La mujer notó entonces la elegancia que portaba Yao, con el cabello recogido solamente en el medio y en su traje negro, ceñido al menudo cuerpo; pantalón recto de tela y un saco al estilo qipao, cuyo costado izquierdo estaba bordado en oro con un dragón de cinco garras que salía con sus fauces abiertas hacia arriba, desde las olas del mar del borde del saco.
>>Sé bienvenido a Castelo Branco, Yao — dijo entonces con una sonrisa franca, hablando en perfecto mandarín, acorde a las Reglas con los mayores — . Decidí citarte en Jardim Episcopal porque aún conserva algo de la quietud que ya no posee la posmodernidad en las ciudades. Y sé que para ciertos encuentros eres más afecto a estos silencios.
—En efecto, no podría imaginar un lugar mejor para la cita — acotó entonces, sonriente y mirando alrededor — . Debo confesar que tu casa es una de mis favoritas en Occidente, porque aún conserva el mestizaje del Este. Este sitio tiene aroma a haber sido forjado por humanos con pies firmes e ideas decididas. Eso es un muy buen Feng Shui — sonrió más, señalando la decoración de las estatuas y monumentos — . Tiene todo el ansia de la sabiduría de este lado; las Virtudes Cardinales y el cielo de constelaciones de Heracles, las deidades de la naturaleza romana, la precisión de las formas celtas... me gusta. Me recuerda a mis propios deseos cuando alguna vez fui más joven. — La muchacha rió despacio.
—Hablas como si fueras un anciano.
—Soy un anciano; solamente sé lucir bien — inquirió, cerrando una mano en la palma de la otra e inclinándose ante ella — . Aunque mis esfuerzos son claramente eclipsados frente a lo que tengo delante.
—Eres muy amable. — ella se inclinó igual, pero con ambas palmas apretadas entre sí.
Portugal y China habían sido dos imperios que chocaron varias veces en la historia. La más reciente había sido la potestad de Macao a finales del siglo XX. Un conflicto que decidió terminar en base a un arduo y difícil trabajo de negociaciones, sumado a una larga transición de poderes. De cierto modo, la dependencia ahora de China había quedado en medio de ambos, convirtiéndose en una especie de hijo quien aún veía su imagen paternal en Gabriel por los siglos a su lado, y a Yao como a un reciente tutor.
Esto no enfadó al asiático; por el contrario, se convirtió en una excusa para acercarse más a Dos Anjos con el tiempo. Tal como había ocurrido con Japón, Portugal era un intermediario más ávido y dulce que el resto de Europa.
—Antes de la cena me gustaría caminar un poco por estos laberintos, ¿está permitido?
—Para nosotros cualquier cosa está permitida — contestó con simpleza. El chino no pudo evitar ampliar su sonrisa, sintiendo los albores del jugueteo sutil.
—Guíame entonces, Su Alteza.
Dispuso su brazo y ella lo tomó, comenzando a caminar juntos entre los pasillos verdes, casi en la sensación de que no estaban plagados de custodia por todos lados. Al principio hablaron de cosas triviales; el manejo de sus hijos, las relaciones con otros países, hasta el impacto que había generado aquel cambio físico, y todo lo que había pasado el día que se enteró; inclusive, cuando Kiku Honda pudo darle un poco de tranquilidad con su explicación.
—Aunque Japón me trajo un poco de alivio, sigo expectante en cada día que despierto desde entonces, atenta a todo lo que pueda pasar a mi alrededor. Porque, así como llegó un día sin aviso, cualquier cosa podría pasar.
—Ciertamente — dijo luego de una pausa, mirando distraídamente las esculturas entre uno y otro giro — . Seré honesto, Beatrix. Hace cientos de años no estaba tan entusiasmado con un cambio; ni siquiera los propios, debo decir. — añadió a propósito, con una intención marcada en su voz.
—Necesito que me cuentes sobre eso, quizás aprenda a sobrellevarlo mejor.
—Será una excelente conversatorio para la cena — palmeó la mano sobre su brazo con dulzura — . Te diré absolutamente cada detalle que necesites saber, para que te sientas mejor...
Entonces, un silencio.
Y otro más.
El reojo de Portugal.
La sonrisa más amplia de China.
Todo tiene un precio.
La transmisión de pensamiento fue clara, pero la joven no hizo ningún gesto de incomodidad.
—Vamos a comer, entonces. — Beatrix cerró los ojos, cediendo en la invisible contienda. El asiático la miró complacido.
——00——
—¿Movimientos del Otro Lado?
La República Oriental del Uruguay parecía que hablaba sola a lo lejos, pero su auricular de manos libres estaba conectado a la llamada en el bolsillo. Le pareció algo muy raro que América del Norte quisiera contactarse con él, siendo que no tenían mucha relación. Pero dada su insistencia se tomó una pausa de sus labores entre sus hijos de vientre, y salió a tomar aire a las banquetas del parque que tenía su Casa de Gobierno.
Se apoyó bajo una palmera, con la camisa arremangada a los hombros, mientras escuchaba ya con más atención.
—Okey, no sé cómo llamarlo, si es que tiene algún nombre. Lo único que sé es que China anda en algo, y tiene que ver con esas dimensiones en las que ustedes están conectados.
—Tú también lo estás, Alfred.
Estados Unidos torció la boca, callándose en un momento.
>>Lo que pasa es que no lo recuerdas... aún.
—Como sea, no me voy a poner a debatir por esto hoy — le cortó — . Ustedes son en esta placa tectónica los que tienen más conocimiento al respecto. Y pareceré superficial, pero no soy necio. Y como no soy necio, se que Yao me metió en esto por alguna razón que no tiene sentido para mí, pero quizás si lo ven ustedes podrían darse cuenta.
—¿Le has dicho esto a Arthur? Él tiene un vínculo con lo sobrenatural muy profundo, y sería más útil por la cercanía.
—Su ira no va a ser útil, menos si se descontrola fuera de este plano. Su paranoia está al máximo desde que Gabriel cambió, con los celos propios de un niño. No — aseveró — . Ustedes tienen lazos con Portugal, pero no están tan atados. Al mismo tiempo, tienen una profunda conexión con sus Ancestros, y eso le da una amplia ventaja para moverse ahí — continuó con seriedad — . Si llega a pasar algo, seguramente ustedes podrán actuar más acorde. Mal que mal, fueron sus hijos.
Uruguay quedó pensativo, acomodándose los anteojos un momento, reflexionando.
—Tienes razón en eso. Hablaré con Luciano.
—Perfecto, es lo que esperaba escuchar — sonrió de golpe — . Es lo que me gusta de tí, Sebastián. De toda esa pandilla de locos ahí abajo eres el más centrado y el que menos me juzga cuando intento hacer algo medianamente bien.
—En realidad ese papel lo tiene Daniel, pero te agradezco la deferencia — respondió el uruguayo — . Hablaré con Chile del Sur y Paraguay en tanto tenga la posibilidad. De todos modos y si de algo sirve, no te preocupes, Portugal sabe defenderse.
—No me preocupa ella; me preocupa lo que puede llegar a pasar si algo responde las preguntas de Yao — se refregó un brazo — . Tengo un mal presentimiento.
—Sólo lo sabremos cuando pase. Gracias por el aviso.
Al cortar miró al horizonte y chasqueó la lengua contra los dientes, en un viejo reflejo de repasar el filo de un colmillo mucho más largo, que había sido limado hacía cientos de años. Precisamente, por Portugal.
"Lu, ¿me escuchas? Necesito que nos veamos. ¿Puedo viajar esta noche para allá?"
"Por supuesto que puedes, ¿está todo bien?"
Sonrió al aire cuando escuchó la voz grave y suave de Brasil, como si estuviera a su lado. Aunque hablaban en diferentes idiomas, se entendían con fluidez.
"Jones acaba de avisarme que China está buscando a Portugal para saber qué hay detrás de ese cambio. Por alguna razón está en medio, así que me pidió de favor que estuviéramos atentos desde el Mundo Onírico, porque él no sabe hacerlo."
"Alfred no conoce la fuerza de Beatrix, claramente." respondió burlón.
"Sonaba algo ansioso. Y jamás me llama" acotó ". Creo que deberíamos arrimarnos y mirar."
"Está bien, no es algo que nos cueste. Cualquier cosa que nos permita estar juntos me gusta."
Había demasiadas inflexiones en esa oración entre ambos como para que pasaran desapercibidas, sobre todo cuando salían de la boca de la única Potencia del Cono Sur, otrora un Imperio en toda su regla. Pero ambos decidieron tomar las palabras como un gesto romántico.
"Te haré saber cuando esté en camino."
"Te amo, Sebby."
"Yo también."
Parpadeó de nuevo y refregó sus ojos castaños con sus dedos. Entre un movimiento y el siguiente, trazas de un dorado escondido en las pupilas destellaron tras los lentes.
De pronto, su apariencia demasiado europea le pareció sumamente incómoda.
——00——
La cena transcurrió sin mayores inconvenientes, comiendo y tomando vino hasta hartarse de los relatos y las preguntas que Portugal emitió en relación a las versiones femeninas de China en la historia. De este modo, este dijo todo lo que había sentido y pasado, sus propias exploraciones, los motivos y las consecuencias para él y sus hijos de vientre.
—Cuando vuelvas a ser Gabriel, te tomará un tiempo nuevamente acostumbrarte a tus huesos y tus caderas rectas, pero no es nada del otro mundo. Será la sensación de haber corrido mucho por la playa, con los músculos ateridos — concluyó aquel tema, con calma — . Quizás no tengas apetito por unos días, o te marees un poco. Fuera de eso, todo estará bien.
Beatrix alivió su tensión y dejó de sentirse un fenómeno, sensación que sólo desaparecía cuando su hermano o Arthur estaban cerca. Esa posición la hizo más segura, retomando la confianza que Gabriel se tenía siempre a sí mismo.
>>Me apena un poco decir esto, porque luces perfecta, pero hablar tan detenidamente de tus nuevas formas me abrió el apetito en otros menesteres fuera de la mesa — la miró fijamente — . Tengo un enorme deseo de yacer en tu lecho.
Tras la última cucharada del postre, Yao decidió seducir abiertamente y de una manera poco educada para los orientales. Dos Anjos tomó su lugar en la partida del juego, aceptando las condiciones luego de que China hubiese cumplido con su palabra.
—Vamos, entonces.
A diferencia de los países occidentales, los asiáticos no solían frecuentar sus encuentros físicos con tanta regularidad. Sucedía por algún giro en los hijos de vientre, y no más que eso. Si tenían algún apetito, sobre todo los más jóvenes, preferían tomar mortales eventuales, sin establecer ningún vínculo. Eso era algo que jamás había entendido de los seres del Oeste; pero dada la intensidad con las que los niños latinos se movían por el mundo, cualquier sacudón emocional era digno de ser observado, y ciertamente no sorprendía que aquellas bataholas de vínculos y uniones fuera casi una necesidad para aquellos.
Participar cuando era necesario o se era invitado, sin embargo, era divertido. Sobre todo con la retorcida mente de Japón y todos sus fetiches. Serían más viejos, pero no por ello menos lúdicos.
—Dulce... ondeas como una gacela.
China era un amante clásico y suave. Con infinita paciencia, y lejos de la urgencia de la sangre ardiente, exploraba con cuidado todos los rincones de la piel ajena como si los trazara él mismo, bajo las uñas algo afiladas de sus dedos largos. Admiraba con genuina fascinación las tonalidades que la débil penumbra daba a la piel aceitunada, grácil bajo sus manos, entre un suspiro y el siguiente.
A pesar de su contextura, su presencia era imponente entre las sábanas, como todos los Imperios que decidían mostrarse plenos en la intimidad. Y en ese caso, eran dos.
—Mnnh... ya deja de jugar, China — soltó Beatrix entre los gemidos ante el movimiento de sus caderas anchas, pendulando hacia arriba y cerrándose en su interior — . Dime que es lo que tengo que darte.
—No te... apresures ¡nhm!, ya lo estás... haciendo... — susurró, con sus ojos brillantes y el cabello desordenado en su rostro, ondulando contra ella — ... y es todo un manjar.
Sin embargo, sabía que no era algo tan superficial. Los ojos verdes de Portugal lo miraron con una seriedad mortal, a pesar de estar moviéndose con el otro. China entonces rió con algo de malicia y se mordió el labio, deteniéndose un momento, con sus brazos apoyándose en la cama, encima de ella.
—Dímelo.
—Es algo simple, mi bella amante — acarició al pasar los pechos redondos, pellizcando los pezones oscuros — . Quiero saber.
—¿Saber qué? — Yao le contestó con una embestida que le sacó un grito de sorpresa.
— Todo. Y más que todo. Lo que esconde esta transformación.
—Pensé... que lo sabías.
—No, mi pequeña. De ser así, no me tomaría estas deliciosas molestias — le comentó con algo de desdén, haciéndole fruncir el ceño a la mujer — . Debo admitir que es la vía más agradable, sin embargo. Estas conexiones son telúricas.
—No sé nada que pueda serte de utilidad.
—Claro que no sabes; pero tus otras partes sí. Sobre todo, la más primigenia.
Los ojos mostraron de pronto, entre las sombras de su rostro, como cambiaban a un dorado brillante con las pupilas afiladas. En el instinto, la mujer tomó los brazos del otro intentando empujarlo para salir y alejarse de la cama, pero todo el cuerpo del imperio asiático estaba pétreo como una columna de mármol; una fuerza mucho más descomunal que la propia. Ante esa sensación de debilidad, en el siguiente parpadeo las largas pestañas de Portugal mostraron sus ojos en tono limón, con un aspecto igualmente reptílico. Gruñó apenas, y sus colmillos comenzaron a estirarse desde las encías, en tanto las escamas tornasoladas aparecían en sus dedos y sus mejillas, rodeados del maquillaje en sus párpados.
—¡Yao!
—No te asustes, Beatrix. Sólo quiero conversar — sonrió, mostrando su dentadura afilada, mientras sus ojos se rodeaban de escamas carmesí — , de dragón a dragón.
Levantó una mano, uniendo los dedos índices y anular, y presionó con rapidez la clavícula de la mujer. Al mismo tiempo, retomó el ritmo de la penetración, jadeando por el placer en los nervios humanoides.
Beatrix abrió la boca, mostrando se dentadura afilada que hizo hacia atrás en un gemido, con sus ojos entornados hacia arriba. El aroma a lavanda dejó de ser una suave sugerencia en el aire, y se convirtió en una pesada nube que tapaba los pulmones. La respuesta fue el aroma de peonías que se superpuso con rapidez.
Todo dio vueltas, y una luz blanca la llevó a la inconciencia.
——00——
Cuando abrió los ojos supo que no estaba más en su cama. Ni siquiera en su casa... o en el mundo.
—Qué bueno que despertaste.
Giró y se puso de pie, buscando el origen de la voz. Cuando se irguió su cuerpo era más pesado y tosco. Fue extraño, y se tocó el rostro. Entonces, se dio cuenta.
Era Gabriel de nuevo.
—¡¡Yao, sácame de aquí!! — el vozarrón de Dos Anjos se hizo claro a los oídos de su interlocutor — ¡Sácame de este lugar!
—Te dejaré ir cuando hayamos visto todas las respuestas, amigo mío.
La presencia de China fue nítida entonces. Estaba frente a él, y su menuda figura parecía estar flotando apenas en el aire. Su apariencia asemejaba a las pinturas de aquellos exóticos dioses asiáticos; tenía un traje imperial color sangre bordado de oro y animales, cuyas telas blancas y rojas flotaban entre sus brazos y piernas, como si no existiera la gravedad. Su cabello lacio se desmigajaba hasta las pantorrillas, coronado como un Emperador en su frente. Sus manos apenas se movían, con las uñas largas hasta la rodilla. Pero lo más impresionante era su rostro; casi la totalidad eran escamas terracota que protegían a dos orbes doradas con la pupila afilada.
—Así que así te ves como Imperio.
—Espero que te agrade. Te lo mostré una vez; apenas una parte, ahora puedes verlo por completo. Me gusta además esta faceta tuya, siendo criaturas de la misma naturaleza — le señaló — . Estoy complacido.
—Yo no lo estoy.
Portugal tenía las partes mestizas que habían quedado de Lusitania y su forma primigenia cuando había comenzado a tomar aspecto humano. Su cuerpo era más fibroso que su estado moderno; pero la diferencia radicaba en su rostro: sus ojos eran de un color verde intenso, afiladas sus pupilas, rodeadas de escamas tornasoladas azules y verdes. Su cabello era más largo, atado en mechas y trenzas con diversos adornos de cobre y plata. En los brazos y en las piernas de su humilde vestimenta terracota quedaban rastros de los tatuajes celtas, borroneados en sus azules, pero firmemente delineados como en su frente y su barbilla. Su peto y muñequeras eran de un cuero rústico tallado a mano, y sus pies estaban descalzos.
—Seguramente, y te pido disculpas por eso. Pero no te preocupes, iremos en un instante a tu hogar.
—¿Cómo haremos eso, China, si esto es en contra de mi voluntad?
—¿Realmente? — la voz sonó sediciosa — Aquí es más notorio todo, lo sabes. Tu corazón aún alberga miedo, así que también quieres saber. Por lo tanto, nos llevarás allá. Aunque, para eso... — sus pies tocaron el suelo— Deberemos ir más profundo.
El resto del paisaje tomó conciencia alrededor de los ojos del lusitano. Estaban en un jardín imperial chino sin edad, con los pisos de piedra, las pagodas alrededor con sus leones de Fu y dragones custodiando cada recinto. Pero lo más impresionante estaba detrás de Yao: un árbol gigantesco que no tenía fin, adornado de crisantemos rojos en sus raíces y en algunas partes de la base en su anchísimo tronco. Parecía seco, como si esperara una estación para florecer.
—¿¡Q— ?
Cuando quiso darse cuenta, Portugal recibió un golpe en el estómago que lo hizo volar hasta la otra punta del jardín imperial. Al incorporarse, Yao estaba a unos metros de él, con la mano firme en todo lo que las uñas podía dejar cerrar, mirándolo desde arriba.
—¡Vamos, Lusitania! ¡Sorpréndeme!
Un gruñido gutural salió de la boca del moreno, que se incorporó para golpear el rostro. China lo esquivó, una, dos, y tres veces, pero no esperó en un giro el embate de las piernas fuertes que lo hicieron retroceder, enredándose entre las telas y el cabello. En el siguiente movimiento, Portugal saltó sobre el aire, haciendo un boquete en el suelo en cuanto el asiático pudo esquivar el golpe. La sonrisa de China fue de un placer pleno al ver esa violencia, y se ensanchó en los siguientes movimientos de golpes de su contrincante, cada vez más veloces y asertivos.
Era sin embargo frustrante para el portugués, porque el otro parecía estar hecho de agua, esquivando todo con gracia, y respondiendo con furtivos golpes de todas las artes marciales que conocía la humanidad. La sangre en sus venas hirvió por la furia, y la velocidad aumentó, junto con la manera de golpear y moverse. Cuando logró conectar el puñetazo en el rostro ajeno, logró que el cuerpo de Yao chocara contra el árbol, arrastrándolo hasta el suelo.
—Ya tuve suficiente de este juego estúpido — Lusitania se puso de pie — . Déjame ir o te golpearé hasta deshacerte aquí.
—Inténtalo — contestó con una voz inhumana, girando a verlo desde abajo. Sus ojos se afilaron más sobre la sonrisa torva, limpiándose la sangre de su nariz y lamiéndola entre los dedos — . Me excita tu fuerza, siento que estoy cogiéndote más duro allá afuera. Justo como te gusta que te monte tu hermano; o como te gustaba hacerle a tus pequeños hijos, cuando los turnabas en tu lecho, allá lejos en América. Porque te sentías triste, sólo y traicionado.
En el ardor de la pelea, Dos Anjos no esperó esas palabras y unió los dientes con las mejillas rojas, sintiéndose expuesto.
—Ese no soy yo.
—Correcto. Pero es una parte de ti, y acá puedo ver todo mejor ¿lo olvidas? Tus emociones tienen forma. Has sido un hombre muy perverso, justo como yo... — se puso de pie — Oh, y esa terrible culpa cristiana, ese bendito saudade. Qué desperdicio de Imperio.
Sonrió un instante antes de que la mano ajena estrellara contra su tráquea, clavándole al tronco con el crujir de los huesos y rompiéndole el cuello sin pensar. Cuando el moreno notó que los ojos amarillos tornaron frente a los limón, las uñas largas se hundieron en el torso de Lusitania, haciéndolo escupir sangre intempestivamente. En represalia, Portugal abrió su boca que ya eran fauces y fue hacia la yugular, hundiéndose con toda la fuerza que fue capaz de invocar en su mandíbula.
Un gorjeo de sangre escondió una risa de parte del otro Imperio, que miró hacia arriba y estiró sus dedos llenos de líquido vital contra el tronco de atrás, como si lo pintara.
"Eres fuerte. Profundamente. Más que el resto. Empiezo a entender..."
Yao emitió ese pensamiento, y todo se volvió blanco otra vez.
——00——
El ruido del mar chocando debajo le trajo un alivio enorme.
Abrió los ojos. Ya no sentía dolor, ni tenía olor a sangre. Sólo el océano contra las barrancas que daban hacia el Abismo Blanco, miles de kilómetros abajo, llenaron sus oídos. A su lado, susurraban los pastizales azules llevados por los aires del mar, al igual que las largas y nervudas ramas del Santo Espino Blanco sobre él, protegiéndolo de un cielo siempre mortecino, donde no terminaba de salir el sol.
Era el Páramo del Rayo.
"Siempre quise ver este lugar..."
Cuando miró hacia adelante, un dragón rojo y dorado con grandes bigotes y pelaje espeso lo observaba, apoyado sobre sus garras cruzadas entre sí, como si descansara. Estaba enroscado en sí mismo pero parecía medir cientos de metros, luciendo las escamas que cambiaban de color en algunos ángulos de su largo y espigado cuerpo.
Portugal se puso de pie, y de pronto notó que lo hacía en cuatro patas. Bufó y estiró sus enormes alas membranosas, sacudiendo algunas flores blancas sobre su lomo.
"¿Por qué llegamos de este modo?"
"Porque no permites que nadie venga, así que hay que entrar de otras maneras" los párpados horizontales pasaron por los ojos dorados ". Después de todo, este es el refugio que el Tigre de los Siete Océanos hizo para tí, hilado con las madejas prístinas de su amor" miró hacia arriba ". Cada lágrima de alegría, tristeza, odio y desolación que sintió por tí; cada gota de sangre que derramó como una ofrenda, en contra y en tu nombre... siglo tras siglo, solidificaron este lugar rescatándolo de las fauces el Olvido, donde nada vuelve" movió la cola ". Así aferró estas colinas blancas, este barranco, estos montes azules, y formó ese Espino. Las últimas cosas que quedan de los celtas en las memorias de ustedes. Salir del Castillo de sus hermanos para darte un lugar donde pueden estar juntos es ingenioso, debo decir. "
"Este lugar es sagrado para mí, así que si no te vas ahora mismo, te sacaré." gruñó Portugal, irguiéndose amenazante.
"Ya no es sólo sagrado para tí, Dragón del Oeste" le aclaró, hablando despacio ". Ahora se ha convertido en un bastión para todo el mundo."
"¿Bastión?"
La criatura oriental se estiró, y su largo se perdió entre las piedras.
"Tu cuerpo es la antesala de algo muy grande que se está gestando. Algo lleno de respuestas. Esta vez, el destino no me va a ganar de nuevo."
En un salto se estiró hacia el cielo, comenzando a volar. Cuando todo su cuerpo estaba en el aire, empezó a girar, buscando y buscando entre las praderas. El otro dragón, confundido, batió sus alas y lo siguió a la misma velocidad.
"¿A dónde vas?"
"Estoy buscando eso que traes contigo."
"No tengo nada."
"No sobre tu carne, pero si en los tejidos de la realidad que el Imperio de Gran Bretaña y el Imperio de España hicieron para tí. Debe estar en alguna parte..."
"¡Espera!"
Fue una carrera en el cielo de dos criaturas fantásticas, rodeándose y frenando entre sí. Gruñían en el aire con gritos de amenaza mutua para seguir camino, desviar o impedir el paso. Después de mucho andar, en las colinas que parecían ser un espejo más agreste que Stonehenge, hicieron tierra. Dos Anjos elevó las alas y las estiró en su totalidad a los lados, como una barrera.
"Ni se te ocurra..."
"No quiero esas piedras, quiero lo que hay delante."
Ambos dragones voltearon y, para sorpresa del par, los símbolos de las piedras brillaban tenuemente, transmitiendo esa iridiscencia como un circuito que traspasaba el círculo y llegaba por el césped de colores más adelante, rodeando un espacio de paja mullida.
"... ¿Qué es eso?"
"El nido que hicieron ustedes tres."
"¿Nosotros tres?"
"El León, el Tigre y el Dragón"
"No recuerdo haber hecho nada."
"Ni ellos. Justamente. Es primigenio. Está construído con los lazos que los unen; el de vientre con tu hermano, y el amor con tu esposo."
Las largas patas del dragón oriental caminaron lentamente, con su infinito cuerpo serpenteando. Si bien parecía que quería invadir más en ese lugar, sólo estiró el cuello con curiosidad.
"¿Qué es lo que ves?"
"Están preparando este lugar para una venida. Alguien que viene."
"Una Nación."
"No, es más que eso... son muchos..."
"¿Muchos?"
"Los que cambiarán el mundo" lo miró. "Es una pena que no recuerdes nada de esto luego, pero será suficiente para mí" la criatura giró la cabeza ". El futuro..."
Se acercó un poco más, hasta que los ojos dorados se llenaron del turquesa brillante en el borde del nido. La pupila se encogió hasta ser un hilo negro apenas visible.
Y entonces...
Entonces.
Fue una sucesión de imágenes, extrañamente conectadas al mundo humano. Llantos de nacimiento, risas, amarguras, amor y desgarros ante la muerte. Lujuria, celos, envidia, soledad. Amor. Odio. Una cadena de miles de familias humanas multiplicadas, y de repente, comenzaron a estrecharse a decenas de miles, a miles, a cientos, a decenas.
Esa Nación, ese un nuevo lugar que estaba surgiendo en ese entonces, generaría las mezclas apropiadas. Entonces habría un gran viaje; doce líneas viajarán al Sur. De esas surgirían seis, y tres a Latinoamérica. Dos machos y una hembra, caminando como señores entre las Naciones, cuidados y celados. Después, un beso de ojos esmeralda en forma de rayo, una guerra mundial que quebrará el mundo en tres, una separación. El Espíritu de Paz, y luego la rueda volvería a girar. Más mezclas, tres líneas nuevas llegan, pero una de ellas le abre a la otra la Puerta Que No Debería Ser Abierta. Otro beso de ojos zafiro que trae algo más antiguo aún, la Primavera. Prodigio. Penitente. La Primavera uniendo a todos los avatares de los árboles del Otro Lado, reactivando los lazos antiguos. Despiertan los Ancestros. Caminan por el mundo. Después nueva descendencia. Una Muerte imperdonable. Mai Cobre. La venganza. Estos humanos comienzan a caminar en el Mundo Onírico y llegan más allá de sus pequeñas almas. El devenir de los Dormidos. La Soñadora. El Oráculo, el Escriba, la Canción Boreal, el Padre, el Artífice. La Gran Obra llega a su fin, un alma en forma de estrellas fugaces, demasiado grande para volver. El Ingeniero que lleva a la carne del mundo la visión más antigua, para que despierte y enfrente la gran purga espiritual frente al pecado mortal de los Niños Sin Alma. La oscuridad que llenó a las Naciones toma forma frente a la Guerra de un Sólo Hombre, donde sólo queda el Guardián.
El Guardián con sangre de Portugal, protegiendo el último bastión de un Mundo Onírico tragado por la Nada.
Pangea.
Pangea.
Donde todo volverá a ser uno.
——00——
—Joder, gracias a Dios que me atiendes. No he pegado el ojo en tres noches ¿Estáis bien?
España había roto el cordón de sus auriculares con los dientes de los nervios, y mientras hablaba desenfundó unos nuevos.
—Sim, irmao. No te preocupes.
—Cuando llegó a París, Albión me dijo que Alfred lo llamó por parte de Yao para que se mantuviera lejos de la reunión que iba a tener contigo. Y me recomendó que me mantuviera al margen también ¿Qué fue toda esa charada?
—China no los quería cerca, es todo — se calló un segundo — . Hablamos de cosas que no les iban a gustar, pero me tenía que decir.
—Oye, mira, no soy un niñato. ¿Qué fue lo que te dijo?
Beatrix se tomó la cabeza. Recordaba el Páramo, pero no mucho más.
—Pude ver un nido, uno que construimos entre los tres — dijo entonces, despacio. Pudo sentir como propio el rubor en las mejillas del español — . Creo que no quería que se enfadaran por la situación, porque sabe que ambos son territoriales.
—... ya veo — dijo, finalmente — ¿Un nido? ¿En el Mundo Onírico?
—Sí, y tenía cuatro huevos. — dijo, con la pulsión de sonreír.
—¡Vale! No, como cuatro... ¿¡van a ser cuatro!? — España se puso pálido, tomándose el pecho — ¡¡Hostias que me muero!!
—No lo sé, no estoy segura que quiera decir. No sé si son huevos simbólicos o reales. Si representan algo en concreto o no. De hecho uno era más grande y colorido que el resto, los otros eran pequeños aún. Pero es algo que estaba muy en lo profundo de mi forma y no podría haber visto, de no ser por Yao.
—Espera... entonces ¿sólo te ayudo?
—¡Si, eso quería ver! De hecho...
Miró en sus manos una nota en papel, con una caligrafía exquisita.
"Beatrix,
Lamento haberme ido con tal descortesía, pero la urgencia me llamó de nuevo a mi hogar. Mis hijos de vientre están alterados y sin mi no hay un orden real.
Gracias por la velada, fue maravillosa.
Prometo compensar con creces en mi próxima visita. Te colmaré de regalos para la niña.
Yao"
>>Tuvo que irse con prisa, pero me prometió regalos para la niña.
—Irse con... e-espera... ¿niña? ¿¡Niña!? ¿C-cómo sabe que-ah una niña? ¿Segura?
Antonio se mordió los labios de pronto y empezó a dar pequeños saltitos en el lugar, con una calidez que le llenó el pecho y los ojos de lágrimas.
—¡Eso parece! — respondió con los ojos brillantes y una sonrisa enorme.
—¡Le diré a... ! No, espera, el cejón me mata. Vale, dile a él así yo le puedo decir a los demás. Que ese pérfido se te muere, con lo que adora a las niñas. ¡Es maravilloso, hermana! Estoy muy feliz.
—Quiero que vengas, Toño — le pidió— . Hay que celebrarlo, ¿no? Ahora puedo ser como soy sin ningún temor.
—Claro que sí — le susurro con ternura — . En una hora me tienes ahí.
——00——
—... ¿eso es todo?
—Así es.
Estados Unidos jugaba a encestar papelitos en un cesto en el camino, hasta que dio en el blanco y continuó.
—¿Qué fue de todo ese discurso sobre el universo y el futuro?
—No pude ver más allá de lo cercano. Pero fue el principio — Yao se tomó el cuello, masajeando molesto. Se sentía sin huesos ahí — . Al menos sé que es seguro que vendrá una Nación femenina.
—La verdad estoy algo decepcionado.
—Siempre estás decepcionado de todo, Alfred. Nunca es suficiente.
—Para tí tampoco, por eso no me creo que haya sido sólo eso; o lo que sea que fuiste a buscar.
—Es lo que pude recopilar. Como te dije, el nido de a tres y los huevos, no más. El Dragón me sacó a patadas de ahí; y Lusitania. Me dio una paliza tremenda — Cerró el ojo, aún molesto. Aquello no era mentira — . Descubrí por qué es el único de su tipo que quedó de ese lado; y por qué fue él y no otra Nación quizás más grande o poderosa. Posee la capacidad suficiente para cultivar algo dentro de sí mismo, desde su concepción. No cualquiera puede custodiar Semillas. Te diría que es el único en Europa, sino en el mundo.
—Bueno eso sí es interesante, dado que es un país con un perfil bajo por lo general — Jones miró el semáforo antes de cruzar la calle — . No hubiera pensado que tuviera ese papel tan preponderante. Igual me divierte el hecho de que por muchos años Arthur y Antonio van a sacarse los ojos para ver quién es más padre de la niña. Sin contar con que tengo nominalmente otra hermana nueva. Y la novedad no abunda entre nosotros como para dejarlo pasar, ¿cierto?
—Cierto. Disfrútalo.
China sonrió un momento, tomando aire para sonar normal.
>>Ya sabes cómo funciona, Alfred. Me has hecho un favor, así que te debo una por el honor.
—Cuando saques tus conclusiones sobre todo lo que pasaste en Portugal, aún y lo que no me vas a contar por tus quién-sabe-razones místicas — dijo, sonriente — , volveremos a hablar de los temas que me interesan hacer contigo. Por el afán del futuro mismo, digamos.
—De acuerdo. Adiós.
Cuando cortó tuvo un grave acceso de tos, sosteniéndose el cuello blando aún. Al separar su mano de la boca vio un poco de sangre, y sonrió. No había que subestimar a los occidentales aunque fueran más jóvenes. Aún poseían el brío de la inmortalidad y una fiereza para tener en cuenta. Kiku tenía razón.
"Lusitania y el Dragón del Oeste..."
Miró hacia adelante con ganas de fumar, pero no podía.
"Sí que eres un Rockstar, Gabriel. Es una pena que lo descubrirás dentro de cinco generaciones de humanos. Sólo espero que esos engendros que vengan sean más inteligentes que nosotros." se echó de lleno en su mullido sillón, dispuesto a dormir para regenerarse más rápido.
——00——
1.35 AM
Message incoming
From: Sebastian Artigas
Subject: Read it.
Content: You were right. Something has been moved in here. But we cannot see it any longer. I'm sorry for that.
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En algún lugar del Mundo Onírico, en otro continente plagado de oscuros bosques y montañas, una hilandera comenzó a tejer una nueva historia.
~~~~~~~~~~~~~~~~~FIN~~~~~~~~~~~~~~~~~~
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