Capítulo tres: Behind the story
Daegu, jueves 31 de octubre de 2013
—¿Acaso eres un crío? Jungkook, estás a nada de cumplir la mayoría de edad. ¡Diviértete viejo!
—Sí, sí, puede que vaya más tarde. Sujin, sabes que tengo pruebas toda la semana —le comentó el pelinegro, abriendo la laptop que dejó cargando en lo que volvía de la fiesta—. Es una beca.
—Adivino, ya estás haciendo los trabajos para el viernes. ¡Por Dios, Jungkook, vas a acabar matándote uno de estos días!
El muchacho se sentía regañado al ser descubierto en su afán de adelantar los proyectos que el profesor dejaba. ¿Qué podía hacer? Era Jeon Jungkook, el pueblerino que cambió Busan por un pequeño pueblo en donde podía sobresalir, debía tener todo bajo control para no limpiarse la sangre de las manos antes de fin de parciales.
—Yo te avisaré si decido volver, Sujin. De igual manera, disfruté mucho de la fiesta —aseguró, era obvio que la había pasado bien, la música combinada con aquel precioso chico de cabello rubio aun rebobinaba en su cabeza. Hubiera preferido quedarse hasta que volteara a mirarlo.
—Como digas.
Suspiró y se quedó en silencio mientras observó la pantalla del aparato encenderse. ¿Así se remontaría su vida en los próximos cuatro años? ¿En decepción y lamentaciones? No podía hacer todas las cosas que se les vinieran en gana, no. Había dejado su hogar para reescribir todo su historial familiar.
¿Y dónde quedaba él en todo eso?
Melancolía y ansiedad. Ambos llevan consolidando una estrecha amistad desde que cambió de apartamento. Cierra los ojos y la laptop antes de arrepentirse de aquella locura, si es suspendido de un examen conseguiría recuperarlo en la semana de reforzamiento. Nadie tenía porqué enterarse.
Después de retocarse el bonito delineado que pudo conseguir a base de videos de internet. Después de sobrepensar las cosas y recordar que su compañero de cuarto no llegaría hasta mañana al mediodía decidió terminar octubre con el número de aquel rubio agendado en sus contactos. Y Taehyung lo estaba esperando al final de las escaleras.
Jungkook alzó las cejas al oírlo hablar con alguien más y se sorprendió al ver al señor Cha trabajar hasta esas horas de la noche, definitivamente debían aumentarle el sueldo al hombre.
—¿Tae, aún no te has ido a la cama?
—Mamá aún no llega y no sé cómo cambiar los canales del televisor, están dando películas muy feas y me dan miedo —murmuró su pequeño amigo—. ¿Puedo ir a tu casa a mirar a la princesa que se convierte en cisne?
—Tae... eso no se va a poder; tengo que ir donde un amigo y voy a tardar —Soltó y vio cómo el niño arrugó el ceño.
—¡No deberías ir a visitar a tus amigos a estas horas! ¡Es muy tarde y peligroso, los malos están sueltos por ahí! —El adolescente le miraba y asentía—. Pero ¿te cuento un secreto? Yo conozco a una persona que podría ser tu guardaespaldas...
—Tae, no. La fiesta es de mayores, no nos darán canasta ni habrá piñata.
—¡¿Pero por qué?! Sus fiestas son muy aburridas. ¡Yo ya tengo siete!
Tienes tiempo para acostumbrarte a no tener espacio ni para pestañear.
—Mira, hagamos un trato —comentó, tomando la completa atención del infante—. Tú te quedas y yo vuelvo rápido para que miremos un par de películas si es que son menos de las doce.
—¿Y qué hora es ahora?
Ugh, odiaba que aquel niño fuera más listo que la mitad de su clase.
—Falta mucho para eso.
—¡Mentiroso! —masculla y se sienta de brazos cruzados al ras de las escaleras.
Jungkook miró al celular, impaciente por dejar que el tiempo avance y no haber conseguido algo en qué irse. Observó que el chico llevaba la canastita donde solía coleccionar diferentes bolillas de colores, recordó que Taehyung era una copia idéntica a él en el tema de competencia. Suerte que aún lleva la canica de color azul que encontró de camino a casa.
—Mi canica por una salida. ¿Qué dices? —propone el pelinegro, tras captar la atención de su amigo—. Si pierdo, posponemos nuestra maratón y tú vas a tu casa y duermes hasta mañana.
El niño asiente y lleva la delantera al dar el primer golpecito a la bola, la piel de Jungkook se vuelve roja mientras que siente el viento helarle la piel en medio de aquella tranquilidad. Frunce el ceño y Taehyung parece estar contento de eso, sin darse cuenta, le había dado el paso de retirarse.
—Lo siento, Taehyung, pero tengo que irme —le dijo antes de que el pelinegro lo alcanzara a agarrar el borde de su suéter—. Ve a tu cuarto, tu mamá no tarda en llegar, ¿sí?
—T-tu canica... Tú perdiste. Jungkook, no seas un mentiroso —balbucea con la nariz irritada.
El estudiante se percató de ello y dejó escapar una risita para tenderle el objeto. Por un momento creyó que tendría que llevar a Kim hasta la cama.
—Eres el primero en vencerme, felicidades. Jamás he perdido una apuesta, ¿lo sabías? Pero bueno, aceptar la derrota es parte de crecer —Los ojitos del pequeño estaban muy abiertos, Jungkook cerró el puño antes de entregarle su preciado juguete—. ¿Estás seguro que lo cuidarás bien?
—S-sí.
El chico sentía la humedad en sus pantalones, observó la sonrisa estirada de su nuevo amigo mientras le entregaba la canica. Ahora, suya. Taehyung dejó que los nervios lo dominasen y sin querer, agachó la cabeza en forma de agradecimiento.
—Oh, no pienses que será tuya para siempre, solo te la estoy prestando, volveré por ella ni bien tenga la oportunidad.
Taehyung asintió eufórico. ¿Cuándo volvería a verlo? Su pregunta era tonta, Jungkook era un chico grande y hacía muchas más cosas que él, debía trabajar como sus padres, además de que la escuela era mucho más avanzada. ¿Él sabría que hacía todas esas cosas? ¡Se veía tan tranquilo! Jamás pensó que se acercaría y jugarían un rato, era extraño. Pero el niño siempre pensó que los adultos ya no tenían tiempo para jugar, a excepción de sus abuelos, con quienes platicaba y se divertía por horas cuando los visitaba.
Pero Jungkook aún no era un adulto. ¿Entonces qué era? Su madre le había mencionado que llegaría a una edad donde se volvería insoportable y luego, un completo tonto a consecuencia de los problemas de corazón.
Taehyung tomó la canica de color azul y la llevó a su pecho, era imposible que lo alcanza, pero aun manteniendo la esperanza y el objeto presionado sobre su camiseta, le gritó:
—¡Gracias! —Continuó—. Te prometo que te dejaré ganar la próxima vez, en serio, compraré una canica muy linda para que la ganes —aludió Taehyung, tratando de despedirse bien, aunque las manos le picaban por otra partida, infló sus mejillas que ya bastante enrojecidas estaban, al extremo de quedarse sin voz—. ¡Diviértete mucho... Jungbunny!
Jungkook volteó a verlo feliz y con las manos en señal de despedida, sonriendo por la inocencia y fácil manera de alegrarlo, también. La noche no lucía tan joven, de hecho, ya eran pasadas de las nueve y se suponía que mañana debía dar una prueba de Literatura, era obvio que llegaría a estudiar, lo haría hasta la madrugada y amanecería con la cara de un espécimen de la prehistoria; sin embargo, Jungkook tuvo que volver hacia donde estaba el niño por los fuertes golpes que se escuchaban, luego oyó como alguien blasfemaba al pobre cielo que sin culpa se volvió un expectante más, se percató que las cosas del señor Cha no entrarían en el maletero si las seguía amontonando de esa forma.
—Muchas gracias, joven Jeon, ah. Creí que mis entrañas se saldrían por forzar a que algo le entre a esta carcacha.
—¿Está trasladándose del edificio? —El hombre negó, abriendo la puerta del copiloto mientras esperaba que el calor se le pasara.
—No creo dejar a este viejo edificio, me da una buena vida como para buscar otro lugar y más, a estás alturas, pero a veces uno quiere despejar la mente del trabajo, debes saber lo asfixiante que es permanecer en un solo lugar, no puedes mezclar el trabajo con tu centro de descanso. —Jungkook asintió mientras se fijaba en la pantalla del celular, arrugó la nariz al percatarse de que el hombre estaba fumando—. ¿Va a algún lado?
Era asombrosa la cantidad de tiempo que había aguantado para no avergonzarse, las mejillas del chico se ruborizaron mientras buscaba algún método para cubrir la desnudez de sus muslos al igual que la de su torso, existía un intervalo donde la tela no llegaba así que no había forma de remediarlo más que intentar acomodar la situación. No recordaba cómo es que aceptó ir vestido así.
—Oh... sí, sí, me dirijo a una fiesta de Halloween, ya sabe, noche de brujas, disfraces, las cosas que la gente trae con la excusa de embriagarse —Defendió. Al instante oyó una pisada y se sorprendió al ver que el señor Cha se molestaba en recoger la colilla del cigarrillo, sin duda, era un hombre muy extraño.
—Puedo darte un aventón, es muy tarde para que tomes un taxi y no creo que tus amigos quieran venir a este punto de la ciudad, hay muchos pervertidos que se aprovechan de la gente que sale a compartir en las fiestas —dijo el hombre, guardando la colilla dentro de su bolsillo se apagó por completo, abriéndole la puerta como si la respuesta ya estuviese dada. Su sonrisa inquietó a Jungkook, pero no podía esperar más a Seokjin, así que aceptó la ayuda abriendo la puerta trasera del auto—. Muy bien, chico. Dime a dónde quieres ir, puedo llevarte a donde desees.
Esa noche hubiera sido perfecta, de no ser que la lluvia había empezado a caer sobre las cabezas de ángeles y demonios. Las calabazas se fueron apagando y la humedad empezó a filtrarse entre medio de sus cortes como si el pesar lo sintieran ellas.
Jungkook imploró al cielo para que la luna no se ocultara esa noche, pues la oscuridad le causaba pavor, aunque ahora mismo fuera un rebelde por refugiarse en un vago deseo de sentirse libre. Era ese tipo de personas que se aprovechaba del pobre Morfeo y rechazaba todo intento de descanso, aludiendo que podía con todo. Tal y como hacía ahora, buscando una salida al lío en el que se había metido.
—Señor Cha. ¿Podemos salir a la otra vía? Es que recordé que la casa de mi amiga estaba a 500 metros del supermercado, puedo caminar desde allí —comentó desesperado por ver árboles y muros demasiados altos para que sean del vecindario por donde antes pasó. Jungkook se apoyó a la ventana buscando a alguien que también transitara a esas horas. No obstante, al ver que salían por una ruta más iluminada y con algunas tiendas de adorno, se tranquilizó, pudo respirar tranquilo hasta que el hombre abrió la puerta.
—Voy a comprar algunos cigarrillos, espero no te moleste. Verás la zona por la que vivo está algo alejada y luego de dejarte no podré pasar por una tienda otra vez. Espérame un minuto, ¿sí?
El joven asintió exasperado por la hora y por el comportamiento del hombre, quería huir, pero tampoco sabía dónde estaba con exactitud, no traía su billetera y apenas cargaba con algunos billetes en el bolsillo. El señor Cha podría molestarse si rechazaba su ayuda en estos momentos. Recostó su cabeza en el sofá, Jungkook se estaba quedando dormido cuando oyó la puerta abrirse nuevamente y al coche encenderse. Por fin, arrancarían el viaje.
—Bueno, te cuento que no estamos muy lejos del Banana Fresh si tomamos la ruta 4 y continuamos recto, llegaremos rápido gracias al poco tráfico —dijo una vez exhaló el humo del cigarrillo y botó la colilla por la ventana. El joven permaneció en silencio—. ¿Estás molesto conmigo? Lo siento, te he retardado mucho, si quieres puedo darte para el taxi; así evitamos que... —El hombre alejó el dedo del botón de parqueo cuando Jungkook decidió interrumpirlo, sentía que el aire se volvía cada vez más fresco. Cerró su ventana y prendió el aire acondicionado para regular el ambiente, continuó con la radio cuando escuchó la manija ser forzada.
—Quiero bajarme aquí.
—Necesito salir a la avenida para que la tarifa no te salga tan cara. ¿Has visto el movimiento que hay aquí? Te sacarán un ojo de la cara al verte con pinta de niño de ciudad.
Su corazón latía muy fuerte, su respiración estaba tan agitada que hasta comenzó a sentir un malestar en el vientre, que incluso tuvo que sostenerse de la puerta y el asiento para equilibrarse, Jungkook quería llorar por dejarse llevar por sus emociones, por querer hacerlo todo solo y ser tan idiota, sus manos comenzaron a sudar cuando observó aquel bigote oscuro por el retrovisor. Al parecer el señor Cha no mentía cuando los taxis eran muy escasos por la zona, pues observó al último abandonar su parada luego de que se perdieran por otro camino.
—Respira tranquilo, Jungkook, tranquilo. ¿Ves aquella recta? Torceremos ni bien la terminemos y saldremos a la avenida. Por favor muchacho, como si no nos conocieramos, he limpiado tu piso desde que entraste a la universidad —Se atrevió a decir luego de que aquel atajo pareciera nunca terminar, Jungkook se mantuvo callado, cerrando los ojos mientras contenía las lágrimas débilmente. El seguro evitaba cualquier intento de huida, soltó la manija y buscó en el bolsillo de su pantalón algo que le fuera útil—. Tu disfraz es muy peculiar, jamás había visto un traje de conejito que encajara bien en un chico. Te queda mejor a ti, Jungkook.
El muchacho sintió cómo el coche iba parando y aprovechó para patear la puerta. Todas las personas que había visto pasar por este tipo de situaciones estaban en la televisión. ¿Por qué justo a él? ¿No se suponía que debía ir a la fiesta?
—¡S-si me toca... le juro que lo mato! ¡No se acerque! ¡Fuera! ¡Vete, maldita sea! —Jungkook quiso huir por la otra puerta, pero igual estaba cerrada, tembló cuando oyó que soltaba su cinturón de seguridad.
—Nunca he visto a un chico que luzca tan atractivo estando enojado. ¿Tú crees que esto sea correcto, Jungkook? —Se apoyó en el otro asiento, dispuesto a colarse en el suyo—. Ah, niño, me harás pecar tanto.
Siempre creía que era un viejo asqueroso. Fue lo que quiso decir antes de patearle en la entrepierna e intentar abrir la maldita puerta. El chico fue devuelto al auto una vez lo atrapan de la pierna, sintiendo un fuerte dolor de cabeza y el cuerpo de aquel hombre sobre el suyo. Ni siquiera le dio tiempo de tocarle cuando le mordió la mano, pues él no dejaría de luchar hasta llegar a su casa. Jungkook sintió una presión en el cuello, se percató que el cinturón de seguridad se había estirado.
Según el pelinegro había logrado zafarse de todo ello, mas las mejillas se le enfriaron al ver lo iluminada que estaba la carretera y que parecían marcar su camino.
Ni siquiera la plaza principal brillaba tanto.
Jungkook vestía un suéter holgado y no siente calor al correr tantos metros, no. Ya había sobrepasado los cinco metros. ¿Cómo carajos no se había percatado que estaban tan cerca de la avenida?
El chico reprimió el impulso de gritar al estar seguro de que aquella mujer que estaba al otro extremo de la carretera era la señora Kim; la mamá de su vecinito. Miró a ambos lados antes de atreverse a cruzar, sin embargo, la luz de una motocicleta lo cegó. Jungkook estaba seguro de que ella lo vio, pues el grito que soltó era verdadero.
—¡Oh, Dios! ¡Traigan a una ambulancia, por favor!
No era justo para nadie.
Jungkook solo quería volver a casa y comer las sobras de los dumplings que preparaban para las visitas. Pero comprendía que no volvería a escuchar los regaños de su madre a menos de que ella lo visitara, y eso que odiaba la idea de solo pensarlo. Debía empezar a asimilar que jamás había escapado de las garras de su victimizador y que ahora era otro nombre en esa gran lista.
A sus diecisiete años, ya estaba muerto. Solo quería volver a colocarse su pijama de franjas blancas y rosas. Jungkook quería que la noche pasara rápido, pues había tenido un expediente libre de marcas y ahora, tenía su primera falta.
"Quiero reportar a una persona fallecida, estatura mediana y con uniforme escolar, parece que se ahogó en el lago... no, espere. Hay sangre en la ropa, creo que es la estudiante que dieron por desaparecida desde esta tarde."
Y es que hay gente que tiene mucha suerte y gente que no sabe dónde carajos está la suya. Pero siempre, siempre existe ese pobre tonto que pide al cielo por una oportunidad más. Y ¿quién sabe? Tal vez allí arriba sí estén de buen humor.
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