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Capítulo dos: I found u

Yoongi abrió la puerta del apartamento con dificultad, pues hasta parecía que la llave no quería encajar con la cerradura. No estaba ebrio, pero sí un poco pasado de copas, era una suerte que su madre hubiera salido, al menos se evitaría los regaños por una noche. No es que decidiera tener una vida así siempre, no; de hecho, no podía creer que había irrumpido su horario de "no molestar". Aquello había sido una excepción.

Podía volver a llevar la misma rutina aburrida desde mañana. Cara pegada a los cuadernos. Dolores de cabeza. La ansiedad de controlarlo todo.

El pelinegro se tiró a la cama una vez lanzó aquellos zapatos molestos y retiró sus aretes. El alcohol aun ahogaba a su pobre cerebro así que su corazón no tuvo más remedio que alborotarse al ver tantas llamadas en pantalla. No creyó que Kim no tuviera mejores cosas que hacer que venir a mirar una película o platicar con unas cuantas botanas. Su madre debía querer que le transfiera algún documento de su laptop, ¿no?

"Min Yoongi, no sé qué putas estás haciendo, pero será mejor que no llegues a casa en lo que queda de noche, quédate con un amigo tuyo o ponle el seguro a las dos puertas. Enciende el televisor, niño; no quiero que le abras la puerta a nadie hasta que yo llegue." ¿Pero que carajo?

Yoongi se estaba preparando para descansar de su jaqueca, pero la imagen de esa basura hizo que fuera por cuchillos y su viejo bate de béisbol, nervioso luego de poner el seguro y hasta improvisar con la ventana. Apretó el celular y se fijó en la cantidad de notificaciones que tenía de algunos de sus amigos cercanos, entre ellos el vecino del piso de abajo. Esperaba que Taehyung solo hubiera querido tener compañía en esa noche de Halloween, ya que de ninguna manera abandonaría el apartamento teniendo a un asesino prófugo que limpiaba el edificio de lunes a sábado.

—Hijo de puta... contesta —Yoongi se acercó al vidrio de la ventana, intentando mirar algo más que oscuridad. Con algo de duda quitó el seguro y sacó la cabeza. Ese idiota era una gallina. Jamás podría...—. Taehyung, oye, ya vi lo que pasó con el infeliz de Cha. Quédate en tu apartamento, ¿sí? Busca algo con qué defenderte... no sé, ¿cuchillos? Llámame si pasa algo, yo también estoy en casa —dijo, desviando la mirada al punto de luz que se escondía en el pasillo debajo de sus pies.

Yoongi tragó duro, y empezó a ganar aire para que sus pulmones terminen irritados. Había desaprovechado la última oportunidad de terminar octubre de una manera no tan mierda, y ahora ni siquiera estaba seguro de haber escuchado el nombre correcto.

Después de todo, merecía sentirse de esa forma; prometiéndole a Kim una siguiente salida al cine, le había fallado.

...

Es como estar en una película de Disney, pero producida por Tim Burton.

La expresión del pelinegro era de asombro. ¿Las calles siempre habían sido así de anegadas de disfraces? Taehyung no lo pensó más y se coló al montón de niños que estaban pidiendo dulces en una de las casas, y fue entonces cuando el chico de rostro triste se unió a la pequeña travesura.

Taehyung sonrió al ver a tantos niños con sus disfraces que le es imposible no darse cuenta que era el único sin uno. ¡Por dios, ya tenía diecisiete! Gira el rostro al sentir un toque en el hombro derecho, él sí tenía un disfraz.

—¿Q-qué vamos a hacer?

«Sinceramente no lo sé» Fue lo que quiso responder, pensamientos así siempre eran suprimidos antes de llegar a su boca.

—Tú no tienes disfraz —soltó otra vez, levantando la tela blanca que casi nada le tapaba. Jungkook observó el rostro del menor. El chico se encogió entre medio de la gente al sentirse tan observado.

Jungkook le estaba extendiendo aquella manta, él y el pelinegro apenas se habían conocido hace unas horas.

—No tienes por qué molestarte, es tuya.

—No lo es —intervino—. N-no puedo mezquinar algo que no es mío, te la doy como alguien me la dio también.

El joven soltó un ligero "gracias" e intenta lucir la prenda como si fuera un tipo de disfraz. ¡Ese corazón de pollo lo mataría uno de estos días!

—Oh, oh... ¿Pero qué tenemos aquí? Sí son. ¿La novia de Bugs Bunny y un rollo? ¿Qué eres, niño? —le preguntó mirando de pies a cabeza a ambas adolescentes que esperaban en la fila.

Taehyung tartamudeó varias veces y volteó la cabeza, avergonzado de querer parecer uno más del grupo. Después, el pelinegro da media vuelta y se alejó del montón. Jungkook lo observó y se estremeció al sentir la mano de la mujer disfrazada sobre la suya.

—Hey, ten tus dulces. Tú tienes el disfraz completo —El chico se quitó y luego de recibir los dulces, inclinó la cabeza.

—No tengo las orejas.

—Oh... ¡Pero eso no importa! ¡Tú realmente luces como un lindo conejito esta noche!

"Realmente te ves como un lindo conejito, no eres como los demás."

El pelinegro parpadeó varias veces antes de asentir y correr hacia su amigo. Jungkook lo sabía, estaba seguro de que nadie jamás comprendería que tan importante era el cambio que podía hacer una sola pieza. Tosió y vio la silueta del chico buscando una nueva atracción... era el más grande. Taehyung ya no era un niño.

Las personas que había empujado para alcanzarlo, todo era culpa de su desesperación. Si bien era cierto que ambos trajes no eran completos, y que habían puesto en riesgo sus tiempos a cambio de una pequeña fantasía, Jungkook era el culpable de todo.

Ya casi es media noche. El joven casi alcanzó la luna tras darse cuenta de ese detalle.

Tal vez el tiempo tampoco les alcanzaría esta vez.

Taehyung había conseguido ganar una banca entera al estar en una montonera de niños que, por obvios motivos no tenían intención de dar descanso a sus pies. Suspiró y miró al oscuro cielo que cubría al vecindario, de otra manera se daría el privilegio de llorar. Siempre era así. Taehyung debía empezar a valorar aquellos momentos en los el mundo le permitía desahogarse, y no cuando daba un giro en su contra. La compañía escalofriante del misterioso chico se añadió a uno de sus costados, la mirada de Jungkook lo guió a dos dulces locos que habían quedado adheridos a su piel; terminó aceptándolo mientras le devolvía la manta.

—No, quédatela, es tuya.

—Por milésima vez... —Intentó interferir.

—¿Sabías que ibas a tener un hermanito, Taehyung? —soltó de la nada, no había rastros de falsedad en sus ojos. ¿Su madre había estado embarazada?—. Esa manta era tuya, tu madre se cubrió con ella hasta llegar a la parada de taxis, luego el viento la trajo hasta mí.

—Y-yo no lo sabía —murmuró, mirando al suelo al intentar buscar eso que tomaba tanto la atención del contrario. Los ojos de Taehyung brillaron ante la claridad de la luna, con una mano logró sacar la canica azul que lo había llevado a realizar todo esto—. ¿Fue... hace mucho?

—Fue el día en el que te di esa canica; te prometí que volvería por ella, ¿verdad?

Taehyung no podía decirle al muchacho que su madre lo había castigado aquel día, pues recordó con inmensa nostalgia cómo se zafó del apartamento y se había obligado a llorar en ese feo pasillo donde terminaban las escaleras para no causar desastres dentro. Empezaba a recordarlo.

—Y sí lo hice, de hecho, solo falta que tú cumplas la parte de tu promesa —Esta vez fue Jungkook quien guardó silencio.

—¿Qué... tipo de relación teníamos? —murmuró, apresando las lágrimas que no hacían más que limpiar el dolor que cada vez era más evidente. Llevó la mano a su nuca al sentir una fuerte punzada y rascó el lugar como si tuviera una especie de costra.

—Tú vivías en el piso de al frente y yo siempre dejaba que veas televisión cuando tu mamá tenía turnos extras, creo... creo que ambos nos acostumbramos a la compañía del otro. La vida de un universitario de intercambio es difícil, ¿sabes? —Le recuerda—. Tenías razón, pequeño Kim, debí quedarme a jugar contigo. Me hubiera encantado jugar contigo una vez más.

—Jungkook... idiota ¡¿cómo...?!

El pelinegro mostró una sonrisilla ante los nervios del menor. Claro, ahora ambos tenían la misma edad. Las uñas de Taehyung estaban sucias de la sangre que había logrado hacer brotar de su nuca.

Ambos se sentaron en silencio. Los niños parecían estar felices de conseguir una guardada perfecta hasta la próxima noche de brujas; solo ellos eran los que llevaban caras largas.

—Habrá más Halloween en donde nos encontremos, y para nuestra mala suerte, este ya llegó a su fin —proclamó mientras se disponía a ponerse de pie—. Todo depende de ti.

—¡Espera...! ¿H-has visto a mi abuela? ¡Por favor, dime cómo está ella, por favor!

El chico de piel pálida suspiró con cansancio, y decidió sentarse en la banca una última vez.

—A ver... déjame ver, oh. ¡Sí! Ella dice que está muy bien, el lugar en donde está es muy tranquilo y está lleno de árboles de higos, algo así como un parque recreativo —repitió como si la información le llegara de forma telepática. Él mantiene una línea recta en los labios—. Uh... también dice que no te descuides tanto de ti, está bien tener días malos, pero no olvides que un corazón contento siempre proviene de un estómago lleno...

Taehyung sollozó, preocupando al azabache quien se sintió mal al creer que él había provocado eso. Una suave mano llegó a rozar la espalda del chico, era todo lo que podía hacer.

—Mi abuela odiaba los higos.

—Tal vez ya no. Las personas dejan sus sentimientos en este mundo, Taehyung y, cuando te vas... bueno, no quiero matar las creencias que te han inculcado todo este tiempo. Pero la vida es así: todo lo que vives se queda aquí, afuera no hay nada; ni el bien ni el mal —confesó el pelinegro.

—¿Entonces no sientes nada ahora?

—Claro que sí. ¿Por qué crees que estoy contigo en este preciso instante? —Le miró ofendido y pronto comprendió que debía ser paciente—. Sí, yo dije eso. Pero también diré que hay cosas que no se van del todo —murmuró y miró de reojo a la diminuta manta blanca con estampado de ositos.

—¿Cómo qué?

—La culpa —Taehyung asintió levantando la mirada y dándose cuenta que ya no había ningún disfraz cerca de ellos—. Me parece que ya se está haciendo tarde para que vuelvas. Taehyung, no tengas miedo; el señor Cha... él hizo daño a muchas personas, pero hay un motivo por el que tú estás aquí.

El chico le extendió la mano y bufó una carcajada al sentir la del pelinegro encima. Jungkook recibió la tiara y dejó que Taehyung conserve la canica.

—Quizá podría dejar que la conserves a cambio de algo —dijo, guiándolo por el sendero iluminado. Sonrió al ver la luz reflejada en los ojitos del azabache—. Tienes que dejar de jugar con tu cabello, el chiquito con el que solía parlotear sobre caricaturas y dinosaurios tenía unos crespos muy bonitos, brillantes como fideos tostados. —Observó las mejillas sonrojadas y espera la respuesta desde el umbral del callejón—. ¿sí?

"Jungkook siempre piensas con el estómago." Recuerda una de las pláticas que tenía dentro del apartamento del chico, le extraña no sentir un aura adicional a su lado. Taehyung se dio la vuelta y sintió un inmenso vacío al percatarse que había llegado al final mientras una calabaza de grande sonrisa lo observaba.

La canica azul fue apretada con fuerza. El muchacho hizo una mueca para controlar las sensaciones que empezaba a experimentar y Yoongi se lanzó a él, preocupado por verlo romperse sin consuelo alguno.

Se aferró a la camiseta estirada del pelinegro y dejó que todo saliera por medio de gimoteos y frases entrecortadas. No le importaba que estuvieran en medio del callejón expuestos a las perversidades de aquel hombre. Su mente dice que todo estará bien si aceptó las caricias que, sin intención alguna hicieron que solloce más.

Yoongi se separó del abrazo, pues podía dejar que Taehyung arruinara su ropa toda la noche, pero necesitaba saber si tenía todas las extremidades en su lugar. No lo entendía.

Pero el muchacho buscó aquel objeto que de tanta ayuda le sería ahora, con la nariz roja y los dedos dudosos de presionar el ícono correcto, fue interrumpido por su amigo.

—Necesito h-hacer una llamada —dijo, Taehyung llevó el celular a su oreja esperando que la mujer no hubiera cambiado de número, que aún mantuviera la esperanza en estos últimos años. Yoongi lo mira con lástima—. Mierda...¡M-mierda, Yoongi, no contesta!

—¿Con quién quieres hablar? Oye, ¿no podríamos continuar esto en tu apartamento? Me causa escalofríos estar aquí.

"No tengas miedo, Taehyung." Recuerda aquella voz. El joven no sabía por qué no se percató todo este tiempo de aquel detalle. Probablemente Yoongi pensaría que era un maniático por estar removiendo ladrillos y tierra que ya parecían estar reforzados por una capa de cemento, él ya llevaba años sintiéndose así.

¿Qué se suponía que haría después? Su madre aún no estaba en casa y sus uñas empezaban a sangrar de tanto forzar al concreto a ser roto. El pelinegro sintió cómo su móvil empiezó a vibrar, y deslizó el ícono verde luego de arrodillarse frente la compuerta de acero, resistiendo a no tirarse a abrazarla.

Tan solo había resuelto una de tantas incógnitas.

—Dios... dime que no es lo que estoy pensando. —Yoongi retrocedió un poco al sentir un fuerte hedor y eso que ni siquiera habían abierto la puerta. Taehyung había abierto algo dentro de él mucho antes. La curiosidad—. Hijo de puta. ¿Hizo todo esto... en qué tiempo? ¿Cuántos? ¡¿Taehyung, te das cuenta con que clase de animal vivíamos?!

Él tampoco estaba seguro de lo que estaba haciendo. Su corazón había percatado de aquella sensación de tranquilidad en aquel lugar, había pasado muchas veces por ahí. Salía de su apartamento para estudiar y a veces le pedía a la luna consuelo al no tener idea de cómo actuar en distintas situaciones. Y de repente, aquel pedacito de concreto sobresalido se había vuelto la esponja de muchas de sus lágrimas. Se sentía como Jungkook.

Quizá era estúpido personificar a alguien en algo inerte. Pero quería hacerlo. Quería sentir que una vez más estaba al lado de la persona que alguna vez lo hizo sentir amado, ignorando el hecho de que ahora fuera el motivo de sus más pesadas lágrimas.

Taehyung se levantó del suelo y se limpió las rodillas, dejando la tiara de orejas de conejito cerca de sus pies.

—¿Hablo con la señora Jeon?

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