Capítulo único
EL CALICÓ Y EL ACOSADOR
En el día del Chuseok, es decir, el día de Acción de Gracias coreano, como todos los años, la familia siempre se reunía en casa de los abuelos, ya se había hecho una tradición, no importando que cada miembro de la familia hubiera hecho su vida, ni qué tan lejos se hubiera mudado, ese día, hijos, nietos y bisnietos, todos hacíamos presencia en el mismo lugar.
Hubo un tiempo en el que había abandonado esa "tradición". Tomé la decisión para no incomodar a algunos miembros de la familia que no aceptaban a alguien como yo, a alguien que había decidido declarar su homosexualidad. Sin embargo, aprovechaba otras fechas para visitar a mis abuelos, ellos me aceptaban tal cual era y también amaban a Yoongi, mi pareja. Este año, nos solicitaron que nos presentáramos para la cena del día de Acción de Gracias porque deseaban ver a toda la familia unida.
—Y a quien no le guste, puede salir por donde mismo entró. —Mi abuela solía ser la del caracter fuerte. Los admiraba mucho a ambos por la fortaleza de su unión.
Mi abuelo era la parte tolerante, el que siempre cedía ante cualquier desacuerdo, mi padre había heredado su mismo caracter pacifista y su mismo gusto por una mujer de poderosa voz, que era el encanto de mi abuela. Y yo, de hecho, heredé la mitad del carácter de papá, únicamente la parte tolerante y empática, sin embargo, no el gusto por las mujeres.
Mi pareja y yo estuvimos de acuerdo en llegar temprano para colaborar con el entretenimiento de los nietos de Mara, mientras ella y sus hijas se encargaban de los preparativos de la cena, casi siempre mi prima Mara y sus dos hijas, eran quienes se encargaban de organizar todo antes de que llegaran los demás miembros.
Llegamos muy temprano a la casa de los abuelos, aunque Yoongi se sentía preocupado porque una de sus gatas estaba a punto de dar a luz en cualquier momento.
—Un solo día que cuides niños en vez de gatos no te hará daño, gatito —le repetía porque sabía que también amaba a los niños y eso lo tranquilizaba un poco.
Mara tenía una nieta de seis años que me la recordaba mucho a ella cuando era pequeña.
Se escuchó el ruido de botellas reventando y todos nos apresuramos hacia la cocina.
—Fue un accidente —tranquilizó Mara con tono despreocupante.
Yoongi y yo nos miramos con alivio.
—Gatito, creo que hay que conseguir más cerevezas —dije a Yoongi y él asintió en acuerdo.
Yoongi había ido a comprar más crevezas porque en aquel pequeño accidente, se estroperaron al menos tres packs. Entonces regresé a la terraza para seguir vigilando a los pequeños mientras jugaban en el patio. Haneul, que era una de las sobrinas más pequeñas y aquella que me recordaba mucho a Mara cuando era pequeña, vino hasta mí.
—Tío Jimin, dígale a tío Gatito que me preste sus gafas, por favor.
Me reí a carcajadas por lo dulce que se escuchaba en su voz el sobrenombre que puse a Yoongi y que solo yo había usado desde hacía tantos años. Había sido un largo tiempo de no escuchar a nadie más llamarlo así, no desde que Mara dejó de ser una pequeña, fue por su culpa que se quedó el sobrenombre, ella fue la primera en usarlo y yo lo adopté.
Mara se detuvo a mitad de camino hacia la cocina y se nos acercó con una expresión de culpabilidad.
—Primo, te aseguro que no dije nada a Haneul, no he sido yo —la negación de Mara parecía más una advertencia que una defensa.
Me reí más fuerte porque sus expresiones eran todo un poema culposo. Mas, tenía la certeza de que yo mismo había sido el culpable de que la pequeña Haneul usara el apodo de mi pareja en vez de su nombre, pues todo el rato lo había estado llamando Gatito, como era mi costumbre.
—Lo sé, querida Mara. Me parece que Haneul me escuchó llamarlo así más de una vez desde temprano —aclaré entre risas.
—¿Todavía le llamas así? —estaba sorprendida de que a mis cincuenta y dos años aún llamaba a mi pareja por su sobrenombre cariñoso. Se disculpó conmigo porque tuvo que ir urgida a la cocina. Mientras yo me encontraba sentado en una silla mecedora de la terraza desde donde podía vigilar a los niños.
Mara se había divorciado dos veces y tuvo dos hijas de sus dos esposos, luego de verlas crecer, a sus cuarenta y seis años, toda su vida se centraba en cuidar a sus nietos. La pequeña Haneul era quien le seguía a todos lados, mientras lo otros jugaban y hacían sus deberes.
—Tío Jimin, ¿le dirá, verdad? —Haenul agitaba el borde de mi sueter—. És que tío gatito me dijo que podía ver brillantina en los árboles a través de sus gafas, pero no pude decirle que me los prestara porque se tuvo que ir. Dijo que volvería.
—No prometo nada, pero lo voy a intentar —le respondí, pensando en que Yoongi no tenía remedio. Como le gustaba decirle mentiras fantásticas a los niños—. ¿Vale?
Haneul se fue aplaudiendo hacia la cocina. Al rato, cuando Yoongi llegó, trajo pequeños regalos para los cuatro nietos de mara. Dos de ellos ya estaban un poco grandes y pusieron cara de disgusto cuando Yoongi les entregó unas gafas de colores con formas de corazones y de animales. Haneul en cambio, estaba feliz.
—¡Mira lo que me regaló tío gatito! ¿Usted le dijo que me lo comprara? —exlamó la niña escalando hacia mí hasta sentarse en mi regazo.
—¿¡Tío gatito!? —Yoongi arrugó la cara. —¿Qué significa esto, amor? —Él sonreía, pero dejando un reclamo implícito a su manera.
—Ah, Haneul, olvidaba decirte que su nombre no es Gatito, es Yoongi.
—¿Ah? A mí me gusta más Gatito.
—Pero ese no es mi nombre —intervino Yoongi sonriendo hacia la niña.
—¿Entonces por qué tío Jimin le llama gatito?
—Esa es una larga historia —dije, ¿Por qué no vas a jugar con tus primos?
La niña se cruzó de brazos y empezó a hacer pucheritos.
—No puedo, me hace daño sudar o moverme mucho. ¿Me cuentan su larga historia?
Yoongi acercó una de las otras sillas mesedora y la ocupó de inmediato. Con gran emoción empezó a contarle nuestra historia a Haneul:
—Una vez, cuando éramos muy jóvenes, tu tío Jimin estaba muy triste porque había perdido a su padre, ¿sabes? Él amaba la danza desde siempre, pero en ese entonces ya no quiería bailar, ya no reía, había dejado de andar con sus amigos, se había alejado de todo lo que lo hacía feliz, solo tenía quince años, pero ya no tenía ilusiones.
Haneul no tuvo que insistir mucho para que Yoongi se animara a contarle nuestra historia. Yo me relajé recargando mi espalda sobre el respaldo de la silla, meciéndome junto a la pequeña en mi regazo, la cual recostó su cabeza sobre mi pecho y prestaba absoluta atención a Yoongi.
—Yoongi era todo un lobito solitario —intervine—, pero siempre fue muy observador y quería consolarme, sin embargo, no éramos amigos y no sabía cómo acercarse a mí. Era un miedoso.
—¿Lobito? ¡Me gusta más gatito! —Haneul arrugó el entrecejo como si se tratara de un asunto de suma seriedad.
Sonreí por su expresión y por sus palabras y, es que, no podía estar más de acuerdo con ella. Yoongi siempre tuvo cara y comportamiento de gatito.
—Estoy de acuerdo contigo, porque a mí también me gusta más.
—Entonces no lo llames lobito —exigió sacando una risa bajita en Yoongi—. ¿Entonces, si tú estabas triste y tío gatito tenía miedo, cómo se hicieron amigos?
Yoongi hizo una mueca impresionado por la capacidad de analisis de la pequeña, se aclaró la garganta antes de volver a hablar.
—Fue por culpa de tu abuelita Mara —Yoongi le sonrió con anticipación.
La niña giró su cuello intentando tener contacto visual conmigo, me miraba con una interrogante en sus expresiones, pero no dije nada, solo le sonreí y me encogí de hombros.
»Un día, cuando tu abuelita tenía siete años —prosiguó Yoongi—, se dio cuenta que siempre había un gatito que miraba hacia la habitación de Jimin a través de la ventana. Cuando Jimin estaba en casa, el gatito siempre lo observaba desde afuera y, cuando Jimin salía, el gatito siempre lo seguía a todas partes, pero Jimin estaba tan triste y deprimido que ni siquiera se daba cuenta.
—¡No digas eso! —me quejé—, sí me di cuenta, bueno, no todas las veces, pero recuerdo que el primer día que lo vi, fue el mismo día que murió papá. Y luego, cada vez que lo volvía a ver, me acordaba de ese día, por eso prefería ignorarlo. Nunca me iba a pasar por la cabeza que ese michi era la reencanación de papá.
La niña ahogó un sonido de sorpresa, posando sus manitas sobre sus labios nos miró a Yoonguí y a mí.
—Tuve que intervenir para que él se diera cuenta —rió Yoongi.
—¿Cómo? —preguntó Haneul más interesada en la historia.
—En realidad no fue él, fue Mara —reí a carcajadas al ver la sonrisa de Yoongi desvanecerse por completo. Me entregó una mirada de reproche.
—¿Mi abuela conoció al gatito?
—Sí, pero no fue ella la que descubrió todo, en realidad sí fui yo —insistió entregándome una mirada de advertencia que hizo tronar mi vieja espalda al explotar de la risa.
—¿Y cómo lo descubriste, tío Gatito?
—Lo que pasa es que Yoongi no gustaba mucho de la gente —respondí por él—, pero sí gustaba de los niños y de los animales, en su casa tenía muchos gatos. Solía robarse a todos los gatitos bonitos que veía por ahí. Bueno, todavía lo sigue haciendo.
—Aaaah, eso no es cierto, yo solo los alimento y les proporciono un refugio, no me los robo. Ellos vienen a mí. De verdad.
—¿¡Entonces por qué perseguías a papá!? —le grité para arrepentirme y disculparme enseguida.
—Es cierto —admitió Yoongi—, lo seguí de cerca un tiempo porque me daba curisidad su comportamiento tan extraño, él no era un gato como los demás. Iba todas las madrugadas al refugio, bebía del agua, se comía las croquetas que yo quejaba para él y se iba en cuanto se lo tragaba todo. Ningún otro de mis gatos hizo eso, nunca. Él jamás se quedó en el refugio, aunque siempre pasaba por su ración a la misma hora de la madrugada.
—¿Quieres decir que papá era un interesado? —quise bromear mostrando un falso enojo que hizo reir a Haneul y a Yoongi.
—Más tarde —continuó Yoongi, ignorando mi falso reproche—, un día lo vi siguiendo a un joven muy lindo en la calle, luego, volví a verlo esperando al mismo joven buenmozo en la escuela. Pensé que ese joven que lucía tan triste y solitario era el dueño de ese extraño gatito, pero al seguir mi camino hacia mi casa, anduve detrás de ambos porque íbamos en la misma dirección y entonces, ese día me di cuenta que no vivían juntos, el joven buenmozo entró por el portón de su casa dejando al gato afuera y, de inmediato, vi como el gato se daba la vuelta, pero no para irse, sino para rodear la casa.
»—No pude contener mi curiosidad y me disvié del camino para seguir al extraño gato y, cuando giré en una esquina, allí lo vi, sentado sobre la parte más elevada de esa callejuela empinada, desde esa pequeña cumbre se veía el segundo nivel de la casa directo hacia la ventana de una habitación.
—¿La habitación del tío Jimin? ¿Entonces era un gatito acosador?
—¡Exacto! El gatito era un acosador de Jimin y eso me intrigaba mucho. Los días pasaron y algunas veces, cuando tuve tiempo libre, me dediqué a seguir al gato, pero luego, mi interés pasó a ser compartido con el chico lindo y triste que obsecionaba al gato.
—El gatito lindo no fue el único que terminó obsecionándose conmigo —dije sugestivo.
—¿Cómo no iba a fijarme en Jimin. Si el gato era raro, Jimin lo era todavía mucho más. Al principio me llenaba de intriga y luego otras sensaciones fueron naciendo.
—En esos días de luto —intervine—. Tu abuela iba con su madre, que en paz descanse, todos los días a mi casa y, mientras yo estaba en el instituto, a ella le gustaba jugar en mi habitación. Un día, mientras tomaba una ducha después de llegar del instituto, Mara escribió una nota que decía: "Te espero abajo para comer. Ah... y tienes un gatito acosador en la ventana". Esa tarde, miré por mi ventana y no había nadie, pero me quedé con la duda y la insertidumbre.
—Uno de esos días —prosiguió Yoongi—, ni bien llegué a sentarme al lado del gatito raro cuando la niña Mara empezó a señalar hacia mí desde la ventana de Jimin, eso me puso nervioso y me paré de inmediato, apresurándome a irme.
—Es cierto, yo estaba en el pasillo cuando escuché a Mara gritar desde mi habitación: "Ahí está, el gatito lindo de siempre, Jimin oppa, ven a verlo". Corrí para atravesar la puerta de mi habitación y cuando miré por la ventana no me figé en el gato, sino en la figura del hombre que se alejaba caminando con mucha prisa.
»—Después de esa tarde, al llegar del instituto, recordaba la nota de Mara y su descubrimiento del día anterior; subía a mi habitación, dejaba mi mochila y luego iba a la habitación de invitados que quedaba contigua a la mía, para encontrarme la figura de Yoongi, el chico solitario del vecindario, sentado, en medio de la calle mirando hacia mi casa, directo hacia la ventana de mi habitación.
—En realidad recuerdo cuando escribí esa nota —interrumpió Mara, que venía acalorada desde la cocina—. Jimin oppa siempre pensó que me refería al Yoongi, pero en realidad siempre era el gaito el que lo acosaba primero, así que fue por él que la escribí, "Tienes un gatito acosador en la ventana" El gato tenía un aura especial y muy hermosa y yo solo lo veía a él.
—¿Lo viste, abuela? —preguntó la pequeña Haneul a Mara ¿viste al gatito que siempre estaba mirando por la ventana?
—Sí, yo llegué a cargar muchas veces al verdadero gatito acosador —afirmó Mara para enseguida retomar su camino en su afán por los preparativos de la mesa. Los demás invitados estaban a punto de empezar a llegar.
—¿Yo puedo cargarlo también? —nos preguntó Haneul cuando su abuela se perdió tras la pared de la terraza.
—Me temo que eso ya no es posible, Haneul —Yoongi acarició el cabello de la niña con triteza y cariño —Calicó ya no está más con nosotros.
—¿Calicó? —preguntó Haneul extrañada.
—Me gustaban los gatos desde siempre y así le llamé desde que lo ví por primera vez. Era una rareza, un macho calicó, algo que no se ve todos los días.
—¿Qué es calicó, tío Gatito?
—Los gatos calicó son gatos tricolores, es decir, que su pelaje lleva tres colores, pero éstos siempre o, casi siempre, son hembras. En el caso de que llegara a nacer un macho tricolor, a este se le considera como una rareza genética, pues solo nace un macho con esta característica por cada tres mil gatas tricolores.
Suspiré mientras ponía los ojos en blanco, una vez que empezaba a hablar de gatos, Yoongi no sabía cómo parar. Solo lo permití por un momento porque Haneul se mostraba muy interesada.
»—La personalidad y carácter de los calicós es por lo general sociable. Son gatos muy despiertos, que sociabilizan con mucha facilidad y que se ganan enseguida el cariño de las personas que están cerca de ellas, pero el gatito raro no era de esa manera, su comportamiento no era el común de los calicó, ni tampoco el de ningún otro gato.
—Mira quien habla, el tuyo tampoco —me reí burlón defendiendo a Calicó, pero mi real intención era sacar otro tema.
—Es por su culpa que terminé imitándolo —dijo Yoongi en su defensa—, sin darme cuenta, fui descubierto mirando hacia la ventana de Jimin, pero mi intención no era acosar a nadie. Solo quería entender al gato.
—Sin darme cuenta, yo también terminé haciendo lo mismo —dije acariciando la arrugada mejilla de Yoongi—. Desde ese día, fui despertando de mi letargo, de mi longeva tristeza y recuerdo que siempre quería regresar pronto a casa, solo para poder ver a mi acosador, hasta que un día me armé de valor, me decidí por salir, subir esa callejuela empinada para encontrarme cara a cara con él.
—Y vaya que me tomaste por sopresa —rió Yoongi.
Yo reí con escándalo.
—Nunca imaginé que pudiera asustarte tanto, el asustado debía ser yo —me burlé.
—¿Te asustaste, tío Gatito? —rió la pequeña Haneul.
—Sí, pero fue más que eso —concordó Yoongi tomando mi mano para besar el dorso con dulzura —, fue mucho más.
—¿Qué puede ser más que un susto, tío Gatito?
—Aquello que descubrí cuando lo tuve de cerca, al verle sonreir por primera vez, supe que me enamoré, Haneul, estaba perdidamente enamorado de Jimin y ese día lo supe.
Una carabana de autos desfilaba frente a la calle, estacionándose a orillas del frente de la propiedad y en zonas cercanas.
Haneul se bajó de mi regazo para ir a husmear a los otros miembros de la familia que recién llegaban.
—Eres un mentiroso, gatito. ¿Ese día descubriste que me amabas?
—Bueno, en realidad ya sabía que me gustabas, pero no podía quedar como un acosador delante de Haneul.
—No eras el único acosador. Yo también te miraba ¿lo recuerdas?
—Si tú lo dices.
Ambos reímos y nos separamos de nuestros asientos para ir a dar la bienvenida a toda la familia.
Todos los niños empezaron a jugar a las escondidillas, persiguiéndose unos a otros, mientras Haneul se limitaba a observarlos desde el porche. Su enfermedad coronaria no le permitía divertirse con los demás y me entristesía verla pasar por esa situación.
—Mara —llamé cuando mi prima pasó por mi lado—. ¿Nos permites regalarle uno de nuestros gatitos a Haneul? —consulté entregándole una mirada de súplica.
Mara me miró con ternura, conmovida, su labio inferior fue atrapado entre sus dientes cuando empezó a temblar ligeramente. Ella asintió.
—Me aseguraré de convencer a sus padres. Por favor, asegúrate de que sea un macho. No quiero replicas de una gata llenando toda su casa, me culparían por ello —rió al borde de las lágrimas.
Al momento de la cena, el primer discurso de los abuelos fue que se quedaran de lado los principios religiosos y tabúes, Yoongi y yo sabíamos que se referería a nosotros, pero así nos evitaron malos ratos y la posibilidad de que se estropeara la cena. Todos nos despedimos al terminar y Haneul nos dio un beso a mí y su tío gatito, el cual prometió que pronto la visitaríamos y le llevaríamos una sorpresa.
Nuestra gata Mirae estaba por dar a luz, le regalaríamos una de sus crías.
Al llegar a casa, fue una bonita sorpresa encontrar a Mirae con cuatro recién nacidos amamantándose de ella, pero uno en particular llamó mucho nuestra atención, uno que resaltaba por sus tres colores.
Yoongi y yo nos miramos incrédulos y dudosos.
Mi gatito no pudo esperar a que los crios terminaran de alimentarse y tomó a la pequeña criatura entre sus manos para confirmar sus sospechas.
Al ver su expresión maravillada me llevé las manos hacia los labios en sorpresa.
—Es un calicó —afirmó sonriendo de oreja a oreja y con los ojitos aguados—. Un calicó para nuestra Haneul.
FIN
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