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42._Un siglo


Cuando Mary salió al corredor se encontró con Meldon que la estaba esperando. Thranduil le había enviado a dar la noticia del despertar de la mujer y él acudió rápido a su encuentro. Se le iluminó el rostro al verla no pudiendo evitar abrazarla con fuerza cuando ella fue hacia él. Se quedaron así varios minutos. La espera y el temor de que ella no volviera a despertar habían tenido a Meldon muy angustiado.

Mary se aferró a él con fuerza cerrando los ojos para no ver el hilo de plata orbitando entorno a los dos. Respiró profundo en el cuello del elfo para que su olor sosegara su ánimo. Había dormido demasiado, se lamentaba, y no quería que ese fuera el último abrazo, el último beso, el último momento en que esos ojos azules la miraran así, como si pudieran verle el alma libre de cualquier juicio acusador. Cuando finalmente se apartó de él, Mary se mantuvo entre sus brazos, acariciando su rostro con la punta de sus pálidos dedos. Tardo un poco en notar que Meldon vestia de forma diferente. Su atuendo era más elegante. Mientras caminaban por los pasillos él le comunicó que Thranduil lo había nombrado como consejero. Meldon había pasado a ser parte de la corte.

-Hasta que se dio cuenta de que estaba desperdiciando tus talentos- le dijo Mary sonriendo.

Y es que ella siempre considero que era un desperdicio tener a Meldon como un vulgar carcelero. Él era muy inteligente, observador, calmado y sobretodo muy sensato. Su buen juicio permitió a Mary lidiar con su situación y sus "palabras" ayudaron a Vëon a entender estaba equivocado respecto a huir de su tierra, de su mundo. Tras conocer la verdad, Thranduil finalmente le dio un puesto acordé a su capacidad. Y es que aunque Meldon no pudiera hablar, no estaba imposibilitado de comunicarse. Su consejo podía aportar mucho en momentos difíciles, donde todo parecía insólito y la solución algo demasiado complicado de ver. Antes el cambio de posición de Meldon hubiera preocupado a Mary, pero en ese momento sabía que lo quisiera o no su presencia modificó un poco los eventos. Confiaba en que no lo suficiente para desatar un efecto mariposa dadas las circunstancias y los involucrados. 

Con el nuevo puesto Meldon obtuvo también una estancia en la fortaleza y se las enseñó a Mary a quien le gustaron bastante los nuevos aposentos de su elfo, pero confesó le hubiera gustado más ver su cabaña otra vez. Cuando Mary estuvo en la floresta Meldon le mostro su cabaña, pero solo por fuera. La muchacha supuso no quería hubieran malos entendidos, aunque se lo pasaban solos en el bosque y en ese momento estaban también en un íntimo espacio.

El amor conlleva lujuria. Si Meldon hubiera sido un hombre de su mundo, Mary hace mucho hubiera buscado el abrigo de su piel desnuda, el calor mas ardiente de su cuerpo. Pero le tocaba conformarse con la tibieza de sus brazos. Con la parte más inocente del sentimiento porque ir más lejos, allí era un desatino. Atarse más era una insensatez. Sin mencionar que estaba lejos de las costumbres de un elfo sucumbir así a ese sentimiento. De todas formas Mary no podía evitar, a ratos, querer tocarlo. Tocarlo como si quisiera abarcarlo por completo con sus manos. Y esa jornada ese anhelo se manifestó con más impetu. A veces, Mary creía sentir la misma ansiedad de parte de Meldon. La fuerza en su agarre dejaba entrever ese anhelo por sentirla más allá de los atavios que ambos llevaban.

Ese día no hubo un momento en que no se estuvieran sintiendo. Sus manos nunca se separaron y pasaron allí, sentados en lo que podía ser un divan, todo el día. Callados contemplando las posibilidades que se desvanecían con el paso de las horas. No medió una palabra y ambos lo entendieron de algún modo. Por esporádicos gestos evocaron algunos acontecimientos como cuando él le llevó un vestido al calabozo o cuando ella pateó la comida ensuciandole la ropa y el cabello. El como a Mary la fastidiaba que Meldon la estuviera siguiendo por todas partes o esa vez en que el elfo la acercó a las puertas para que ella viera el exterior. Los momentos al aire libre eran los mejores, pero los que sucedieron al interior de la fortaleza no carecían de encanto. En muchos de esos momentos apareció Vëon entre las visiones. La forma en que Meldon hacia mención al elfo pelirrojo era señalando el cabello de Mary y luego a él. Así se decía: Vëon entre los dos.

-No me dejes sola está noche- le pidió Mary mientras se recostaba en el divan descansando su cabeza en el regazo del elfo- No sueltes mi mano...y si vez que algo extraño sucede, no dudes en despertarme.

Y Meldon no soltó su mano en toda la noche. Mary se resistió a dormir, pese al súbito y fuerte cansancio que la invadió. Los dedos del elfo peinando su cabello la relajaban, pero no fue hasta que esté produjo un musical sonido que ella sucumbió al letargo. Era algo que a Mary la hizo pensar en una técnica de canto llamada Bocca chiusa. Siempre recordaría que Meldon cantó para ella esa noche en que tuvo un sueño de esos que quisiéramos sean verdad. Al abrir los ojos encontró a su elfo con el rostro apoyado en su mano. Tenía una expresión muy pacífica y hermosa. Ella se le quedó mirando hasta que vio que el hilo de plata se había cerrado más en torno a ella. Entonces despertó a Meldon con una caricia. Era momento de iniciar el día y ella debía cumplir su compromiso con el rey. Tenía un día más.

Antes de ir con el monarca, Mary y Meldon comieron un poco. La jornada anterior la habían pasado en ayunas, pero ninguno sintió hambre hasta esa mañana.
La mujer se reunió con Thranduil en la bodega. Alli se guardaban los barriles de vino que más tarde se dosificaba en botellas que iban a parar a la mesa del rey que en esa oportunidad se presentó allí,  cubierto por un manto de un profundo color rojo. Mary llegó al lugar usando una capa de color verde, gruesa y con una capucha amplia que escondía su cabello y parte de su rostro. Se la quitó solo cuando Thranduil apareció. Fue un encuentro sin la tensión de costumbre entre los dos. Sus reuniones nunca fueron algo muy agradable. El deseo del rey por desglosar los misterios que ella escondía, la desconfianza respecto a las intenciones de él volvían sus reuniones una guerra fría. Pero no más.

Cuando Mary tomó la copa lo hizo pensando que esa era la primera vez que iba a saborear esa bebida. La había probado antes, pero la primera vez producto de la tensión no le sintió ningún sabor y en la segunda oportunidad vacío la copa del rey en su boca sin ningún cuidado. En ese momento fue diferente, pudo sentir todos los sabores en un solo sorbo. Fiel a su oficio casi olvidado, Mary inclinó un poco la copa para apreciar su color, no lo agitó para poder acercarla a su olfato sin alterar las notas de olor y luego solo lo puso en su boca sintiendo ese calor en su lengua que no tenía que ver con el alcohol. La untuosidad era buena, muy buena, lo mismo la sequedad y aspereza. Cuando exhaló, después de contener un momento la respiración un instante, aflojaron las tercias notas aromáticas que la hicieron decir:

-Es un vino de invierno...

La definición de ese concepto fue un poco complicada de verbalizar para Mary, pero como siempre logró hacerse entender. Solo bebió un sorbo explicándole a Thranduil que ella tenía una resistencia al alcohol prácticamente ridícula. Media copa de esa bebida la pondría a dormir un día entero tan profundamente que podía estar debajo de una tormenta y no se enteraría.

-Recuerdo que nadie pudo despertarte cuando bebiste de mi copa- le recordó el rey.

-Ah sí... discúlpeme por eso- le dijo Mary más por vergüenza que por remordimiento.

-No te trate muy bien en esa oportunidad- admitió el rey pidiéndole la copa para para dejarla sobre un barril a su costado.

-No me trató muy bien en ninguna oportunidad- le respondió Mary en voz baja, casi como reflexionando. Cuando advirtió lo que dijo lo miró un poco preocupada.

-No- exclamó él conservando su arrogante postura- Admito mi trato hacia ti nunca fue el mejor. Y te ofresco una disculpa- agregó con sinceridad, pero siempre con su porte bien sostenido por su voz y gestos, aunque eso no evitó que Mary se le quedará viendo un poco raro- Tu estadía en mi reino fue siempre dolorosa para tí. No sabías como volver a tu hogar, temias te expulsará de mis tierras y temias, todavía más, que descubriera tu secreto. Creo que es justo te compense por todos los momentos difíciles que tuviste que soportar. Pídeme lo que quieras y te lo concederé.

Mary seguía viéndole sin asimilar la actitud del rey, aunque rápido dejó su estupefacción para pensar un poco.

-Lo único que deseo...no me lo puede conceder, señor- le dijo al fin.

-No. Eso es algo que escapa a mi poder- admitió Thranduil cerrando los ojos un instante- Piensa en algo más simple. Debe haber algo que desees tener ¿o es que mi reino no tiene algo de tu interés?

Mary se sonrió ante ese cuestionamiento y luego se levantó un poco el vestido para enseñarle su calzado.

-Sí me deja llevarme las botas seré muy feliz- le dijo riendo traviesa. Pero cuando recordó que tal vez no era muy prudente levantarse el vestido ante el rey soltó la prenda y puso las manos a su espalda con aire inocente- Disculpe- exclamó- Bueno...pensándolo mejor si hay algo que me gustaría...

-Adelante. Dímelo- le pidió el rey ignorando lo que acababa de pasar.

-¿Me dejaría sostener su corona?- le preguntó con bastante expectativa al respecto, aunque no esperaba él accediera a algo así. Sin embargo, su petición no escondía ninguna intensión salvo la de satisfacer su curiosidad- Para verla de cerca...

Thranduil lo pensó por largo rato y al final se retiró la corona, de forma ceremoniosa, pero no la puso en las manos de la mujer, sino en una pequeña mesa que había cerca. Mary se aproximó a la prenda y la tomó entre sus manos con mucho cuidado. La observó con tanta atención que hasta pareció olvidar que el rey estaba a su costado siguiendo sus movimientos. Por supuesto Mary jamás considero la idea de probarse la corona, pues eso hubiera sido una osadía, prácticamente un insulto, pero no pudo evitar decir:

-Realmente está está hecha de bayas y...hojas...

El porque le sorprendía tanto corroborar algo que ya sabía se debía a que siempre le llamó la atención que Thranduil, amando tanto las joyas, portara una prenda tan sencilla. Aunque a esas alturas podía dar a eso una muy buena explicación. Para regresarsela hizo lo mismo que él. La dejó sobre la mesa desde donde el rey la tomó para volverla a su cabeza.

-Muchas gracias- le dijo Mary sonriendo feliz y satisfecha. Él apenas inclinó la cabeza en respuesta.

La muchacha se le quedó viendo a los ojos un rato. Callada y como mirando la lejanía. A Thranduil le pareció ella vibraba de una forma sutil, como lo hacen algunas estrellas.

-Lo veré más después, mi señor Thranduil- le dijo y por primera vez desde que llegó allí, Mary le inclinó la cabeza en reverencia solo para después sonreír de forma abierta echándose la capucha sobre la cabeza y salir corriendo de allí.

El rey se quedó un poco confundido y con unas palabras en la boca que no pudo pronunciar ese día. Ni ningún otro.

Mary corrió por los pasillos de la fortaleza buscando a la elfa de melena oscura que la cuido los primeros días. La encontró tejiendo en un telar y a viva voz le dijo: Un gusto, Osellë. Y cuando paso por la cocina saludo al cocinero, y saludo a los arqueros que la escoltaban y al mayordomo Galion y a las hermanas Tarya y Verya. A la última le dio un breve abrazo antes de continuar su carrera pasando por esos lugares que solía recorrer con Vëon a quien en su corazón le dijo: hasta siempre, amigo. Y siguió corriendo hasta alcanzar a Meldon en el sitio pactado para su encuentro. Se estrelló contra él como si en el refugio de su brazos ese hilo que estaba a centímetros de ella no pudiera alcanzarla. Allí se sintió a salvó, tranquila, pero no quería abrir los ojos. No todavía. Temia que si lo hacía...todo acabaría.

Meldon no podía ver la hebra. Nadie podía, pero imaginaba que podía haberse extendido lo suficiente para alcanzarla y la abrazó fuerte para retenerla un momento más junto a él.

-Sabiamos que sería breve- le dijo Mary después de unos minutos y escondiendo el rostro en su pecho, apretando su ropa entre sus manos como si se la hubiera querido arrancar- No duraría. Antes de que te dieras cuenta mi cabello se tornaria blanco, mi piel se marchitaría, mi voz se haría áspera y mi cuerpo no serviría para otra cosa que ocupar una silla al sol.

Meldon bajo la mirada al ella subirla. Quería decirle que eso no le importaba. Que le hubiera seguido amando a pesar de que se convirtiera en una anciana. Pero no podía y en respuesta solo la abrazaba.

-Sabes que me hubiera quedado ¿verdad? De no ser porque nadie está a salvó conmigo aquí...me hubiera quedado- le dijo Mary como deseando que por arte de magia eso hubiera sido posible.

Calló otra vez. Meldon lo sabía. Ella nunca lo manifestó, pero él sentía que Mary se hubiera quedado a su lado. Que sus palabras anteriores eran solo un intento por convencerse de que no hubiera funcionado y hacer menos terrible su partida. Se quedaron abrazados ahí por varios minutos hasta que ella se aparto un poco solo para besarlo. Y en ese beso todas sus experiencias pasaron por su cabeza. Las cosas buenas y las cosas malas revelando algo que ella estuvo ignorando hasta ese instante. Hasta el momento en que el mechón de su cabello hizo contacto con el hilo de plata. Abrió los ojos y terminó el beso para susurrar en el oído de Meldon una frase que no le dio tiempo de digerir porque lo beso otra vez y con más impetu, con más hambre.

No podían estar así para siempre. Podían postergar lo que estaba por ocurrir, pero solo eso. Meldon buscó el cuchillo que llevaba en su cinto y sin despegarse de ella, tomó un mechón de su cabello y lo cierto. Ese movimiento hizo a Mary acabar bruscamente el beso. Por un momento creyó él había cortado el hijo de plata, pero sin mirar lo que él sostenía en la mano en su espalda descarto esa posibilidad. Le acaricio el rostro para acercarlo al suyo y juntar su frente a la de él como esa vez en el bosque.

-Cierra los ojos un momento- le pidió la muchacha y él lo hizo despacio recibiendo un toque de esos labios en su barbilla antes de sentir que el cuerpo de Mary vibraba...

Un fuerte destello obligó a Meldon a ampararse los ojos aun cuando tenía los tenia cerrados. Cuando la luz se extinguio vio un destello a lo lejos por el corredor. Todos en la fortaleza vieron ese luz blanca que iluminaba todo a su paso como una lámpara. Lo que fuera buscaba una salida y el único sitio que encontró fue la puerta que daba al muro sobre el río en la parte posterior de la colina. Ahí estaba Thranduil viendo el ocaso cuando Mary paso veloz por su costado. Parecía un pequeño cometa que se elevó unos sesenta metros antes de internarse en los árboles. Un minuto después Meldon llegó corriendo hasta ahí y por poco se cuelga del parapeto para buscar aquella luz con la mirada, pero ella estaba muy lejos.

En su morada Radagast vio una luz blanca revolotear detrás de las paredes y rápido salió a ver de qué se trataba viento esa pequeña esfera con larga cola rodear su cabaña y subir sobre la copa de los árboles.

-¡Buen viaje, niña...deja que las luces blancas te guíen!- le gritó haciéndole adiós con la mano.

En pequeño cometa voló en línea recta hacia el cielo quedando otra vez a la vista del rey elfo y Meldon que juntos vieron como Mary se perdía en el firmamento acompañada de lo que a lo lejos parecían ser luciérnagas. Por un momento pareció quedar suspendida contra el cielo del ocaso y en un segundo se extinguio.

-Se ha ido. Está a salvo ahora - le dijo Thranduil a Meldon que apretaba el mechón de cabello que le cortó a su amada.

Meldon se quedó de espaldas al rey. Sus ojos estaban húmedos y su corazón parecía estar siendo exprimido al punto de que le cortaba el aliento. Lentamente se fue doblando hasta que sus rodillas tocaron el suelo y entonces...antes de que sus lágrimas cayeran, de su ropa, cayó una pequeña piedra azul. Mary la había escondido en su atuendo antes de partir. Meldon la tomó entre sus dedos y recordó ese susurro en un oído, apretó la piedra en su puño y lo beso para alzar sus ojos al cielo.

Lejos, muy lejos de allí, en otro mundo y otro tiempo, Mary despertaba en una sala de hospital. Parpadeó varias veces hasta lograr distinguir el techo y las voces de médicos, enfermeras y pacientes. Una mujer se asomó por su costado a mirarla después de un largo rato. Parecía sorprendida, muy confundida Llamó a un doctor de apellido Rodríguez. A Mary la urgencia de la enfermera, si es que lo era, y sus palabras para calmarla le deban igual. Casi no las oía. En sus labios todavía palpitaba el beso de Meldon. Mary estuvo bastante ajena a la conmocionó que ocasionó al aparecer vestida como si hubiera acabado de llegar de una feria medieval. Nadie sabía quien vistió a la paciente de esa forma tan extraña. Mucho menos cuándo y cómo lo hizo. Mary llevaba semanas allí. Según los médicos no estaba en coma. Solo profundamente dormida y esa noche despertó como si nada.

Cuando Mary volvió a su casa, lo hizo llevando consigo el atuendo elfico que rescató del hospital. Se inventó que sentía que gracias a esa ropa despertó y pidió muy encarecidamente que le permitieran conservarlo. Lo dejó doblado sobre su cama para contemplarlo y permaneció ahí, pensando un buen rato. Una de las cosas que Mary más recordaba de la trilogía de El Señor de los Anillos era su final.
"-Sam suspiró profundamente.- Bueno, estoy de vuelta- dijo."
Acabo riendo feliz, pero también sintiéndose un poco tonta. Tardo más de quince años en entender porque esa última frase le quedó haciendo tanto eco en su memoria. De bruces se dejó caer en la cama cerrando los ojos para dormir, pero terminó volviendo a evocar todas esas historias. En ninguna de ellas se contaba que paso con Thranduil y su gente.

Varios eran los libros que componían la historia de la Tierra Media. Habían apéndices, cartas del autor con datos, pero en ninguno de ellos se decía que fue del rey del Bosque Negro. A ella, de niña, le gustaba imaginar que él permaneció allí con su gente. Que no se había ido como los demás elfos. Que Thranduil seguía habitando su fortaleza bajo la colina y cazando en la floresta. Y en ese momento imaginó que con él estaba también un elfo que no hablaba, que amo a una humana y cuyo nombre no aparecía en ninguna historia, pero en la de ella sería imborrable.

Dos meses después de su despertar, Mary llegaba al aeropuerto con una pequeña maleta y un boleto a la India, solo de ida. Ella era un viajero astral talentoso. Sin tener ningún conocimiento de su talento fue capaz de llegar a otro mundo y tomar forma. Si pulia su habilidad podía ser capaz de volver allí en un momento mejor de la historia y reencontrarse con Meldon si es que él seguía vivo. Mary sabia que durante de la guerra del anillo Thranduil tendría que enfrentar un ejército de orcos que atacaría sus tierras. Sabía que saldría victorioso, pero obviamente no sabía si Meldon sobreviviría también. Confiaba en que su promesa le daría la fuerza para intentar prevalecer, sin embargo, no era seguro a si fuera. Mas Mary no necesitaba la certeza. Le bastaba la posibilidad. Podía arriesgar todo por una posibilidad por mínima que fuera. Su suerte la apostó siempre a ganar o perderlo todo. Pero nunca haría algo así con los demás. Confiada subió al avión recordando su susurro al oído de Meldon.

"Un siglo entero es apenas un paradero en la vida de un elfo...espérame un siglo, mi amor"

Un siglo dijo ella y Meldon, a la sombra de un par de robles, se sentaba a esperar en las tardes del verano, vigilando el cielo y contemplando un mechón de cabello rojizo que atesoraba más que el oro, más que el vino, más que todo lo que había en esa o en cualquier otra tierra que pudiera existir.

Fin.

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