39._Esperanza
-¿Huias? ¿De quién?- inquirió el rey.
-De la responsabilidad- contestó Mary bajando un poco la cabeza y cayendo en un momento de profundo silencio.
Thranduil esperó a que ella retomará su discurso, pero Mary solo se quedó ahí callada y con los ojos puestos en lejanos recuerdos.
-Continua- le pidió el rey después de unos minutos- Te escucho- agregó y caminó despacio por su costado.
-Huia de la responsabilidad- prosiguió la mujer levantando la cabeza- Tal vez parezca un acto de cobardia, de inmadurez o de estupidez; pero he sido responsable de mí prácticamente toda mi vida. Desde que era muy pequeña. Cuando mi padre murió, mi vida cambió por completo. Mi madre me dejaba en casa de parientes, aquí y allá. Una boca más que alimentar nunca es bienvenida así que para no molestar, a muy temprana edad, tuve que ser responsable de mí. No solo en cosas como lavar mi ropa o cocinar mi comida, sino en mi propia protección, aprendizaje y otro montón de cosas...
Thranduil oyó aquello sin decir o expresar algo que ella pudiera leer e interpretar. Posiblemente todo eso le eran trivialidades, vicisitudes propias de la vida humana, pensaba Mary, pero era lo que tenía que contar.
-Responsabilidad y miedo fueron las cosas que me arrebataron un poco la infancia. El mundo era tan grande, tan aterrador y yo estaba tan sola. A menudo la gente me parecía tan egoísta, indiferente y cruel que lloraba pensando en como podría vivir por mi cuenta- continúo Mary- En busca de un conocimiento que me permitiera tal cosa, comencé a leer. Leía cosas impropias de mi edad. Cosas para las que mi mente todavía no estaba lista. Pero un día, casi de casualidad, alguien me ofreció un libro diferente a todos los demás. Era un libro bastante extenso que iniciaba con una fiesta. En una semana lo había terminado y quería saber más de la historia que contaba ese libro. Fui por otro y otro y otro hasta que terminé todos. Solo eran leyendas viejas de un mundo lejano, pero para mí fue una aventura en medio de la cual me iba dando cuenta que a pesar de que hay un gran maldad en el mundo, en las personas...de que a veces se actúa con crueldad, avaricia, envidia y egoísmo siempre está el bien, aunque parezca más pequeño. Las personas somos menos terribles de lo que parecemos, pero es tan fácil olvidarse de eso- Mary hizo una pausa en ese momento- Llegue aquí huyendo de una responsabilidad colosal que se me vino encima de un momento a otro, haciéndome sentir de nuevo ese miedo de cuando era niña y estaba sola. Tal vez el miedo de los adultos es peor porque entiendes mucho más. A mi ese miedo y esa responsabilidad me encontraron demasiado cansada. Vine aquí, mi mente me trajo aquí, porque este mundo, de niña, me dio esperanzas y yo necesitaba esperanza para poder seguir. Esa es la razón. Tal vez parezca simple o patética, pero el motivo por el cual mi espíritu atravesó tiempo y espacio fue para buscar esperanza. E irónicamente huyendo de una responsabilidad acabe echandome otra a cuestas...
Thranduil escuchó con atención. Mary lucia un poco diferente a cuando la llevó ahí. Su cabello parecía de un color rojo más intenso, pero su rostro mostraba un profundo agotamiento. Lo mismo su voz que había estado perdiendo fuerza. Sin embargo, su postura era igual de enhiesta que siempre.
-Pero es que...no soy tan terrible- agregó Mary y soltó las últimas lágrimas que dejaría caer ese día.
Las palabras de Mary susurraban, pero sus acciones gritaban lo que ella no podía pronunciar. Y Thranduil supo escuchar. Ella pudo decir cualquier cosa cuando llegó ahí. Pudo decir, por ejemplo, que era una importante mujer de Rohan o Gondor. Con el conocimiento que tenía, con su elocuencia y desplante podría haber convencido a cualquier de lo que ella hubiera querido. Pudo decirle a él que era una bruja o una poderosa adivina que fue hasta su reino para advertirle de lo que estaba por venir o pudo convencerlo de que la llevara a la Ciudad del Lago y alli haber obtenido los favores del gobernador para conseguir estatus. El rey elfo sabía Mary era capaz de replicar algunas máquinas de su mundo. Ahí podría haber desatado un avance industrial que le hubiera conducido al poder. Incluso, más tarde, podría haber negociado con los enanos para aumentar su imperio mecánico. Mary podía lograr eso. Sin embargo, el poder era algo que a esa mujer no le importaba. Ella no quería riqueza, ni un trato preferencial. Nunca le exigió a él nada y nunca intentó conseguir otra cosa que no quisiera darle. Mary no esperaba obtener algo especial de ese mundo, mucho menos quería perjudicarlo.
-Lo siento- se disculpó Mary después de una larga pausa- No era mi intención causar problemas, pero es lo que pasa cuando eludes una responsabilidad o cometes un error. Lo olvide. Fui imprudente. Y lo lamento. En serio lo siento. Quería decirle la verdad, quería advertirle, pero es que no puedo- dijo sollozando al recordar la muerte Vëon-No, decidí no hacerlo... decidí no hacer nada porque así es como todo estará bien. Estaría bien para muchos y no quería, ni quiero ser responsable de...-Mary no pudo continuar hablando. Era imprudente hacerlo.
Thranduil caminó hacia ella que lo esperó sosteniendole la mirada con esos ojos mojados, pero todavía orgullosos. Él la miró un momento antes de poner su mano derecha sobre su cabeza ubicando su dedo pulgar en el centro de la frente de Mary que cerró sus párpados de manera resignada.
-Esta bien- dijo ella con calma y obteniendo su atención- Después de todo...este no es mi mundo, está no es mi gente. No soy yo quien debería tomar decisiones como las que he tomado. Pero usted es un rey poderoso...es su responsabilidad ahora- agregó abriendo los ojos para mirarlo un instante y luego volver a cerrarlos.
Thranduil no contestó. Un instante después Mary se desplomó entre sus brazos. El rey la cargó hasta un mueble semejante a un divan cubierto de una piel gris. La dejó tendida allí y luego se hincó a su lado para quedarsele viendo. Si Pandora hubiera sabido lo que había al fondo de la caja de Prometeo, hubiera tenido la misma mirada que el rey elfo tenía sobre Mary en ese momento. Thranduil acaricio la mejilla de la mujer como si así hubiera disipado, un poco, esa poderosa curiosidad que se había apoderado de él por conocer su futuro, el de su hijo y toda la Tierra Media. Había entendido el motivo por el que ella callaba. Era imposible ignorar esos gritos en sus acciones. El como Mary dejó ir a Meldon a la batalla. Tal vez sabía él volvería ileso del combate, pero teniendo en cuenta que ella supo la historia de su mundo por un libro, Thranduil descartó esa posibilidad. Como en toda leyenda son los acontecimientos y personajes importantes quienes obtienen su reconocimiento en las páginas y la tinta. De Meldon, con toda certeza, no se debía mencionar ni una palabra ¿Qué tan duro pudo ser para ella dejar ir a su amado y quedarse atrás con la incertidumbre, solo para no interferir en los acontecimientos de un mundo que no tenía porque importarle? ¿Cuánto temple tienes que tener para dejar que todo suceda, aun sabiendo que puedes perder lo que amas?
Thranduil se levantó y fue hacia la mesa por un poco de vino. Permaneció ahí hasta la noche bebiendo, pensando, considerando, meditando. Para cuando Mary despertó él tenía dos botellas vacías en la mesa y una más en el suelo. La muchacha parecía un poco asustada. Lo primero que hizo al abrir los ojos fue llevarse la mano a la cabeza como para revisar su mente o algo así.
-No entré en tus pensamientos, Mary- le dijo el rey que sostenía una capa con vino.
-¿No?- exclamó la muchacha un poco incrédula, pero de forma inocente.
-Te di mi palabra de que no volvería a intentar algo como eso- le recordó. Su semblante y su voz delataban una leve embriagues- Y yo siempre cumplo mi palabra- agregó con un poco de vanidad.
-Gracias...-murmuro Mary poniéndose de pie. Él abanicó con la mano para restarle importancia.
Se quedaron tan callados y quietos que parecían una pintura. Las luces de las antorchas que los elfos habían encendido fuera de la tienda le permitieron a Mary advertir estaba nevando un poco y eso le produjo un poco de calma.
-Meldon no sabe nada- le dijo la muchacha con un tono preocupado en su clara voz- Por favor, se lo ruego, no...no lo castigue.
Thranduil bebió de su copa y tardo un poco responder, en mirarla.
-¿No sabe nada? Es difícil de creer no hayas compartido con él un poco de información.
-¿En serio es tan necio para no darse cuenta de lo que estoy tratando de proteger?- exclamó Mary. Estaba demasiado sensible como ignorar el tono de voz que uso el rey.
Era la segunda ocasión en que esa mujer le hablaba de forma tan atrevida. No, era la tercera. Quizá la cuarta. Thranduil no estaba muy seguro. Ella tenía esa insolencia natural, ese ánimo provocador que hablaba de su exceso de energía, de voluntad. La miró de reojo un poco indiferente antes de decirle:
-No tengo motivos para castigar a Meldon. Él no es un traidor.
Esas palabras fueron suficientes para hacer entender a Mary que él había visto más allá y que contrario a lo que ella temió, alguna vez, decidió no saber nada. Qué fue exactamente lo que llevo al rey elfo a tomar esa decisión, Mary nunca lo sabría, pero en ese momento era lo menos importante. Meldon estaba a salvo y su conocimiento, al menos Thranduil, no lo tocaría.
-Respecto a tí- continúo el rey- Estarás bajo mi protección hasta que te puedas marchar de vuelta a tu mundo. Ojalá pudieras hacerlo lo antes posible, sin embargo, teniendo en cuenta que aquí encontraste más que solo esperanza, imagino te será difícil retornar...
-Él es algo que no vine a buscar- le dijo Mary.
-Pero lo encontraste. Otra vez... Porque tú amaste a alguien antes que él- le señaló con un ánimo extraño, algo que Mary justificó con la bebida.
-¿Me puedo ir?- le preguntó la muchacha tras una breve pausa y él con un, elegante y teatral, movimiento de su mano, la señaló podía retirarse.
Mas yendo hacia la salida Mary se detuvo. Siempre imaginó que la reacción del rey, al saber que era lo que ella escondía, sería violenta. Ella pensó, Thranduil, se sentiría profundamente ofendido por haberle ocultado todo eso. Por ella suponer él no era digno de tener un conocimiento como ese que podía cambiar el curso de la historia de su tierra. Mery creyó el rey le iba a reclamar qué quién se creía que era ella, para decidir el futuro de la Tierra Media. Mucho temió que pensándola una atrevida o creyendo que su criterio era pobre, egoísta o cobarde, Thranduil exigiría saberlo todo para ser él, que era un rey, quien tomara las decisiones en lugar de ella que era una vulgar humana de otro mundo. Y si bien con justa razón y debido al sensible momento en que se enteró de la verdad, Thranduil reaccionó de una manera muy agresiva, no cuestionó las decisiones que ella tomó. No como podría haberlo hecho. Y es que podía parecer Mary había decidido hacer nada y simplemente dejó que todo sucediera como si en realidad nada le importara, pero lo cierto es que ella deliberó muchas veces considerando muchos escenarios posibles que al final solo eran especulaciones, por lo que optó por la única certeza que tenía y que era buena, considerando toda la historia que escondía cada acontecimiento y cada personaje que se desenvolvía en esos hechos. Para explicar esto tendría que haberle contado absolutamente Thranduil, pero este no insistió demasiado en conocer algo de ello.
-¿Qué sucede, Mary?- le pregunto el rey que en varias ocasiones, durante esa charla, la había llamado por su nombre.
-Nada, señor- contestó la mujer inclinando la cabeza en reverencia por primera vez y se marchó en busca de Meldon como si ella hubiera podido liberarlo sin la beña del rey.
Meldon fue llevado a un rincón apartado entre las tiendas del campamento élfico. Allí le ataron las manos y lo dejaron sentado junto al fuego. No lo trataron mal, hasta comida le dieron. Mary tardó un cuarto de hora en encontrarlo. Cuando lo hizo ignoró a los guardias y fue directo hacia él para arrodillarse a su lado y abrazarlo con alivio. El pobre elfo por poco tiro la comida de su cuenco con el brusco acto de la mujer que no explicó nada a los custodios que se miraron entre si, sin saber exactamente qué hacer. Por suerte un miembro de la escolta real llegó poco después de Mary y les dio la orden de Thranduil.
Para cuendo el rey salió fuera de su tienda a respirar aire fresco, estaba un poco mareado. Sonreía de manera abierta, hasta se carcajeaba a ratos viendo el cielo nublado y sintiendo la débil nevada en su rostro. Estaba feliz. Quizá un poco borracho, pensaron algunos elfos. Tal vez si había un poco de eso, pero principalmente estaba esperanzado. Nunca lo diría, no directamente, pero Mary le agradaba y después de ese día le agrado todavía más dando a su trato una gran relevancia, aunque preferiría no tenerla muy cerca.
El silencio de la noche llevó a sus oídos el murmullo de una canción en voz de la mujer que se paseaba por las ruinas en compañía de Meldon. Ella nunca hacia visto nevar de noche y en esas ruinas iluminadas por fogatas y antorchas, a las puertas de Erebor, la nieve parecía la magia de un buen augurio.
Se ha callado la soledad
en esta alborada nueva.
A orillita de la ciudad
duerme la primavera...
Con sus ojos de abril las colinas florecen su trigo hacia el Sol.
Se recuestan en oro...
Mary murmuró el resto de la canción, pues tal vez no era la canción apropia, pero no recordó otra y al fin todo siempre dependía de la interpretación de cada quien.
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