35._Agua
Los elfos tenían formas de curar totalmente desconocidas para los hombres. Mary tuvo oportunidad de observar aquello de muy cerca. La herida en su brazo sangraba bastante. Por un momento pensó no serían capaces de contener la hemorragia que por poco la hace desmayarse, pero lo consiguieron. Después de vendar aquella lesión, Mary recordaba que la elfa murmuró una canción que la hizo dormir. No supo si lo hizo con ese propósito o no, pero acabó en un sueño profundo del que salió a medio día de la jornada siguiente. Lo hizo con mucha hambre y comió un poco más de lo habitual. No le permitieron dejar su habitación ese día, mas no se molesto. Necesitaba soledad para pensar.
En su forzoso descanso, Mary tuvo la idea siniestra de que esos animales estaban ahí por ella. No podía explicarlo de manera satisfactoria, pero analizando un poco las cosas tuvo la impresión de que el objetivo de esas fieras pudo ser apartarla de Tarya y Verya, pero como ella se quedó a pelear las cosas no salieron como quien envío a las bestias deseaba. Esa idea le dio escalofríos. Sintió temor por Meldon. No pudo evitar temer que él pudiera ser utilizado de algún modo y...
-Ni siquiera sabes si está vivo, Mary- exclamó como para enfriar la cabeza y abrazo el arco que Tarya recuperó para ella.
De las hermanas fue Verya la que tomó un papel más protector con la muchacha. No la dejaba sola en ningún momento. Tenía un extraño presentimiento con respeto a Mary. Los demás elfos no dieron más relevancia al acontecimiento que el de un evento fortuito, pero ella no. Verya, que vivió con Mary varios días, sentía en esa mujer algo muy especial y desde luego no podía ignorar la protección que el rey le daba. Ella estaba segura Mary tenía una secreta relevancia para su señor. Sin embargo, pese a todo el cuidado que puso en vigilar a la mujer no pudo evitar lo que pasó unos días después de aquel evento.
Mary dormía tranquilamente. Durante esa semana los elfos se mostraron particularmente amables con ella haciendola parte de sus actividades. La muchacha, pese a la melancolía que mostraba su semblante tenía un ánimo bastante bueno. Esa noche soñaba con una hermosa y pálida luna llena en un cielo que casi no tenía estrellas. Ella solo estaba parada ahí viendo la luna cuando la voz de una mujer la llamó por su nombre. Desorientada vio a tras, a los lados y al frente buscando a quien le hablaba, pero solo estaba la noche y la luna.
-Mary- oyó otra vez, mas de nuevo no vio a nadie- Despierta Mary- le pidió la voz de mujer que era tan clara, suave y cálida como la luz. A ella le sono algo maternal también- Abre los ojos, Mary...
La mujer estaba confundida y no fue hasta que esa voz exclamó de forma imperativa que despertara, que ella lo hizo descubriendo alguien la estaba cargando en la oscuridad. Aterrada intentó bajar de esos brazos, pero solo acabó siendo atrapada entre ellos. La manera en que ese individuo la sujetó le permitió a Mary deslizar sus uñas por su rostro y desgarrar su piel, desde la frente al mentón, arrancandole un ronco alarido y consiguiendo la dejara caer. No pudo huir, pero si tuvo tiempo de gritar llamando a Verya antes de que le cubrieran la boca. Mary reconoció el pasillo donde estaban y al ver hacia atrás logró reconocer, también, a su captor. Era el mismo elfo que le habló fingiendo ser amigo de Vëon y aunque ella no lo sabía, se trataba del mismo que no la ayudo en el ataque que sufrió. No pudiendo liberarse de él, Mary intentó tumbar todo lo que sus piernas y brazo libre pudieran alcanzar, confiando en hacer el ruido suficiente para que alguien advirtiera lo que estaba pasando. Algún elfo podía estar en la bodega a esa hora, pero porqué la llevaba a un lugar como ese, Mary no lo entendió hasta que recordó la escotilla en el piso. Aquello hizo sus intentos por liberarse más frenéticos, mas un susurro en elfico en su oído la comenzó a sumir otra vez en un letargo al que se se resistió con todas sus fuerzas. El principio que uso el elfo fue simple. Se paró en el borde de la escotilla y su peso más el de la mujer lo hicieron caer al rio, imitando la huida de los enanos. La caída fue vertiginosa y sintir el agua fría cerrarse sobre ella le dio pánico, pues estaba oscuro. No veía nada. Su primer impulso la llevó a intentar respirar. El elfo le tuvo que descubrir la boca para usar su brazo para desplazarse, así que ella acabó tragando un montón de agua que por poco la hace ahogarse.
Con el cuerpo adormecido, Mary terminó siendo arrastrada por el río en medio de la desesperación por respirar que a ratos perdía al zambullirse involuntariamente. Fue realmente angustiante el breve recorrido hasta las compuertas que parecían cerradas, pero que en realidad bajo la superficie no lo estaban. Había un pequeño espacio por el cual el elfo consiguió pasar llevándola con él. La corriente era fuerte. Fueron segundos solamente, pero para Mary se sintieron como largos minutos. Cuando por fin salió a la superficie pudo oír los cuernos elficos sonando en la fortaleza, pero también distinguió unas sombras deslizándose por la orilla del río. Un poco más conciente de lo que ocurría, Mary trato de soltarse resultandole imposible. A ratos se hundía en el agua, a momentos golpeaban contra las piedras y en medio de todo eso no estaba segura si separarse de ese elfo era buena idea en esas circunstancias.
-¡Aquí!- gritó el captor a alguien y enseguida unas cuerdas le fueron arrojadas desde la rivera.
El elfo se sujetó a una de ellas con la misma fuerza que apretaba a Mary a él para no perderla en las aguas del río y para que ella no escapara- ¡Sujetenla!- les dijo a quienes estaban tirando de la soga e hizo un intento por levantar a la mujer para que la sostuvieran, pero ella se aferro a él para evitarlo- Suéltame- le ordenó. Desde luego ella no hizo caso.
Mary no sabía quiénes estaban ahí arriba, pero se hizo una idea y por ningún motivo iría con ellos si podía evitarlo. Desgraciadamente no podia. No sola, aunque no estaba sola. Oyó una voz de hombre hablar en una lengua extraña y después, arriba, vio un destello de luz que salía de una vara.
-¡Radagast!- gritó Mary con asombro y logrando que el mago se asomara a verla.
Eso bastó para aliviar un poco a la mujer que observó a su único posible salvador debatirse con unos orcos. Uno de esos por poco les cayó encima cuando el mago lo tumbó. El elfo que sujetó con fuerza la cuerda para subir antes de que pasara lo que por poco los arroja al torrente otra vez. El orco que sostenía la soga la soltó para atacar a Radagast. Por suerte el mago consiguió sujetar la cuerda, pero eso lo dejó expuesto a sus enemigos.
-¡Suéltame de una vez!- le exigió Mary a su secuestrador cuando una tropa de elfos aparecía para socorrerla.
Mary no veía que estaba pasando arriba. Ella tenía su propia pelea ahí abajo. No supo que pasó, la mujer solo sintió que la cuerda caía arrojandola al agua otra vez. En esa oportunidad el elfo la soltó y la corriente la abrazo. Gracias a la luz del bastón de Radagast, Mary pudo distinguir a Verya. La llamó cuando consiguió sacar medio cuerpo a la superficie. La elfa la escuchó, la miró, pero no pudo ir en su ayuda rápidamente. Lo último que pudo ver Mary antes de perderse bajo el rio, intentando nadar a la orilla, fue al mago apuntar al agua con su báculo después sus brazos simplemente no respondieron más y ella se hundió en la corriente peleando, inútilmente, por respirar en medio de la oscuridad. Era como estar suspendida en el vacío. En la nada. La angustia estaba desapareciendo producto de la inconsciencia cuando sintió que algo como una ola tomó su cuerpo y la empujó hacia delante con fuerza, pero suavemente.
Esa misma noche el elfo de cabello oscuro fue encontrado sin vida en las orillas del río aferrado a una roca y con dos flechas de orco clavadas en la espalda. Sus compañeros no sabían que sucedió. Muchos asumieron que por desquitarse de Meldon intentó lastimar a la mujer, pero ella lo arrastró al río intentando defenderse. Sin embargo, esa explicación ignoraba a los orcos y su intento por sacarlo del río. Aunque tal vez lo hicieron solo para matarlo a él y Mary después. Radagast guardo silencio. Él estaba siguiendo a un escuadrón de orcos que iba hacia la fortaleza y que se habían separado de un pequeño ejército que abandonó el norte del bosque. Los mismos que Verya y los demás elfos abatieron, media docena consiguió huir.
-Tenemos que encontrar a Mary- exclamó la elfa mostrando un poco de aflicción en su semblante- Es posible que esos orcos se la hayan llevado. Nos separemos. Unos revisaran el bosque. El resto seguiremos el río...
-Es una buena idea- comentó el mago- Yo iré con ustedes- agregó siguiendo a Verya.
Cuando Mary abrió los ojos pensó que estaba soñando. Primero solo vio niebla, después la luz del sol le enseño un paisaje de pesadilla que no estuvo segura de lugar hasta varios minutos más tarde. Ella flotaba sujeta a una rama que no supo en qué momento sujetó. Se quedó quieta a la deriva en la suave corriente que la fue adentrando en las ruinas de las casas que no hacia mucho habían sido quemadas por el fuego del dragón. Cuando al fin Mary reconoció el sitio sintió una fuerte congoja y temor, levantado la cabeza en busca de alguien o un sitio donde poder subir y salir del agua. Hacia mucho frio. Sus manos temblaban, estaban un poco moradas. Después de un rato alcanza una plataforma que antes fue el frontis de una casa. A rastras Mary logró subir en ese espacio y trémula siguió en busca de algo que no estaba segura que era. Los acontecimientos de la noche pasada parecían un mal sueño que minuto a minuto iba cobrando una nitidez escalofriante. Abrazándose a si misma, para darse calor y confortarse, Mary camino por las ruinas teniendo mucho cuidado en donde pisar.
Estar en el escenario de uno de los acontecimientos de la historia que leyó y vio alguna vez era sobrecogedor, pero no como pudo haber imaginado. Ese sitio era desolador. Se sentía pensado, cruel, triste. Sus mandíbulas comenzaron a estrellarse la una con la otra de forma algo dolorosa obligándola a ponerse, en la boca, un trozo de tela de su ropa elfica para dormir. Su andar era torpe. Tenía en el cuerpo varios golpes y su herida en el brazo empezaba a dolor de manera muy aguda. Estaba descalza y por poco se lastima con una espada que estaba todavía sujeta por un hombre muerto cuyo cuerpo estaba a medio sepultar por los escombros. No era el único cadáver que Mary tuvo que ver. Habían varios más y no en tan buen estado. La mayoría de los que fueron alcanzados por el fuego del dragón están una masa se carbón con forma humana. Hombres, mujeres, niños...Mary no pudo evitar dejar caer unas lágrimas tras pasearse por allí sola y desorientada. Siguió avanzando en silencio, con solemnidad, hasta que ante ella quedó el cuerpo del terrible mal que azotó esas tierras.
Mary no pudo evitar saltar entre unos pilones para acercarse a ver esa criatura de cerca. Se sintió irresistiblemente atraída al dragón Smaug que permanencia quieto y a medio hundír entre los escombros de la ciudad. Piedras preciosas y piezas de oro brillaban atoradas en su coraza. La luz de la mañana las hacia brillar. Era una imágen tan mágica como espeluznante. El dragón llevaba muerto más de doce días, pero todavía no mostraba ni un signo de descomposición. Casi parecía que en cualquier momento abriría sus ojos, la miraría y se elevaría a los cielos para escupir fuego sobre ella. Por un momento, Mary se olvidó del frío que tenía y permaneció allí como víctima de una hipnosis, casi oyendo un susurro oscuro en su oído que la voz de una mujer interrumpió diciendo: Mary. Miró atrás, no estuvo segura de porqué, pero miró atrás viendo a una mujer de unos cincuenta años en un pequeño bote junto a dos mujeres de más o menos la misma edad. La que iba a la cabeza le hacia señas como si la estuvieran llamando, mas Mary solo se quedó parada ahí. Estaba a punto de cristalizarse en hielo del frío que tenía. No fue hasta que esa señora llegó con ella que movió la cabeza un poco e intentó decir algo que no se escuchó.
-¿Qué haces aquí niña?- le preguntó la mujer estirando su mano a ella- Ven, ven...vamos niña toma mi mano. Alejate de esa criatura- le decía mientras Mary sujetaba sus dedos con timidez- Estás helada y empapada ¿Cómo llegaste hasta aquí?
La mujer se quitó el abrigo y se lo puso sobre los hombros a Mary para después abrazarla con un solo brazo y hacerla andar hacia el bote.
-Encima no traes zapatos, pero como es posible que estuvieras sola en este lugar- le decía la señora y otra salió a su encuentro para ayudarla a subir al bote.
Por lo que Mary vio en la embarcación esas mujeres habían ido ahí a recolectar cosas útiles como utensilios, ropa, mantas y lo que pudieran encontrar. La abrigaron bien para darle calor. Mary tenía los pies casi azules y temblaba de forma incontrolable.
-¿Cómo te llamas, niña?- le preguntó la que la rescató al sentarse a su costado para peinar de manera maternal la roja cabellera de la muchacha.
-Mary. Soy Mary- le respondió.
-No recuerdo haberte visto en la ciudad- le comentó y las otras estuvieron de acuerdo. Su rostro no les era familiar- Podrías decirnos el nombre de tu familia para que te puedas reunir con ellos. Deben estar preocupados por ti...
La primera mujer siguió hablandole al respecto, pero las otras dos notaron que la ropa que la muchacha llevaba puesta no era la de una mujer del lago. Ese tipo de atuendos eran propios de los elfos.
-Necesito hablar con los elfos- manifestó Mary en voz baja y con los ojos fijos en sus pies.
-¿Qué quieres ver a los elfo?- le preguntó la mujer riendo- No te preocupes. El rey Thranduil dejó a unos con nosotros para ayudarnos a construir cabañas. Verás muchos elfos cuando lleguemos al campamento.
Mary apretó el abrigo contra ella, cerró los ojos y guardo silencio.
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