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32._Posibilidades


Estar de vuelta en esa fortaleza fue un poco deprimente para Mary. El buen ánimo después de su charla con el rey Thranduil duro poco. Ella se había acostumbrado a correr libre por la floresta. A sentir la luz del sol y el frescor del viento. Ahí abajo todo le parecía tan quieto y callado. Mary no soportaba el encierro. Tratando de animarla, Meldon la llevó junto a una de las cascadas que caían por todo el lugar. Su murmullo y rocio le sacaron una sonrisa efímera. Tenía muchas cosas en la cabeza como para estar en paz. Y había una que la preocupaba sobre manera.

Durante la tarde Mary le comentó a Meldon que el rey le había dicho que creía ella podía ser mejor con la espada que con el arco. El elfo se quedó pensando un momento, y después de verla con atención, asintió con la cabeza. Él creía lo mismo, sin embargo, prefería que ella no tuviera que aprender ninguna cosa relacionada a la guerra, a la muerte. Claro que cuando Mary le preguntó si podía enseñarle a usar la espada, Meldon no se negó. Tristemente las clases tuvieron que esperar, pues Thranduil envío por la muchacha al final del día. Justo cuanto Meldon tenía tiempo libre.

Legolas y Radagast habían regresado para informar lo que observaron en el bosque. El cuchillo estaba en una nueva ubicación. El hilo se había extendido otra vez, pero no era visible ni para los elfos ni para el mago que aseguró no fue capas de observar la hebra. La conversación fue un tanto breve y Mary no tuvo oportunidad de hacer ninguna intervención. Mas mientras oía al rey, al principe y al mago, pensaba en que haría si Radagast proponía consultar a alguien más respeto a ella. Como lo persuadiria de no hacerlo. En especial si le ocurría ir con Saruman. Pero su temor pareció ridículamente infundado. Radagast nunca mencionó nada de buscar consejo con otro mago. Extrañamente parecía tener algo de prisa por dejar el palacio y volver a su hogar. Mary tuvo permiso de retirarse después de contestar unas preguntas, mas el mago le dio una mirada muy especial y en su cabeza, como el eco de un recuerdo, ella escuchó: espera afuera.

Mary no estuvo segura de quién le dijo eso. Asumió que fue el mago porque sucedió cuando estaba bajo sus ojos, pero esa voz se oyó como si hubiera brotado de debajo del agua. Fue un sonido difuso. De cualquier manera le causó un escalofrío y no supo que cara puso para preocupar a Legolas que extendiendo las manos hacia ella, como si hubiera temido fuera a caer, le dijo:

-Has palidecido ¿Estás bien?

-Sí- contestó Mary de manera rápida y huyendo de las manos de Legolas- Solo estoy cansada- agregó y se apresuro en dejar esa audiencia, mas Thranduil le hizo una seña a su hijo para que la acompañara.

La muchacha dejó esa cámara un poco agobiada. Tras ella salió Legolas que se apresuro a alcanzarla, pues ella tenía un paso algo vacilante. Como Mary siempre lo eludía el joven elfo no caminó a su costado, sino dos pasos más atrás. La mujer no se hubiera dado cuenta de su presencia de no ser porque se dio la vuelta al recordar que debía esperar a fuera. Casi soltó un pequeño gritó al ver a Legolas.

En el interior de la habitación, Thranduil y el mago cruzaban sus últimas palabras. Radagast volvió a insistir con que debía mantenerla al interior de la fortaleza hasta que ella partiera. Algo a lo que Thranduil respondió que se aseguraría de que ella estuviera a salvo, sin embargo, mantenerla encerrada no era una buena idea.

-No tolera estar entre cuatro paredes por mucho tiempo- exclamó con gravedad y ambos callaron un rato.

-El elfo que no habla...

-¿Meldon?

-Sí, él...La criatura y ese muchacho parecen ser muy cercanos- comentó el mago.

-Lo son- afirmó Thranduil.

-Eso es...tan bello como triste- se lamentó Radagast.

-Se los advertí a ambos.

-El amor no es algo que se pueda evitar, mi señor Thranduil. Usted debería saberlo- le dijo el mago- Y aunque suene cruel decirlo...si todo lo que necesita esa criatura para volver al mundo del que vino es ser feliz, Meldon es la clave. Lo que ese ser conoce, no puede llegar a manos oscuras...podría ser desastroso para todos.

Thranduil no hizo comentarios. Él asumió que Radagast se refería a todo el conocimiento de artefactos y máquinas que ella poseía, sin embargo, algo en la mirada del mago le dejo una sensación de intriga. Cuando Thranduil le preguntó a Radagast si consideraba necesario buscar consejo, el mago respondió que confiaba en que no sería necesario y que en vista de lo que estaba pasando con ella y el hilo de plata, lo más probable es que Mary se fuera muy pronto. De todas formas volvería en unos días para asegurarse de no estar equivocado y de ser así acudiría con un amigo suyo.

Cuando el mago dejó la habitación encontró a la muchacha de pie en el corredor, en compañía de Legolas. Ella no se veía muy cómoda en compañía del principe y a él parecía provocarle mucha curiosidad esa actitud tan tímida y evasiva de la mujer que apenas le respondía. Cuando ambos notaron su presencia lo miraron siendo Mary llamada a acercarse. La muchacha se aproximó despacio, pero sin temor.

Como no pudo deshacerse de Legolas, Mary aprovecho de preguntarle cosas como cuanto se había estirado el hilo de plata y si creía ese mago era de confianza. Gracias a esto se enteró de la inusual conducta de Radagast. Legolas le contó que murmuró durante todo el camino y que poco antes de llegar al lugar donde él dejó el cuchillo, Radagast, se quedó quieto un momento. Totalmente quieto y sin decir una sola palabra. Después, y como si nada, retomo su marcha.

-Suena como un loco- comentó la muchacha- Y eso no me da mucha confianza.

-Con los magos nunca se sabe- le contestó Legolas- Pueden decirte todo en una palabra y nada en mil de ellas. Mi padre dice que son una tempestad antes del tempestad.

Mary lo miró de reojo y no volvió a soltar tantas palabras juntas hasta que Radagast apareció.

Cuando llegó frente al mago, Radagast la sujetó por los hombros y la acercó a él como si hubiera querido abrazarla, pero eso no sucedió. Lo que ocurrió fue un susurro dicho como una advertencia, pero no una hecha con violencia, sino como apelando a su buen juicio.

-Vete pronto, niña- le dijo Radagast y se apartó de ella diciendo que volvería en unos días.

Mary se quedó estática. Él lo sabía. Estaba absolutamente segura de que él sabía lo que ella escondía. Tenía que marcharse antes de que alguien más lo averiguara. Cuando se giro para tomar el corredor del costado por poco se estrelló con Thranduil que salía de regreso a sus aposentos.

-Buenas noches- le dijo de manera un tanto nerviosa y sin esperar respuesta se echo a correr por aquel corredor.

Thranduil la siguió con la mirada. Una mirada indescifrable que solo apartó de ella cuando no le fue posible verla más.

-Tal vez la estamos presionando demasiado- comentó Legolas.

-Es por el bien de todos. En especial el de ella- le respondió Thranduil- Pero tienes razón. Presionarla demasiado puede hacer todo más complicado. Lo mejor es dejarla fluir como parece hacer todo el tiempo- manifestó el rey y dio unos pasos antes de detenerse para mirarlo- No la incomodes con tu presencia, Legolas...

Ninguno de los dos tenía muy claro porqué a Mary le incomodaba tanto la presencia del príncipe, pero en vista de las circunstancias lo mejor que podían hacer era no imponérsela.

Los días volvieron a avanzar de forma lenta, pero no desagradable. Meldon se encargó de que Mary pensará en lo que estaba por venir lo menos posible distrayendola con toda clase de cosas como ir a demostrar sus dotes culinarios a la cocina o ensayar con la espada. Pero había algo en particular que funcionó mejor que todo lo demás y eso fue la música. Meldon consiguió para Mary una flauta como la que ella tocó para Thranduil en aquel banquete. A la mujer no le entusiasmo mucho, al principio, pero pronto acabó ensayando con ella por los rincones solo para volver con su elfo y tocar para él las canciones que lograba reproducir en el instrumento. Melodías de su mundo que sonaban exóticas, pero siempre muy alegres y que él disfrutaba escuchar como disfrutaba verla feliz, aunque no podía negarse esa cuota de congoja en su corazón.

En la fortaleza la relación de ellos dos se fue haciendo más evidente cada día. Algunos la veían con condescendencia, otros como algo inocentes, había quienes parecían despreciarla y algunos más atrevidos incluso soltaban desagradables comentarios respecto al interés de Meldon en la mujer humana. Uno tuvo la mala idea de hacerlo delante de él cuando estaba en el comedor. Meldon solía comer solo por comodidad.
Aprovechando esa soledad un elfo alto de cabello oscuro alzó la voz diciendo unas cuantas palabras que, al principio, el carcelero ignoró.  Pero cuando oyó el nombre de la muchacha no pudo mantenerse impasible ante esas expresiones. Se levantó de manera ruda y fue directo hacia el atrevido para encararlo. No le hizo falta voz  para evidenciar su molestia respecto a los dichos. Su mirada hablaba por él.

Vëon estaba sentado en una mesa cercana y observó todo desde allí. No tenía pensado involucrarse, pero cuando vio que el asunto se estaba volviendo demasiado violento fue el primero en ponerse de pie para acercarse a sus compañeros y tratar de detener la pelea, mas no llegó a tiempo. Ambos elfos desenvainaron sus espadas y tuvieron un intercambio de estoques bastante violento. Meldon realmente estaba furioso y no dio tregua a su adversario llegando a hacerle un corte algo profundo en el brazo. De no ser porque el jefe de guardias apareció en escena las cosas hubieran acabado bastante mal. Aunque ni Meldon ni su adversario se libraron de un buen castigo por pelear allí. Aquello evitó que el elfo de ojos azules llegará a su reunión con Mary, que lo esperaba en un pasillo que quedó incluso o se desmoronó producto del contacto con el agua a lo largos años. En su lugar fue Vëon quien apareció, pero solo para contarle a la muchacha que había ocurrido con su compañero, mas al verla allí sentada y tocando la flauta se le quedó viendo fijamente.

Muchas cosas cambiaron para él. La idea de irse con ella a su mundo se fue desvaneciendo en el tiempo como una cucharada de azúcar en una taza de té. Sin embargo, había surgido un sentimiento por esa mujer. Una simpatía extraña. Algo nuevo para él. Se aproximó despacio para no interrumpir su solitario concierto y solo cuando estuvo a un paso de ella le habló en voz baja, como si temiera que alguien más lo oyera.

-Vëon- exclamó la muchacha al verlo hincarse a su costado- ¿Qué haces aquí?

-Meldon no vendrá- le dijo el elfo y le contó la historia. Mary se sorprendió bastante y también se sintió culpable queriendo ir a verle, pero Vëon la detuvo diciendo que era mejor que lo hiciera por la mañana- No hieras su orgullo...

-Seria lo único que no le he lastimado hasta ahora- murmuró la muchacha con una profunda tristeza y bajando la flauta hasta su regazo.

-Nunca vi que un elfo se enamorara de una mujer humana- comentó Meldon, después de un rato, viendo hacia la cascada con una expresión un poco nostálgica- Tal vez porque los elfos nunca dejamos nuestras tierras. Toda nuestra vida la pasamos en un solo lugar. No nos desplazamos sino es por un conflicto, actuar de emisario o hacer negocios con otros pueblos. Allá, a fuera, hay todo un mundo y yo solo conozco este bosque...

-¿Nunca has ido a la ciudad del lago?- le preguntó Mary con mucha curiosidad.

-No- respondió Vëon con una sonrisa resignada.

-No conoces tu mundo, pero querías venir al mío- le dijo Mary con un tono de reproche un tanto dulce, comprensivo- Bueno... En mi mundo pasa algo parecido. Hay muchas naciones y su gente difícilmente las deja...a menos que tenga un motivo muy grande para ello- hizo una pausa- Quizá deberíamos mezclarnos más. Lo mismo ustedes. Tal vez podrías tener un buen amigo entre los enanos o quién sabe una futura esposa...

La cara que puso Vëon, al oír aquellas palabras que para él eran un total disparate, la hizo reir de manera muy cómica. Él no se mostró muy contento con las ideas compartidas por la muchacha, pero cuando ella calló en él le regaló una sonrisa y con voz clara y tranquila le dijo:

-Me gustaría ver la ciudad del lago. Quién sabe. Tal vez Hay una muchacha humana que me alegre la vida...allí.

-Es posible. Por lo pronto...me tienes a mí. Yo te considero un amigo, Vëon.

El elfo no supo muy bien que decir y Mary sintió una pequeña congoja al oír que él quería conocer la ciudad del lago. Muy pronto, ese lugar, estaría ardiendo bajo el fuego del dragón y cuando eso sucediera la batalla de los cinco ejércitos estaría pronta a ocurrir. Y en ella cabía la posibilidad de no volver a ver ni a Vëon ni a Meldon. Sin embargo, en ese momento que era todo lo que realmente existía, Mary optó por charlar con su amigo. No sabía si él la consideraba igual, pero era posible.

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