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27._Juntos


Mary hubiera podido caminar por ese bosque, en la oscuridad, para siempre si sujetaba la mano de Meldon. El temor se esfumó. Esa horrible sensación de que el mundo se iba cerrando sobre ella y el aire iba desapareciendo no estaba más. Realmente si el tiempo se hubiera detenido en ese instante, ella hubiera sido feliz. Pero debían volver y lo hicieron sin prisa.

Después de un par de horas, Mary y Meldon, se encontraron con un grupo de elfos que revisaban el bosque en busca de la mujer. Junto a ellos regresaron y pronto Mary se pudo reunir con la familia con la que estaba viviendo. Todos se mostraron contentos de verla bien y ella se disculpó por haberlos alarmados.

-Camine demasiado lejos y para cuando me di cuenta...no sabía como volver- agregó con un tono humilde.

Las hermanas la llevaron al interior de la casa para que descansara. El padre de ellas miró a Meldon temiendo él le contará lo que sucedió al rey de manera incorrecta, pero un pequeño gesto del carcelero fue suficiente para disipar sus dudas. Meldon se despidió y se retiró a su cabaña bajo un árbol de haya, no lejos de allí. Alguna vez vivió con su familia en una casa más estable, pero hacia mucho tiempo de eso. Demaciado hasta para un elfo. Ese lugar no era un hogar, sino un sitio donde reposar cuando no estaba en el palacio ni se le encomendaba alguna misión, como lo es una roca en la que te sientas a la orilla del camino. Pero esa noche, lo que quedó de ella, fue distinto. Tendido en su cama se quedó sonriendo hasta que el recuerdo de su conversación con el rey llegó para borrar su fresca expresión.

-Entiendo que estés encantado con ella- le dijo Thranduil aquella vez, después de que él le diera el reporte del día- Es demasiado distinta a cualquier mujer que hayas podido ver. Es diferente a las nuestras y a las de su especie. Su corazón no parece haber sido tocado por el miedo o el dolor que acongoja. Parece una niña que juega indiferente a los males del mundo. Se roba la atención, pero es porque está fuera de lugar. Si la vieras en su mundo te parecería una mujer común sin nada especial. Han de haber mujeres dotadas de sublime belleza y superiores gracias que las que Mary muestra.

Meldon oía en silencio mientras su rey hablaba con gravedad y dramatismo paseándose por la habitación con una copa de vino en la mano y el reporte que él había escrito en la otra.

-Comprendo que su frescor pueda sentarte sanador, pero es eso nada más- continuó el rey- El efecto que tiene la última flor del verano en un suelo que se viste de otoño. No es real. Y si fuera real te estarías encaminado por un sendero que te conduce a un terrible dolor. Sea porque ella retorne a su mundo o por su condición de mortal, Mary te dejara. Y su ausencia será para tí un dolor inmenso que el tiempo menguara, pero no lo hará desaparecer. Vivirás desolado por todas las eras que están por venir, a veces, añorando que la muerte prematura venga por tí...- añadió con unas notas doloridas en la voz.

Meldon espero un momento, pues le dio la impresión que Thranduil habló más para si mismo que para él. Cuando lo vio abandonar esa nostalgia le comunico, con cierta dificultad, que casi estaba seguro ella sentía lo mismo por él.

-Eres un elfo. Que se maraville contigo o con cualquiera de nosotros es natural- exclamó el rey de forma despectiva y restándole importancia- Además...has estado siendo muy gentil con ella. No olvides Mary está sola en este mundo. Lo que siente por ti es como lo que un huérfano siente por un adulto que lo rescató...

Eso podía ser posible, pero cuando Meldon veía los ojos de Mary sentía que ella conocía ese sentimiento mucho mejor que él. Durmió poco. Casi salía el sol cuando cerró los ojos y los abrió un par de horas después.

Mary se quedó dormida tan pronto puso la cabeza en la almohada y las elfas la dejaron dormir hasta medio día, en consideración a su pequeña aventura en el bosque. Cuando Meldon fue a verla, a la hora del desayuno, ellas le pidieron que regresará más tarde. Su presencia allí no llamó la atención, pues todos seguían creyendo el rey lo había enviado para asegurarse la mujer estuviera bien. Claro que esa sutil ansiedad por ver a la muchacha si causó cierta extrañeza en las muchachas.

Meldon volvió después encontrando a Mary despierta en esa oportunidad. Según le comunico él solo quería saber si estaba bien. Ella le sonrió para responder que nunca había estado mejor. Y no mintió. Mary se sentía realmente bien. Tanto que se olvidó de donde y con quienes estaba al tomar de la mano a Meldon para invitarlo a pasear por la floresta iniciando así una rutina que se extendió por varios días.

Corriendo, caminando o cabalgando bajo los árboles no era raro ver a esos dos. Su cercanía levantó pocas suspicacias entre los demás elfos debido a la tarea que todos sabían Meldon había estado cumpliendo con la muchacha, pero también lo poco probable que se les hacía hubiera un sentimiento como el amor entre ellos. Relaciones de ese tipo si hubieron en la historia. Dos hasta ese fecha, pero los antecedentes eran tan escasos que nadie podía culparlos por no considerar esa posibilidad. Y gracias a esto, Mary y Meldon, eran libres de entregarse a esa emoción como un par de niños.

Fueron buenos días sin duda alguna. Cuando caminaba por el bosque solían ir tomados de la mano, pero esa forma infantil e inocente de sostenerse, paulatinamente, fue dando cabida a otro agarre. A uno más firme, más personal. Cómo o cuándo sus dedos empezaron a entrelazarse ninguno lo advirtió. No era importante. Juntos iban por ahí hablando con voz y sueñas. Desarrollaron un lenguaje único. Algo que solo fluía entre los dos y por medio de el, Meldon le enseño cosas del bosque y ella le habló de su mundo con más libertad, así como también de ella y él hizo lo mismo. Las horas volaban. La noche siempre los encontraba en medio de los árboles entre los cuales Mary siguió practicando arquería, solo que con objetivos en movimiento. Allí también no era raro que jugarán a las escondidas o algo así. A Meldon siempre le era fácil encontrarla, pero a Mary se le hacia más problemático ubicar al elfo porque este solía salir de su vista trepandose a los árboles. Ese día, un poco más habituada a las jugarretas de Meldon, la muchacha consiguió verlo muy arriba en un retorcido y viejo árbol al que se trepó con agilidad. Poco antes de alcanzar al elfo, Mary observó que él estaba viendo algo con mucha atención. Cuando, sujetándose con mucho cuidado, lo alcanzó quedo ante su vista la ventana de una casa y en ella una elfa de cabello dorado con una mirada cargada de nostalgia.

-Meldon- lo llamó Mary temiendo dar un paso más por lo frágil que se veía la rama donde él estaba de pie.

El elfo la miró, pero de un modo muy triste. Le sonrió y levantó ambas manos dándose por vencido solo para dejarse caer y sujetarse de una rama que había más abajo. Allí se quedó colgando de una sola mano hasta que Mary bajo a su altura y luego continuó descendiendo. Al llegar abajo la mujer le pregunto si estaba bien, pues su rostro y ánimo cambiaron de manera algo repentina.

-¿Conoces a esa muchacha?- intentó averiguar Mary con un interés preocupado. Él asintió con la cabeza y le extendió la mano para llevarla cerca de esa casa.

Mary lo siguió en silencio. Era obvio que él quería decirle algo y debía ser importante. No se aproximaron demasiado. Solo lo suficiente para poder ver la solitaria morada donde aquella elfa permanecía quieta y callada.
Meldon apoyo una rodilla sobre la hojarasca y descanso una mano en el tronco del árbol que uso para esconderse. Mary lo imitó y esperó hasta que él se decidiera a contar lo que deseaba y cuando lo hizo ella se enteró de que esa elfa fue la pareja de su mejor amigo, el mismo que murió junto con la tropa que él llevó más allá de las fronteras. También y mediante señas desganadas y escuetas, Meldon le hizo saber que para ella, él no era alguien bueno. Ella lo culpaba por lo sucedido y aún le guardaba rencor en su corazón. Pues por su insensatez ella perdió a quien amaba, quedándose completamente sola.

Mary se quedó callada. Los elfos no eran tan diferentes a los humanos después de todo. Entre más los observaba, entre más los conocía más terrenales se le hacían. No es que se hicieran de pronto unas criaturas vulgares para ella. No. Simplemente iba siendo más y más conciente de que también tenían penas, tristezas, dolores, deseos, añoranzas, culpas y todo eso que nos hace tan vulnerables, pero que también nos ayuda a empatizar con los demás. Es fácil olvidarse de esas cosas cuando lees una historia, pues estas en busca de aventura y hechos extraordinarios que te alejan de lo cotidiano. Al fin que no son más que un montón de sucesos contados con el fin de entretener o recordarnos alguna idea noble como que el mal siempre puede ser derrotado por el bien. Incluso las historias reales, para realzar su intención se van poblando se hipérboles que hacen de sus protagonistas algo menos sensible, casi fantástico. Los elfos eran figuras que si bien jamás carecieron de grandes virtudes, tampoco lo hicieron de grandes defectos; sin embargo, eran algo remoto y todo lo que sabía de ellos era lo que los más relevantes por estatus, poder o acciones hicieron. Meldon era un elfo vulgar. Un don nadie en la historia principal, pero para ella se hizo el más relevante de todos no solo por el sentimiento que despertó en su corazón, sino porque le mostró esa parte de la historia que no conocía y que quizá era la más dolorosa, pues allí estaban las consecuencias de todas las grandes acciones y también las de las que pensamos insignificantes.

Pero todas esas cosas no pasaron por la cabeza de Mary hasta después. En ese momento ella sintió la congoja de Meldon palpitando en su propio corazón, pues sabía lo doloroso que podía ser buscar el perdón y no encontrarlo. Lo difícil que era saber que aprendiste de tus errores, pero que te los siguieran señalando como si hubieran sucedido ayer, como si tú no hubieras cambiado. Mary no conoció a Meldon en aquel entonces, pero no necesitaba hacerlo para saber que ese elfo que condujo a sus compañeros a una tragedia no era el mismo que estaba hincado ahí esa tarde. Amorosa como pocos la habían visto, suave y dulce como solo ella sabía podía llegar a ser tomó el rostro de Meldon entre sus manos y pego su frente a la de él. Un momento después Meldon la estaba abrazando y así se quedó un buen rato. Apretándola contra él con esa ansiedad que provoca el saber puedes perder algo especial, como posiblemente esa elfa en la ventana abrazo a su amado alguna vez.

En el palacio Thranduil estaba inquieto por dos razones. La compañía de enanos en sus calabozos y un sueño que involucró a esa mujer. Otra vez él estaba ataviado para el combate y otra vez ella abrazaba un libro que se negaba a mostrarle, mas en esa oportunidad él se lo arrebató y las páginas se hicieron sangre entre sus dedos. Esa tarde en que sin sospechar de que el invisible saqueador de su fortaleza había dado con la escotilla en su bodega, Thranduil envío a Vëon por la mujer. Tenía una necesidad imperiosa de verla y al mismo tiempo de enviarla muy lejos de allí sin entender porque.

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