21._Descanso
Una melodía pacífica y dulce beso los oídos de Mary al despertar de ese sueño profundo en el que había entrado después de largas horas de hambre y sed. Eran cuerdas. El sonido que provocaban los instrumentos de cuerda siempre le gustó. Con lentitud giró su cabeza hacia un costado descubriendo a Meldon sentado en un taburete alto. Abrazaba una lira y deslizaba por ella sus largos dedos de un modo algo hipnótico. Cuando él notó que ella había despertado dejó de tocar y le sonrió enseñando su blanca dentadura.
Mary levantó su mano para decirle hola como cuando estaba en el calabozo y él contestó de la misma forma.
-Tuve un sueño extraño- le dijo la muchacha viendo hacia el techo y con una voz cansina- No recuerdo de que se trataba, pero si que era extraño y creo que estabas en el...
Meldon inclinó la cabeza a un costado y volvió a sonreír. En esa oportunidad porque la cara de inocente que hizo Mary le hizo gracia.
Ellos dos se comunicaban bastante bien. Así que al elfo no le resultó difícil darle el mensaje de el rey. La muchacha se sintió un tanto avergonzada de su actitud, pero no por mucho tiempo. Aun así quería ofrecerle una disculpa a Thranduil y explicarle el motivo de su furia con la cabeza ya que había enfriado su cabeza. Meldon le hizo saber que él transmitiría sus intenciones al rey. Después de eso se marchó para que ella pudiera levantarse. No lo dijo que ella llevaba dos días durmiendo y que él estuvo a su lado gran parte de ese tiempo.
Mary se quedó en la cama contemplando sus manos como si toda su ser se resumiera en esa parte de su cuerpo. No lograba entender como es que tenía un cuerpo astral tan sólido, tan real, y que estaba atado a todas las necesidades y carencias de su cuerpo real. Supuso que todo era influencia de su mente, llegando a preguntarse que pasaría si se concentrará lo suficiente para modificar, por ejemplo, su aspecto. Descartó la idea y se levantó esperando a la elfa, cuyo nombre no recordaba, apareciera pronto y así lo hizo. Ella nunca le hablaba mucho. Una o dos frases que eran más instrucciones que otra cosa, por lo que Mary era incapaz de decir si la chica le caía bien o no. Aunque si era honesta ella tampoco hacia el intento de hablar con la elfa. Esa mañana le dio las gracias por cuidar de ella.
La elfa solo asintió ligeramente con la cabeza y le sonrió de ese modo amable, pero desapasionado que tenían las mujeres de esa especie a la hora de interactuar. Al menos con ella eran así.
Mientras Mary corría por esos estrechos pasillos de piedra cayó en cuenta de que si estaba en ese mundo (y su teoría era correcta) debía disfrutar de su visita y no mortificarse. Nadie hace un viaje para acarrear fatigas, penas y responsabilidad; sino para huir de ellas. Claro que el paseo que ella estaba teniendo estaba lejos de ser una situación convencional. Aun así pensó que lo mejor que podía hacer era disfrutar de su estadía y hacer esas cosas que siempre soñó si le eran posible. Además el rey le había dado su palabra de que no intentaría meterse en su cabeza otra vez y eso la alivio lo suficiente como para apartar de su mente un par de preocupaciones.
Thranduil la vio pasar corriendo cerca de donde estaba. Mary era la única que andaba por su palacio como si lo hiciera por una taberna cualquiera. A veces iba por ahí cantando o medio bailando, jugando, hablando sola. Era inquieta. En los dos días posteriores a su despertar, Thranduil comprendió bastante bien porque a Meldon la comparaba tanto con el viento. Es que él no le había puesto demasiada atención a Mary como persona. Hasta el momento en que ella lo increpó, la muchacha, solo le era un ser extraño y potencialmente peligroso. A lo mucho una humana impertinente hasta egoísta y arrogante. Su formas de ser hubieran colisionado bastante de no limitarse a intercambiar respuestas y preguntas como en una eterna encuesta.
-No ha salido del palacio desde que despertó- le comentó Legolas esa tarde en que también la vio pasar corriendo por un corredor.
-Sabe que hay peligros afuera. No se aventurara sola al bosque por más deseos que tenga de ir ahí- le respondió Thranduil que se sentó a la cabeza de aquella mesa larga y estrecha.
-¿A dónde enviaste a Meldon?
-Lleva semanas aquí. Le di licencia de volver a su cabaña. Necesita un tiempo a solas para pensar con sensatez.
-No parece que te agrade su cercanía a la muchacha- comentó Legolas como reflexionando en varias cosas a la vez.
Thranduil lo miró como si le hubieran clavado una espina repentinamente, pero orgulloso apartó la mirada de su hijo para decir que no tenía motivos para que la amistad de esos dos le causará disgusto, pues le resultaba natural el apego mutuo que habían desarrollado.
-Ella es diferente a los humanos de este mundo. Más lúcida, más segura, más...- acabo de decir Thranduil.
-También parece te ha agradado- observó el principe obteniendo una mirada de su padre.
-Su situación me conmueve. No tiene a donde ir- contestó el rey con un tono que sembró más dudas que responder preguntas- Es imprudente e ingrata. No sobrevivirá lejos de mi reino- agregó al recordar que hacían dos días que ella había despertado y aún no iba a disculparse con él.
La palabra "libertad" se aplicó a Mary en todo su concepto. No necesitaba permiso ni compañía para cruzar las puertas y durante esas jornadas no era raro verla sentada en el puente disfrutando del sonido del agua y del sol. Con quien más hablaba en el interior de la fortaleza era Vëon, cuando esté no tenía que estar en su puesto de guardia. Pero también surgió cierta cercania con el encargado de la cocina a quien compartía algunas recetas. Cuando eso pasaba no era raro que un gran número de elfos comenzara rondar la cocina para saborear la comida que "inventaba" aquella mujer. Entonces, durante la degustación, no era raro que Mary tuviera algunos diálogos con otros elfos. Algunos sonaban amables, otros secos y estirados, pero nunca pasaba más que eso. Un intercambio de impresiones y un par de preguntas. Algunos creían que el rey la había llevado ahí para eso: cocinar.
Mary siempre evitaba una interacción prolongada con Legolas. Y vaya que se lo encontró varias veces por ahí. Él la ponía demasiado nerviosa por lo que empleaba todo su ingenio para terminar pronto con cualquier encuentro. Él más que amable se mostraba curioso, aunque para ella era muy difícil opinar respecto al príncipe del Bosque Negro.
Thranduil la observaba desde lejos. A ratos en sus ojos aparecía un pensamiento como un tímido pez que se asoma a la superficie del estanque, para después volver a esconderse en el fondo. Quería hacerle una pregunta a esa mujer. Solo una pregunta, pese a que su incertidumbre con ella no hacia sino crecer día a día. Pero fiel a su parecer y dignidad, el rey, se retractaba volviendo a sus deberes y ocupaciones.
Para cuando Meldon regreso de su descanso habían pasado casi nueve días y muchas cosas habían cambiado desde su partida. Una de ellas fue el fuerte apego que surgió entre Mary y Vëon. Ella le siguió hablando de su mundo a aquel elfo con quien compartía el color de cabello. A veces ambos iban por los corredores hablando animadamente. Aquel elfo no parecía renunciar a su idea de partir con ella, pero Mary sentía que la sombra de la duda iba creciendo en él. Una tarde, a la hora del crepúsculo, Vëon le comentó que ella sabía muchas cosas. Que conocía mucho de ese otro mundo y le gustaba oírla hablar de todo eso, pero había algo que no dejaba de llamar su atención.
-Jamás me has contado algo de tu familia. Nunca te he oído decir que los extrañas- agregó descansando los brazos en el muro del puente donde Mary estaba, peligrosamente, sentada.
La muchacha bajo la mirada un momento y después, viendo al cielo, le dijo:
-Tengo una madre y hermanos. También sobrinos y primos- hizo una pausa- Mi padre Murió cuando era pequeña y debido a esto tuve que vivir con varios parientes durante algunos años. Supongo que eso desarrollo un desapego a las personas y lugares- agregó como hablando con ella.
-¿Desapego?
-No extrañar lo que se deja atrás- respondió Mary.
-Es la primera vez que oigo a un ser humano decir no extraña lo que deja atrás- comentó Vëon viendo el río.
-¿Y cuántos humanos has visto?- le preguntó Mary.
-Los suficientes.
-¿Y esos cuántos son? ¿Dos? ¿Tres? ¿Una docena?- le preguntó la mujer un poco molesta. No era raro que los elfos no dieran respuestas exactas.
-Nunca los conté- confesó Vëon esbozando una sonrisa abierta y divertida. Divertida a costa de ella.
-Mi nación tiene poco más doscientos cincuenta años. Una generación son quince años. En toda la historia de mi pueblo han vivido dieciséis generaciones...y para tí todo ese tiempo no es más que...- reflexionó Mary que si bien siempre supo de la larga vida de los elfos; sentirla, como la venía sintiendo, le causó una sensación de ingenuidad. Como si hubiera sido una niña que perdió un debate con un adulto- Bueno al fin el tiempo es relativo- exclamó como para darse ánimos.
-¿El tiempo es relativo? No entiendo.
-Albert Asisten propuso la teoría de la relatividad en que...nos habla de las diferencias en la percepción del tiempo- Mary le explicó todo el asunto de la forma más sencilla posible y aunque Vëon intentó entender todo no lo logró. Pero estuvo de acuerdo en que el tiempo era diferente para todos.
Vëon era un elfo simpático después de todo. Y dueño de una astucia un algo oscura. A Mary le había comenzado a simpatizar. Cuando Meldon se marchó ella se quedó bastante decaída, aunque por un lado creía era mejor distanciarse de su carcelero. Sin embargo, cuando lo vio aparecer de entre los árboles hacia el puente no pudo evitar sonreír e ir al encuentro de Mellon, su amigo.
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