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¿Cuánto tiempo llevaban ya esos cuatro gritándose?
No llegaban a nada.
Era como si cada uno le gritara al aire.
Y por si fuera poco no podía entender lo que decían porque hablaban en inglés. Y si ya le costaba entender tal idioma ni hablar de interpretar gritos que seguramente ni ellos mismos entendían.
Probablemente ya ni hablaban de Eriko o de sus cicatrices o de la enfermedad de Adrien ni de como aparentemente les había arruinado el evento.
Oh, no. Para ese punto debían simplemente estarse gritando sobre lo que les desagradaba de cada uno. Podía verlo como algo posible gracias a todo el tiempo que llevaba con los Campbell.
Oh, apuesto que el espíritu de Eriko estaba sentada a su lado, suspirando con resignación por los hijos y el marido que había dejado atrás pero a la vez agradecida de no tener que soportar tal tortura en carne propia.
Mientras más pensaba en ella, más la veía como la típica mujer de las películas que se tomaba sus antidepresivos y ansiolíticos con una buena copa de vino.
Le parecía la única forma de haber logrado mantenerse cuerda.
—No puedo creer que me voy unos minutos y ustedes cuatro ya están a punto de matarse —regañó Adriá, en ese marcado acento ruso-inglés que lo caracterizaba. Lo dijo en inglés, e Isamu no lo entendió, ¡pero! Los lectores necesitan entenderlo, claro.
—¡Oh! ¡Papá seguro lo está! —reclamó Adrien.
—¡Fyodor!
—¡Ustedes tres son los que llevan gritándose como putos idiotas! —reclamó Urie.
—¡Urie!
—¡Eres nuestro padre! ¡Se supone que nos detengas y no te pongas a hacer el idiota con nosotros! —reclamó Adrian.
—¡Dorofei!
—¡Si los putos trastornos de Adrien no nos hubieran jodido la tarde ahora no estaríamos aquí! —reclamó finalmente Adriana.
—¡Giselle!
Y los cuatro principales volvieron a gritar.
Adriá suspiró fuertemente.
Esos cuatro lo iban a matar.
Eran su razón de vida, pero también serían su razón de muerte.
Ya lo veía.
Miró a Isamu, quien se había quedado en la cama sujetándose el rostro con las manos.
Tomó un fuerte respiro e intentó tranquilizarse un poco.
Levantó las manos.
Y, vete tú a saber cómo, atinó un golpe con la palma abierta en cada nuca.
Adriana, Adrián, Adrien y Urie.
Sonaron tan fuertemente que Isamu incluso frunció los labios y apretó sus manos en puños.
Hasta a él le había dolido.
Y vaya si sabía que a esos cuatro le había dolido, podía decirlo por las muecas de dolor en sus rostros.
Auh.
Pero había sido suficiente para callarlos.
Lo agradecía.
—¡Ustedes cuatro son unos inmaduros! Ponerse a gritar por cosas sin sentido, ¡por idioteces! Ustedes saben que Adrien no puede controlar lo que le pasa, no quiere joderlos a propósito. Y tú, Adrien, sé que no puedes controlarlo a la perfección, pero sabes restringirte un poco. Y tú Urie... ¿a ti qué te pasa? ¡Eres su padre!
—¡Pero es que ellos...!
—¡Aun no he terminado así que cállate!
—Sí, papá.
Ah, que hombre tan maravilloso.
Amaba a Adrien, ¿pero de casualidad no estaría Adriá buscando un baby boy del que cuidar? Porque a Isamu no le molestaría tomar dicho lugar, eh.
—Ustedes cuatro, a la sala.
—Sí, abuelo —murmuraron los trillizos, retirándose al lugar dicho por el hombre.
—Pero, yo...
—Ustedes cuatro, Urie.
—Sí, papá...
Y así se retiró al lado de sus hijos.
Isamu suspiró de alivio. Adriá también.
—Perdona eso, Isamu.
—Oh, no, no se disculpe, por favor. Lo agradezco. Me ha salvado.
—Esos cuatro son unos inconscientes por ponerse a discutir frente a ti... ¿De qué discutían, de todas formas?
—Pues empezó con Adrián diciéndole a Adrien que había arruinado el evento y luego Adrien diciéndole a Adrián que él no lo había arruinado y reclamándole por acusarle del asesino de Eriko y diciendo que la odiaban demasiado por sus cicatrices y luego Adriana golpeando a Adrien porque él no sabe lo que es estar marcado de por vida y luego gritos que no entendí y luego llegó Urie y ya sabe...
—Estos cuatro de verdad van a matarme —se lamentó el señor, masajeándose la sien.
—No diga eso, no podría sobrevivir sin usted...
Adrià suspiró con sumo pesar.
—Voy a resolver esto de una vez por todas... Puedes venir si te agrada el drama.
—Yo... creo que me quedaré aquí... Por mi seguridad.
—Como tú quieras.
Se pasó una mano por el cabello antes de retirarse de la habitación.
Bajó las escaleras y se encontró con sus cuatro familiares en los sofás. Urie en el individual, los trillizos en el tres piezas con el orden de Adriana, Adrián y Adrien -o Adrien, Adrián y Adriana si se veía de derecha a izquierda-. Los cuatro con los brazos cruzados, sin dirigirse la mirada, con pucheros en los labios.
—¿Qué mierda está mal con ustedes cuatro? —atacó de inmediato, plantándose en medio con los brazos cruzados. Severo, imponente.
—Todo —gruñó Adrien.
—Adrien nos jodió el evento —acusó Adrián.
—¡Hicieron el evento por Adrien! —recordó, señalando al menor— A ninguno de ustedes -ustedes dos ni a Urie- les importa realmente Eriko.
Los dos hermanos mayores fruncieron los labios.
Era verdad.
—Es por su culpa que tenemos el rostro deformado —masculló Adriana—, ¡es por su culpa que Adrián perdió el ojo y-!
—Giselle, cállate.
Frunció los labios.
Ugh.
—No estamos hablando sobre si Eriko era o no una buena mujer, no estamos hablando si la odiaban o no. La cuestión aquí es: ¡no pueden culpar a Fyodor por lo que hace! Sé que odias oírlo, Fyodor, pero debo decirlo; saben que está mal de la cabeza. Saben que tiene problemas mentales, nadie más que él quisiera poder controlarlo.
—Bueno, si tan mal está deberíamos ENCERRARLO —gruñó Adrián, haciendo énfasis en la última palabra—. ¡Otra vez!
—¡Dorofei!
—¡Estoy hablando en serio! ¿No se supone que eso se hace cuando un loco es peligroso? ¡Adrien debería estar encerrado! ¡De por vida!
"Concuerdo."
—Jódete, Adrián —gruñó Adrien, cruzándose de brazos y hundiéndose en el sofá.
—Oh, venga, ¡sabes que es verdad! ¡Ya no puedes controlarlo!
—¿Y crees que podré estando encerrado en un cuarto de paredes blancas y una cama que rechina cada vez que me muevo? —masculló, sin erguirse de su asiento— Quiero verte pasar un día ahí sin perder la puta cabeza.
—Estuviste ahí porque la perdiste.
Apretó sus manos en puños. Si lo golpeaba solo probaría su punto, debía controlarse.
Debía controlarlo.
En su cabeza también había un desastre.
Solo no debía dejar que lo supieran.
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