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—Bien, pero 27 aun suena como un montón —señaló Gabriel—. Es decir, no más que 38, pero aun son seis años de diferencia.

—Tú y Adrián se llevan cinco, ¿de qué hablas? —rió Adriana.

—Sí, es verdad, cerraré mi boca. 

Isamu rió mientras volvía a concentrarse en su bebida.

Ah, que gente tan agradable, de verdad. Estaba pasando un buen rato. Un buen rato de verdad, verdad, no un mal rato que estaba pasando bien porque era un masoquista. Las personas a su alrededor reían, se divertían con él, incluso Adrien lucía feliz. No era como en la salida con Kayla, lucía cómodo, genuinamente cómodo.

Ah.

Ojalá todo el tiempo pudieran pasarla tan bien. 

Se regañó a si mismo por pensamiento tan estúpido. Claro que no podría ser así todo el tiempo. No eran una pareja normal. No lo eran y nunca lo serían. Todo el tiempo que llevaban juntos, la forma en la que Adrien lo trataba, y además las cosas que había ido descubriendo, le hacían pensar que su destino inminente era la muerte.

Tarde o temprano Adrien lo asesinaría.

Tal como asesinó a Eriko, a las dos muchachas que estuvieron en casa casi una semana, a Kayla... así como había asesinado a otro montón de gente. Adrien veía su vida como una insignificancia más. Como matar una hormiga.

Que miedo.

¿Por qué no huía?

Una persona normal, con dos dedos de frente, ya estaría al otro lado del mundo. Ya le hubiera reportado a la policía su situación, al menos la situación de los asesinatos, pero él incluso lo encubrió.

Algo debía estar realmente mal con él.

De verdad mal.

—¿Cuál es tu flor favorita, Isamu? — inquirió Gabriel, interrumpiendo los pensamientos del asiático.

—Uhm... me gustan mucho los tulipanes, también los lirios y los narcisos... En casa había una flor que no he visto en ningún otro lugar, se llama Dicentra, pero también la conocen como "corazón sangrante", y es linda...

—Esas son muchas, ¿no? Escoge una.

—Narcisos. 

—Bien. ¿Cuál es tu flor favorita, Adrien?

—Es una flor en forma de campana que no se abre más en la mañana y... Ah... ¡campánula! Se llama campánula—sonríe ampliamente, arrugando su nariz—. Sí, eso. Había olvidado su nombre, se llama campánula. Ajá.

—Esa fue una respuesta... rápida —sonrió de lado Isamu, dándose cuenta que solo en ese párrafo hablaron tres personas diferentes—. Ha pasado la semana entera queriendo recordar ese nombre.

—Ah, mamá tenía un ejército de esas en el patio frontal —recordó Adrián, ajustándose las gafas.

—Sí, es verdad... Adrien salía corriendo de clases para llegar a tiempo y verlas abrirse —sonríe Adriana, sujetándose el rostro con las manos—. Eran flores... curiosas; no eran las mejores de toda su colección, pero eran las más interesantes de ver... Nunca florecían todas a la vez.

—Me causaba tremenda ansiedad que nunca florecieran todas a la vez... — masculló el segundo hermano, sacudiendo la cabeza de lado a lado.

—Hablando de flores, ¿iremos todos al evento de su madre? — inquirió Jaden.

—Sí —afirmó Isamu.

—¿Irá Urie?

—Era su esposa, claro que irá —rió Gabriel.

—Por favor, no dejen que pruebe una sola gota de alcohol —murmuró, cerrando los ojos y arrugando la nariz—. Por favor. Da miedo sobrio, me causa escalofríos ebrio, no quiero ni verlo ebrio y de luto. No podría, lloraría del miedo.

—Urie, es... difícil de tratar —murmuró el moreno a Isamu, justificando la reacción de Jaden.

—Oh, lo sé —afirmó el asiático, asintiendo con la cabeza—. Claro que lo sé. Mejor que nadie.

—Son celos de padre —gruñó Adrien, dándole un trago a su café helado.

—¿Qué tan malo ha sido contigo? —sonrió el albino, entrecerrando sus grandes ojos rojos— A mí me vio y ya me odiaba a muerte.

—Lo vio y le nació un instinto asesino —masculló el menor una vez más, casi para si mismo.

—Oh, no fue tan malo —aseguró Isamu, viendo por donde iban las intenciones de su pareja—. Me llamó perra o algo así, pero era todo cuestión del alcohol.

—¡Perra! —rió Gabriel— Oh, Dios, hasta suena como poco. ¿Tienes idea de la ridícula cantidad de dinero que puedo llevarme de ese hombre si lo denunciara por un crimen de odio? Me dijo de todo, perra es un halago viniendo de Urie.

—Ese hombre no nos quiere —negó Jaden, sacudiendo la cabeza de lado a lado—. A ninguno de los tres. Eso de celos de padre suena como una forma de querer justificar algún tipo de racismo o algo por el estilo.

—Sí, papá es una mierda como hombre —concordó Adriana—. Pero es papá, no se quejen. Apuesto que si quisiera, los mataría, y no lo ha hecho, así que tan malo no debe ser.

"Apuesto que si quisiera, los mataría."

Esa era una frase curiosa.

Su papá no quería a su mamá. 

Lo acababa de descubrir.

Sí.

No la quería.

Quizás la odiaba.

Porque era una perra, quizás.

¿No era más sencillo un divorcio?

¿Por qué su padre habría matado a su madre si era más fácil solo divorciarse?

Ah.

Lo había descubierto.

No. Claro que él no mató a su madre.

¿Por qué él la mataría si la amaba tanto? 

Él amaba a su madre, no hacía sentido.

Porque él no la mató.

Fue papá quien lo hizo.

Porque él así quería.

Él quería que mamá muriera.

Y todo lo que papá quería debía cumplirse.

Él quería que ellos lo olvidaran.

Y porque él lo quería, así lo hicieron.

Estaba en el auto, observando el timón frente a él, sosteniéndolo con las manos, sin encender el motor. A saber cómo había aguantado el resto de la cita.

Sus hermanos se habían retirado ya con sus parejas, ahora solo eran él e Isamu.

Pero de pronto se sentía tan abandonado.

No tenía nadie a quién recurrir.

Estaba solo. No había nada qué hacer al respecto.

Se sentía abrumado.

Se sentía cansado.

Pero estaba aliviado.

Quería reírse.

Él no había asesinado a Eriko.

Pero eso no ayudaría en nada.

Su madre seguía muerta.

Y nadie la traería devuelta.

—Adrien —murmuró una suave y delicada voz a su lado, sosteniéndole la mano y acariciándole los nudillos.

Esa era la voz de su madre.

Pero su madre estaba muerta.

Apartó su mano bruscamente.

Olía a putrefacto.

Le caían gusanos en las piernas y las manos.

Y el cajón de flores estaba lleno de sangre.

。。。

Urie es una persona de mierda, pero les tengo una sorpresa:

Esta ni siquiera es su forma final.

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