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-Hey, ¿qué edad tienes?

-¿Ah?

-¿Qué edad tienes? -repitió Adrien. Aunque le gustaba mucho y sabía que lo acosaba en todo momento, realmente no sabía demasiado acerca de Isamu más su nombre y el lugar donde trabajaba.

-27 años -respondió bajito.

-Hey, eres bastante mayor -señaló, sonriendo con cierta burla, sujetándose el rostro con una mano, viendo como Isamu se enjuagaba el cabello con shampoo-, ustedes los asiáticos tienen todos cara de bebé, realmente creí que eras menor que yo.

-Tú... ¿qué edad tienes?

-Lo sabes, ¿no? -continúa su burla, entrecerrando sus grandes ojos- ¿Qué clase de acosador serías si no supieras mi edad? ¡Me encontraría decepcionado! Anda, dímelo.

-21 años -masculló, desviando la mirada.

-Bien, haces un buen trabajo, Isa -oh, ese apodo acabaría volviéndolo loco-. Venga, dime todo lo que sabes de mí, tengo curiosidad.

-Yo no...

-No tienes escapatoria de acá, solo dímelo -el asiático frunció los labios-. Vamos, o te haré decírmelo a las malas... aunque no creo que te moleste hacerlo a las malas, ¿cierto?

-Sé... muchas cosas -murmura, desviando la mirada una vez más-. ¿Todo?

-Todo, no te saltes ningún detalle.

-Te llamas Adrien Fyodor Campbell, eres el hermano menor de un grupo de trillizos, tus hermanos son Adriana y Adrián, tu padre es Urie Campbell, y tu abuelo Adrià Campbell. Tienes 21 años, naciste en Londres, Inglaterra, te moviste al país cuando tenías 7 años y empezaste a vivir solo desde los 19 años. Estudiabas medicina... y te gustan las flores.

-Estudié veterinaria.

-¿Ah?

-No estudié medicina, estudié veterinaria. Luego me tomé un curso de primeros auxilios, pero esa es otra historia. Aparte de eso, ¿cómo sabes tanto? ¿No se supone que tienes un trabajo? Tienes 27 años, ¡es aterrador que un hombre como tú acose a un chico como yo! Dime, ¿de dónde sacas toda tu información?

-Internet -murmuró-. En tus fotos etiquetas a tus hermanos, pero no tienes fotos con tu padre o tu abuelo, esas las tiene tu hermana, tu abuelo tiene fotos de todos ustedes. Entonces, ustedes siempre son "Adriana, Adrián y Adrien", para él son "Giselle, Dorofei, y Fyodor"...

-Oh... que miedo -rió bajito, entrecerrando sus grandes ojos una vez más-. Hey, menos mal eres solo un acosador y no un asesino en serie.

Un asesino.

Sí. Realmente no debía olvidar eso.

-Las chicas... ¿dónde están?

-No lo sé. Si crees en algo, quizás en el Cielo... O no, ustedes no creen en el Cielo, quizás ya hayan reencarnado...

-Tú... ¿las mataste?

Silencio.

-Sí -sonrió de forma cálida, gentil, hasta amable.

-¿Por qué?

-Realmente no tolero las mujeres como esas dos... eran unas putas. Se lanzaron a mí como perras hambrientas... realmente me dan asco.

-A ti... ¿te desagradan las chicas?

-Las detesto -gruñe-. Todas, a excepción de mi hermana, son unas asquerosas... Si pudiera matarlas a todas no dudaría ni un momento en hacerlo... Ni siquiera son lindas, atractivas... esos rasgos finos no hacen más que darme asco.

Isamu frunció los labios. A él tampoco le gustaban las chicas, pero no las odiaba. Le parecían lindas, pero no atractivas, ¿qué tan enfermo se debía estar como para querer asesinarlas a todas?

-Mi hermana es linda, ¿sabes? -y esbozó una amplia sonrisa cálida- Se parece mucho a mí.

Shampoo cayó en los rasgados ojos del asiático.

-Ay, mierda -masculle, intentando frotárselo tontamente.

-Ah, el shampoo -murmuró Adrien, volviendo a encender la ducha.

Le sacó todo la espuma del cabello y luego le ayudó a enjuagarse la cara con mucho cuidado.

-¿Ya estás mejor? -inquiere, acariciándole el rostro.

-Sí... creo que sí... solo arde un poco -la cercanía entre ambos los pone un poco nervioso.

-Ah, casi eres problemático -suspira el menor, volviendo a su lugar-. Eres un adulto, deberías ser capaz de evitar que te caiga shampoo en el rostro.

-Perdón...

-No, está bien... de cierta forma me gusta cuidarte. Me recuerdas a las flores, eres frágil, torpe, necesitas constante atención.

Las flores... Cierto, las flores. A su alrededor también habían un montón. De la ventana del baño habían largas ramas con grandes hojas, la pared tenía enredaderas, al lado del espejo también habían flores. Flores. Oh, las flores.

-Aunque quizás eres más como un perro...

-¿Por qué te gustan tanto las flores?

Hubieron unos momentos de silencio.

-De pequeño solíamos tener la casa llena de flores... Mamá las amaba, y papá amaba a mamá, y como de siempre ha sido rico pues nada era demasiado. Las escaleras, las ventanas, la entrada, la sala, las habitaciones, la cocina, el baño, el sótano y el ático, teníamos un patio que parecía un campo floral... Y el cobertizo, que antes era donde mi abuelo arreglaba zapatos, se volvió un cajón de flores. Cuando nos mudamos acá fui yo el que siguió con la cuestión de las flores... siempre era un lío con mi hermana porque ella las detesta.

-¿Qué pasó con tu madre?

Silencio.

Adrien observó la regadera en su mano.

Recordó el cajón de flores cubierto en sangre.

-Hey, ya acabamos aquí, ¿no? -murmuró- Mantén las piernas levantadas, no quiero que esas vendas se mojen, no voy a cambiarlas, no tengo otras y no quiero ir a la farmacia ahora.

Asintió, acatando la orden. Ahora estaba nervioso.

El joven sacudió sus piernas para eliminar el exceso de agua. Se secó los pies en la alfombra, y luego se agachó para tomar a Isamu entre sus brazos. Cerró la tapa del baño y lo sentó ahí. Tomó una toalla y empezó a secarle cuidadosamente el cuerpo.

-A ti también te gustan las flores, ¿no?

-Sí... me encantan.

-¿Por qué?

-Bueno... en Japón vivía en una casa tradicional, teníamos un patio amplio. Un día papá trajo semillas para mí, mis hermanos y mi madre, nos dio una cada uno para que la plantaramos. Solo la mía y la de mi madre creció, y luego de eso nosotros dos empezamos a encargarnos del patio... Mi madre acabó separándose de mi padre, y me trajo hasta acá con ella, desde entonces me encargo de la florería con ella.

-¿Ella sabe que eres un sucio acosador pervertido?

Isamu frunció los labios ante la sonrisa burlesca de Adrien.

-Como sea, ¿dónde está hora?

-Volvió a Japón a ver a mis hermanos... Volverá a finales de la semana.

-¿Se preocupará mucho si no te encuentra?

-Se volverá loca...

-Hum... puede ser que sea un problema... ¿qué debería hacer con ella? ¿Te molestarías mucho si la asesinara?

-¿Si la...? ¿Qué? ¡Claro que sí! ¡¡Es mi madre!! ¡Ni se te ocurra hacer algo así!

-Hey, ¿y de pronto te atreves a levantarme la voz? -ríe, sujetándole el rostro con las manos, ofreciéndole una amplia sonrisa sombría... aterradora- ¿No me oíste? Detesto a las mujeres, todo tipo de mujer... en especial las madres... Tu padre se divorció de ella, ¿no? Por algo debió ser, ¿no? ¿Realmente era una buena mujer si no pudo mantener feliz a un hombre? Apuesto que era una sucia perra como cualquier otra.

Lágrimas derramaron de los ojos de Isamu. Le daba miedo la idea de su madre siendo lastimada. Le causaba genuino miedo. No le agradaba oírla ser insultada. Su madre no era ninguna perra, pero no tenía voz para reclamar, temía que si lo hacía usara lo que estaba a su alcance para golpearlo, y una de esas cosas eran los bordes de la tina y el lavamanos, y de un golpe en eso podía morirse.

-Por favor, detente -susurró burlón, acurrucándose frente a él y extendiendo sus manos para abrazarlo, estaba muy helado-. Llorar para darme lástima no sirve de nada, y no haces más que excitarme.

De verdad debía encontrar una forma de salir de ese lugar antes de volverse loco.

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