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Una cita triple.

Una cita triple con Adrien, sus hermanos, y los novios de sus hermanos.

Recordaba que ellos le habían comentado que sus novios eran agradables, que seguramente se llevaría bien con ellos y que además tenían ojos extravagantes como los suyos. ¿Qué podía ser más extravagante que rasgados ojos rojizos? Es decir, no son de un intenso rojo, como los que vio en la fotografía de Eriko, que parecían dos rubíes reemplazando sus pupilas, pero siempre eran rojos, y ajá.

Volviendo al tema de los novios de sus cuñados... Sus concuñados... Esa era la palabra, ¿no? Bien, volviendo al tema de los concuñados.

¿Cómo serían esos dos?

—Uhm, ¿cuál es el nombre de sus novios? —inquiere viendo de reojo como Adrien gira el timón.

—El de Adriana es Jaden, el de Adrián es Gabriel... Son sujetos agradables,  no te preocupes por ello, seguro se llevarán bien.

—Pero, ¿agradables como tus hermanos o como tu padre?

—Nah, como ninguno de ellos. Son agradables a su modo... encantadores, quizás. Son de esas personas que hablan tranquilamente y siempre sonríen.

—Ya...

—¿Estás nervioso por conocer a esos dos?

—Bueno, un poco... Pero la verdad es que esta clase de cosas siempre me ponen nervioso, no soy muy bueno conociendo gente.

—Es curioso que una persona que atiende una florería diga algo como eso, ¿sabes? Es como... irónico. Solías recibirme con una sonrisa y voz animada al llegar a la florería.

—Solo... quería captar tu atención.

—Eras bueno en eso.

Sonrió levemente mientras brindaba toda su atención a la vista por la ventana. Nublado, gris, era un lugar triste, valía la pena mencionarlo, pero agradable. Era un lugar agradable, no le molestaría quedarse ahí por más tiempo, mucho menos si se trataba de quedarse con Adrien.

El viaje hasta la cafetería mencionada es en silencio, un silencio cómodo. En la radio se reproduce una canción cualquiera, Adrien mantiene la visa al frente, Isamu una sonrisa en el rostro, acariciando la mano que le sostenía la pierna.

Ah. Así se sentía ser una pareja normal, eh.

Adrien se estacionó frente a la cafetería. Un lugar pequeño pero acogedor, con grandes ventanas que dejaban ver el interior. En la parte alta de este se leía "Cafe Forum", y "House of Coffees". Habían algunas personas sentadas en el exterior.

Al entrar al lugar lograron divisar fácilmente a los hermanos, acompañados de quienes seguramente eran sus parejas.

Oh, vaya.

Un albino y un moreno.

¡Oh, vaya!

No creía cuando le mencionaron sobre sus gustos exóticos, pero al parecer hablaban en serio. ¡Un albino! ¿De dónde había sacado un albino?

—Hey, miren quién llegó al fin —señala Adriana, levantándose de la mesa—. Ven para acá, Isa, te presentaré a estos encantadores muchachos. Él es Jaden—presentó al albino, señalándolo con la mano—, es mi novio. Y este es Gabriel—señaló al moreno—, el novio de Adrián. 

—Un gusto —murmuró, haciendo una pequeña reverencia pero sintiéndose estúpido de inmediato recordando que en esa parte del mundo se estrechan manos en forma de saludo—. Yo soy Isamu, el novio de Adrien.

—El gusto es nuestro —sonrió Gabriel, hablando animadamente.

Era moreno, como ya se dijo. No afroamericano, más bien de rasgos latinos, quizás europeo como los morenos de España, de hecho, tenía un acento español; su piel era de color canela, su cabello negro como la noche y ondulado, sus ojos grandes de intenso color ámbar.

—Esperamos que estos dos no te hayan hecho pasar mal rato —sonrió Jaden también.

¡Albino! ¡En su vida había visto de cerca un albino como él! Porque la familia de su madre era bastante albina: su abuela, sus tías y algunos de sus primos eran albinos, pero ninguno era como ese muchacho; ellos eran delgados, frágiles, se quemaban fácilmente al salir por lo que siempre se cubrían mucho el cuerpo, sus ojos presentaban tonalidades rojas o moradas, pero todo el encanto de sus miradas se perdía al fácilmente darse cuenta que la mayoría padecía estrabismo.

¡Pero Jaden no era nada como eso!

Era muy albino, su cabello era lacio y tenía algunos mechones cayéndole en el rostro, su piel casi tan blanca como su cabello, sus pestañas y cejas también. Y sus ojos, ¡oh, esos ojos! Grandes, intensos, con un mirar tan rojo que parecían rubíes suplantando sus pupilas.

Esos si eran ojos rojos, no como los suyos.

Se sentaron en la mesa, Adrien junto a sus hermanos, específicamente junto a Adrián. Él se sentó frente a Adrien, al lado de Gabriel.

—¿Por qué todos ustedes saben español? —preguntó, de pronto genuinamente consternado por tal hecho.

—Porque papá nos puso en clase de español luego de salir de secundaria —explicó el segundo hermano—. Adriana conoció a Jaden en dicha clase, y Gabriel es español.

—Ah —murmuró, una vez su duda fue aclarada. Vaya que casualidades, eh—. ¿Por qué estaban en clase de español?

—Porque nuestros padres creen que es bueno saber más de un idioma —justifica Jaden, observando el menú.

—Ya, tiene sentido —afirmó, asintiendo con la cabeza.

Ah, que bueno era poder hacer preguntas sin temor a que le gritaran o le respondieran algo de manera negativa, o que le pidieran que no hiciera más de ese estilo.

—Bueno, pero tú cómo conociste a Adrien —inquiere Gabriel, sonriendo ampliamente, sujetándose el rostro con las manos.

—Ah... trabajaba en la florería, y él llegó a recoger un encargo. Las cosas solo fluyeron luego de eso. Nos veíamos más que nada en la florería.

—Ah, claro, Adrien ama las flores —murmura Jaden, asintiendo—. Hey, es bueno que ustedes dos tengan algo en común—sonríe ampliamente, entrecerrando sus grandes ojos rojos—. Adriana y yo somos como agua y aceite; Adrián y Gabriel son más como agua y alcohol: similares a simple vista, pero distintos cuando los inspeccionas de cerca.

—Nosotros tenemos muchas cosas en común —se defendió Adrián, frunciendo el ceño.

—Menciona dos cosas —retó el albino, sonriendo con sorna.

Adrián frunció los labios.

—Nos gusta el café amargo y los postres muy dulces, ahí lo tienes.

—Lo pensaste demasiado.

—Bueno, menciona tú dos cosas que tengas en común con Adriana.

—Oh, no, ¿acaso no oíste? Como agua y aceite. Lo único en lo que nos parecemos es que tenemos un nombre que empieza con "A".

—¿Tienes un nombre que empieza con "A"? —interrumpió Isamu.

—Anielka, es mi segundo nombre, pero nadie me dice así. Por este lado del mundo y en español suena a nombre de niña.

—Oh...

—Bueno, ¿tú qué tienes en común con Adrien, Isamu? —inquirió Gabriel.

—Bueno, a ambos nos encantan las flores—murmuró, viendo sus manos  —. Creo que pensamos igual respecto a ellas: son lindas, llamativas, es tierno cuidar de ellas, es... agradable dedicarles tiempo. Además —levantó la mirada y sonrío ampliamente, sus ojos se entrecerraron tanto que parecían totalmente cerrados—, creo que ambos estamos igual de locos. Pero es lindo.

Extendió su mano para sujetar la de Adrien y entrelazar sus dedos.

—Es como si estuviéramos hechos el uno para el otro.

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