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—¿Qué es lo que tiene tu abuelo? —inquiere Isamu, apoyando su cabeza en el hombro de Adrien, mientras ambos esperan en la sala de espera del cardiólogo al que han acompañado a Adriá— En el corazón, me refiero.

—Un montón de buenas intenciones —suspiró, cambiando la página de la revista que lee—. ¡No! —sacudió su cabeza de lado a lado—. Quiero decir, arritmia. Al parecer lo tiene desde que está pequeño, y como mis hermanos y yo siempre somos un dolor en el culo pues el pobre hombre acabó con un marcapasos que viene a revisar cada tres meses.

—Ah —murmuró, y ya no tuvo más preguntas que expresar.

O quizás sí.

Quizás tenía un montón rondándole por la cabeza en ese momento. La mitad debían ser sobre Adrien, la otra mitad debían ser las típicas preguntas estúpidas que uno se hace cuando está aburrido. Preguntas retóricas, o existenciales.

Oh, detestaba esa clase de preguntas.

Pero que Isamu se las hiciera a si mismo era normal.

No podía quejarse demasiado.

Luego de eternos minutos, Adriá finalmente salió de la oficina del doctor. Se acercó a la recepcionista para pagar su consulta, y seguidamente hizo un gesto a los muchachos para avisar que era momento de retirarse. Sin poner queja alguna se levantaron y se dirigieron al auto.

Adrien conducía, Adriá iba en el asiento a su lado, Isamu atrás.

—Lamento que hayan tenido que venir a desperdiciar el tiempo —suspiró el abuelo, pasando una mano por su cabello—. Seguro es aburrido acompañarme a esta clase de cosas.

—Nah —aseguró Adrien, sonriendo de lado—. Esto es mejor que estar en casa aguantando a papá o la doctora Ford.

—Sí... es problemático —suspiró una vez más, apoyando su brazo en la ventanilla, sosteniéndose el rostro con la mano—. Créeme que no estaba enterado de que ella vendría, no la hubiera dejado entrar a casa si lo supiera.

—Bueno, pero no la sacaste.

—No tengo nada con lo que defenderme de ese argumento.

Isamu sonríe de lado y observa la ventana. Es todo un paisaje agradable, estar en Londres era lindo, sin importar lo sucedido en esos dos días todo se sentía bien, estar en un ambiente diferente se sentía bien, vaya que sí. Ni siquiera había pensado en su madre, y por los mensajes en su celular tampoco ella había pensado en él. Tenía mensajes de sus hermanos preguntando qué mierda estaba mal con él y preguntando si era cierto que era marica.

Con esas palabras.

En japonés, claro, pero con esas palabras.

El auto se detuvo frente un edificio alto. Un banco.

Una parte de él dijo "es banquero", y luego la otra parte dijo que seguramente era el dueño de ese banco. Tenía montones de dinero, claro que no iba a ser banquero.

—¿Quieres que te venga a traer?

—Nah —sonrió, pasando una mano por su cabello para acomodarlo—. Me iré en metro, no te preocupes. Ustedes dos solo encárguense de pasar una linda tarde.

—Gracias, abue —suspiró.

—Que les vaya bien.

—Adiós.

Salió del auto y se fue, dejando solos a los dos jóvenes.

—Pásate para acá, Isa —pidió Adrien, sonriéndole y palmeando el asiento a su lado.

—Ah... ah, sí —murmuró, saliendo del auto para sentarse en el lugar que Adrien palmeaba.

Le gustaba estar al lado de Adrien.

—No vamos a ir por esas flores —sentenció el menor, volviendo a meterse a la calle.

—¿Ah?

—No vamos a ir por esas flores —repitió, sin apartar la vista del frente—. A la mierda el evento de mamá, a la mierda mi papá, a la mierda la doctora. Que se jodan todos.

—Adrien... Adrien, normalmente no me gusta contradecirte ni nada por el estilo, pero... este evento no es solo importante para tu papá, también lo es para tus hermanos, quizás incluso para tus abuelos.

—Que se jodan —recalcó, apretando un poco el timón—. Hablo en serio, que se jodan. ¿Por qué mierda me enviaron a mí a traer esas putas flores si Adriana y Adrián tampoco tenían nada que hacer más que pasar con sus estúpidos novios? Solo quieren joderme. ¿Creen que soy tonto y no me daré cuenta?

Ah. Hizo una pregunta...

¡Oh, Dios, Adrien se había hecho una pregunta y no se estaba regañando a si mismo por ello! Eso era un progreso, ¿no? Es decir, en algún momento podría cuestionarse como una persona cuerda, ¿no? ¡Muy bien!

¡Sí! ¡Muy bien!

—Bueno... no tenemos que ir por esas flores... pero al menos podrías avisar que no lo harás, ¿no crees? Digo... al menos si a tus hermanos les importaba ellos podrían ir, ¿no?

—Sí... supongo.

En su bolsillo, su celular vibró.

Y rompiendo toda regla de tránsito lo sacó de su bolsillo y lo contestó.

—¡Hey! —exclamó su hermana desde el otro lado de la línea— ¡Adivina qué vamos a hacer!

—¿Matarnos?

—¡No! Deja a un lado cualquier pensamiento suicida que tengas y tu sentido de humor millenial y escucha esto: ¡tendremos una cita triple!

—¿Qué?

—¡Tendremos una cita triple! —interrumpió la voz de Adrián— Nosotros tres, Jaden, Gabriel e Isamu. ¡En una cafetería con cosas cursis y tal!

—Di que sí de una vez hermano, ya lo planeamos todo, nada saldrá mal.

—Define nada.

—Nada.

—¡Vamos! ¡Hace un montón no salimos los tres juntos!

Suspiró resignado.

—Bien... Bien, como quieran. Hagámoslo.

—¡Genial!

—Todavía recuerdas esa cafetería que está cerca del Hyde Park, ¿no? Esa a la que papá nos llevaba cuando sacábamos buenas calificaciones.

—Sí, la recuerdo.

—¡Entonces encontrémonos ahí en...! No sé...

—En treinta minutos.

—¡En treinta minutos!

—Bien — suspiró una vez más—. Los veré allá.

Cortó la llamada y lanzó el teléfono a los asientos de atrás mientras suspiraba.

—Hey, tenemos un cambio de planes—sonrió de lado, apretando cariñosamente la pierna de Isamu, viéndolo de reojo—. No tendremos que ir por esas flores. 

—¿Por qué? —murmuró, encantado por cómo la mano de Adrien lo sujetaba cariñosamente. Sin pellizcos ni apretones, solo un agarre cariñoso, romántico.

—Nos invitaron a una cita triple. Seremos nosotros, mis hermanos y sus novios. En una cafetería linda cerca del parque al que justo te quería llevar... Después podemos intentar llegar al London Eye... sería lindo.

—Cualquier cosa estaría bien, Adrien. Mientras que sea contigo, cualquier cosa está bien. 

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