74
La doctora Ford.
Ugh.
La doctora Ford.
La puta doctora Ford.
—¿Cómo han estado, Adrien? —habla animadamente, como ignorando la clara molestia en el rostro de quien alguna vez fue su paciente.
Podrían golpearla.
O irse.
O afrontar la consecuencia como los adultos maduros y responsables que eran.
Esa última opción sonaba como una mierda.
—Mejor que nunca —oh, pero era la que escogerían porque si no la trama no avanzaría correctamente.
—Me alegra tanto saber eso. ¿Puedo saber con cuál de los tres estoy hablando ahora mismo? Oh, no, déjame adivinar, por favor. La expresión en tu rostro dice Adrien, pero la forma en la que te comportas es de Fyodor, ¿están los tres despiertos ahora mismo? ¡Quisiera saludarlos a todos! Hace tanto no hablo con Dri.
Ugh.
Si le hacía una pregunta más y no le dejaba responder, ella sería la próxima mujer en su sótano.
Tomó un fuerte respiro para tranquilizarse.
Estaría bien.
—¿Es este muchacho de acá tu persona especial? ¿Acaso-?
—Sí, doctora Ford —le interrumpió abruptamente. Por su propio bien. Por el bien de ambos, de hecho—. Esta es mi persona especial, se llama Isamu, es mi novio.
—¡Es un placer conocerte!
Isamu frunció los labios mientras le estrechaba la mano.
Cierto, no entendía inglés.
—Esta es la doctora Ford, Isamu —suspiró, presentando a la mujer—. Claudine Ford —y seguidamente dirigió su atención a la doctora—. No habla inglés, así que no espere entablar una charla muy amena con él.
—Oh, no te preocupes por eso. Resulta que tengo un español mejor de lo que parece —oh, mierda—. Encantada de conocerte, Isamu.
—Encantado —responde el asiático, sujetando el abrigo de Adrien en busca de refugio. No es que la mujer le dé miedo, pero debe ser una persona no precisamente muy buena si logra que Adrien la interrumpa de tal forma.
—¿Ya sabes sobre la situación de Adrien? Me refiero, ¿estás consciente de todo lo que sucede en su cabeza?
—No soy psíquico para algo como eso —alega, esbozando una sonrisa burlesca—. Pero si se refiere a sus problemas mentales, entonces sí, sé todo al respecto.
—Ah, ya veo —sonríe también, y observa de reojo al menor—. Estaba realmente ansiosa por conocerte.
"Ojalá pudiera decir lo mismo" piensa, e intenta no esbozar una mueca de disgusto. Cualquier persona que le desagrade a Adrien le desagrada a él también. Sí.
—Y, ¿cuánto tiempo llevan juntos?
—Seis meses —respondieron a la vez, ya acostumbrados a ello.
—Ah, eso es un montón de tiempo. ¿Cómo es Adrien contigo? Ya sabes, en general.
—Muy bueno —dice simplemente.
—¿Cómo?
—Solo... muy bueno. En todo, con todo. Somos una pareja normal, no hay mucho que resaltar.
Oh, que vil mentira.
Estaba mintiendo descaradamente ante Urie y Adrià, quienes habían visto de primera mano los moretones en sus brazos, moretones causados por el propio Adrien. Ahora también tenía una mordida que no tardaría mucho en ser descubierta. No le sorprendería si los dos mayores lo lanzaban de cabeza como el hombre abusado que era.
—Entonces son una pareja... ¿mediocre?
—Seh —responden ambos, restándole importancia.
—Si lo que busca es darnos terapia de pareja o algo así, lamento informarle que está buscando trabajo en lugar equivocado. Isamu y yo estamos bastante felices con como están las cosas.
—Muy felices —afirmó el asiático—. Y de hecho, tenemos que ir a recoger unas flores, así que, si nos disculpa...
—Sí. Espero no volver a verla en un rato, permiso.
—Ah, de hecho, será la doctora quien los lleve a recoger las flores —interrumpió Urie, sonriendo ampliamente, como si estuviera disfrutando la situación.
—¿Ah? —gruñó Adrien, y esta vez el más tranquilo no pudo mantener el control— Es una puta broma, ¿no?
—Oh, no. Claro que no. Tu abuelo olvidó que tenía una cita con el doctor, porque, si lo olvidabas, tiene problemas de corazón que deben ser atendidos.
Tomó un fuerte respiro y se mordió el interior de la mejilla, obligándose a no cerrar los ojos.
—¿Sabes qué? Olvídalo. No vamos a ir por esas putas flores.
"Pero, mamá..."
—Sé lo que están intentando con esta mierda ustedes dos —continúa musitando, claramente disgustado, señalando a su padre y a la doctora—, y ambos se pueden joder mucho si creen que será algo fácil de lograr. Prefiero mil veces ver a Eriko morir otra vez antes de pasar tiempo de calidad contigo otra vez, vieja bruja.
—Adrien... —suspiró Isamu, sujetándole el brazo.
—No me toques, maldita sea.
Furioso, iracundo, airado, irascible, furibundo...
Ah, olvidó el resto de los sinónimos que había usado la otra vez, pero había descrito perfectamente la expresión que ahora se pintaba en el rostro de Adrien. No solo en su rostro, juraría que incluso su aura se había vuelto agresiva y aterradora. El aire que exhaló era espeso, quizás porque la ventana estaba abierta, pero lo hacía lucir como un dragón irritado.
Uh.
Que miedo.
Escupiría montones de fuego para volver cenizas a la mujer frente a ellos si pudiera.
—Adrien— suspiró Adriá, acercándose a él y sujetándole los hombros con mucho cuidado.
Adrien.
Adriá nunca le decía Adrien, se dirigía a él como Fyodor.
Ah.
Lo molestaba tanto que se dirigiera a él como una persona diferente.
Debería simplemente tratarlo como si no estuviera a punto de tener un ataque.
Una crisis nerviosa.
Tomó un fuerte respiro y apretó sus manos en puños.
No estaba loco.
No tendrían que tratarlo como uno.
"Oh, claro que lo estamos, y claro que deberían tratarnos como uno."
"Como uno peligroso."
—No tienes que ir a recoger esas estúpidas flores si no quieres— habló firmemente el hombre.
—No iba a hacerlo de todas formas—gruñó, apartando las manos de su abuelo y dando media vuelta para volver a subir las escaleras.
Isamu suspiró con fuerza, aliviado de que Adriá estuviera cerca para controlar la situación.
—Lamento eso—suspira Ford, ajustando sus pequeñas gafas de aro delgado—. La única forma que hay de aproximarse correctamente a él es la forma... "agresiva", como "atacándolo."
—Yo no la vi como la mejor forma —masculle, viendo detrás de él—. Pudo acabar recibiendo una paliza o algo así. No le hubiera importado que fuera una mujer, tampoco una mujer mayor.
—Lo sé. Si solo el señor Adriá me hubiera dejado presionar un poco más hubiéramos sacado algo bueno de esto.
—Creí haber dejado claro que no me gusta que se dirija a mi nieto como un experimento extraño —gruñó el hombre, cruzándose de brazos—. La detuve nada más porque él se hubiera metido en problemas si le hacía algo, pero créame que yo hubiera sido el más complacido con que una mujer tan despreciable como usted me hubiera recibido una paliza.
—Papá, ya habíamos hablado de esto—suspiró Urie—. No tendrías que decir esas cosas.
—Urie tiene razón, señor Adriá —interrumpió Isamu, sujetando el brazo del mayor—. La verdad que no hubiera nadie más complacido que yo por que eso sucediera.
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