Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

73

Problemático.

Todo era problemático.

Y por si fuera poco, cuando todo eso acabara regresaría a casa solo a recibir terapias.

No podía permitirse eso.

Detestaba las terapias, con toda su alma.

No eran malas, es solo que las últimas que tuvo parecieron joderlo más que ayudarlo.

Cerró los ojos e hizo un pequeño puchero con los labios mientras intentaba relajarse.

Estaba bien.

Estaban bien.

Peores momentos había pasado, un poco de presión no iba a arruinarle. No iba a permitir que le arruinara.

Que LES arruinara.

Detestaba hablar en plural para dirigirse a él mismo. Estaba muy consciente que no eran más que productos de su propia mente, fragmentos de su persona, no eran tres personas en un solo cuerpo, era una sola persona con serios problemas mentales.

Intentaba tener eso presente cada que podía, y aquellos se lo recordaban cuando dejaba de pensar al respecto.

Pero aun con esas les dejaba hacer con su cuerpo lo que quisieran. Les había dejado asesinar ya un montón de chicas, si algún día se entregaba a la policía a causa de la culpa o terminaban por descubrirlo de nada le serviría justificarse con un problema mental, le preguntarían por qué no lo había hecho antes, por qué no se había confesado antes.

Al final era cómplice de él mismo.

Pero la cárcel le daba miedo, y el manicomio era todo menos una ayuda.

Ah, vaya si conocía ese lugar.

A los enfermos peligrosos se le mantenían aislados de los demás, y así fue como terminó siendo vecino de un esquizofrénico que decía poder ver a los otros dos marchar a su lado y una chica con border line y bipolaridad que le dejaba frente a la puerta cadáveres de cucarachas.

Los dos años más largos de toda su jodida vida.

Seguramente hubiera pasado ahí más tiempo si no hubiese aprendido a fingir. Si no hubiese aprendido a hablar en singular, a hablar en su propia mente, a mantenerse "despierto" para recordar sus acciones. Y los otros dos aprendieron junto a él.

Era cierto que había sido el tiempo más largo de su vida, pero fue el tiempo en el que aprendió a fingir que todo estaba bien dentro de su cabeza.

Su padre apenas llegaba a visitarle, sus hermanos intentaban hablarle como si no les importara el asunto, pero en sus miradas podía leer fácilmente que la verdad era que le odiaban por asesinar a Eriko.

Ah.

Eriko.

Él asesinó a Eriko.

Observó sus manos.

Ese día estaban cubiertas de sangre.

Pero él no sostenía ese martillo.

Sino el cuchillo.

¿Por qué lastimaría a la mujer que más amaba en el mundo?

No tenía sentido.

Por más que intentara convencerse, los tres sabían que no tenía sentido.

Pero por más que intentaban recordar ninguno parecía saber lo que realmente había sucedido.

El único que lo hizo sentir bien en ese tiempo fue Adrià.

Iba a visitarlo todas las semanas y le llevaba dulces. No fingía que todo estaba bien, él sabía que las cosas estaban mal, pero se adaptaba muy bien. Hablaba con los tres como tres personas diferentes, sabía lo que le gustaba a cada uno, y sabía los temas que tocar para no incomodar a ninguno, sabía cuándo quería un abrazo y cuándo quería escuchar un cuento, sabía cuando sacarlo a caminar al patio, sabía cuando hablarle de flores.

Ah, su abuelo.

Tenía razón en que su padre era una mierda como padre.

Pero su abuelo era un buen hombre.

Una excelente persona.

—¿De qué hablaban allá abajo? —inquirió Isamu, mientras se secaba el cabello luego de ducharse.

—¿De qué hablábamos allá abajo? —preguntó también, colocándose la camiseta.

—Uhm... ya sabes. Sobre... sobre el "todo va a mejorar" y "eso dijiste hace años".

—No estabas hablando conmigo, no lo sé.

—¿Cómo puedo saber con qué Adrien estoy hablando si ni siquiera tienes una "transición"? —se lamentó Isamu, frunciendo los labios— En las películas la gente al menos hace una mueca con el rostro o se encoge y actua como si lo hubieran golpeado o algo así, ¡pero tú ni siquiera cambias el tono de voz! Es problemático.

Problemático.

Se permitió esbozar una sonrisa ante la gracia que le causaba la reacción del más bajo.

—Si eres tan buen acosador, obsérvame más atentamente y lo descubrirás —aseguró, acercándose a él y apartándole el cabello del rostro para plantarle un beso en la frente.

—¿Eso es una especie de acertijo?

—No. Es solo que es más fácil de lo que piensas, de verdad. Antes la transición era bastante brusca uno del otro, pero aprendí a ser un poco más... discreto —esbozó una pequeña sonrisa y desvió levemente la mirada—. Estuviste conviviendo conmigo una semana entera y ni siquiera sospechabas al respecto, solo imagina lo bueno que soy.

—No voy a descubrirlo nunca.

—Y no será mi culpa, sino tuya por ser tan malo observando este egocéntrico rostro que tanto te gusta.

Le plantó un beso en los labios antes de revolverle su húmedo cabello.

—Vístete y vámonos.

—Bien —sonrió, sujetándole el cuello de la camiseta para acercarlo y darle otro corto beso.

Ah.

Tendrían una tarde romántica, una caminata en el parque, irían juntos a recoger flores, seguro le llevaría a almorzar, si tenía suerte hasta a cenar. Seguro la pasarían bien, tomados de la mano, comiendo algo y comentando sobre las cosas a su alrededor, tendría la oportunidad de escuchar más el inglés de Adrien con ese marcado acento europeo. Amaba ese inglés.

Amaba a Adrien.

Y claro que Adrien lo amaba.

Con una sonrisa en el rostro acabó de vestirse. Algo sencillo. Su camiseta, un jersey, el abrigo y unos jeans, no quería probarse chorrocientos outfits frente al espejo, eso lo dejaría para mañana, mientras tanto quisiera tener su paciencia intacta.

Sep.

—¿Está bien? —murmuró, mientras Adrien veía su celular.

—Cualquier cosa que lleves está perfecta —aseguró, apenas levantando la mirada del aparato—. ¿Estás listo?

—Sí.

—Entonces vámonos. Mientras más pronto acabemos con esta mierda mejor para todos.

Asintió mientras lo veía ponerse de pie.

Salieron de la habitación y bajaron las escaleras hasta el recibidor, donde el abuelo debería estarles esperando para darles las llaves de su auto.

Pero su abuelo no les estaba esperando a solas. Con él se encontraban sentados Urie y una mujer a la que no conocía, pero que al parecer era del desagrado del hombre.

—Ah, por fin bajan —sonríe Urie, e Isamu se da cuenta que quien está en la sala tampoco parece del agrado de Adrien—. Te dije que estaría aquí, ¿no? No sé que tan bien la recuerdas, así que deja que te presente otra vez. Adrien, está es la doctora Claudine Ford, fue tu doctora por unos... no lo sé, ¿ocho años?

—Es un gusto volver a verlos.

—Oh, ojalá pudiéramos decir lo mismo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro