70
—Ugh —gruñó Adrien, una vez entró a su habitación, quitándose la camiseta mientras andaba—. Que mierda.
—¿Estás bien? —masculló Isamu, cerrando la puerta detrás de él.
—¡No, claro que no! La próxima vez será mejor que no me detengas, Isamu, o el que se llevara la paliza serás tú.
—Te ibas a meter en problemas —intentó hacerlo recapacitar, acercándose a él lentamente.
—¡¿Qué te importa si me meto en problemas?!
—¡Me importa mucho, Adrien!
Frunció los labios y arrugó la nariz como respuesta.
Que problemático.
—Además, ¿por qué mierda no te defendiste allá?
—¿Ah?
—¿Por qué mierda no te defendiste allá abajo? —volvió a reclamar, dándose media vuelta y sujetándole la muñeca con cierta brusquedad.
—Yo... no lo sé...
—Dejaste a mi papá llamarte pervertido, perra; lo dejaste hablarte como si él tuviera control sobre ti. ¿Acaso estabas disfrutando ser humillado por él?
—¡N-No! ¡Claro que no!
Uh. Estaba molesto.
Furioso.
Iracundo, colérico, airado...
Necesitaba más sinónimos para hacer más dramática la situación.
—Claro que sí —sonrió con mofa, sujetándole el cuello con sus grandes manos, lamiéndole desde la barbilla hasta la comisura del ojo—. Apuesto que estabas amando ser tratado como una perra. Apuesto que si no hubiera llegado a "salvarte" te hubieras lanzado a sus brazos para que te folle contra la mesa, para que te meta la puta botella de vino en el culo.
—N-No, claro que no...
—Claro que sí —repitió, e hizo un poco de presión en su cuello, levantándole el brazo por sobre la cabeza, acercando su boca a su muñeca y plantando un beso ahí.
Entonces lo mordió.
Isamu gimió bajito, frunciendo los labios para acallar lo que prontamente sería un grito de dolor.
Sintió la sangre cayéndole en la nariz.
Al levantar el rostro se encontró con la marca de mordida y la comisura de los labios de Adrien con un poco de sangre.
—Ja, mira el desastre de tu rostro —habla con burla, acercando sus caras, lamiendo sus lágrimas—. Luces tan lindo así de asustado. ¿Quieres que te muerda otra vez?
—Sí —jadeó para el sorpresa del más alto, sujetándole el rostro con su mano libre—. Sí, por favor. Hazlo más. Más fuerte. Te lo suplico.
Era demasiado sensual.
No pudo evitar sonreír.
Oh.
Que hombre más perfecto.
Y todo para él.
Podía lastimarlo cuanto quisiera.
Y no se quejaría.
Incluso podría asesin-
¡No!
No, no, no, no.
Eso no.
Cualquier cosa menos esa.
Todo estaría bien menos eso.
Nuh-uh.
Al mínimo intento que hiciera de lastimarlo más de la cuenta, los otros dos le quitarían el cuerpo y no lo dejarían tomarlo de nuevo en diez años. Sabía que tenían ese poder, la primera vez que asesinó una chica le quitaron el control durante dos meses enteros, y habían sido los dos meses más tortuosos de la vida.
Pero volviendo a la escena.
Lo cargó en sus manos por los muslos para llevarlo hasta la cama, arrojándolo sobre esta con cierta brusquedad. Se sacó las gafas y se desabrochó el pantalón antes de dejarse ir sobre él, mordiéndole la barbilla, las mejillas, el cuello, los hombros, no con tanta intensidad como lo hizo en la muñeca, pero sí lo suficientemente fuerte para que Isamu sintiera dolor.
Ah, que agradable tipo de dolor.
Se estaba mordiendo la lengua para acallar sus gemidos y jadeos por miedo a que estos molestaran al resto de habitantes en la casa, pero de verdad lo estaba disfrutando.
Las mordidas, los pellizcos, los aruñones, los chupetones. Todo. Todas las sensaciones dolorosas en su cuerpo se sentían malditamente bien. Aquellas grandes manos sujetándole el cuello y haciendo un poco de presión, sus muslos siendo golpeados por la otra mano.
—Lo estás disfrutando un montón, ¿no?
—Me encanta —jadea, aferrándose a su espalda con sus manos.
"A tu madre también le encantaba."
Ah.
Mierda.
La persona jadeando de él no era Isamu.
Lo sabía porque Isamu no tenía la mitad de su rostro siendo devorada por gusanos.
Ah.
Gusanos.
Ese olor a putrefacto.
Y el delicado cuerpo de su madre cubierto en moretes.
—Abrázame, Dri.
Que asco.
—Olvídalo —masculló, alejándose de él, levantándose de la cama.
Que asco.
Se sentía nauseabundo.
—Adrien —la voz de Isamu sonaba distante, y casi parecía ser reemplazada en su totalidad por la de Eriko.
—Adrien...
Eriko.
El rostro de Eriko.
El jodido rostro de Eriko siendo devorado por gusanos.
Que asco.
Se arrodilló frente al váter y vomitó hasta sentir que se ahogaba.
Que problemático.
De verdad estaba vomitando demasiado esos días.
Acabaría con feas úlceras en el estómago.
Otra vez.
—¡Adrien! —exclamó el asiático, afligido, levantándose de golpe de la cama y corriendo a su pareja, acariciándole la espalda.
Problemático.
—No me toques —gruñó, tenía los ojos llorosos, seguro por el ardor de su garganta.
Al ver que su orden no era obedecida inmediatamente, le golpeó la mano fuertemente, logrando finalmente su cometido.
—¿Acaso no soy lo suficientemente claro contigo? —molesto, furioso, iracundo, colérico, airado...
Irascible, rabioso, vehemente, versánico, furibundo, violento...
Hey, por fin tenía más sinónimos con los que hacer dramático el párrafo.
—Yo... lo siento —es lo único que puede decir.
Una paliza.
Desde hace rato está deseando una paliza.
Una paliza de Adrien. Que lo sujetara del cuello de la camiseta y lo levantara del piso, que le golpeara en el rostro e hiciera sangrar su nariz, que reventara su labio, que lo hiciera morderse la lengua. Un golpe en el estómago que lo dejara retorciéndose en el piso, si tenía suerte lo haría vomitar.
Por favor.
Ahora sí se lo suplicaba con la mirada.
Le suplicaba que lo maltratara.
En los primeros días a su lado estaba genuinamente asustado, disfrutaba el maltrato, pero le tenía miedo. Ahora lo último que le recorría el cuerpo era miedo. Quizás vergüenza, quizás lujuria. ¿Pero miedo? Oh, no. No. El miedo que debería pasar por sus venas parecía atravesar un filtro que lo volvía lujuria en su estado más puro.
Estaba tan excitado.
Caliente.
—Que asco —masculle Adrien, y simplemente lo empuja a la pared, haciéndolo a un lado para salir del baño.
Se quita el pantalón y se lanza a la cama.
"Que asco."
¿Se refería a él? ¿Él le daba asco? El Adrien con el que acaba de estar no es el Adrien que se encontró en el cajón de flores. Claramente no lo era. Pero...
Tampoco era el Adrien con el que había pasado toda la semana.
Ninguno de esos Adrien lo era.
Que problemático.
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