7
Las manos le empezaron a temblar. Adrien podía matarlo solo por eso, pero también podía perdonarle y darle la paliza. Y eso era lo que buscaba: una paliza.
Y si ya de paso podía escapar pues tampoco estaba mal.
Sus pies tocaron el piso de forma hasta brusca. El impactó dolió demasiado, se sujetó en la mesa una vez más, pero de todas formas cayó pues sus pies no le ofrecieron la estabilidad necesaria. Sentía a Adrien justamente a sus espaldas, pero aun con esas intentó arrastrarse hasta las escaleras...
—Hey, pequeña mierda —su ronca voz lo hizo estremecer. Tenía miedo de lo que podía sucederle. Dejó de arrastrarse y apretó sus manos en puños, intentando suavizar sus sollozos. Adrien introdujo sus manos entre su cabello ondulado, y lo sujetó con fuerza, obligándolo a levantar el rostro—, ¿qué crees que haces?
—Por favor... no me lastimes —suplicó, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Me pides que no te lastimes luego de haberme golpeado tan fuerte? —masculle, y en su rostro se pinta una sonrisa— Que injusto eres, ¿no lo crees?
Sus grandes manos le sujetaron la cintura con mucha suavidad. El rostro de Isamu se pegó al piso, con los ojos bien cerrados mientras sentía aquellos largos dedos recorrerle el cuerpo, los muslos, la cintura, las costillas y los brazos. Las piernas de Adrien estaban al lado de sus muslos.
Se lanzó un poco hacia adelante para besarle la espalda y los hombros.
—Hey, suplícame por que te pegue —susurró al lado de su oreja, acariciándole las nalgas—. Te gustan esa clase de cosas, ¿no? Te has portado mal al golpearme luego de incluso darte comida. Te mereces un castigo, ¿no?
—S-Sí —habló muy bajito. Oh, el lado racional se había callado totalmente, resignado por que el enfermo lado masoquista hiciera lo que quisiera; no volvería hasta que estuviera en riesgo de muerte, se resignaba—. Yo... lo siento mucho... Por favor, castígame... porque me he portado mal.
—Ah, amo lo enfermo que estás —ríe, acariciando una vez más la suave piel de su cintura—. Vamos, un poco más, por mí.
—Por favor... por favor, Adrien, golpéame, castígame mucho... te lo suplico... golpéame... Castígame mucho.
El castigador rió una vez más antes de separar una de sus manos de la piel, mientras la otra se mantenía acariciándolo con suavidad.
Lo palmeó. Con fuerza. El impacto resonó por todo el sótano vacío. Isamu exhaló con fuerza ante el golpe, apretando sus manos
Otro fuerte golpe. Esta vez se permitió quejarse un poco.
Un golpe más. Cada uno era en un lugar distinto del torso, pero solo con una mano, pues con la otra le acariciaba suavemente.
Otro.
—Hey, agradece por cada golpe —exige su profunda voz—, porque te estoy cumpliendo tu enferma fantasía. De mínimo un gracias me merezco.
Otro.
—Adrien... —jadeó, ¿de verdad se excitando? Si lograba salir de ahí se iba a ir a un psicólogo a que lo trataran, no podía estar bien de la cabeza.
—Agradece.
Uno fuerte, fuertísimo. Gritó por el dolor. Toda la palma había caído en su cadera. El ardor lo invadió.
—Gracias —jadeó, escondiendo el rostro entre sus manos. El siguiente fue solo con sus dedos—. Gracias —en la cintura—, gracias —en los brazos—, gracias— cerca de la cadera una vez más—, gracias—en los hombros—, gracias— y finalmente uno de palma entera en las nalgas. Isamu jadeó con fuerza—, gracias, gracias, gracias, gracias... gracias.
—Hey, no me digas que esta clase de cosas realmente te prenden —ríe Adrien, sujetándole la cadera para elevarle un poco el torso y que sus manos puedan sentir su erección.
Isamu frunció los labios; no necesitaba que otro enfermo le dijera que estaba enfermo, él sabía bien lo mal que estaba de la cabeza.
—Ugh, como sea, estás todo sucio —suspira, y se pone de pie. Lo sujeta entre sus manos y lo carga, como una princesa—. Debería dejarte aquí, cubierto de semen y sudor como castigo por golpearme, pero ya tengo suficiente con el olor putrefacto de allá arriba.
Cierto, las chicas asesinadas... No debía olvidar eso. No solo estaba secuestrado, estaba secuestrado por un asesino despiadado.
Que miedo.
Salieron del sótano al pasillo del recibidor. El asiático observó por la ventana, el exterior se encontraba oscuro, revelando que había anochecido. Las flores a su alrededor eran bonitas. De todos los colores y formas posibles, la esencia era agradable, ni siquiera su tienda olía así de bien.
Su tienda...
No era del todo suya, sino de su madre, pero iba a cuidarla toda la semana mientras ella regresaba de Japón. ¿Qué haría cuando regresara y no lo encontrara? ¿Lo buscaría? Su madre era una mujer extremadamente sobreprotectora y estricta, aunque fuera un adulto no iba a dejarlo en paz. Aun lo trata como si tuviera 12...
La situación.
No podía tampoco distraerse de la situación. Luego pensaría en su madre y la florería. Ahora lo importante era su vida.
Entraron al baño y Adrien lo colocó cuidadosamente en la tina y suspiró casi con pesar.
Estiró un poco su cuerpo y empezó a quitarse la camiseta, a lo que Isamu reaccionó con un sonrojo violento. Había visto fotos de él en la playa, sin camiseta, pero era distinto a tenerlo tan cerca. Su torso era tan bien definido como lo imaginó, y en este, tal como en sus brazos, había gran cantidad de tatuajes. La mayoría en blanco y negro. Aparte de la camiseta también se sacó el pantalón, doblando todo cuidadosamente para dejarlo sobre el lavamanos.
Se metió él también para sorpresa del otro; parecía no importarle en lo más mínimo la reacción que causaba. Le sujetó las piernas y las colocó sobre sus hombros, lo que sonrojó aun más a Isamu, al punto de hasta marearlo por lo rápido que el calor le había ascendido al rostro. Su lado masoquista estaba rezando por que la situación ascendiera a más, de verdad que sí. Su lado racional le recordó que el "pseudo-rape" era distinto al "rape", pero el lado masoquista le calló diciendo que el rape era incluso mejor que el pseudo-rape.
Una parte de él estaba emocionada, otra parte aterrada.
Adrien le sacó la ropa interior con mucho cuidado para no lastimarle las piernas, Isamu intentó esconder su entrepierna con las manos. Adrien tomó la regadera, una de esas que tenían manguera y podían alejarse de la pared. La encendió. El agua estaba sumamente helada.
Adrien sonrió mientras le mojaba el rostro.
—¡H-Hey! —reclamó Isamu, aferrándose a los bordes de la tina, intentando apartar su rostro del agua helada. Le estaba resbalando hasta los hombros y la espalda, le causaba escalofríos.
—¿Está muy helada? —se mofó el otro.
—¡S-Sí!
—Dicen que es buena para evitar resfriados. No te llevaré al hospital en ningún momento, así que mientras menos probabilidades de enfermarte tengas será mejor para todos.
Isamu frunció los labios una vez el agua dejó de golpearle el rostro y empezó a golpearle el torso.
"No te llevaré al hospital", no iba a llevarlo a ningún lado, lo tenía claro. ¿Cuál era la esperanza de vida de una persona secuestrada? Había leído casos en los que duraban hasta diez años.
Pero no creía que Adrien tuviera paciencia para tenerlo a su lado por diez años.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro