69
—Ah, Isamu —sonrió Adrien, quien se encontraba sentado con las piernas abrazadas contra su pecho. De inmediato vio sus pies descalzos y su cuerpo levemente tembloroso—. Dios, debes estar muriéndote de frío —suspiró mientras se ponía de pie y se sacudía la ropa para sujetarle el rostro—. Volvamos a la habitación, te prepararé algo de chocolate.
—No... No te preocupes. Yo... quería venir a pasar un rato aquí contigo —sonríe también, apresando sus manos con las suyas, plantando un beso en la palma—. Tu papá me dijo que este era como... tu santuario. Creí que sería lindo pasarla juntos aquí.
—Pero, ¿no tienes demasiado frío?
—No, no importa. Estoy bien, solo... abrázame.
—Si me lo pides así no puedo negarme —ríe bajito, plantándole un beso en los labios, sujetándole la cintura mientras el otro le sujeta el rostro, atrayéndolo a su cuerpo y retrocediendo unos pasos hasta que su espalda golpea la pared.
Ambos rompen el beso para sonreírse.
—Es un lugar romántico, ¿no te parece? —habla al lado de su oído, introduciendo sus manos en su camiseta, besándole cuidadosamente el cuello y la barbilla.
—Si piensas tener sexo aquí, nos vamos a congelar —advierte, sujetándole la nuca y hundiendo sus manos en su cabello.
—Nos calentaremos mutuamente —susurra al lado de su oído, sujetándole los muslos para levantarlo del suelo y obligarle a aferrarse con sus piernas a su torso. Da vuelta, de modo que ahora es Isamu quien golpea la pared.
"Muy bien, ¡vamos a tener sexo en el santuario de Eriko!"
Ah.
No podía con esos dos molestándolo.
Nah, sí podía.
—No podemos pasar mucho tiempo aquí sin llamar la atención —jadea Isamu, intentando no exaltarse ante la forma que es acariciado y sostenido—. Le dije a tu padre que vendría a buscarte...
—Vaya mierda —gruñe bajito, aunque de hecho está aliviado. No creía poder vivir pensando que iba a tener sexo salvaje en el lugar que alguna vez fue un santuario para su madre.
"Puedes vivir pensando que asesinamos un montón de chicas, esto no es nada para ti."
Bueno, eso era verdad. No era como si las muertes de esas chicas lo atormentaran todas las noches antes de dormir.
—Regresemos a la habitación —suspiró finalmente, soltándolo y tomando su distancia.
—Perdón...
—No, no te disculpes —no, deja que se disculpe, es su culpa que no vayamos a coger—. Además, no hubiera sido bonito con todo este frío. Debes estar congelándote... incluso saliste descalzos —se acerca a él mientras se quita su abrigo y se lo coloca sobre los hombros—. Volvamos.
—Sí —sonríe de lado, encantado por lo caballeroso que puede ser Adrien.
Ambos salen del cobertizo. Isamu frente a Adrien, y este último apagando la luz antes de cerrar la puerta.
—Ah, no has comido —recordó el menor, abriendo la puerta hacia la cocina y dejándolo pasar—. ¿Tienes hambre?
—Un poco...
—Te prepararé algo, ve a sentarte.
—Vale —sonríe, plantando un último beso en la comisura de sus labios.
El abrigo le quedaba grande, las mangas le cubrían las manos y el largo le llegaba hasta los muslos. Olía a Adrien, un aroma de perfume maderoso, y sobre los hombros y las mangas de este podía ver algunos restos de polen que se negaban a abandonar la tela.
En el comedor seguía Urie, con su celular en una mano y un vaso con agua -o vodka- en la otra.
Con cierta inseguridad, intentando no mostrarse incómodo, se sentó frente a él.
—Hey, volviste —es recibido el asiático—. Creí que se tomarían más tiempo ahí encerrados... Ja. Pensé que se quedarían a follar o algo... aunque quizás hubiera sido algo estúpido tomando en cuenta el clima.
"Oh, lo consideramos, pero no queríamos que usted llegara a interrumpirnos."
No.
Esa era mala respuesta.
—¿Ah? Ah... no... No. Para nada. Solo... quería pasar un rato con él. Yo... nunca haría algo como eso.
Hey, se estaba volviendo bueno en eso de mentir y fingir. Un poco más de una semana con Adrien y ya le había aprendido todas las mañas, al paso que iba acabaría también asesinando chicas...
—Ya veo —responde, y le da un largo trago a su agua. Su manzana se mueve de arriba a abajo mientras traga. Tanta masculinidad lo pone enfermo—. No te lo he preguntado. ¿Qué edad tienes?
"Esa no es una buena pregunta."
—Hace poco cumplí veintisiete.
—¡Oh! ¡Veintisiete! Esos... esos son seis años más que los de mis trillizos... Estás viejo como para estar jugando a la casita con Adrien, ¿no crees?
¿Por qué toda la familia era tan rara? ¿Qué le había hecho a Urie como para que estuviera tan molesto? ¿Acaso era el hecho de parecerse a Eriko lo que lo molestaba tanto? Eso no tenía sentido, él no había pedido tener esa cara.
—La diferencia de edad apenas se siente —responde, frunciendo el ceño.
—Ah, esa es la clase de cosas que escuchas decir a un pervertido. ¡Qué miedo!
—No soy ningún pervertido...
—¿Con qué derecho dices eso si claramente disfrutas todos esos golpes en tu cuerpo?
Frunció los labios y apretó sus manos en puños.
Bien, quizás era un pervertido.
—Me pregunto si gemirás como perra en celo cuando él te golpea.
Oh, como una de las peores.
Pero en lugar de responder, bajó sus manos de la mesa y se encogió en si mismo.
Ugh.
—Hey, ¿te molestaría dejar en paz a mi novio? —interrumpió Adrien, sujetando el hombro de Urie con cierta fuerza. Lucía claramente molesto.
—¿Ah? No lo estoy molestando —asegura con una amplia sonrisa, entrecerrando sus grandes ojos verdes para esbozar una mueca de burla—. Apuesto que le encanta ser molestado por un hombre guapo como yo.
Oh, que ganas de romperle el rostro a golpes.
—A tu madre también le encantaba.
Y esta vez no iba a quedarse con las ganas.
—¡Adrien, no!
O quizás sí.
Isamu se iba a asegurar de dejarlo con las ganas.
Le estaba sujetando el brazo, hundiendo sus largas uñas en la carne sin arañarlo, solo para detenerlo.
—Solo te está provocando —murmura, frunciendo los labios. Ese no es su Adrien nerd, tampoco el tranquilo. Definitivamente es el agresivo—. Déjalo... déjalo y volvamos a la habitación.
Ugh. Esa sonrisa. De verdad lo estaba provocando. Lo sabía. Lo tenía claro. Quería meterlo en problemas, si le daba una paliza no tendría escape. Sería encerrado otra vez. No quería ser encerrado.
Podía controlarse un poco.
—Sí, olvídalo —gruñó, bajando su brazo poco a poco.
Podía sentir la sangre correr lentamente hasta sus dedos.
Ah.
Que problemático.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro