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67

Finalmente Adrien se quedó dormido. Isamu seguía despierto, pero estar abrazado a él se sentía bien y no quería levantarse ni soltarlo, tampoco que lo soltara, claro. Cuando estaba dormido siempre lucía tranquilo, relajado...

En paz.

Ah, ojalá pudiera verlo así siempre. Ojalá al volver a casa las cosas siguieran igual, ojalá todavía pudiera llegar a casa y meterse juntos a la tina, ojalá llegaran y lo sujetara de los muslos para cargarlo y follarlo. Una y otra vez. 

Ya se había resignado a estar enfermo. Bastante enfermo. Pero Adrien lo quería a pesar de estar enfermo, y él quería a Adrien.

Oh, a todos los Adrien.

¿A quién importaba tener unas pocas personalidades múltiples? A él no. Seguro no era tan difícil para convivir. Es decir, lo había hecho durante una semana ya, y había sobrevivido bastante bien. Podía hacerlo el tiempo que fuera necesario.

Claro, no es que una de esas personalidades fuera un asesino despiadado que había acabado con la vida de dos chicas presuntamente inocentes y aparte lo había obligado a tener una relación necrofílica con una de ellas.

Tomó un fuerte respiro y se regañó a si mismo por querer justificar todo lo que hacía Adrien.  Sí, no era del todo malo, pero definitivamente era peligroso estar a su lado. Por mucho que disfrute ser maltratado, su lado racional todavía le golpe la cabeza diciéndole que está en peligro.

Oh, pero su lado masoquista lo está pasando tan bien...

No quiere alejarse. Está disfrutando el peligro y miedo constante. Sí.

Le plantó un beso en la barbilla antes de cerrar los ojos para intentar dormir.

Ojalá al despertar todo estuviera bien.

—Esos dos están mal —se lamentó Adriana en la cocina, cubriéndose el rostro con las manos—. Es como juntar el fuego con la gasolina... ¡Qué problemático!

—Caótico, creo que es mejor —suspira Adrián, sacando un cigarrillo de uno de los paquetes que guardaba su padre en los cajones de la alacena, sosteniéndolo en sus labios para encenderlo con fósforos y darle una larga calada—. Maldita sea, no sé por qué esperábamos que su "persona especial" fuera alguien normal... o de mínimo alguien sin algún problema mental severo.

—Ugh, de pronto el evento de Eriko suena como la peor idea del mundo —se lamenta una vez más, tirando un poco de su cabello—. Vamos a cancelarlo y luego convencer a Adrien de que todo fue producto de su imaginación y está acá nada más para vernos porque nos quiere mucho.

—Es el aniversario diez de su muerte, ¿cómo puedes querer cancelarlo? No vamos a hacer eso. Hablamos de mamá, hace un montón no vamos a visitar su tumba.

—Sí, pero... Adrien... maldita sea, Adrien... Ugh, quiero romper algo...

—Entiendo que te sientas así, me siento igual por saber que mi hermano es un abusador de mierda. Pero, ¿qué más esperabas? Al menos se encontró a alguien que aguanta sus maltratos... No, no solo los aguanta, los disfruta.

—Esa clase de relaciones solo pueden acabar de dos formas: uno asesinado y otro víctima de suicidio, o uno asesinado y otro en la cárcel.

—Sí... sí, es verdad... ¿Quieres apostar quién será quién?

—Mil libras que Adrien lo mata.

—Mil libras que Isamu mata a Adrien.

—Trato.

—Trato.

En la planta de arriba, Urie se encontraba sentado en la silla frente a su escritorio, con la computadora encendida y un cigarro entre los labios, una copa de vino entre él y el teclado y un marco con una fotografía entre sus manos.

Una fotografía familiar. Con Eriko y los trillizos, antes del choque. Al lado de la computadora había otro marco con una fotografía. Con Eriko y los trillizos, luego del choque.

Oh, maldito choque. Todos lucían fatales.

En la primera foto se encontraban todos sonrientes, había sido tomada al inicio de verano, por lo que los tres vestían camisetas sin mangas. Él sostenía firmemente los delgados hombros de Eriko, y ella ofrecía una amplia sonrisa de dientes levemente torcidos que nunca le molestaron, los tres chiquillos sonreían como ella, abrazándose mutuamente, mostrando sus ojos con orgullo.

Ah, vaya variedad de hijos le había dado esa mujer. No podía quejarse al respecto. Cuando estaba embarazada se la pasaban acostados imaginando a cuál de los dos se parecerían más, solo para descubrir que al final se parecieron a ambos. Claro que la gente decía que se parecían más a él gracias a sus grandes ojos.

En la segunda foto se encontraban sonrientes como la vez anterior, pero en ese entonces no eran felices. Ni un poco. Había sido tomada en primavera, un tiempo en el que fácilmente pudieron posar con mangas cortas, o directamente sin mangas, pero Eriko insistió en un usar un jersey de cuello de tortura, cuyas mangas cubrían hasta el dorso de sus manos. Su rostro lucía cansado, tenía ojeras, estaba demacrada. Adrien tenía ojeras y marcas en los brazos y el cuello. Adriana tenía la quemadura en el rostro, y Adrián la cicatriz cruzando por su párpado.

Oh, lucían tan lamentables los cincos.

Había una foto más en la estantería a su lado. Finalmente estaban solo los trillizos y él. Fue de antes que Adrien se mudara a vivir solo. Lucían sonrientes, pero... pero quizás no eran tan felices como sugería la imagen.

Sonrió de lado antes de golpear el marco contra el escritorio. ¿En qué momento creyó que volver a reunirse sería buena idea? Hubiera sido bueno si Isamu no hubiera llegado.

Isamu...

Oh, Isamu.

Le dio un largo sorbo a su vino mientras pensaba en Isamu.

No era natural que hubiera persona tan parecida a Eriko. De hombros tan finos, de rasgos tan afilados, de nariz tan pequeña y labios tan rojizos como maduras fresas. Y esos ojos. Oh, esos ojos, provenientes de una larga línea de familiares albinos; no era normal que una persona no albina tuviera ojos con una tonalidad tan intensa, pero ella los tenía, e Isamu los tenía también...

Es que debía ser una mala broma del destino. Una pésima broma del destino. ¿Un hombre tan parecido a su bella esposa? No podía ser.

Se llevó la copa de vino a los labios para darle otro largo trago.

Se preguntaba si Isamu era igual de zorra que ella.

Se preguntaba si merecía esos golpes tanto como ella.

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