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—¿Por qué mierda estás con Adrien si te hace tantas cosas feas? —se queja Adriana, mientras pone crema para los golpes en los notorios moretes del pequeño asiático.

—Él... no es malo conmigo... me quiere.

—Me pone mal verte así —masculle Adrián, ajustándose las gafas y arrugando la nariz.

—No lo hace a propósito...

—No sabes al respecto, ¿cierto? —gruñe Urie.

—¿Sobre qué?

—Sus enfermedades. No las conoces del todo, ¿cierto?

—¿No son solo depresión y ansiedad? Digo... acabo de descubrir sobre su bipolaridad, pero ya me lo temía...

—Trastorno de identidad disociativo —interrumpió su habla, viéndole severamente con esos intensos ojos verdes que parecían poder leer tus pecados.

Isamu guardó silencio, observándolo, con la boca abierta pues aun tenía palabras que decir.

—¿Qué? —pero esa fue la única que pudo pronunciar.

—No es una simple bipolaridad. Es un trastorno de personalidad disociativo.

—¿Qué... qué es eso? —oh, sabía qué era eso.

—Personalidad múltiple —acotó Adriana.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

—Hay más de un Adrien —remató Adrián.

E Isamu sintió que lo poco que quedaba en su estómago luchaba por salir, por ser expulsado y quemarle la garganta. Tomó un fuerte respiro y poco a poco alejó sus brazos del contacto de la hermana mayor, empujó levemente su silla y se puso de pie; se tambaleó hasta la puerta del baño y la abrió, dejó caer su cuerpo sobre las rodillas, apartó la tapa y enarcó su cuerpo al frente.

Y entonces vomitó.

El ardor en su garganta y su estómago le obligaron a aferrarse del váter y cerrar los ojos con fuerza. Incluso la nariz le ardía. Le estaba sangrando. El líquido espeso y amarillento se mezclaba con algunas gotas carmesí.

Cuando terminó, aún con los ojos cerrados, cerró la tapa y dejó correr el agua.

Adriana se acurrucó frente a él y tomó un trozo de papel para limpiarle la nariz con mucho cuidado.

—Perdón—murmuró Isamu, sintiendo el suave toque en su rostro. Delicado. Quizás materno. Vaya sorpresa tan desagradable.

—No tienes que disculparte—asegura ella. Su aliento huele a vino, pero no es un olor molesto, hasta le parece encantador luego de haber pasado una semana entera encerrado al lado de dos cadáveres putrefactos—. Es una reacción apropiada, creo yo.

—No creo tener una idea de cómo reaccionar apropiadamente —sigue hablando en voz muy baja, abriendo poco a poco sus ojos, encontrándose con aquel par de orbes marrón y verde—. Por favor, cuéntame de esas personalidades.

—No son muchas —aseguró Adrián, apoyado en el marco de la puerta al lado de su padre—. Y no sé si sea buena idea decírtelas.

—Tiene derecho de saberlo —aseguró Urie, sacando un cigarrillo de su bolsillo y colocándolo entre sus labios, encendiéndolo con un mechero que llevaba en el mismo bolsillo.

—Bueno, deja que te las cuente yo —suspiró Adriana, sentándose en el piso del baño—. Está el Adrien "original", es tímido, es reservado, es un nerd, él ama a Eriko. Está el otro Adrien, se hace llamar Adrien también, así que a veces es difícil saber cuál es cuál, es agresivo, es impulsivo, siempre está de mal humor, le cae mal el otro Adrien, odia a Eriko y a papá y a todos. Y hay un Adrien más, muy tranquilo, callado, relajado, es neutro hacia Eriko, pero quiere mucho a papá. Los tres se hacen llamar Adrien, pero el tercer Adrien no comparte recuerdos con los dos primeros, aunque los otros dos tienen esos recuerdos. El Adrien original no tiene todos los recuerdos del Adrien agresivo, y el Adrien agresivo no tiene los recuerdos de infancia...

—Es... complicado —gruñe el asiático, cerrando los ojos una vez más—. El Adrien original, el Adrien agresivo y el Adrien tranquilo...— abre los ojos y frunce el ceño—.  Y los tres se hacen llamar Adrien... ¿No es más un caso de bipolaridad muy severo?

—No nos cuestiones a nosotros, no fuimos nosotros quienes lo diagnosticaron —suspira el padre, dando una larga calada a su cigarro.

—Oh, pero aun no llega a la peor parte —asegura Adrián, señalando a Adriana.

—Hay dos personalidades más —masculle ella, levantando dos dedos frente a ella—. Una se llama Adriana, y otra se llama Adrián.

Toma un fuerte respiro y vuelve a cerrar los ojos. No tiene nada más en su estómago para volver a vomitar, pero las nauseas y el mareo están ahí. 

Pero puede llorar.

Y eso es lo que hace.

Está llorando.

A mares.

Se cubre la boca para cubrir sus sollozos.

Adriana lo abraza con suavidad.

—Sé que da miedo —le susurra, acariciándole el cabello—. Pero aún hay más cosas que debes saber.

No está llorando por las personalidades. Está llorando por la escena en el sótano. Por la tarde de maratón de asesinos seriales en Investigation Discovery. Los escuchó hablar, los escuchó gritarse, con voces diferentes, con personalidades tan diferentes que daban miedo. Los escuchó bajar al sótano. Subir a la cocina. Se pudo quebrar una costilla. Pudo morir. Pudo morir por Adrien...

Por Adriana.

—Por favor, no me cuentes más —suplicó, sin intención alguna de siquiera limpiarse las lágrimas—. No quiero oír más.

Urie suspiró y se metió al baño para acurrucarse frente a él, enfrentando su mirar.

—Te pagaré un hotel para que ya no tengas que pasar la noche aquí. Te cambiaré la hora de vuelo para que no tengas que irte con él... ¿Quieres que te llame un taxi? Te llamaré un taxi.

Sacó su celular de su bolsillo, pero Isamu se apresuró a sujetarle la muñeca.

—No... no es necesario —murmuró, limpiando sus lágrimas e intentando detener sus sollozos—. Yo... no me iré del lado de Adrien.

—¿Qué mierda está mal contigo? —reclamó Adrián, frunciendo el ceño, claramente disgustado por tal afirmación— ¡Te está abusando! ¡Eres un hombre abusado! ¿No ves esos golpes y mordidas en tus brazos? Digo... entiendo las mordidas, hasta los aruñones, ¡pero esos moretes...! ¡Esos moretones no son producto de algún "juego brusco"! Son golpes. ¡Golpes! ¿Por qué querrías seguir al lado de una persona así?

—¡No siempre es así! —aseguró, atreviéndose por fin a levantar la voz. Además, no es que los golpes le molesten demasiado— Él... él de verdad me quiere, si no, ¿por qué me traería hasta acá? No me lastima a propósito, no quiere herirme de verdad... ¡Si simplemente me alejo de él las cosas no mejorarán! 

—Mejorarán para ti.

—Pero no para él. Él me necesita. Estoy ahí para recordarle de tomar sus medicinas, si se lastima yo lo ayudo, si necesita algo estoy ahí para él... No voy a alejarme. Sé que puede mejorar.

—¿Sabes lo que es el complejo de Edipo? —interrumpió Urie, viéndolo severamente, apartándose el cigarrillo de los labios.

—No... —murmuró, sin entender por qué le hacía tal pregunta.

—Es un concepto que se usa en el psicoanálisis para definir cierta edad en la que los hijos se sienten atraídos a los padres. Normalmente acaba entre los seis y siete años.

—Los documentos...

—Eso es —afirmó, viendo la pantalla de su celular y deslizando su dedo—. Como puedes ver, un Adrien repudia a su madre, y otro la ama.

—No lo diga, por favor —suplicó, cerrando los ojos.

Quería cerrar los oídos también.

—Hay un Adrien que nos odia, a Eriko y a mí; pero hay un Adrien que está enamorado de su madre. Y hay un Adrien que está enamorado de mí.

Tomó un fuerte respiro, incapaz de abrir los ojos. ¿Qué tiene que ver todo eso con la situación de la que hablan?

—Hay un Adrien que ama a su madre de forma incestuosa, y hay un Adrien que odia a su madre al punto de ser capaz de golpearla... de asesinarla.

Poco a poco abre sus ojos, porque no puede pasar todo el día con estos cerrados.

Entonces se encuentra con el teléfono de Urie frente a su rostro.

La pantalla ilumina mucho, y por unos momentos siente que se está viendo al espejo.

Una persona asiática, japonesa, de piel clara, de ojos rasgados con intenso color rojo, una nariz pequeña y muy respingada, labios delgados y pequeños muy rojizos, un rostro ovalado y de pómulos muy afilados y definidos. Un cuello largo y delgado. Cabello por arriba de los hombros, al inicio de la nuca, es ondulado y de intenso color naranja.

Pero había algo que le decía que la persona en la pantalla no era así.

En primer lugar, él seguramente había palidecido a causa de los recientes vómitos, y observaba la pantalla con horror.  Y en segundo lugar, lo que se mostraba en la pantalla era de una mujer levemente maquillada.

—Esta es Eriko —presenta Urie—, la madre de los trillizos. 

。。。

Bien! Bien! Bien!

El maratón era nada más para llegar a este capítulo. Al plot-twist.

Al primer plot-twist, digo.

Ahora que saben que hay más de un Adrien quiero que vuelvan a leer la historia y la analicen. Las partes con Adrien más que nada. Es un plot twist que viene conmigo desde el cap cinco, ¡y me emociona un montón que puedan verlo al fin! Aaaaah, no saben, de verdad. Me encanta.

Igual díganme que piensan, ja. Porque a mí mencantan pero cualquiera piensa que es un plot twist de mierda y que 61 capítulos son demasiados para hacer tal revelación xd

bais (^^)/

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