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51

Y el ansiado día de vuelo llegó.

El miércoles, el día anterior, fue uno bastante normal: se despertaron, desayunaron, se dieron un baño juntos, follaron, almorzaron, follaron otra vez, se dieron otro baño y follaron una vez más antes de dormirse, sin charlas importantes de por medio, sin momentos relevantes, ambos intentando evadir cualquier tema de conversación que involucrara los ahora claros problemas mentales de Adrien, golpes, o preguntas retóricas y sin respuestas.

Ambos varones ahora mismo se encuentran esperando tranquilamente su vuelo. Adrien en su celular, Isamu sorprendido por todas las comodidades que pasaba alguien en primera clase.

¡Estaban en una recepción distinta a la de todos los demás pasajeros! ¡Con una barra y personas ofreciéndoles bebidas de cortesía! ¡En su vida hubiera imaginado algo así! Cuando se movió de Japón a España debió padecer la molesta clase turista, donde debió esperar entre un montón de bullicio a que una voz distorsionada anunciara su vuelo, lo mismo para cada vez que viajaba de España a Japón.

La clase turista y la primera clase eran como el ying y el yang. No dejaba de decírselo. Que bonita sensación de superioridad le daba poder estar bebiendo soda bien helada y un sándwich cortado en pequeños trozos, mientras los simples mortales hacían fila para pasar sus maletas, checar sus boletos y esas cosas de gente pobre.

Debía disculpársele, el poder en sus pobres manos era demasiado como para dejarlo pasar.

—¿Estás emocionado? —inquirió Adrien a su lado, sonriendo con burla.

—Sí... ¿Está mal que lo esté? —murmura, llevando la soda a sus delicados labios.

—Nah —ríe, ajustándose las gafas con los dedos, seguidamente entrelazando sus manos y besándole los nudillos—, te ves lindo tan emocionado.

—No tienes planeado nada raro para hacer a medio vuelo, ¿cierto? —masculle, viéndolo acusadoramente.

—Oh, pensaba follarte a medio pasillo cuando todos estén dormidos... Ya sabes, para sentir la adrenalina en nuestras pieles.

Un fuerte carraspeo llama su atención. Ambos giran hacia este, revelando que detrás de sus asientos hay otros asientos, en donde se encuentran sentados un hombre muy mayor con el rostro sonrojado, y una mujer igualmente mayor que parece desentendida de la situación.

—Sentirán la misma adrenalina si no revelan sus planes en voz alta —habla con marcado acento francés.

Y ambos rostros estallan en intenso rojo. Un rojo tan intenso que incluso podría parecer falso. La subida de calor es tan intensa que incluso los marea un poco.

Isamu ríe muy bajito al descubrir que Adrien puede tener una reacción tan escandalosa.

—Disculpe —es lo único que el menor acierta a decir en un hilo de voz.

—No hay problema —suspira el señor, cambiando la página de la revista que lee—, así son todos los jóvenes.

Y ambos se permiten reír bajito a causa de la vergüenza.

Tenían serios problemas en cuanto lo que los ponía calientes, pero no creían tener la valentía suficiente para follar en medio de todos, al menos no ahora que sus planes habían sido descubiertos. Además, el vuelo no duraba lo suficiente como para que todos los pasajeros se quedaran dormidos en algún momento...

Adrien se tomó una buena copa de vino para intentar disipar la pena, Isamu simplemente mantenía su rostro escondido mientras lanzaba pequeñas risas de vez en cuando.

Oh, sería un viaje largo.

La azafata finalmente llegó a ellos anunciando que era momento de ingresar al avión.

La fila fue más rápida y mil veces menos molesta que la de la clase turista. Isamu no dejaba de decirse que quería ir a visitar a la familia de Adrien más a menudo si cada vez que fueran debía pasar por esa clase de situaciones... Aunque Adrien lucía de todo menos emocionado, seriamente emocionado, es decir.

No lucía disgustado, pero tampoco rebalsaba emoción como si de un chiquillo se tratara. Lucía calmado, indiferente. E Isamu no se sorprendía, seguramente había viajado de esa forma miles de veces.

—Si te soy sincero, olvidé el miedo que le tenía a los aviones —se confiesa, mientras entran a la gran bestia metálica.

—¿Ah? ¡Creí que estabas tranquilo!

—Sí, lo estaba, hasta que recordé que vamos a viajar en una máquina que desafía las leyes de la gravedad y la física, a miles de pies del suelo, con los riesgos de que si hay fallo alguno iremos a una muerte segura.

—¡Cállate! —reclamó, aferrándose fuertemente a su camiseta, horrorizado.

—Ah, ya me puse nervioso —masculló, cerrando los ojos y frunciendo los labios, haciendo un pequeño puchero con la boca—. No viajo en una de estas cosas desde que tengo 18...

—No hay nada que temer —el mismo acento francés que antes los había hecho sonrojarse habla justo detrás de ellos, a su lado va la misma mujer de antes—. La gente en primera clase tiene mejores oportunidades de sobrevivir que el resto del avión.

—¿En serio?—murmuraron ambos.

—Seh —mentía, pero haría cualquier cosa por no tener una pareja de jóvenes histéricos asustados por la muerte arruinándole el vuelo.

—Pero eso no quiere decir que no hayan probabilidades de morir de forma trágica —masculló Adrien, frunciendo los labios.

Era curioso ver a un muchacho de apariencia tan ruda lucir tan asustado por un simple vuelo.

—Mi esposa y yo hemos viajado por todo el mundo y hasta ahora no hemos tenido un solo accidente en esta aerolínea, estarán bien. Y si no, que me caiga un rayo.

—Es muy amable intentando tranquilizarnos —suspira Isamu, dedicándole una sonrisa de alivio—. Pero es muy terco, y si ahora ha pensado que va a morir no va a sacarle la idea con unas suaves palabras.

El hombre suspiró con cierto pesar.

—Solo no nos arruinen el vuelo —advirtió, viéndolo severamente.

—Ni nos sentirá —aseguró el asiático, sujetando firmemente la mano de Adrien, sintiendo que temblaba un poco.

Era raro.

Adrien nunca había temblado.

Además de todos los sucesos recientes y sus reacciones. Ninguna de esas reacciones eran de su Adrien. No del Adrien que había acosado durante seis meses y con el que había estado viviendo una semana, del Adrien que le había dado un cachetada que dejó una marca que debieron cubrir con maquillaje...

Su Adrien hubiera agregado algún comentario pícaro al momento que el hombre sugirió que no hablaran en voz alta sobre su fantasía de exhibicionismo, y nunca le hubiera admitido de tal forma que le tenía miedo a los aviones, y tampoco estaría temblando ante la idea de subirse a uno.

Su Adrien no era así.

Dejó de pensar en Adrien al momento que le fueron presentado sus asientos.

¡Oh, esos asientos!

¿Eso era un viaje en primera clase?

¡Oh, quería hundirse en esos asientos!

¡Eran tan cómodos!

¡Y podían inclinarse tanto!

¡Y tenía una pantalla grande justo frente a él!

¡Solo para él!

En el asiento a su lado se sentaría Adrien. Y, sorpresa, en los asientos frente a los suyos se sentaría lo que parecía ser la encantadora pareja francesa.

—Bueno, parece ser que tendremos tiempo de calidad juntos —suspira el hombre, girando su asiento hacia ellos. Función que a saber si tendrán realmente los asientos de primera clase, pero vamos a, otra vez, no cuestionar las decisiones que toma el escritor para beneficios de la trama—. En todo caso, vamos a aprovecharlo. Me llamo Émile, y esta de acá es mi esposa Julie; no entiende español, así que ni se molesten.

—Yo soy Isamu—se presentó, extendiendo su mano para estrecharla—. Y este es mi novio Adrien. No le gustan las preguntas sin respuesta, y le agradeceríamos que las evitara.

—Hey, eso no puede estar bien. El hombre no es hombre hasta que empieza a cuestionarse su existencia y la de los demás.

—Entonces estemos de acuerdo en que quizás soy un tritón. 

。。。

El chiste acá es que, en francés, Adrien significa "el que viene del mar".

Y pueh yo me reí, no me juzguen.

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