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50

Isamu se sintió afligido mientras lavaba los platos.

Adrien no recordaba haberle golpeado.

Genuinamente no lo recordaba, aunque solo había sucedido una o dos horas antes.

Se habían metido al auto, Isamu apenas lo había encendido, cuando la pesada mano de Adrien cayó en su mejilla con la fuerza suficiente para que el impacto resonara en todo el vehículo. Se sujetó del timón ante la sorpresa del repentino impacto, y apenas se atrevió a ver cual era la expresión en su rostro.

Tomó un fuerte respiro y frunció los labios.

—Por tu culpa ahora voy a pasar por loco —le reclamó, sujetándole las manos con fuerza, apartándolo del timón y obligándolo a encararlo—. ¿Tienes idea de lo tortuosa que son esas putas terapias?

—N-No—susurró, sabiendo que Adrien solo se iba a enojar más si no le respondía.

—Claro que no la tienes, maldito inútil —gruñó, y le golpeó la frente contra el timón—. ¿Por qué mierda te alteraste tanto por un pequeño ahorcamiento?

—Te-Tenía miedo —susurra, incapaz de verlo, sujetándose el reciente golpe, sin levantar de todo el rostro y ocultando torpemente sus ganas de llorar, pues de todas formas su voz quebrada lo delataba.

—¡¿Miedo?! ¡Tu mamá tenía razón al decir que eras un jodido inútil! ¡¿Creíste que iba a matarte?!

Guardó silencio unos momentos. Intentó no sollozar.

—S-Sí...

Y una vez más, aquella pesada mano impactó contra su mejilla.

Isamu frunció los labios al recordar el dolor que había causado aquel golpe. Luego de eso y un viaje en silencio, Adrien simplemente había llegado a casa a tomarse unas pastillas, acostarse en el sofá y dormirse.

¿De verdad no lo recordaba? ¿En serio había olvidado tal situación? No había sucedido hace mucho. Aunque le decía que no recordaba gran parte de lo sucedido en la tarde. ¿Qué más no recordaba? Quería preguntarle, pero sabía que no tenía las respuestas, y presionarlo solo lo pondría peor.

Ahora tenía genuino miedo.

Solo un poco, no mucho. Una parte de él había disfrutado ese golpe, pero otra estaba afligido porque fuera tan gratuitamente, sin él pedirlo, sin él buscarlo.

Y además no lo recordaba.

Definitivamente estaba preocupado, por su seguridad y por la sanidad de Adrien.

No creía que sus problemas fueran tan malos, ansiedad y depresión son algo que cualquiera puede tener, eso piensa, piensa que no es algo difícil de sobrellevar, una persona con ansiedad y depresión no es alguien con quien no se pueda socializar, no es alguien con quien no se puede convivir y llevar una relación normal.

Pero debe tener algo más.

La ansiedad y la depresión no te hacen agresivo, y tampoco te dan lagunas mentales tan severas; y cree que las pastillas pueden causar algo así, pero solo las toma una vez al día y a veces ni siquiera las toma. Ese día, antes de salir, no las había tomado.

No tiene sentido para él.

Debe haber algo malo con Adrien.

Algo que él simplemente no logra entender y no sabe. Algo que Adrien no le ha dicho o algo que Adrien tampoco sabe, o sabe y esconde.

Tomó un fuerte respiro mientras terminaba de acomodar los platos en la alacena.

Salió a la sala, viendo a Adrien dormir plácidamente.

Respirando profundamente.

Tan tranquilo.

Tan pacífico.

Podía irse en ese momento.

Pero ya no tenía a donde ir.

Su madre le cerraría la puerta en la cara, y si ya le había contado a su padre sobre su situación solo llegaría a él a que también le cerrara la puerta en la cara. Y si no le había contado solo sería cuestión de tiempo para que lo hiciera y al hacerlo le daría una paliza por ser, como su padre diría, un puto maricón.

Frunció los labios y apretó sus manos en puños. 

Se empezaba a dar cuenta que no se merecía todo lo que le estaba sucediendo.

Observó a Adrien plácidamente dormido.

Se había tomado sus pastillas, seguramente no despertaría aunque lo golpeara con un bate, se lo había dicho él mismo.

Tomó un fuerte respiro y cerró los ojos.

No podría hacer eso.

No era un asesino.

No se veía a si mismo tomando un cuchillo y clavándolo en la garganta de Adrien, viendo la sangre derramar sin darle oportunidad alguna de sobrevivir. No tenía el valor suficiente para hacerlo. No había tenido el valor suficiente para quitarse su propia vida, no sería capaz de matar ni un gato aunque este tuviera rabia y amenazara con morderlo.

Adrien era el gato con rabia a punto de morderlo.

Le apartó el cabello del rostro y le plantó un beso en la frente.

Adrien era el gato con rabia a punto de morderlo, pero atado con una cadena al cuello, la cual estaba atada a su vez a un poste de concreto macizo. Si le rociabas agua y mantenías tu distancia, estarías bien.

¿Y qué hacía Isamu?

Acercarse con la palma abierta. Suplicando que lo mordiera.

Se metió al baño y se quitó la ropa para meterse a la tina, esperando que esta llenara.

Desde hace unos días no llevaba puestas las vendas en sus aún lastimadas piernas. El dolor había disminuido considerablemente, pero todavía no se creía capaz de correr o saltar o esas cosas. Quizás debería vendarlas antes de ir a Londres.

¿De verdad iría a Londres con Adrien, a conocer a su familia completa? Daba miedo. Ya había comprobado que sus hermanos estaban igual de mal de la cabeza que él, ¿con su padre y su abuelo sería lo mismo? Recordaba la charla en el sótano.

"¿Sabes matar a alguien sin matarlo?"

"Esa es fácil: solo acabas con su cordura."

¿Cómo había podido dar tal respuesta en cuestión de segundos, como si ya antes le hubieran preguntado lo mismo y pudiera responderlo de manera automática? Adrien le había dicho que sacó la pregunta de un manwha, no creí que el padre de Adrien leyera manwhas, muy difícilmente siquiera que leía cómics.

Se pasó las manos por el cabello y hundió su rostro en el agua.

Iba a rezar para que el vuelo se estrellara o desapareciera o explotara o ocurriera cualquier otra desgracias en el que los únicos dos afectados fueran él y Adrien.

La muerte siempre era la salida más rápida a cualquier problema.

Pero definitivamente era la más difícil de alcanzar.

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