41
Isamu podía morirse.
Y esta vez no literalmente, sino de forma retórica.
Porque el cuerpo le temblaba y el rostro le ardía al sentir la suave textura del lugar donde se encontraba acostado.
La cama de Adrien.
Era tan suave.
Y olía tanto a él.
A él y a desinfectante y ambientador y perfume.
Pero a él a final de cuenta y caso.
—No vayas a cagarla, Isamu —advirtió el menor, mientras se quitaba la camiseta—. Un paso en falso y vuelves de patitas al sótano.
El asiático asintió energéticamente, abrazando contra su cuerpo una almohada. Ya para ese punto no creía poder escapar; para empezar porque le gustaba estar al lado de Adrien. Cuando no tenía un mental breakdown o se ponía demasiado agresivo, su compañía le hacía bien. Incluso en los momentos menos agradable le gustaba estar con él. Le gustaba verlo ser frágil. Y luego le gustaba que lo hiciera sufrir como si fuera el Diablo castigándolo por sus pecados.
¿Esos tatuajes tendrían significado?
Siempre los veía, pero realmente no los entendía mucho.
Ah. Tenía los kanjis de "Eriko" en la parte baja de la nuca.
¿Quién se tatuaba el nombre de una mala madre? No podía evitar cuestionarse si las cosas que Adrien le decía eran reales. Él mismo le había confesado que tenía lagunas mentales muy grandes, pero luego le había dicho que había dejado las pastillas que se las causaban para luego él mismo descubrir que no era así. ¿Le mentía a propósito o era derivado de sus problemas mentales?
Empezaba a entender por qué detestaba tanto las preguntas sin respuesta.
Adrien se acostó a su lado y lo abrazó contra su pecho. Cada vez que lo abrazaba se sentía pequeño, sus brazos lo rodeaban a la perfección, sus dedos repasaban sus costillas y sus vértebras. ¿Cómo no le daba asco acariciar un cuerpo tan lamentable como el suyo?
—Tu cuerpo... —susurró Adrien, sin dejar de acariciarlo— Es lamentable.
—¿Ah? —tenía razón, pero el comentario lo tomó por sorpresa.
—¿Qué es lo que tienes?
—No te entiendo —murmuró, apretando sus manos y frunciendo los labios.
—Estás demasiado delgado. No es normal. Aunque comas poco deberías tener un poco más de masa... ¿Qué tienes?
—Uhm... yo... mamá siempre me da comer muy poco, y... siempre me obliga a vomitar luego de casi cada comida...
—Cada vez que te abrazo siento que eres demasiado frágil —susurra, y le besa la mandíbula—. Eres tan delgado, tus huesos se marcan demasiado, si te abrazo demasiado fuerte posiblemente te quiebre algún hueso... Cuando te golpeé las piernas no esperaba romperlas, ya lo había hecho con otras chicas y aprendí hacerlo con la fuerza suficiente para no romperlas... Pero tú solo aguantaste tres golpes.
Isamu frunció los labios y desvió la mirada.
—Sí... soy demasiado frágil, supongo.
—Me aseguraré que subas de peso aunque sea un poco —aseguró firmemente, abrazándolo un poco más y besándole el pecho—. Lo suficiente para que pueda abrazarte bien fuerte sin tener miedo de quebrarte.
Ahora sonrió de lado mientras adentraba sus manos a su espeso cabello marrón. Adrien se preocupaba por él. Eso era algo que solo hacía alguien que te amaba, ¿no? Eso quería decir que Adrien lo amaba, ¿no?
—Por favor, no permitas que te lastime —susurró el más alto, acariciándole el rostro y besándole la frente—. Te amo tanto, porque eres tan lindo y delicado y frágil, me provocas protegerte... Por favor, entra en razón pronto y mátame...
—Adrien, yo... yo no podrías hacer eso —murmura, abrazándolo también—. No me molesta que me lastimes, así que, por favor, si te hace sentir bien, no dejes de hacerlo...
—Ah. Que problemático —suspira, y cierra sus ojos mientras empieza a respirar pesadamente—. Empiezo a temer que nuestro final es la destrucción mutua.
"La destrucción mutua"
Sonaba tan dramático. Tan romántico. Adrien siempre sabía que decir, ojalá él fuera así. Quizás debía empezar a leer lo que él leía. Le había dicho que le gustaba leer, pero a saber qué clase de libros. Seguramente drama, por la forma en la que podía expresarse, ¿algo clásico? ¿Romance? ¿Acción? Adrien no lucía como la clase de personas que leían romance, lucía como la clase de personas que se quejaban de los libros de romance actual...
Aunque Adrien tampoco lucía como una persona que escucha k-pop.
Mientras tanto, el protagonista de sus pensamientos ya se encontraba profundamente dormido, respirando pesadamente, sintiéndose cómodo por el calor contrario.
En sus sueños estaba en la cama que compartió con sus hermanos hasta los 12 años o un poco menos. A su derecha estaba Adrián, a la derecha de Adrián había una almohada.
—Mamá y papá dicen que estás enfermo —habló la voz de Adriana, a su izquierda.
No pudo responder.
—¿Estás enfermo? —continuó ella— Mamá y papá dicen que es de la cabeza, ¿en serio estás enfermo de la cabeza? ¿Nos lo contagiarás? ¿Qué es lo que tienes?
Ugh.
Preguntas.
—No estoy enfermo —aseguró.
—Mamá y papá dicen que lo estás. Que estás enfermo de la cabeza.
—Están mintiendo.
—¿Cómo puedes asegurarlo? ¿Acaso lees sus mentes? Si ellos dicen que estás enfermo, entonces lo estás. No puedes desmentirlos.
—Déjame en paz y duérmete, Adriana.
—No tengo sueño, y Adrián ya se durmió así que eres el único con el que puedo hablar. Tú tampoco tienes sueño, ¿cierto? Llamaré a Eriko para decirle que te dé pecho o algo así, porque eres un bebé que no puede dormir sin su mami.
—Adriana, cállate —gruñó, cubriéndose el rostro con la almohada.
—Adriana, ¿estás molestando a tu hermano? —aquella suave, dulce y armoniosa voz interrumpió la habitación.
—No.
—Deja en paz a Adrien y duérmete. Mañana será un día largo para todos.
—Ah, sí. Mañana morirás.
—No, para eso falta una semana todavía. Duérmete ahora.
—Sí, Eriko.
—Y dime "mamá", no es tan difícil.
—Lo que digas, Eriko.
—Ah... que problemática.
Escuchó sus pasos acercarse a él.
Extendió su mano y le acarició el rostro, el cabello.
—¿Quieres dormir con mami, Dri?
—No... estoy grande, puedo dormir solo.
—Ah, pero mami está tan asustada por dormir sola.
Silencio.
Se descubrió el rostro y observó a su derecha.
Sus hermanos no se encontraban ahí.
Estaba solo.
Solo con su madre.
—¿No amas a mami, Dri? —continuó hablando la mujer, extendiendo sus brazos y abrazándolo contra su pecho.
Que problemático.
—Tú no piensas que mami es una zorra, ¿verdad?
Realmente problemático.
—¿Amas a mami, Dri?
—Sí —susurró, abrazándola de vuelta, sujetándole la espalda con las manos—. Te amo mucho, mami.
—Ah, que buen niño eres.
—¿Qué mierda está mal con ustedes dos? —gruñó una voz profunda, áspera y ronca.
—No me hagas preguntas que no puedo responder... Me causan dolor de cabeza.
—Ya ni siquiera tienes cabeza—susurró Adrien, intentando ver el rostro de su madre.
—Ah. Es verdad... Que boba soy. Se la comieron los gusanos.
El cajón de flores estaba cubierto de sangre.
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