40
—Perdón, yo... estoy cansado —masculló, frotándose los ojos.
Observó sus tatuajes.
Los primeros días que los tuvo con él se olvidaba de ellos y cuando los veía en el espejo se sorprendía.
—Ah... no.. está bien. Tú... te esforzaste mucho. Perdón por molestarte.
—"Te esforzaste mucho" —repite y ríe, apartando el cabello de su rostro—. Hablas como si tener sexo fuera algo sumamente complicado.
—Estuviste de pie un buen rato, así que...
—No es la gran cosa, Isa —sonríe burlesco—. Ah, mira este lugar... ya es la segunda vez que le hacemos esto a mi pobre bañera. Menos mal los policías no nos encontraron así.
—¿Crees que nos meteremos en problemas?
—Nah. Los oíste, ¿no? Murió ahogada en vómito. Si tenemos suerte no se molestarán en hacer la autopsia, si tenemos mala suerte vamos a justificar todo con que ya estábamos dormidos y creerán que se golpeó el pecho al caer. Vamos a estar bien.
—Y no encontraron el cuerpo de las otras chicas... ¿Dónde las tienes?
—La que te hizo la mamada está colgada al otro lado del lago, como a una hora caminando. A la otra la arrojé al lago aprovechando que de por si la había ahogado. Tengo planeado ir a descolgarla, porque le quité los dientes y le suturé la boca, si la encuentran en el piso creerán que hay algún loco profanando cuerpos.
—De verdad me aflige que siempre te salgas con la tuya.
—Me aflige más que no estés consternado porque asesiné una chica. ¡Me cubriste!
—¡Claro que te cubrí! Te dije que me quedaría contigo, ¿no? Será hasta las últimas consecuencias.
—Ah, los idiotas enamorados como tú dan miedo —suspira, y le salpica un poco de agua—. Los idiotas enamorados y masoquistas son todavía peor. No hay caso, no hay salvación. ¿Qué debería hacer para que dejaras de amarme?
—No lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
—Esto... esta relación... me recuerda mucho a la que mamá solía tener con papá. Dos idiotas enamorados... dependientes uno del otro... Ella amaba las flores, y él las odiaba, pero porque la amaba la dejó cubrir la casa con ellas. Él amaba el mar, ella lo odiaba, pero porque lo amaba lo dejó ponernos nombres relacionados. "El que viene del mar".
—Eso es lo que hacen las parejas, ¿no?
Adrien guardó silencio mientras observaba la tina. Roja.
Debían quitarse esa costumbre o la cerámica acabaría teñida de rosa.
—No... No creo que en eso consistan las relaciones sanas. Adriana, mi hermana, lleva una relación muy normal... Tiene un novio que no le arrebata nada, y él no se deja arrebatar nada; no dependen el uno del otro, no se controlan mutuamente, son libres a pesar de estar juntos... Creo que en eso consiste una relación sana, nosotros solo estamos juntos porque tu enfermedad parece adaptarse a la mía.
—¿Y qué tal... y qué tal si tú y yo intentamos... "sanarnos"? —murmura, frunciendo los labios y viendo sus manos— Con... terapias... con psicólogos... Podríamos... podríamos intentar ser una pareja normal... ¿No sería... lindo?
—Sí... lo sería... Pero... no me agradan los psicólogos.
—¿Por qué?
—Luego de lo sucedido con mamá creo que me llevaron con una... Pero no creo que haya hecho la gran cosa.
—¿Por qué?
—Mírame. ¿Te parece que estoy mentalmente sano?
—No podría decir que eres la persona más cuerda que conozco.
—Ahí tienes. Si esa señora hubiera hecho un buen trabajo ahora mismo estaría en casa de mi padre siendo consentido.
—¿Tus hermanos viven con tu padre?
—Seh. Somos niños ricos, él nos paga todo sin poner queja alguna.
—De todas formas, no estás seguro si lo hicieron o no. Puede ser... algo asumido por ti.
—No me hagas cuestionarme, Isamu —gruñó, cubriéndose el rostro con las manos.
—Perdón —murmura, y desvía la mirada—. Todavía iremos donde tu padre, ¿cierto?
—¿Por qué iríamos con mi papá?
—Por... por el evento y los diez años de muerte de Eriko-san.
—“Eriko-san” —repite, y sonríe de lado—. Su apellido era Fukui. Eriko Fukui. O Fukui Eriko...
—Sobre el evento...
—Lo había olvidado.
—Ah...
—No me refiero solo al evento. Su nombre. Había olvidado el nombre completo de mamá...
—Bueno, no es tan raro. Tú... estabas muy pequeño cuando eso sucedió, ¿no?
—Sí, pero creo que esa clase de cosas son las que uno no debería olvidar con tanta facilidad —encoge sus rodillas hasta su pecho, coloca su barbilla en la punta de estas y observa el agua—. Tampoco recuerdo su rostro... Recuerdo su voz, sus manos, sus brazos, sus piernas... recuerdo su cuerpo...
Ah.
¿Por qué parecía recordar tan bien el cuerpo de su madre?
Que asco.
Se puso de pie para acercarse al váter.
Y vomitó.
Como siempre.
—¡Adrien! —se afligió Isamu, apunto de ponerse de pie.
—Estoy bien —masculló el menor, limpiándose la boca con el dorso de la mano—. Es solo el alcohol haciendo efecto...
—Ah... —susurró. ¿Qué clase de alcohol hacía efecto hasta un día después?
—Estoy bien —repitió, mas bien para si mismo, tomando su cepillo y llenándolo de dentrífico—. Peor he estado.
Isamu decidió que quizás era mejor cambiar de tema.
—Uhm... ¿cómo puedes aguantar tanto alcohol? —inquiere, elevando una ceja y forzándose a sonreír un poco— Ayer te tomaste muchos shots...
—Quizás porque soy medio ruso —murmura, escupiendo la espuma—. No lo sé. De siempre ha sido así...
—¿De verdad eres medio ruso?
—Sí. Y es raro, ¿no? Una japonesa y un ruso... A mí me parece sumamente raro, y a veces creo que papá solo se enamoró de ella porque era... “exótica”.
—¿Era bonita?
Ah.
Se reclamó a si mismo luego de hacer tal pregunta.
Pero no podía retirarla. Adrien se enojaría si hacía algo como eso, porque si no respondía quedaría como una pregunta al aire y él las detestaba.
—Sí... creo yo que era la mujer más hermosa del planeta.
¿No había olvidado su rostro?
—O al menos esos solía decir cuando estaba pequeño —ah—. La verdad es que no sé.
Bueno, esa era una mejor reacción a la que se esperaba.
Todo niño ama a su madre y la ve hermosa. No hay nada extraño en eso. No hay nada malo en eso.
¿No?
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