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38

Ah.

Lo había logrado.

Kayla estaba en su auto.

—Solo iré a dejar a Isamu para que no vomite el auto o nada —se excusó.

Y como estaba vilmente alcoholizada, aceptó.

—Creo que también podrías prestarme tu baño para vomitar —comentó con cierta ironía.

Ah.

Que sentimiento más agradable.

Kayla era una chica molesta.

Merecía morir.

Era una zorra, claro que merecía morir.

Esas feas uñas postizas, ese molesto cabello teñido, ese horrible maquillaje exagerado.

Fea.

Kayla era fea.

¿Quién iba a extrañarla luego de eso?

Ah.

Se hizo una pregunta.

Que molesto.

—Puedes usar el baño mientras dejo a Isamu en la habitación—señaló, cargando al pequeño asiático en sus hombros.

—Gracias —sonrió la alcoholizada adulta, metiéndose al baño.

Dejó a su secuestrado en la habitación de visitas, dejando el cubo de basura a su lado por si el olor a muerto proveniente de la habitación de al lado lo despertaba o molestaba demasiado.

Le acarició el cabello y lo besó en la frente antes de salir de la habitación.

Kayla se enjuagaba la boca en el baño.

Sin permiso, entró en el lugar.

—¿Quieres dentrífico o algo? —inquirió gentilmente, ofreciéndole una sonrisa.

—Ah... pero no tengo un cepillo.

—Tengo unos extras en la cocina. ¿Lo quieres o no?

—Por favor, sí.

—¿Irás a trabajar mañana?

—No. Tengo libres los fines de semana. Y el dueño está de viaje, así que no vendrá hasta el próximo lunes. ¿Por qué? ¿Quisieras hacer algo aprovechando que volvemos a vernos?

—Oh, sí, quizás podamos salir o algo. Solíamos salir mucho en la universidad —se metió al baño y ofreció el cepillo de cerdas suaves, sonriéndole ampliamente.

—Solíamos hacer un montón de cosas en la universidad —sonríe ella, viendo el cepillo—. Yo... nunca creí que fueras... gay.

—No soy gay.

—Bueno, bisexual, pansexual, lo que sea. Solo... ya sabes, nunca dijiste que te gustaran los chicos.

—Hum... supongo que es un secreto fácil de guardar —sonríe, pasando una mano por su cabello y sacándose las gafas. Observa fijamente a Kayla, quien coloca pasta dental en el cepillo—. ¿Por qué? ¿Extrañas esos momentos?

—Te mentiría si dijera que no.

Sonrió ampliamente y se acercó para sujetarle la mano que sujetaba el cepillo.

—¿Quisieras revivirlos? Ya sabes, por los viejos tiempos...

—¿Qué hay de Isamu?

—Está dormido, no va a saberlo.

Ah.

Quizás si era demasiado bueno haciendo su trabajo.

Se sorprendía a si mismo por lograr besar a una chica sin vomitar.

Eran repugnantes.

—Abrázame, Dri.

Uh.

Que elección de palabras más desafortunada.

Aquella figura delicada fue cambiada por la de una mujer delgada, fina, delicada, de piel tan pálida y fría como la de la porcelana.

Y su rostro fue comido por gusano.

Las flores estaban cubiertas de sangre.

—Ah, que problemático.

Acercó sus grandes manos a su pequeño y redondo rostro, acariciándole las mejillas.

Introdujo dos dedos en su boca.

Al principio ella pareció disfrutarlo.

Pero la expresión en su rostro cambió al sentir como hacía presión hasta el fondo de su garganta, causándole arcadas.

Intentó apartarlo, sujetando su brazo y haciendo un poco de fuerza.

Pero Adrien le sujetó por las muñecas, colocando estas sobre su cabeza.

—Eres repugnante, Kayla —masculló—. Me aseguraré que tengas una muerte rápida, accidental.

Ella vomitó.

—¡¿Qué mierda está mal contigo?! —reclamó ella, asqueada por su propio vómito— ¡Apártate de mí, maldito enfermo! ¡Apártate o llamaré a Isamu!

—¿Ah? ¿Crees que alguien como él va a hacer algo para salvarte? —ríe, asegurándose de mantenerla bien sujetada.

—Él...

—¡Eres una pobre idiota!

Acertó un golpe justo en medio de su pecho.

En su esternón.

En su pecho.

Donde debería estar su corazón.

El vómito lo salpicó un poco

Pero Kayla cayó hacia atrás.

Muerta.

Oh. Lo había hecho bien.

Se sentía sorprendido.

Solo esperaba no haberle roto una costilla o estaría en problemas.

Suspiró con pesar y le cerró los ojos.

Le sujetó la muñeca y le cerró la mano en puño, esperando que el rigor mortis le ayudara a mantenerse de esa forma.

Colocó el puño cerrado sobre su pecho, sobre el lugar que había golpeado.

Se levantó de sobre ella y la empujó para hacerla caer al piso.

Se ahogó en vómito o se golpeó el pecho muy fuerte al caer.

Seh.

Se veía creíble.

Se quitó la ropa y la dejó en una canasta de prendas sucias. Seguidamente se colocó la pijama.

Subió a su habitación y cargó entre sus brazos a la chica que ahogó en el lago, aprovechando que ya había perdido bastante musculatura y él tenía un "buff" gracias a la adrenalina que le recorría el cuerpo por el reciente asesinato.

Simplemente la arrojó al lago, asegurándose que su cuerpo permaneciera boca-abajo.

Regresó a su casa y observó el cuerpo de Kayla.

Casi parecía dormida.

Subió con Isamu, quien estaba prácticamente inconsciente.

Suspiró mientras empezaba a quitarle la ropa.

—Dri... —jadeó el asiático, extrañado por la suave textura en la que reposaba.

—Isa, escucha —ordenó, bajándole los pantalones—, mañana vendrá la policía.

—¿Qué?

—Mañana vendrá la policía —repitió, manteniendo la muda de ropa en sus manos—. Maté a Kayla.

—¡¿Ah?! ¿Y-y-y... y te confesaste... o algo así? ¿Piensas entregarte?

—No. Lo haré lucir como un accidente. Así que mejor actúa bien, porque como vaya a la cárcel por tu torpeza serán mis hermanos quienes te den una paliza, y no será una agradable.

—Pero... ¿qué hiciste? ¿Qué diremos? ¿Qué haré?

—No lo sé realmente. Todavía no decido sobre si debería realmente dejarlo como un accidente o desaparecer el cuerpo. Enterrarlo hasta el otro lado del bosque. Ambos escenarios se ven favorables para nosotros. ¿Qué prefieres?

—¿Ah?

—¿Qué prefieres? ¿Desaparecemos el cuerpo o fingimos que fue un accidente?

—Uhm... yo... quizás... un accidente... Pero... ¿por qué me preguntas a mí?

—¿Ah? Creí que era obvio, Isa—ríe y le sujeta el rostro, dándole un beso en los labios—: desde que te di la opción de irte de mi casa y acusarme, y tú te negaste y decidiste que preferías una relación tóxica a mi lado, eres mi cómplice. ¿Sabes lo que quiere decir eso?

—N-No realmente...

—Quiere decir que si yo caigo tú caes conmigo. Así que, por nuestro propio bien, aprende a fingir un poco. 

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