24
Al regresar a su casa se encontraba entendiblemente exhausto.
Cargar un cuerpo por unos treinta minutos y luego elevarlo con una soga y sus brazos no era un trabajo precisamente fácil.
Y aumentaba su dificultad si se trataba de un pobre muchacho con asma.
Se metió al baño y tomó el inhalador.
Por precaución nada más.
Observó su reflejo en el espejo y rió para si.
Ah, un nerd.
Había un nerd en el espejo.
Que asco.
Se sacó las gafas y las guardó junto al inhalador detrás del espejo.
Se sacó los guantes, la mascarilla y el delantal para arrojarlos a la tina. Llenó esta con agua y dejó los objetos reposando. Flotando.
Que problemático.
Cada vez, luego de deshacerse de un cuerpo, una horrible ansiedad le recorría el cuerpo entero. Una ronca, profunda y áspera voz le decía que se aseguraría que nada le pasara, que lo protegería y se encargaría de que nadie se diera cuenta.
Que miedo.
Se acurrucó frente al lavamanos y rió bajito al recordar la tarde con Isamu.
Que asco.
Le consternaba saber por qué no se había enojado con él.
Él definitivamente le hubiera arrancado el rostro a mordidas a cualquiera.
Tenía uñas largas con las que defenderse.
Seguro podría correr más que él.
Ah, sus piernas.
Que bobo.
Apuesto que si estuviera bien de las piernas hubiera escapado ya hace mucho.
Por eso había intentado envenenarlo...
Isamu hacía demasiadas preguntas.
No entendía cómo siempre tenía tantas cosas que preguntar.
¿No sabía que luego la ansiedad de no recibir respuesta es abrumadora?
Ah.
Detestaba lanzar preguntas al aire si no era de forma irónica.
Ahora debería preguntarle eso a Isamu.
Detestaba las preguntas.
Hacerlas y contestarlas.
Hacerlas más que contestarlas.
Detestaba los momentos que lo hacían cuestionarse.
Por eso era fácil que se enganchara con un libro, aunque fuera uno malo.
"¿Qué sucedió luego?"
Que pregunta más problemática.
Era la responsable de hacerle acabarse de la saga de Crepúsculo, Cincuenta Sombras de Grey, Los Juegos del Hambre, Divergente, y otro montón de libros que al final ni siquiera eran buenos.
No le molestaba cuando se trataba de libros buenos, clásicos. Pero era un gran hater de la literatura juvenil en la que se militarizaba jóvenes incluso menores que él. Las distopias adolescentes le daban asco.
Ah, estaba pensando como un nerd.
¿Qué sucedería luego?
Esa pregunta era aún peor.
¿Qué sucedería luego con Isamu y él?
Y por esa pregunta podía matarse.
No podría tenerlo toda la vida en el sótano.
Y seguramente Isamu no quería pasar toda la vida a su lado
¿Qué dirían en el futuro si eso continuaban?
¿Dónde dirían que se conocieron?
¿Y si tenían hijos?
"Hey, papá, ¿cómo conociste a mi papi?"
"Ah, entró sin permiso a casa y lo tuve secuestrado."
Problemático.
El futuro era problemático.
Quizás era alérgico a las preguntas.
Porque cada vez que se saturaba con ellas acababa de rodillas en frente al váter.
Vomitando.
Recordaba a su madre haciéndole preguntas de todo tipo.
Desde las más comunes del tipo "¿cómo estás hoy?" "¿dormiste bien?" "¿la comida está buena?" hasta más raras para distraerlo "¿tu tercer animal favorito?" "¿una jirafa es blanca con rayas negras, o negra con rayas blancas?"
"Ah... no, espera, esas eran las cebras."
"¿Cómo puedes decirme que no hay jirafas blancas con rayas negras? Y si la hubiera, ¿de verdad es blanca con rayas blancas, o negra con rayas blancas?"
¿Cómo esa mujer podía salir con preguntas nuevas todas las noches?
Ah, otra vez estaba lanzando preguntas al aire.
Tener preguntas sin respuesta lo ponía mal.
"Hey, Dri, ¿amas a tu madre?"
Detestaba que le hicieran preguntas que no podía responder.
Preguntas, preguntas, preguntas.
El hombre no es hombre hasta que no empieza a cuestionarse su propia existencia.
Pero Adrien dejó de ser humano luego de ver el cajón de flores cubierto de sangre.
Ah, que problemático.
Realmente problemático.
Si seguía vomitando así tan seguido iba a volver a adelgazar hasta los huesos.
Problemático.
Problemático.
Realmente problemático.
Problemático, problemático, problemático, problemático, problemático, problemático.
Un niño problemático.
No deseado.
Asqueroso.
"Dime, Adrien, ¿sabes lo que es el síndrome de Edipo?"
Ugh.
¿Esos recuerdos siquiera eran suyos?
Ah... otra vez lanzó una pregunta al aire.
Que problemático.
Prácticamente debajo de él, Isamu abrazaba su almohada y observaba el concreto sobre él. Durante las noches el sótano era totalmente negro, la oscuridad abrazaba su pálida piel, cubría sus rasgados ojos. Normalmente no le molestaba, en casa solía dormir en total oscuridad, pero en ese momento lo que no podía ver era aterrador.
¿Cómo podría asegurar que no había algún monstruo junto a él? Debía estar ahí, escondido en el la pared de musgo, esperando la oportunidad oportuna para empezar a arrastrarse hacia él y atacarlo.
Sin quererlo se imaginó el rostro de la criatura.
Era un rostro femenino, de rasgos finos brutalmente deformados. Con los ojos trabados hacia arriba, inyectados en sangre, lo que en algún momento fue un bello rostro ahora estaba inflamado, tenía ampollas en la mejilla. El cuerpo desnudo cubierto de moscas.
Ella misma llevó su mano a su cuello, y su boca se abrió. ¿Dónde estaban sus dientes? ¿Por qué habían gusanos asomando por las encías?
Ah.
¿Qué era ese líquido blanco que derramaba de su boca?
Era producto de su imaginación, ¿no?
¿Por qué no podía imaginar que se detenía y desaparecía?
¿Por qué estaba imaginando que le sujetaba el cuello tal como Adrien había hecho con ella? ¿Por qué imaginaba que el aire no podía pasar por su garganta?
¿Estaba imaginando todo eso?
Sí. Claro que sí. No podía ser que tuviera un cadáver sobre él, ahogándole con sus frías manos.
Una larva cayó en su rostro.
Y entonces gritó.
Adrien, quien se estaba colocando su pijama hasta ese momento, suspiró con pesar.
Que problemático.
—¡Isamu! —exclamó afligido, abriendo la trampilla.
—¡Adrien!
—Hey, ¿qué pasó? —murmuró, acercándose a él, sujetándole firmemente la espalda para levantarlo del piso y abrazarlo a su cuerpo.
—Yo... ella... ella estaba aquí... —tartamudeó, llorando un poco, apretando sus manos entre si—. La chica... ella... estaba aquí... me quería matar... ella... me quiso ahorcar.
—Ah, ya te estás volviendo loco —suspiró entre risas, besándole la frente—. Hey, ya, no llores, ella no está aquí, ¿sí? Ya me deshice de su cuerpo, no tienes nada de qué preocuparte.
—Adrien... por favor... por favor, deja que te abrace —suplicó, con el rostro lleno de lágrimas—. Por favor, desata mis manos y deja que me aferre a ti. Por favor.
—¿Ah? No haré eso. Ayer me quedé a dormir aquí abajo contigo y mira como me agradeciste.
—Sí, pero yo... yo no volveré a hacerlo... De verdad. Fue una idiotez hacer eso. Yo te amo. Te amo mucho... Y tú eres tan bueno conmigo. Por favor... por favor, deja que te abrace. Tengo tanto miedo. Quiero abrazarte...
Ah.
Problemático.
Lo estaba haciendo a propósito.
Suspiró resignado antes de desatarle las manos.
Esperaba que al hacerlo lo golpeara, o atacara con sus largas uñas, o le presionara el cuello tal como él mismo había hecho cuando se encontraron.
No veía lógico que le diera alguna muestra de cariño sincero.
Pero sería una buena excusa para darle una paliza o algo.
Sin embargo, se paralizó un poco cuando aquellos delgados brazos le rodearon sobre los hombros.
¿Qué estaba mal con Isamu?
Ah, bien.
Otra pregunta al aire.
。。。
cap doble bc miss-horrible lo pidió y yo no pude negarme
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