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Isamu ama cuidar flores.
-¡Oh! Eres el chico de la llamada de ayer, ¿no? -sonríe el asiático, y sus párpados se acercan de tal forma que sus ojos rojizos parecen cerrados totalmente- Adrien, ¿cierto?
Pero amaría más cuidar de Adrien.
-Sí, tu encargo está aquí atrás. Ven conmigo, aun no las termino de preparar.
Sabe quién es. Lo sabe perfectamente. Adrien Fyodor Campbell, hermano menor de un grupo de trillizos, hijo de un tal Urie Campbell, nieto de Adrià Campbell, quienes son dueños de una fábrica de zapatos que ha pasado por toda la familia. Vive en una cabaña dentro del bosque desde hace ya dos años. Solo se acercaba a la urbanización para ir al centro comercial, y seguía una rutina fija: iba al supermercado y compraba las cosas habituales, con un enfoque obsesivo en productos de limpieza, guantes de látex y mascarillas, lo que sugería que debía tener algún tipo de obsesión por el orden. Si debía comprar ropa iba a la tienda en el segundo piso y se tomaba alrededor de una hora o cuarenta y cinco minutos, tenía un gusto por las camisetas con diseños extravagantes y shorts casuales o vaqueros azules, tenis grandes y negros, desgastados; todo muy grunge. Nunca lo había visto cortarse el cabello en el centro comercial, lo que explicaría por qué este es tan largo. Luego de eso iba a la tienda de conveniencias y compraba semillas únicamente de plantas con flores y un cactus enano. Parecía tener gusto por los animales, pero nunca compraba comida para alguno así que seguramente no tenía mascota.
Siempre luce desentendido de todo. Siempre parece estar en su propio mundo. Siempre. Incluso en esos momentos parece estar en otro lugar, no prestando atención a nada a su alrededor, pero tampoco prestando atención a él específicamente.
Es muy seguro al hablar con chicas, pero nunca lo había visto llevarse ninguna en su auto, y tampoco lo había visto regresar con alguna, aparte de su hermana, quien llegaba cada cierto tiempo a visitarle desde Inglaterra, a veces con el otro hermano. Como sea, al convivir con otras personas puede llegar a ser excepcionalmente grosero, y no tolera a los niños.
Entonces no se explica qué fue el momento de disociación frente al mostrador.
Debe tenerle asco, es lo único que piensa. Seguramente ya se dio cuenta que es un asqueroso acosador que le toma fotos desde la lejanía para luego tocarse con ellas en las noches como todo un pervertido. En cualquier momento lo hará acercarse a él, sujetándole el cuello de la camiseta, y le dará un puñetazo en el rostro que le hará sangrar la nariz.
Se tomará una foto cuando eso pase, y se tocará con las manos llenas de sangre recordando que el responsable de su estado es Adrien. Solo de pensar en la sensación de ser golpeado hasta el desmayo puede calentarlo.
-Creo que esas son todas -suspira, una vez ha finalizado de ayudar a mover todas las macetas al auto. Han sido muchas, pero amaría que fueran más para poder pasar un poco más de tiempo a su lado.
-Muchas gracias -el cliente habla bajito mientras se adentran de nuevo al local. Saca su billetera y toma unos billetes para pagar la cuenta-. Quédate con el cambio.
-Pero... son como cuarenta más de lo acordado.
-Quédatelo, de verdad.
Definitivamente, se debe sentir asqueado; le debe tener tanto asco que le está dando más de lo necesario con tal de no tener que socializar más con él. Lo tiene claro. Es una forma de pedirle que se aleje pero sin ser del todo grosero. Más que asco le debe tener miedo. Debe pensar que es alguna clase de acosador peligroso, que lo quiere violar, o matar.
¿Qué puede hacer para hacerlo cambiar de idea?
La campana de la puerta suena, anunciando que esta ha sido abierta.
-¡Oh! ¡Espera! ¡Casi lo olvido! -exclama, corriendo hacia él antes que se retire del todo. No responde y se limita a girar el rostro para verle.
Isamu le está ofreciendo un cactus enano.
-Es un regalo de la casa por cada flor que te lleves. Debería darte como veinte, pero creo que esos son demasiados cactus para un solo hombre, al menos demasiado para llevarte en un día.
-Ah... gracias -susurra, siempre muy bajito. Como nervioso.
Extiende su mano para sujetar la pequeña maceta. La torpeza de ambos es tal que sus dedos se rozan por lo que para ellos son largos segundos. Un toque suave, accidental, inocente y hasta puro. Intensas corrientes de electricidad les recorren los cuerpos. Se observan fijamente con los ojos bien abiertos. Podrían pasar la eternidad así. No les molestaría.
-Ah, yo... debo irme -se apresura a hablar Adrien-. Gracias. Adiós.
-Ah... ¡Adiós! -exclama Isamu, entrando en razón también; siente como el calor le invade las mejillas, pero de todas formas le dedica una sonrisa- Espero verte pronto.
Sin embargo, no responde y simplemente se apresura a su auto. La puerta del local se cierra. Ambos están solos otra vez.
Las manos de Isamu tiemblan. Se apoya en la puerta y se lleva las manos al rostro, sintiéndolo arder totalmente. ¿Le habrá parecido asqueroso? ¿Habrá querido golpearlo? ¿Qué había sido esa reacción? Exhala fuertemente con fuerza, los labios temblorosos, los ojos llorosos.
Adrien lo había tocado.
Su mano izquierda había sido tocada por Adrien. Sus dedos habían rozados. Dedos largos de marcados nudillos y largas uñas bien cuidadas, sus suaves yemas le habían rozado.
Llevó su mano a su entrepierna, sin dejar de jadear. Estaba duro. Quería tocarse con la mano que había tocado a Adrien. No era hábil con la izquierda, pero Adrien la había tocado, tenía la esencia de Adrien en su mano, si no se tocaba con ella no iba a poder dormir.
Adrien, por su lado, no estaba mejor. También estaba jadeando, mordiéndose el dedo que había tocado a Isamu. La sangre derramó un poco. La mano derecha. Se cubrió el rostro con la izquierda y se llevó la derecha a la entrepierna, estaba durísimo, podía sentirlo. ¿Debería regresar y follar a Isamu justo sobre el mostrador, rodeado de flores? Podía correrse ahí mismo solo pensando al respecto. Solo imaginando sus manos ascendiendo por el cuello hasta apresarlo.
Se sentiría bien ver su cara asfixiándose.
Isamu ama cuidar flores, porque le recuerdan a él. Porque son frágiles, y no se quejan al ser maltratadas.
Solo se dejan morir.
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