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Adrien y Abel llegaron a la casa Campbell.
—Oh, cierto, ibas a venir —gruñe Urie al verlos entrar. Había dejado de tomar desde que empezaron la terapia, por lo que ahora su mal humor era menos... ¿malhumorado? Más natural, el típico mal humor de un padre ruso con dos hijos homosexuales y una hija con malos gustos. Había disminuido bastante sus agresiones hacia las personas fuera de la familia, pero aún no parecía agradarle nadie más que sus hijos o su padre.
—Buenos días —lo saluda Abel, sonriendo ampliamente. Es un buen muchacho, de eso no hay duda—, quería venir temprano para que no se me hiciera tarde mientras me preparaba para la boda.
—Ugh, la boda —vuelve a gruñir el mayor, y rueda los ojos—. Ni la menciones.
Se mete en la cocina sin decir nada más.
—Luce molesto —comenta, mientras suben las escaleras a la habitación del menor de los Campbell.
—Aún no le agrada la idea de Adriana casándose con Jaden —suspira, abriendo la puerta para dejarlo entrar—. No quiere nietos albinos y de ojos morados y chuecos.
Ríe.
Ambos se lanzan a la cama y simplemente se abrazan. Dios, Adrien de verdad ama el contacto de Abel, ninguno más que el de Abel, ama mucho a Abel... pero de manera saludable, claro que sí. Es una relación saludable, donde ninguno le arrebata nada al otro y se hacen mutuamente felices.
Pasan acostados en la cama por largas horas, entrelazando las piernas y acariciándose el rostro y el cabello, intercambiando besos y leves caricias, hasta que la alarma en el celular de Adrien suena, tomando a ambos por sorpresa.
—Hay que empezar a alistarnos —suspira, rodando los ojos—. La boda es en una hora.
—¿Te pelearás por el ramo? —se mofa, intentando arreglar su cabello solo con sus manos.
—El matrimonio es solo gasto de papel, Abel —ríe, arrugando la nariz.
Ambos se alistan para la ceremonia. Abel ata su largo cabello negro en una pequeña coleta, Adrien vuelve a peinarse tal como Dri lo había hecho en la mañana, se ponen sus mejores trajes y mejores zapatos. Están listos rápidamente.
—Aún es temprano.
—Papá quiere que estemos temprano —suspira, ajustando su corbata—, tiene la esperanza de que Adriana se arrepienta y pueda ver la cara de sufrimiento de Jaden.
—Tu papá es diabólico —ríe, enarcando una ceja.
—No lo conociste en sus mejores momentos.
Salen de la habitación. Adrián y Gabriel salen de la otra habitación.
—Hey, Abel —saluda Adrián, sonriendo ampliamente y haciendo un gesto con la mano—, es bueno verte.
—Lo mismo digo —asegura, asintiendo con la cabeza.
—Este es mi novio, Gabriel. Gabriel, este es Abel, el novio de Adrien.
—Un gusto —habla el moreno, estrechando su mano.
—Igualmente —sonríe el otro.
—¿Estás listo? —ríe Adrián, dando saltitos mientras frotaba sus manos entre si— Oh, Dios, espero que papá se desmaye o algo así. O que se levante y diga "yo me opongo", no lo sé. Incluso espero que Adriana tenga un amante y abra la puerta de manera dramática y grite "yo me opongo" como en las telenovelas, no sé. Si es una boda tranquila me voy a decepcionar mucho, ¿sabes? No cumpliría los estándares de la familia.
—No suena tan divertido —admite, frunciendo los labios y arrugando la nariz—. Adriana se va a enojar mucho y va a moler a golpes a quien interrumpa su boda.
—Eso lo va a hacer más divertido.
Adriana y Adrián salen del baño del pasillo. Visten formales también. Adriana viste un largo vestido verde con corte sirena, Adrián un traje blanco de corbata roja.
—¡Estamos listos! —sentencia ella, asintiendo con la cabeza— ¿Estás listo? Claro que estás listo, hermano. Están listos, claro que sí. Voy a gritar "yo me opongo" a media boda y les voy a decir que YO soy la Adriana que ama a Jaden, claro que sí. Va a ser divertido.
—Si lo haces nos voy a matar, Adriana —gruñe su Adrián, rodando los ojos—. No suena divertido de ninguna forma, entiéndelo —la mayor gruñe y rueda los ojos también.
—¿Están listos? —inquiere Urie, quien se ajusta la corbata mientras da un trago a su copa de vino.
—Ni siquiera tú estás listo —ríe Adrià, haciéndose el cabello hacia atrás.
—No —gruñe, y arruga la nariz—, no quiero a mi niña casándose con un puto albino con visión de mierda que seguro le va a dar hijos horribles a los que les va a poner hombres que miden lo mismo que una oración en arameo.
—Tú eres ruso también, hijo.
—Sí, pero les di nombres fáciles a mis hijos —señala, haciendo un pequeño puchero—, soy un ruso consciente.
Adrià rueda los ojos y mira a sus nietos y a sus parejas.
—Y él es...
—Oh, mi nombre es Abel Whitehorn —se presenta el muchacho, y se acerca al gigantesco hombre para estrechar su mano—, soy novio de Adrien... solo de Adrien.
—Y Fyodor —agrega Adrien.
—Y Fyodor —agrega, asintiendo con la cabeza.
—Sí, creo que ya he escuchado de ti —afirma, asintiendo con la cabeza. Tiene un acento muy fuerte y marcado, muy ruso, con las "r" muy marcadas. Es como si hablara en "bold", si eso tiene sentido—, es un gusto. Yo soy Adrià, el abuelo de los trillizos y padre de Urie.
—Es un gusto, señor.
—Igualmente, luces como un buen muchacho, Abel. No dejes que Urie amargue tu estadía aquí, ¿ok? Siempre está malhumorado y no le gusta nada, ni intentes caerle bien porque solo lo enojas más.
—Cállate, suenas como el padre de un adolescente —masculle el señor, arrugando la nariz otra vez—. Vámonos ya de una vez, quiero saludar a Jaden y no tener que acercarme a sus padres o sus hermanos, eso es todo. No soporto ver sus ojos, te lo juro.
Adria rueda los ojos.
—Está bien, no tienes que lidiar con ellos. Me presentaré yo como el padre de Adriana y tú serás su hermano mayor, ¿contento?
—Solo vámonos al auto de una vez. Por favor.
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